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Agroecologia a pesar del embargo

Fuentes: La Retaguardia

Durante treinta días -entre diciembre de 2019 y enero de 2020- Vanessa Dourado y Braulio Domínguez, periodistas, recorrieron el territorio cubano y conocieron en territorio la producción agroecológica, presente en todos los rincones de la isla.

Las huertas urbanas y las fincas agroecológicas son abundantes y es posible comprar frutas y verduras en todo lugar. El kiosco improvisado en el pasillo del vecino, las carrozas desde donde pasan gritando los vendedores entre las calles, en los carritos de madera itinerantes y las verdulerías de las avenidas comerciales. Es una realidad impactante teniendo en cuenta el embargo comercial, económico y financiero impuesto por Estados Unidos a la isla, que data del año 1960 y que fue agravado a partir del año 1996 con la firma de la ley Helms-Burton.

Esta ley, llamada Ley de la Libertad Cubana y Solidaridad Democrática, que lleva el nombre de los Republicanos Jesse Helms y Dan Burton, fue firmada por el presidente demócrata Bill Clinton y contempla la internacionalización del bloqueo, dificultando la inversión extranjera en el país entre otras consecuencias. Una de las principales dificultades señaladas por el pueblo es la falta de suministro de alimentos y medicinas. A pesar de la gran cantidad de comida producida en Cuba, por cuestiones climáticas, los productores explican que muchos alimentos no pueden ser sembrados, lo que acota la variedad de la dieta de las personas cubanas.

Foto: Vanessa Dourado

El recrudecimiento del embargo a partir de la administración de Donald Trump también trajo consecuencias importantes a los que se dedican a la siembra. Muchas de las fincas combinan producción agroecológica y turismo, especialmente en las áreas que se dedican a la producción de tabaco. La restricción de vuelos desde Estados Unidos a Cuba ha impactado mucho en la economía de quienes trabajan en la agricultura. La sanción aplicada por el gobierno de Trump a los buques que envíen petróleo a la isla también significa una dificultad más a las personas que producen, que se ven imposibilitadas de trasladar los alimentos a las ciudades, y también dificulta la distribución del agua para las siembras. Además, obviamente, hay otras limitaciones, por ejemplo las sanciones a los cruceros de cualquier país que ingresen a Cuba, lo que genera una merma del turismo, y por lo tanto más dificultades económicas para la población en su conjunto.

A pesar de las condiciones dadas, mucho más duras que en otras partes del mundo, es notorio el compromiso de las personas con la producción de alimentos. El trabajo organizado en cooperativas y la tenencia de las tierras juegan un rol importante que posibilita seguir trabajando la tierra. Es lo que cuenta Julia Rosa, Ingeniera Agrónoma coordinadora de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP) de la ciudad de Viñales, quien muy gentilmente dedicó su sábado de descanso a acompañarnos a recorrer una finca de producción agroecológica. Tal vez es redundante hablar de agricultores pequeños en Cuba, dado que la revolución hizo reforma agraria, eliminando los latifundios.

“El auge de la agroecología llegó a Cuba en el ´95 con el período especial. Estábamos muy limitados de insumos, de abonos químicos, de fertilizantes y entonces la vimos como una alternativa. Hoy ya se da agroecología como asignatura dentro de los planes de estudio de los agrónomos que se forman, no así cuando yo estudiaba en los ´80”, dice Julia Rosa.“Si alguien impulsa la agroecología es el Estado. En todo el país, en todas las provincias, existe un coordinador agroecológico. En los municipios, en cada estructura de base, tenemos un facilitador agroecológico, y son los que llevan a los campesinos la agroecología, las experiencias de una finca a otra, por ejemplo”, asegura. Con respecto al panorama mundial, cada dos años se realiza un evento internacional de agroecología del que Cuba es la sede. “Los que nos visitan dicen que nuestro país tiene una agroecología consolidada. Para nosotros es importante que reconozcan nuestro trabajo, pero además es importante si se pueden sumar y lograr lo que nosotros hemos logrado aquí, es un beneficio para todas las poblaciones, de todos los países, porque eliminan los tóxicos”, continúa.

