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Hoy se inaugura en La Habana el VI Congreso del PCC con el objetivo de actualizar su modelo económico desde una perspectiva socialista

Actualización del socialismo cubano en tres tiempos

Fuentes: La Epoca

Cuba continúa el próximo 16 de abril, con la celebración del VI Congreso del Partido Comunista, un proceso de actualización de su socialismo en las condiciones, internas y externas, del siglo XXI y cuyos resultados, sobre todo prácticos, esperan el conjunto de la sociedad cubana y los pueblos que en América Latina libran hoy, en […]

Cuba continúa el próximo 16 de abril, con la celebración del VI Congreso del Partido Comunista, un proceso de actualización de su socialismo en las condiciones, internas y externas, del siglo XXI y cuyos resultados, sobre todo prácticos, esperan el conjunto de la sociedad cubana y los pueblos que en América Latina libran hoy, en distintos grados y niveles, batallas por la emancipación.

En todo el proceso, más allá de su asistencia física al Congreso y la Conferencia- está presente la fuerza política y moral de Fidel Castro, quien en los últimos meses ha dejado de ocuparse públicamente en sus habituales reflexiones sobre la problemática interna, para concentrar su esfuerzo en las graves amenazas que acechan al mundo por el carácter irracional del imperio.

Alejados de una mirada de corto plazo, quizá apuntar que el proceso de actualización del sistema cubano se está desarrollando en tres tiempos y en un contexto internacional complejo en la que se advierte una abierta polarización entre el esfuerzo de varios pueblos y gobiernos del mundo, particularmente en América Latina, de encontrar los caminos para construir un centro de convergencia de los múltiples proyectos emancipatorios y una contraofensiva política y militar imperial que amenaza, con la OTAN como instrumento, de intervenir cualquier lugar del planeta y por el motivo que sea. A todo eso habrá que sumar el peligro que corren todas las formas de vida en el planeta por los desequilibrios producidos por el desarrollo incontrolable del capitalismo y su sed de lucro.

Una primera etapa se ha cumplido entre noviembre y febrero con la discusión en seminarios y talleres de «Los lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución». Un amplio debate se ha producido en todos los sectores y se estima que no menos de 3 millones de hombres y mujeres, en reuniones de cerca de 100 personas, han participado activamente en el conocimiento y discusión del documento, cuyas recomendaciones y propuestas se encuentran siendo sistematizadas en las últimas semanas para su tratamiento en el Congreso.

El 16 de abril, con la inauguración del Congreso del PCC -donde participarán unos 1.000 delegados elegidos en reuniones y asambleas- arranca la segunda etapa. Como no se lo hizo hasta ahora, las sesiones del congreso serán dedicadas exclusivamente al análisis y aprobación de las medidas económicas y sociales -de las cuales algunas ya se están poniendo en marcha-, para corregir problemas estructurales como la baja productividad, la desvalorización del papel del trabajo y el salario, así como el burocratismo.

Las medidas están orientadas a encontrar el camino, desde una perspectiva no neoliberal, de una nueva forma de articulación del carácter estatal de la economía -que seguirá siendo la principal, aunque con tendencia a la descentralización- con otras formas «no estatales» de organización de la producción como las cooperativas (ya vigentes en el área rural), otras iniciativas asociativas y el trabajo por cuenta propia.

El Estado, como ha ocurrido desde el principio de la revolución, seguirá jugando un papel central en garantizar los niveles de igualación social (lo que no implica igualitarismo como ha subrayado varias veces Raúl Castro) conquistados en más de medio siglo. Eso implica, según el diseño, retirar progresivamente la libreta (un primer nivel de acceso a alimentos básicos de la canasta que llega a todos) para luego pasar de subvencionar los productos a subvencionar a los ciudadanos de carne y hueso, con nombre y apellido (dado que hay segmentos que ya no lo necesitan). Nadie estará desprotegido, se ha asegurado.

El objetivo central de todos las medidas, según se puede inferir, es construir las bases materiales de la revolución -lo que ha enfrentado obstáculos permanentes por el bloqueo económico estadounidense, la baja disponibilidad de recursos naturales e importantes grados de ineficiencia y corrupción-, que hagan posible mantener y elevar la calidad de la educación, la salud y otros servicios que le dan a los hombres y mujeres de ese país, en esos campos, niveles que incluso no se ven en países del capitalismo central.

La tercera etapa de este proceso, necesario y urgente para que el socialismo no se hunda, como ha sostenido Raúl Castro, se llevará a cabo alrededor de agosto o septiembre de este mismo año para aprobar medidas de perfeccionamiento de la democracia socialista, lo cual implica un ajuste al funcionamiento del PCC -que continuará desempeñando el papel de dirección política e ideológica del Estado y la sociedad-, un separación de roles del Partido y el aparato estatal y la activación de nuevas formas de participación social.

Tanto el Congreso como la conferencia se convierten en verdaderas pruebas para la renovación en los diferentes niveles de la conducción partidaria y estatal ya que, como lo dijera el actual presidente cubano, es probablemente la última participación de la «generación histórica» que hizo posible el derrocamiento de la dictadura militar y la derrota del plan imperial de revertir la revolución en Girón en 1961, así como construyó la primera sociedad socialista en América Latina.

La ruta seguida por el PCC está siendo observada de cerca por todo el mundo. Unos, con la expectativa de realimentar esperanzas en un momento en que el capitalismo se presenta como la única «verdad universal» y otros a la espera de que las medidas adoptadas orienten a ese país hacia un horizonte capitalista. Lo primero está en la cotidianidad de los pueblos de América Latina, sobre todo de los que protagonizan cambios más radicales. Este es el caso de las configuraciones estatales y sociales de Bolivia, Venezuela, Ecuador y Nicaragua, así como del conjunto de los países miembros del ALBA. Esto se explica, haciendo una mirada objetiva, el ejemplo y la referencia que Cuba representa, desde enero de 1959, para otros estados y pueblos del mundo.

De los peligros que se enfrentan está conciente la dirección y el pueblo cubano que, advirtiendo sobre el desafío que significará la implementación de las medidas adoptada en el Congreso el presidente cubano sostuvo el 18 de diciembre pasado: «Si queremos salvar la Revolución hay que cumplir lo que acordemos, y no permitir después del Congreso -como ha sido hasta ahora en muchos casos muy elocuentes- que los documentos vayan a dormir el sueño eterno de las gavetas, como se estuvo explicando en estos días de discusiones, fructíferas, democráticas y verdaderamente profundas. Así es como queremos que el pueblo continúe discutiendo esos lineamientos, cerca de 100 días hay para eso. O rectificamos o ya se acabó el tiempo de seguir bordeando el precipicio, nos hundimos, y hundiremos, como dijimos con anterioridad, el esfuerzo de generaciones enteras, desde el indio Hatuey, que vino de lo que hoy es la República Dominicana y Haití -el primer internacionalista en nuestro país-, hasta Fidel, que nos ha conducido genialmente por estas situaciones tan complicadas desde el triunfo de la Revolución».

Lo segundo, que se esté marchando en una dirección capitalista, ha sido varias veces negado por Raúl Castro, cuando el 1 de agosto de 2009 en la Asamblea Nacional de Poder Popular sostuvo: «A mí no me eligieron Presidente para restaurar el capitalismo en Cuba ni para entregar la Revolución. Fui elegido para defender, mantener y continuar perfeccionando el socialismo, no para destruirlo».

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.