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Adaptándose al desastre

Fuentes: Al Ahram Weekly

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández

Hadil, de 21 años, dudó varias veces en llamar a su tío Eid, pero no tenía otra opción, tuvo que pedirle que le trajera y pusiera en marcha su generador para poder seguir estudiando en su casa los exámenes finales. Para Hadil, una universitaria de tercer curso que vive en el distrito de Berket Al-Wez, en el centro de Gaza, no había otra posibilidad si quería aprobar este importante examen tras producirse un corte de electricidad en su zona sin que hubiera mediado aviso alguno. Ella es una de las decenas de miles de estudiantes palestinos que sufren habitualmente apagones, que pueden durar hasta doce horas, antes de los exámenes finales.

El apagón se produjo después de que se averiara la única central eléctrica en Gaza, tras haber estado funcionando a la tercera parte de su capacidad por la falta de fuel. Y es incluso muy posible que deje totalmente de funcionar en vista de que la UE ha anunciado que no va a seguir pagando la factura a la compañía israelí de fuel que suministra a la central. Esto significaría el desastre para los cientos de miles de palestinos de Gaza.

Muchos de los residentes en Gaza han adaptado sus vidas a los apagones, acudiendo a otras fuentes de energía, como madera y carbón, para calentarse en invierno en lugar de calefactores eléctricos. Muy pocos poseen generadores, lo que deja a la gran mayoría dependiendo de soluciones tan sencillas como las velas. Otra forma de adaptarse a los apagones es asegurarse que toda la familia se vaya pronto a la cama. Ghasan Ibrahim, profesor de un colegio dirigido por la UNRWA, dijo a Al-Ahram Weekly que sus niños se van a la cama después de las oraciones de la tarde, alrededor de las 19,30 horas.

Como consecuencia del asedio, muchos palestinos están trabajando en labores que no habían existido anteriormente en Gaza, tales como recoger guijarros y escombros de las casas que fueron destruidas en la última guerra para poder utilizarlos en la construcción o venderlos a empresas de construcción. Rami Al-Dakka, de 19 años, vagabundea con su carro y su burro por las calles del centro de Gaza en busca de escombros que vende a las empresas de construcción. A su vez, estas empresas trituran los escombros para producir los guijarros que usan sobre todo para reforzar el hormigón y los ladrillos.

Al Dakka dijo al Weekly que vende por 15 shekels (4$) cada contenedor lleno y que apenas puede completar un contenedor al día. Sin embargo, parece contento con lo que hace. No es el único joven que ha hecho de triturar escombros su profesión. El asedio ha obligado a muchos en Gaza a asumir esta forma de trabajo, especialmente después de que aumentara la demanda de materiales de construcción. Al haberse conseguido meter de contrabando cemento en Gaza, las actividades constructoras han revivido algo, aunque más en términos de trabajos de restauración que de reconstrucción.

Ya que nadie ha pensado en meter guijarros de contrabando en Gaza, la única forma de obtenerlos es a partir de los escombros o cavando en el suelo. Otros buscan una ruta más complicada explorando el subsuelo, específicamente en zonas desiertas a la orilla del mar.

Ibrahim Al-Aghbari, su mujer y dos hijos hacen cada día el camino al amanecer hasta el distrito de Al-Mawasi. Cuando encuentran guijarros, a los que llaman al-hasma porque están mezclados con arena, la madre y el niño los machacan para quitarles el polvo y los colocan en bolsas de plástico. Un carro con un burro transporta después las bolsas hasta los machacadores que los parten en varios tamaños. Quienes siguen este más difícil método consiguen ingresos más altos. Los recolectores venden cada lote por seis shekels (1,5$), mientras que las empresas de materiales de construcción venden los guijarros cortados a 12 shekels (3$) por lote.

Al-Aghbari contó al Weekly que, a pesar del duro trabajo de su familia, le encanta lo que su familia hace. Después de un amargo período sin trabajo, ahora puede sufragar las necesidades de su hogar. Las familias que dependen de este tipo de trabajo para poder sustentarse compiten por encontrar lugares ricos en guijarros. Sin embargo, algunas familias no consiguen encontrar nada para poder salir adelante.

