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Después de los resultados electorales

¿Adiós al gran Israel?

Fuentes: DEBATE

Con la participación del 63 por ciento de los más de cinco millones de votantes potenciales, estos comicios revelaron el más alto porcentaje de ausentismo en la historia del Estado hebreo.Tamaña apatía pone en tela de juicio que lo votado eran las fronteras definitivas a Israel, que, con o sin acuerdo palestino, el premier interino […]

Con la participación del 63 por ciento de los más de cinco millones de votantes potenciales, estos comicios revelaron el más alto porcentaje de ausentismo en la historia del Estado hebreo.Tamaña apatía pone en tela de juicio que lo votado eran las fronteras definitivas a Israel, que, con o sin acuerdo palestino, el premier interino Ehud Olmert busca lograr.

El desinterés por las elecciones -mejor

ilustrado por el acrecentamiento en más del seis por ciento de los votantes registrados con respecto al 2003, mientras que el nivel de participación en aquella elección fue de casi el 69 por ciento-, no impidió que cada uno de los tres partidos más votados terminara ocupando el lugar del ranking que sucesivos sondeos de opinión les habían asignado. Las sorpresas mayores quedaron para otros, ajenos a Kadima, el laborismo, o el Likud, sea el Partido de los Jubilados (Gil, en hebreo) o Israel Nuestro Hogar, que junto a dos de los partidos religiosos, Shas y United Torah Judaism, son todos candidatos a integrar distintas coaliciones posibles.

Antes de abrirse las urnas, Olmert hizo abandono momentáneo de la anestesia administrada al electorado, que algunos le endilgaban, para permitirse un rapto de autocomplacencia. Seguramente inspirado por una sucesión de mediciones que permitían suponer que Kadima concluiría bien posicionado, en todo caso con más escaños que los 29 de 120 que finalmente le confirmaron que había logrado la primera pluralidad de votos, el anuncio antes de los comicios de Olmert, que el electorado ya se había manifestado reveló una dosis de triunfalismo, entre otras cosas irreconciliable con su status como uno de los políticos hebreos menos apreciados.

Los hechos se encargaron de alumbrar las deficiencias de esa evaluación. En la mañana de la votación, Gideon Samet, columnista de Haaretz, anotó que tal exhibición de soberbia permitía entrever algo que los israelíes podían esperar de Olmert, en particular si el apoyo a Kadima era grande. El electorado parece haber escuchado a Samet: al cierre de la votación Kadima estaba ubicado en primer lugar, pero no sin también revelar la desaceleración de su impulso, a más de cuatro meses de su creación.

Sin duda, la pérdida de envión se vio exacerbada por el coma del entonces premier Ariel Sharon (a quien las encuestas le habían vaticinado más de 40 escaños). Yello a pesar de la publicidad favorable a Olmert, representada por el ataque de marzo al penal de Jericó, con el desfile ante las cámaras de TV de palestinos en paños menores, que deletreaba que si Kadima está dispuesto a desmantelar asentamientos al Este del controvertido muro de separación ello no significa relajamiento alguno de la mano férrea. Aunque menos penosas que las imágenes surgidas del presidio iraquí de Abu Ghraib bajo gestión estadounidense, esta demostración de puissance hebrea, para capturar con intuida connivencia anglonorteamericana a los responsables del asesinato hace años de un ministro favorable a la limpieza étnica, Rehavam Zeevi, no dejó de ser menos humillante para sus destinatarios. En rigor, la distancia entre los pronósticos ofrecidos en días de Sharon y la realidad definitiva se angosta al recordar que éste abandonó el Likud hacia fines de noviembre con sondeos que le auguraban un umbral de 30 escaños. Menos de una treintena, cantidad impensable, equivalía a una derrota, tal como anticipó otro periodista israelí, que escribió que si Kadima no cosechaba 33-34 bancas, o el laborismo obtenía menos de 19 y el Likud no excedía los 16 escaños, cada uno de ellos debía considerarse como perdedor de la contienda. De aceptarse estos mínimos como metro patrón, el único que logró distinguirse fue el laborismo, aun si eludir la derrota le significó ocupar el segundo lugar en las preferencias del electorado, y la reducción en 1 de su futura dotación en la knesset. Al haber prosperado el recurso a la justicia de la Lista Arabe Unida para superar ciertas imperfecciones de conteo, el laborismo tuvo que ceder una de sus 20 bancas iniciales, y con ello es posible que se haya incrementado la disposición de la conducción laborista a buscar otras formas de sumar fuerzas.

