Arrancó el 2020. Quedó atrás un mal año, cuya evaluación precisa requiere un acto casi de adivinación, ante la sequía total de datos aportados públicamente por las autoridades. Por primera vez en mucho tiempo no se ofrece un estimado oficial de crecimiento del PIB que, si bien no comparto como indicador rector siquiera de la […]
Arrancó el 2020. Quedó atrás un mal año, cuya evaluación precisa requiere un acto casi de adivinación, ante la sequía total de datos aportados públicamente por las autoridades. Por primera vez en mucho tiempo no se ofrece un estimado oficial de crecimiento del PIB que, si bien no comparto como indicador rector siquiera de la evolución económica, al menos transmite una idea.
Varios sucesos afectaron notablemente el desempeño del año que concluye. A las insuficiencias de la política económica interna para dinamizar el potencial productivo doméstico se suman las nuevas y muy severas restricciones impuestas por la administración de EEUU, que limitaron la disponibilidad de combustibles, afectaron los flujos de visitantes, y reforzaron el ambiente de desconfianza para los inversionistas extranjeros, entre otros efectos.
No obstante, no puede decirse que haya sido un año de inacción por parte del gobierno cubano, ni que sus empeños hayan estado reducidos a la supervivencia «coyuntural». En paralelo se desataron algunas medidas con impacto sobre la vida económica. Por ejemplo, se operó un incremento en el salario medio en las entidades presupuestadas cercano al 68%; y se introdujo un conjunto de pequeñas transformaciones hacia una mayor descentralización en las empresas estatales. Pero, sin dudas, la más mediática de todas fue la apertura de tiendas para el expendio de bienes de consumo directamente en dólares, mediante tarjetas de débito.
La dolarización se expande oficialmente
Transcurridos los primeros días de anunciada esta decisión, el 15 de octubre de 2018, el CUC en los mercados informales mostró una depreciación de un 10-20 por ciento alimentada de especulación y expectativas, y con la promesa de continuar depreciándose si el Estado no intervenía como oferente de divisas. Sin embargo, el Estado no intervino, de hecho, restringió aún más la venta de divisas desde sus instituciones bancarias, no eliminó el gravamen del 10 por ciento que le cobra al canje de dólares en efectivo y, no obstante los vaticinios, el mercado informal parece haberse estabilizado a una tasa cercana a 1.10 CUC = 1.00 USD.
Recientemente las autoridades anunciaron una expansión de esta oferta dolarizada. La inauguración de más tiendas en todo el territorio nacional, la inclusión de nuevos productos a los listados de venta, así como el inicio -finalmente- de las «importaciones por encargo», son los tres elementos comunicados como las «nuevas medidas» que vienen a profundizar esta política. Luego de tres meses de su lanzamiento, atendiendo a la ausencia total de cifras en lo explicado por los funcionarios, no es posible evaluar de qué forma se vienen cumpliendo los objetivos iniciales. «La medida ha demostrado su validez», «ha venido evolucionando de manera dinámica», «demuestra su justeza», son algunas de las afirmaciones expuestas, positivas pero deshabitadas de evidencias. Una vez más, sin datos, tendríamos que auxiliarnos de una pitonisa valiente.
No es difícil demostrar, aún sin cifras, algunas lagunas en ese enfoque triunfalista. El estado de desabastecimiento crónico que cualquier observador habría constatado el mismo 6 de febrero, por ejemplo, en las tiendas de piezas automotrices en la capital, ya es testimonio de problemas inexplicables.
La captación directa de las primeras divisas debió garantizar de inmediato el reaprovisionamiento en estos mercados. Debieron ser, desde su nacimiento, mercados en abarrote restringidos por la demanda, puesto que no requieren -en teoría- del complejo y menguado mecanismo de asignación central de divisas para su reproducción. Cada producto que se incorpore a este sistema debe cumplir rigurosamente el principio de que «nunca se acaba» so pena de perjudicar la sostenibilidad y credibilidad del mecanismo.
La tipología de productos que se ha decidido ofertar constituye otro asunto llamativo. Hasta ahora se desaprovecha una magnífica oportunidad de fomentar la adquisición de medios de producción, tan necesarios para destrabar sectores como la agricultura, en lugar de apostar por bienes de consumo que refuerzan un patrón rentista y una vocación importadora.
