Traducido del inglés para Rebelión por Nadia Hasan y revisado por Caty R.
Israel no permanece en silencio frente a los ataques terroristas. En una reunión del gobierno en las oficinas del Primer Ministro, se decidió responder al ataque en Tel Aviv «despojando de la residencia» a tres miembros del parlamento palestino pertenecientes a Hamas que residen en Jerusalén Este. En lenguaje simple esto se llama expulsión. El abogado general, Menachem Mazuz, fue rápido en certificar esta abominación como «kosher«. En este caso, no necesitó tiempo para tomar una decisión, a pesar de que esta acción constituye un castigo colectivo, solamente porque «Los líderes de Hamas fallaron en denunciar el ataque» y «algunos de ellos incluso lo justificaron».
El hecho, que no sólo trae consigo la expulsión de personas inocentes, sino que además es una grave violación de la libertad de expresión, no despertó ningún interés especial. Varios ministros árabes que se reunieron con los tres candidatos para la expulsión, fueron ampliamente condenados en vez de recibir apoyo por parte de abogados judíos por los derechos humanos. Ésta es la esencia de la libertad de expresión. Esto es necesario, en este preciso momento, cuando se pronuncian palabras desagradables y también debe ser aplicado a los funcionarios palestinos electos. Los pobres policías de Jerusalén ya no saben a qué atenerse; un día se les dan instrucciones de impedir que los funcionarios palestinos elegidos que viven en la ciudad viajen a los territorios y al día siguiente se les dice que los expulsen de la ciudad a los territorios. Esta es la manera de actuar de la consistente política israelí.
Pero esta ridícula respuesta de «despojar de la residencia», que fue creada por el «moderado» y «liberal» ministro de exterior, Tzipi Livni, constituye un insulto a la inteligencia incluso de aquellos israelíes que esperan ver que su gobierno «haga algo» contra el terrorismo. Pero surge una pregunta mucho más profunda: ¿Qué es lo que queremos exactamente en Jerusalén? ¿Queremos anexar sus secciones ocupadas y pagar el alto precio político y demográfico que supondría este paso o planeamos dar a los palestinos lo que pertenece a los palestinos y a los judíos lo que pertenece a los judíos?
Jerusalén, incluyendo sus secciones ocupadas, o será una parte inseparable del Estado de Israel y todos sus residentes (incluyendo a aquellos que votaron por Hamas en las elecciones democráticas de la Autoridad Palestina) disfrutarán de todos los derechos inherentes a su condición, o Israel se retirará de la parte ocupada de la ciudad y la transferirá a los palestinos. ¿No quieren a Hamas en Jerusalén? Pues, por favor, retírense. Incluso en Jerusalén, no pueden tener su pastel y comérselo también.
Esta es una batalla que está en la retaguardia desde hace tiempo. Se ha decidido el futuro de Jerusalén y cualquier persona razonable puede ver que la ciudad, de hecho, será dividida a pesar de los esfuerzos de anexión por parte de Israel, esfuerzos que llegaron a su punto más alto durante los días como alcalde de Ehud Olmert. Cada organización nacionalista extrema, cada ONG engañosa y cada excéntrica «yeshiva» que aspiró a invadir más y más casas árabes en la capital, recibió el apoyo de Olmert y a pesar de todo, la ciudad sigue siendo claramente binacional.
Ni siquiera los 1.000 funcionarios de la Policía de Jerusalén de servicio en la cancha de fútbol de Zur Baher para impedir que Hamas realizara reuniones podrían convencer a los residentes que apoyan y votaron por Hamas para que dejen de hacerlo. Así como las repetidas convocatorias a la comisaría del representante de Jerusalén en el parlamento, Mahmoud Abu Tir, (bajo sospecha de violar una orden de prohibición de reunirse en Zur Baher) sólo aumentó la influencia de este hombre, que hasta hace poco era desconocido para la mayoría de los palestinos. Así como la ampulosa clausura de Orient House no redujo el apoyo de la mayoría de los residentes hacia Fatah.
¿Y qué fue lo que conseguimos después de la clausura de Orient House? El campo de fútbol de Hamas. Ahora sólo podemos mirar atrás reflexivamente hacia Orient House – no solamente debido a su refinada arquitectura-, sino principalmente porque dentro de esas paredes se llevaba a cabo una discusión real acerca de las negociaciones con Israel para alcanzar la paz. En la cancha de fútbol de Zur Baher otras voces – mucho más extremas – hubieran sonado como la reunión que daba lugar. Y quizás esas voces extremas no se hubieran elevado para impedir la clausura de Orient House.
Un cuarto de millón de palestinos viven en Jerusalén y suponen un tercio de los habitantes de la ciudad. La subyacente aspiración israelí de mantener el territorio ocupado sin sus residentes es poco realista. La pretensión de mantener un régimen de apartheid en la ciudad está fuera de discusión. Los que deberían ser los primeros en llamar para dividir la ciudad son aquellos que anhelan una «mayoría judía» y tienen miedo frente al «peligro demográfico».
En un destello, Israel podría «librarse» de un cuarto de millón de palestinos, cuyo porcentaje en la ciudad sólo se incrementará. Pero Israel elige continuar con la anexión de Jerusalén Este y esto tiene un precio. Es imposible ir «con» y sentirse «sin». Una Jerusalén Unificada es una Jerusalén con Abu Tir como un auténtico representante de los residentes y con una reunión de Hamas en una de sus canchas de fútbol. Finalmente Ehud Olmert deberá dar una verdadera respuesta: Abu Tir o Abu Tur.