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Agria visita

Fuentes: Al Ahram Weekly

Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos

En su última visita a Palestina-Israel la semana pasada el Enviado de Estados Unidos a Oriente Medio George Mitchell urgió repetidamente al gobierno de derecha israelí a que aprobara la solución de los dos Estados con los palestinos, aunque al parecer en vano. El primer ministro israelí Benyamin Netanyahu dijo a Mitchell que Israel no quería «gobernar a otro pueblo» y que Israel seguía estado interesado en llegar a un acuerdo de paz con los palestinos. Sin embargo, las evasivas no impresionaron al ex-senador estadounidense quien señaló con firmeza a su anfitrión que la administración Obama estaba comprometida con la creación de un Estado palestino en los territorios ocupados por Israel en 1967.

Según se ha informado, Mitchell llegó incluso a decir a sus interlocutores israelíes que la creación de un Estado palestino en Cisjordania, Gaza y Jerusalén este era un interés estratégico estadounidense. No acostumbrados a oír a los altos cargos estadounidenses decir «no» o siquiera un «sí a medias» a Israel, los dirigentes israelíes se encuentran ahora perdidos acerca de cómo tratar la «crisis» en Washington. Es más, una breve hojeada a los medios de comunicación israelíes de derecha daría la impresión de que la principal amenaza para la seguridad nacional de Israel proviene del otro lado del Atlántico en vez de los vecinos de Israel.

Aún más, la manifiestamente descortés recepción ofrecida a Mitchell por el ministro de Asuntos Exteriores israelí, Avigdor Lieberman, durante su encuentro en Jerusalén este la semana pasada, que era incompatible con la tradición diplomática, se puede interpretar como un reflejo defensivo por parte de un gobierno – y un país – que siempre dio Estados Unidos por descontado y esperaba que las sucesivas administraciones estadounidenses estuvieran siempre a disposición de Israel. Introduciendo arrogantemente sus manos en los bolsillos Lieberman se negó a caminar con el enviado estadounidense o a estrecharle la mano tras el encuentro. El ex-emigrante moldavo dijo a Mitchell que «los estadounidenses tienen sus puntos de vista y nosotros los nuestros, y que Israel es un Estado democrático».

Mitchell, por su parte, dijo a los periodistas tras el encuentro que «he reiterado al ministro de Exteriores que la política estadounidense favorece, en relación al conflicto israelo-palestino, una solución de los dos Estados que tendrá un Estado palestino viviendo en paz junto con el Estado judío de Israel».

Al ser aconsejado que no probara los límites de la paciencia de Obama, Netanyahu está recurriendo cada vez más a todo tipo de maniobras dilatorias y de distracción con el propósito de lanzar el balón al campo palestino. Antes de la visita de Mitchell Netanyahu había declarado que el retomar las conversaciones de paz con la Autoridad Palestina (AP) estaba condicionado a que los palestinos reconocieran a Israel como en «Estado del pueblo judío». La afirmación no es inocua ni inocente. Un reconocimiento palestino, incluso un reconocimiento informal, de Israel como «un Estado de los judíos» daría a Israel el derecho a expulsar, tarde o temprano, a la mayoría o a todos el millón y medio de ciudadanos de Israel que son palestinos basándose en que Israel es un Estado exclusivamente judío.

Los dirigentes de la comunidad palestina en Israel se están tomando esta cuestión muy en serio ya que tiene que ver con su propia supervivencia y la continuación de existencia en su patria ancestral. El año pasado varios miembros árabes del Knesset [Parlamento israelí] obtuvieron el compromiso del presidente de la AP Mahmoud Abbas de que no habría un reconocimiento palestino de Israel como un Estado judío. Además, el «mantra del Estado judío» también excluiría el retorno de los millones de refugiados palestinos a sus hogares y ciudades en lo que ahora es Israel. Se considera con toda corrección que la difícil situación de los refugiados, que persiste desde la propia creación del Estado de Israel en 1948, es el corazón del conflicto israelo-palestino.