De todas maneras, en la medida en que los resultados de Kadima y el Likud fueron más magros, la realidad del laborismo es tanto más destacable porque se logró a pesar de un cúmulo de dificultades: desde la deserción de Shimon Peres y el cruce en dirección a Kadima del par de legisladores laboristas que lo precedieron, hasta el accionar a favor del laborismo, pero no de su líder, del ex premier Ehud Barak, que buscaba heredar a Amir Peretz, pasando por las preferencias étnicas y de clase de los tradicionales soportes ashkenazíes del laborismo, mayormente provenientes de las capas medias israelíes.

Un correlato del racismo antiárabe del componente si entre los votantes impensados que le dieron siete bancas a Gil, encabezado por un retirado de los servicios de inteligencia con pensión de privilegio, tales preferencias étnicas y de clase no fueron una consideración, más aun cuando el bienestar de los jubilados fue explicitado en la campaña electoral de Peretz.

Lo antedicho no significa ignorar tres factores que ayudan a explicar el suceso de Gil. Entre los jubilados, resulta imposible ignorar que el 63 por ciento no percibe una pensión, mientras que el 25 por ciento vive por debajo del umbral de la pobreza. Sin necesariamente pertenecer a ese grupo etáreo, otros votantes de Gil han sufrido en carne propia el paquete de medidas tomadas desde el 2001, incluido el congelamiento del salario mínimo y una reforma tributaria (que naturalmente beneficiaron a los sectores más acomodados); el recorte de miles de millones de dólares (para ser más precisos, de 65.000 millones de nuevos shekels) en los presupuestos de educación, salud y previsión social; la reducción de la plantilla de empleados estatales y de la capacitación de sus profesionales; la caída del seguro de desempleo y privatización del programa de ingresos suplementarios para los sin trabajo; el atraso en el pago de salarios a trabajadores municipales, etcétera, que arrojó un saldo de 500.000 israelíes más entre quienes viven por debajo del nivel de la pobreza. También protestaron contra las formaciones mayores jóvenes de lugares fashion de Tel Aviv.

No obstante estos obstáculos, las 19 bancas del laborismo demuestran que, con Peretz a la cabeza, este partido socialdemócrata -más favorable que Kadima a una solución consensuada con los palestinos, aunque sin excluir el recurso al unilateralismo-, logró vigorizar la política social de toda gestión futura, incluso la de una coalición sin participación suya, que de todas maneras no es lo que se perfila ahora. Escasos días después de la elección, Olmert anunció un cambio de prioridades para tratar de angostar la brecha social. Si bien ese viraje fue presentado como algo a lograr sin alejamiento del catálogo de medidas responsable por el alza de la inequidad, la bolsa de Tel Aviv reaccionó a la elección con desconfianza, ésta corporizada en una caída, leve por ahora, de sus valores.

Hoy el laborismo se presenta como un socio de peso, en un futuro gobierno hebreo, de aquellos que difícilmente podrán ser ninguneados en el toma y daca para acordar un programa coalicionario, y a la hora de distribuir carteras. Tal lo ilustrado por los escarceos previos a la puja real, ya registrados a propósito de quien se quedará con ministerios clave, como el de Finanzas, Defensa y Educación, aun antes de que el presidente Moshe Katzav haya convocado a alguien, seguramente a Olmert (aunque no faltan proponentes inesperados de Peretz), para encomendarle la formación del próximo gobierno.