El asedio ha causado también una notable disminución en el poder adquisitivo de los gazatíes. Yamal Mili, de 47 años, que tiene una frutería en el corazón de la ciudad de Deir Al-Balah, en el centro de Gaza, se pone muy nervioso cuando ve que van pasando las horas del día y nadie viene a comprar a su tienda. Mili se quejó al Weekly de que la gente ya no compra fruta y verduras en la ciudad, sino que prefieren ir cada semana a los mercados campesinos que se instalan por toda Gaza porque comprar allí les sale más barato. La fruta y la verdura se exhiben en puestos improvisados en la calle, lo que recorta los costes de los comerciantes, haciendo que los productos salgan más baratos.

Lo mismo ocurre en la mayoría de las tiendas de Gaza. El propietario de una pollería en la puerta de al lado del frutero ordena a sus empleados que atiendan rápidamente a los dos clientes que acaban de entrar en su tienda. «El poder de compra de los clientes se ha reducido considerablemente», dijo el dueño al Weekly. «Ayer, viernes, no vendí más que cien kilos de pollo. En el pasado, solíamos vender unos mil kilos de pollo los viernes». Continuó: «La gente compra ahora más carnes y pescado congelado debido a la gran diferencia en los precios».

Realmente hay mucha más gente en una tienda al final de la calle que vende carne congelada. Salim, de 38 años, funcionario, esperaba pacientemente a que le atendieran. Explicó al Weekly que en el pasado nunca habría pensado en comer carne congelada, pero ahora él y su familia tienen que consumirla debido a las condiciones económicas consecuencia del asedio. Reveló que un kilo de carne congelada cuesta 12 shekels, mientras que el equivalente en carne fresca cuesta la barbaridad de 50 shekels. Dos de sus hijos están en la universidad, lo cual es muy costoso, de ahí su precaución a la hora de decidir en qué gasta sus ingresos.

La recesión no sólo ha afectado al comercio sino también a la sanidad. El European Eye Centre es uno de los más grandes e importantes centros oftalmológicos en Gaza. En el pasado, muchas personas lo visitaban en búsqueda de gafas, lentes de contacto y otros servicios. Pero el sábado estaba casi completamente desierto. Muchos ahora se dirigen a centros afiliados a clínicas privadas de instituciones de beneficencia que venden gafas mucho más baratas que otras tiendas.

Ese es también el caso de las prácticas dentales privadas, que han perdido a la mayoría de sus pacientes, que ahora se dirigen a las clínicas de la UNRWA ya que ofrecen atención dental gratuita.

Con ocasión de los mil días de asedio contra Gaza, el Comité Popular contra el Asedio (CPAS) publicó una serie de estadísticas acerca de los efectos del bloqueo en los palestinos. El presidente del CPAS, Yamal Al-Judari reveló que, como consecuencia del asedio, han muerto 500 palestinos, que el desempleo llega al 80% y que la media de ingresos diarios por persona es de 2$. Al-Judari señaló que la economía palestina se veía enfrentada a una situación dramática, con 140.000 nuevos desempleados en la Franja de Gaza y alrededor de un millón de palestinos viviendo de la ayuda árabe, internacional o de las Naciones Unidas.

«El asedio ha dañado todos y cada uno de los aspectos de la vida, ya sea en términos sanitarios, sociales o medioambientales», afirmó. «Afecta a los trabajadores, a los propietarios de fábricas, empresas e instituciones económicas». Al-Judari añadió que el 50% de los niños de Gaza sufren anemia y desnutrición, mientras los pescadores y los campesinos luchan duramente por sobrevivir y 3.5000 fábricas y talleres han tenido que cerrar. Instó a que en todas las capitales del mundo se intensifiquen las acciones para lograr poner fin al asedio.

Fuente: https://sites.google.com/site/weeklyahramorgegissue990/region/adapting-to-calamity