La agricultura familiar no está desapareciendo en América Latina, pero es más vulnerable y demanda a los gobiernos políticas para su inclusión económica y social, sostuvieron expertos y agricultores en un seminario organizado por la FAO en la capital chilena. Los ingresos generados por los agricultores que trabajan por cuenta propia se han deteriorado ostensiblemente […]
La agricultura familiar no está desapareciendo en América Latina, pero es más vulnerable y demanda a los gobiernos políticas para su inclusión económica y social, sostuvieron expertos y agricultores en un seminario organizado por la FAO en la capital chilena.
Los ingresos generados por los agricultores que trabajan por cuenta propia se han deteriorado ostensiblemente entre 1990 y 2003 en la mayoría de los países de la región, con excepción de Chile, que ha mostrado un ligero progreso, aseguró Martine Dirven, experta de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).
Dirven fue una de las principales expositoras del seminario internacional «Desafíos para enfrentar el presente y futuro de la agricultura familiar campesina», organizado por la Oficina Regional de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) y auspiciada por el Grupo Interagencial de Desarrollo Rural, que finalizará este miércoles.
«En Chile, en promedio, un agricultor por cuenta propia gana más o menos cinco veces por sobre la línea de pobreza, en cambio en otros países, muchos (agricultores) están en torno a la línea de pobreza», dijo a IPS Dirven, jefa de Desarrollo Agrícola de la Cepal.
Aunque en el mundo no hay consenso sobre la definición de agricultura familiar campesina, predomina el enfoque del Banco Mundial, que en 2003 determinó que se trataba de pequeñas explotaciones de menos de dos hectáreas cultivadas y escasa base de activos.
La Cepal agrega a este concepto la existencia de trabajo por cuenta propia y de familiares no remunerados. En el plano mundial, hay 525 millones de explotaciones agrícolas, 85 por ciento de las cuales corresponden a terrenos inferiores a dos hectáreas.
En América Latina, la agricultura familiar campesina representa en promedio 63 por ciento del total de las explotaciones agrícolas. En Ecuador, 91 por ciento de las 843.000 fincas agropecuarias corresponden a este sector. Y en Perú, 80 por ciento de un total de 1,6 millones.
«La agricultura familiar campesina no está desapareciendo, pero sí están migrando (a las ciudades) muchos jóvenes. Tenemos una agricultura por cuenta propia envejecida, algo que se da también en Chile», aseguró Dirven, escenario que obliga a los países a trabajar directamente con los productores y sus organizaciones.
La experta sugiere incentivar a los «hijos, nietos y sobrinos» de los agricultores a seguir trabajando, evitando que «el predio quede baldío o que se herede a los 60 años, especialmente si queremos ver un desarrollo dinámico de la agricultura familiar y un mantenimiento de los valores campesinos».
Rigoberto Turra, representante de la Corporación Movimiento Unitario Campesino y Etnias de Chile (Mucech), dijo durante su presentación que en un congreso internacional realizado por organizaciones campesinas e indígenas un mes atrás, se llegó a la conclusión que los únicos países que están desarrollando políticas para este sector son Brasil y Chile.
No obstante, Turra criticó el impacto que han tenido en los pequeños productores agrícolas los Tratados de Libre Comercio (TLC) firmados hasta ahora por Chile, y señaló que no ha sido fácil para ellos «pararse frente a la globalización de los mercados».
«Se requiere un nuevo trato, una política diferenciada», que despliegue el «potencial económico, social, cultural y territorial de este sector tan relevante para el desarrollo del país», arguyó el representante del Mucech.
«Hoy es mucho más difícil hacer políticas diferenciadas, programas de subsidios crediticios y de apoyo o asistencia técnica, porque los pequeños campesinos ya no requieren acceso a semillas o fertilizantes sino acceso a computadores, Internet. La demanda se ha tornado más compleja y mucho más distante de las capacidades de los Estados nacionales», explicó a IPS José Graziano Da Silva, representante regional de la FAO.
El seminario centró su atención en el caso chileno, dado que la Política Agroalimentaria y Forestal de Chile hasta 2010 contempla «apoyar decididamente un desarrollo inclusivo de la agricultura familiar campesina y su articulación productiva y de gestión con las cadenas agroexportadoras y los mercados nacionales».
Pero el énfasis no sólo está puesto en el ámbito económico y productivo sino también en el desarrollo social y cultural de este sector, pensando en la preservación de la identidad nacional.
El ministro de Agricultura de Chile, Álvaro Rojas, recordó durante su presentación que la presidenta Michelle Bachelet dio a conocer en agosto el Programa de Desarrollo para la Competitividad de la Agricultura Familiar Campesina 2006-2010.
Los ejes de esta iniciativa son el mejoramiento de la articulación de los mercados, alianzas estratégicas y encadenamientos productivos, calidad y diferenciación de productos y servicios campesinos, y renovación, perfeccionamiento y especialización de competencias y habilidades.
Además, se contempla una nueva plataforma de financiamiento (reprogramación de deudas), emprendimiento e innovación en grupos y territorios especiales, mejoramiento de la base de recursos productivos y modernización institucional y simplificación de procedimientos. «Las medidas tomadas por el gobierno de Bachelet pueden ser un buen modelo para los demás países», comentó a IPS Marta Mauras, secretaria de la Cepal.
El principal problema de la agricultura familiar chilena es el endeudamiento, lo que se resolverá con medidas anunciadas por la mandataria, dijo a IPS el ministro Rojas. Tanto en Chile como en los demás países de América Latina los costos de transacción son una de las mayores dificultades de los pequeños agricultores.
«Lo que corresponde ahora es hacer un plan en cada región del país para ir sumando nuevos agricultores a los encadenamientos productivos regionales (maíz, leche, carne, vinos) y progresivamente ir sumando su capacidad productiva a lo que es la estrategia nacional», indicó Rojas.
Además, el ministro de Agricultura adelantó a IPS que Bachelet anunciará este miércoles la creación de una comisión público-privada, de carácter permanente, con la misión de «ir generando espacios de reflexión, supervisión y monitoreo del avance de nuestro gran objetivo que es convertir a Chile en una potencia agroalimentaria».
Por otra parte, Rojas sostuvo que «es posible que los pequeños agricultores (especialmente de maíz y de raps, o colza) tengan un espacio productivo relevante en el desarrollo de biocombustibles como el etanol o biodisel».
En este aspecto, Da Silva afirmó que «canalizar los excedentes presentes en muchos cultivos como el raps, soja, maravilla y remolacha azucarera, para la producción de biocombustibles, sería una salida importante (para las producciones de los agricultores familiares) de la región».
Da Silva aseguró a IPS que el futuro de la agricultura familiar depende de tres factores: el rol del Estado, la capacidad que tengan las organizaciones campesinas de actuar e intervenir en las políticas públicas y la concreción de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, especialmente la meta de abatir a la mitad la población que sufre hambre en el mundo.