Con referencia a una posible expansión del laborismo, a su izquierda, el partido Meretz no hizo tan buena elección, y el declarado interés de su líder Yossi Beilin de participar en el próximo gobierno, dado a conocer antes de los comicios, parece poder concretarse más fácilmente con auspicio laborista. Junto a otras consideraciones, la situación desembocó en más llamados en pro de una fusión con los laboristas. El más evidente de los que la abogan es un legislador saliente, el veterano Yossi Sarid, presidente de Meretz hasta el 2003, que abandonó las filas laboristas dos décadas antes, es decir más tempranamente que Beilin. En la medida en que el vuelco a En la medida en que el vuelco a derecha del electorado en el pasado lo alejó del laborismo, y también de Meretz, el número de bancas de éste fue mermando. Tras haberse hecho de 12 en 1992, éstas se vieron reducidas a 9 en 1999, y a 6 en el 2003. Esta vez Meretz cosechó 4 escaños durante el primer recuento, que se volvieron 5 cuando se agregó el conteo de votos de diplomáticos, soldados, hospitalizados, marinos y otros. La explicación del debilitamiento respecto del 2003 en parte tiene que ver con el disgusto causado por el desayuno de Beilin con Avigdor Lieberman, el líder ultranacionalista de Israel Nuestro Hogar. El encuentro fue criticado, entre otros, por Shulamit Aloni, conductora inicial de Meretz, por haberle conferido cierta legitimidad a quien hizo de la limpieza étnica un tema central de su campaña electoral, y que a la luz de las 11 bancas logradas lo tornaron en el más exitoso de los proponentes de dejar a ciudadanos palestinos de Israel afuera de éste, y a su partido en claro sustituto del Likud en la escena derechista. (En contraste con Israel Nuestro Hogar, el más agresivo Frente Nacional de Baruj Marzel, y Herut de Michael Kleiner no obtuvieron representación alguna. Sin embargo, en la medida en que la limpieza étnica quizá cuente con más soportes entre los partidos mayores que los imaginados, resta ver si la fiscalía del Estado presentará cargos por las provocaciones de este dúo, especialmente contra Marzel, que también incitó al asesinato del periodista y otrora legislador Uri Avnery). Pero volviendo a Meretz, sus coincidencias con el laborismo sobre política social e internacional militan a favor del aunamiento desde que Peretz fue elegido para presidir ese partido.

Cualquiera sea el futuro de Meretz, su pérdida no fue nada en comparación con el desplome del Likud. Logró acumular 12 bancas, penalizado, entre otros, por quienes recuerdan las medidas tomadas por su líder, el entonces ministro de Finanzas Benjamin Netanyahu. Si bien una comisión interna ha de investigar las razones de la caída, ésta ya ha sido retratada como un adiós a los sueños de un gran Israel.

Una apreciación más precisa quizá sea que el resultado de esta elección acota ese sueño, sin extirparlo, porque la devolución de territorios contemplada por Kadima y el laborismo no excluye la retención y expansión de asentamientos al Oeste del muro de separación, de la misma manera como el anuncio de Olmert de estar dispuesto a cederle a los palestinos algunos barrios árabes de la gran Jerusalén vino de la mano de la oposición a concesiones en la ciudad amurallada, allí donde se encuentran santuarios cruciales para árabes y judíos. Con todo, el golpe recibido por el Likud, y su imposibilidad de constituir un bloque que obstaculice a quienes están dispuestos a desprenderse de parte de la Cisjordania y de la gran Jerusalén, para nada es un resultado esdeñable si no se lo sobredimensiona. Párrafo aparte merece el tema de las fronteras definitivas de Israel, que Olmert desea alcanzar para el 2010. A la luz del hecho de que todos los gobiernos desde su independencia han estado en funciones por menos de dos años en promedio, no es ésta una incógnita menor, incluso si al término de un encuentro con Olmert Peretz anunció que una coalición liderada por Kadima, con el laborismo como socio senior, ha de permanecer los cuatro años para los que fueron elegidos sus integrantes. Además, está claro que puede necesitarse más de un cuatrienio para lograr tales fronteras. Para ello se ha de requerir el concurso de los palestinos -hoy por hoy necesitados de legitimar a su propio gobierno a ojos del cuarteto en general, y de los Estados Unidos y la Unión Europea en particular (cosa que repercute sobre los objetivos de la administración del premier Ismael Haniyeh), y también la participación activa de la comunidad internacional.

En el léxico hebreo esto último significa Estados Unidos, primero y primordialmente. Y si de Washington se trata, ¿cómo ignorar las implicancias para Israel de un estudio académico reciente de referentes conservadores norteamericanos, que, buscando explicar el lodo acumulado en Iraq, señala que la política mesoriental de su país no siempre ha resultado en la mejor defensa del interés estadounidense?

Resultados de las elecciones en Israel –

Datos provisorios del 4/04/06

Partido político Escaños parlamentarios

Kadima 29

Laborismo 19

Likud 12

Shas 12

Israel Nuestro Hogar 11

Unión Nacional-Partido

Religioso Nacional 9

Gil 7

United Torah Judaism 6

Meretz 5

Lista Arabe Unida 4

Hadash 3

Balad 3

TOTAL 120

* El autor es historiador.