Comentando la última táctica de Netanyahu, el Departamento de Estado estadounidense emitió el pasado 19 de abril un comunicado en el que afirmaba que Estados Unidos continuaría promoviendo la solución de los dos Estados. El rechazo estadounidense de la demanda de Netanyahu posiblemente forzó al primer ministro israelí a cambiar aparentemente de idea y afirmar que el reconocimiento de Israel como Estado judío era una preferencia y no una condición previa.

Según comentaristas israelíes, Netanyahu está ahora examinando vías y medios de eludir el volver a iniciar seriamente el proceso de paz. Por la oficina del primer ministro han empezado a circular ideas, incluyendo el utilizar a Hamás para desviar la atención, volver a sacar a relucir el asunto del «terrorismo» e imponer a Washington que se vincule el reinicio de las negociaciones con la AP a un compromiso estadounidense de obligar a Irán a abandonar su programa nuclear por cualquier medio.

Por lo que se refiere a la expansión de los asentamientos israelíes, según se ha informado Netanyahu planea decir a la administración Obama que la mayoría de las viviendas que se están construyendo en tierra árabe ocupada las planificó y aprobó el gobierno anterior y que la ley israelí no le permite anular asentamientos planificados. Sin embargo, cada vez está más claro que la administración Obama no está dispuesta a recibir «instrucciones» de Netanyahu y de su extremista ministro de Asuntos Exteriores.

La semana pasada la Casa Blanca rechazó a Netanyahu al suspender el encuentro que éste había propuesto para principio de mayo en Washington. Netanyahu había esperado aprovechar su asistencia a la conferencia anual del Comité de Asuntos Políticos Israelo Estadounidenses (AIPAC, por sus siglas en inglés) para visitar la Casa Blanca. Además, Obama está ahora exigiendo casi incesantemente que se congele la expansión de los asentamientos judíos en Cisjordania. Fuentes en Washington también han indicado que la administración Obama está reduciendo la antigua oposición estadounidense a que Hamás forme parte del futuro gobierno de unidad nacional palestino.

En estas circunstancias, cuando las relaciones con una administración estadounidense dada se vuelven agrias o cuando Israel no consigue lo que desea de Washington, Israel pide al centro neurálgico de los sionistas en Estados Unidos (cuyo corazón es el AIPAC) que use sus músculos, especialmente para acosar al gobierno estadounidense hasta que haga caso a las demandas israelíes. Sin embargo, Netanyahu y quienes lo apoyan creen que es demasiado pronto y demasiado arriesgado recurrir a las tácticas de presión contra la administración Obama, no sea que esto lleve a un efecto bumerang no calculado e inesperado.

La semana pasada la prensa israelí informó de que «nuestro hombre en la Casa Blanca» (el jefe de personal de la Casa Blanca, Rahm Emanuel) había dicho a un dirigente judío no identificado que «en los próximos cuatro años va a haber un permanente acuerdo de estatuto entre Israel y los palestinos sobre la base de dos Estados para dos pueblos y no nos importa en absoluto quién es el primer ministro en Israel».

El diario de máxima difusión Yediot Aharonot también citó a Emanuel, cuyo padre fue un comandante en la banda terrorista Itzel anterior a la creación del Estado de Israel, afirmando que «todo tratamiento del problema nuclear iraní estará supeditado al progreso en las negociaciones y la retirada israelí del territorio de Cisjordania». «En otras palabras, la simpatía estadounidense por la postura de Israel en relación a Irán depende de la voluntad de Israel de estar a la altura de su compromiso de abandonar Cisjordania y permitir el establecimiento de un Estado palestinos ahí y en Gaza y Jerusalén este».

A la luz de esto, se espera que el gobierno israelí emplee los próximos meses en estudiar meticulosamente «vías y medios adecuados» para tratar la «nueva realidad» en Washington. Algunos comentaristas israelíes han argumentado que Israel se enfrenta a un verdadero dilema en sus relaciones con su defensor-aliado. Porque si el gobierno Netanyahu se niega ceder ante Washington estallará una verdadera crisis, aunque y si el gobierno capitula ante la presión estadounidense respecto a la solución de los dos Estados, se arriesga a su propio colapso dada la oposición de casi todos los socios de coalición de Netanyahu a las «concesiones territoriales» a los palestinos.

Enlace con el original: weekly.ahram.org.eg/2009/944/re2.htm