Redirigiendo las importaciones por encargo
Mención aparte merece la ahora reiterada promesa de «importaciones por encargo», cuyos procedimientos habían quedado formulados tres meses atrás en la Resolución 383 del MINCEX. Aquí, al parecer, sí estaría operando un giro serio de timón.
En primer lugar, el ministro de Comercio Exterior afirmó en octubre pasado que el precio de venta de estas importaciones estaría compuesto por «un margen de ganancia ínfimo porque el objetivo es brindar el servicio, no enriquecerse a costa de él». Si esta regla se mantiene la incorporación de automóviles a la venta le presenta conflicto. Si, como se anunció ahora, el 85 por ciento del precio de los autos es recaudable -sin poner en duda el justo destino de esa recaudación- el margen comercial deberá ser necesariamente superior. Cabría preguntar si la política de formación de precios de los restantes productos que se puedan importar responderá a la lógica ministerial de facilitar la operación a través de los márgenes mínimos, o de recaudar al máximo a través del método de «récord Guinness» que se sigue con los precios de los autos. La acuciosidad que caracterizó las explicaciones ofrecidas al momento del lanzamiento de esta política en octubre ahora mostró su cara totalmente opuesta.
Por otra parte, en aquella ocasión se anunció que serían 11 las empresas habilitadas para operar las compras. Entre ellas se encontraban entidades pertenecientes al propio Ministerio de Comercio Exterior, del Ministerio de Industrias, del CITMA, de ETECSA, del MINTUR, una subordinada directamente al Consejo de Ministros, así como otras 3 pertenecientes al Grupo de Administración Empresarial SA (GAE)
Transcurridos poco menos de noventa días y sin haber realizado la primera importación, ocho de estas empresas quedaron desautorizadas por alguna razón que no se hizo pública. Ahora todas las operaciones de importación por encargo para la venta en las tiendas en dólares están en manos de solo tres empresas: CIMEX, SASA y Tiendas Caribe, todas bajo control del sistema del GAE.
Pero el problema mayor no radica en el monopólico control del Estado sobre esta actividad económica, sino en los peligros de disolver incluso todo espacio potencial de competencia entre entidades estatales. Si se quiere construir verdaderamente una economía para el consumidor deben combatirse todos los monopolios que no se amparen en garantía de costos mínimos.
Dolarización vs. reunificación
Este emergente mercado en divisas puede extenderse en función del curso que tome la política económica durante el 2020. Dependerá de la celeridad y radicalidad con que se decida el proceso de reunificación monetaria, así como de las dimensiones que se le otorguen al sector privado.
La idea de que una parte de la industria nacional pueda conseguir exportaciones en frontera constituye una de las principales potencialidades de este mecanismo -como se ha señalado en trabajos anteriores– al permitir a las empresas participantes romper las ataduras del Certificado de Liquidez. Sin embargo, aun si se emprende con resolución, este proceso podría tomar un tiempo no breve -quizás años- antes de que comience a arrojar sus frutos. Entonces, que las autoridades apuesten por esta opción se presentaría en franca contradicción con la idea de un proceso de unificación cambiaria a corto plazo, que debería garantizar por sí mismo una convertibilidad estable y unificada para el peso cubano. Si la decisión es unificar en el transcurso de este año, y la meta devaluar la tasa de cambio tanto como sea necesario para encontrarle su equilibrio y depurar las distorsiones mayores, entonces un mecanismo paralelo de tiendas en dólares se torna redundante.
A excepción de que la táctica sea otra: avanzar un proceso de dolarización parcial, que divida la economía en sectores emergente y tradicional, modelo experimentado con éxito durante los noventa, donde el sector emergente traslade la mayoría de sus operaciones a dólares mientras se producen graduales devaluaciones para el sector tradicional, y se intentan controlar de esa forma las incertidumbres asociadas a los costos sociales. Cómo saberlo.
Mientras no se comprenda la provisión de información de interés público, ya no como un derecho ciudadano, sino como una necesidad vital de subsistencia en las actuales condiciones, a los economistas y el resto de los cientistas sociales llamados a aportar soluciones, no nos quedará otra alternativa que continuar adivinando.
Fuente: http://progresosemanal.us/20200213/adivinando-en-cuba/