ANAP fue creada en el año 1961, durante el segundo aniversario de la Primera Ley de Reforma Agraria firmada el 17 de mayo de 1959 en La Plata, Sierra Maestra, dentro del proceso de la Revolución Cubana. Antes de esta ley, un 80% de las mejores tierras cubanas se encontraban en manos de un grupo de compañías norteamericanas. María del Carmen, Coordinadora Nacional de ANAP relata con entusiasmo el proceso de liberación campesina: “Cuando la revolución triunfa, una de las primeras leyes que Fidel (Castro) dicta es la ley de reforma agraria, que no sólo entrega la tierra a los que la producían, sino que les facilita el mercado donde van a vender sus producciones, además en esos campos y montañas organiza que haya educación y salud”. María del Carmen también cuenta que en esa época el movimiento campesino cubano apenas estaba organizado y que donde más organizado estaba era en la zona oriental, dado el cultivo que tenían desarrollado, que eran los cañeros y cafetaleros. “En la última etapa de la lucha revolucionaria, antes del ‘59, se produce una cuestión muy importante, que es un ‘Congreso campesino en armas’. Por indicaciones de Fidel, Raúl va, se reúne con campesinos de la zona oriental, en Santiago, y definen la estrategia. Porque los campesinos eran los que albergaban y escondían al Ejército Rebelde. Se realiza el Congreso y ahí acuerdan qué es lo que querían los campesinos. Por eso la revolución triunfa el 1 de enero del ‘59 y el 17 de mayo Fidel dicta la primera ley, y va a entregar el primer título de tierra a Baracoa, extremo oriente de la isla. El primer título se lo entrega a una mujer negra, para dar a conocer que el título de la propiedad se entregaría a hombres y mujeres. Esta mujer murió hace unos años”, recuerda. “En esa primera ley no se toca a los terratenientes que tenían sus campos sembrados. Pero después, en esas grandes extensiones, los terratenientes se organizaban y se escondían para hacer acciones contra la revolución, se quemaban centrales, escondían asesinos. Entonces se dicta una segunda ley en el ´61, en la que se reduce la extensión de tierra a un máximo de 63 hectáreas. Ya ahí se afecta a los terratenientes”, prosigue.“Desde entonces hasta acá, una de las prioridades del gobierno revolucionario fueron los campesinos, porque es una clase importante para la soberanía de un país: la soberanía alimentaria. Entonces, nuestra organización, la ANAP, surge en 1961, el 17 de mayo”.

María del Carmen recupera aquel proceso: “Se organizan los campesinos por comunidades. En una primera etapa se mantienen produciendo en su finca, la que les dio la revolución con el título de propiedad. En la década del ‘70 en un Congreso campesino, con el desarrollo de la ciencia y la técnica, se propone pasar a una nueva forma de producción. Se propone que los campesinos se organicen de manera colectiva; que los campesinos de un área determinada, si lo decidían, entregaran sus tierras, y que fueran patrimonio de todos ellos. El Estado creó un fondo y se le pagó a quienes decidieron entregar su tierra o un tractor. En aquel Congreso, aproximadamente la mitad estaba de acuerdo y la otra mitad no. Y Fidel dice. ‘Bueno, vamos a respetar el principio de voluntariedad: los que quieran hacerlo lo hacen; los que no, se mantienen en su finca produciendo’. Entonces surgen estas dos formas de organización que tiene actualmente la ANAP”, añade.

La mejora de la técnica para la producción de alimentos es un hecho que llama la atención. Cuba cuenta con una gran cantidad de técnicos e ingenieros agrónomos especializados en la producción agroecológica. La formación es impulsada desde el Estado y ha tenido un impacto muy positivo y complementario a la metodología Campesino a Campesino (CaC), método que replica actualmente la UTT en Argentina, según una de las coordinadoras del movimiento, Rosalía Pellegrini.

Foto: Vanessa Dourado

El ingeniero agrónomo cubano Raudel Rodríguez detalla, con muchos ejemplos prácticos, desde la finca Coco Solo, las técnicas y resultados: “Desgraciadamente se hizo un uso irracional de los productos químicos, que provocó que se eliminaran esos enemigos naturales que tienen los insectos. Porque si hay una plaga, hay un enemigo natural que la controla. Es un equilibrio que existió siempre, pero poco a poco se lo ha ido eliminando. Quiere decir que se desarrollan más las plagas en los cultivos. Y para lograr que en un área se restablezca ese equilibrio se necesitan por lo menos 5 años sin aplicar ningún tipo de producto químico, para que naturalmente, poco a poco, vaya apareciendo ese medio biológico natural que controla esa plaga. Entonces así tienen que hacerse la idea del trabajo que se hace en estas fincas. Hacemos control natural sacando los insectos con la mano”.

Rodríguez continúa: “Es muy rico llegar al campo y encontrar una lechuga fresca, una col, que tú sabes lo que te estás comiendo algo ecológico, algo que no está contaminado, que no tiene ningún tipo de producto químico. Es una vida más saludable, más sana”.

La práctica de la agroecología, sin embargo, no se reserva sólo a aquellas personas que siempre se dedicaron a la siembra. El testimonio del exjugador de béisbol Orestes González es inspirador. Después de girar por el mundo jugando a la pelota, con un título de Campeón Serie Nacional Béisbol en el equipaje, de haber jugado y sido entrenador también en equipos de Nicaragua, Colombia y Venezuela, y exponer una envidiosa pared de títulos de distinción -incluyendo un diploma firmado por el Comandante Fidel- Orestes vuelve a su tierra natal y pasa a dedicarse a la agroecología.

Nos cuenta su historia: “Yo del campo no sabía nada. Yo era jugador de béisbol, incluso fui veterinario. Pero mis padres fueron siempre campesinos. Cuando me retiré del béisbol, volví a Viñales. Acá teníamos esta finca que era de mi suegro y no tenía quien la atendiera. Poco a poco tratamos de arreglar. Hemos buscado ingenieros que nos ayuden, los mismos trabajadores que son campesinos nos ayudan de vez en cuando y nos dicen qué hay y qué no hay que hacer. Así que, poco a poco, de todo el mundo se va aprendiendo un poquito”, comienza. Además, asegura: “La ANAP nos ha apoyado mucho. Nos dice qué es bueno para mejorar y hacer para que no haya contaminación. Y nos indica qué debemos hacer para tener una finca agroecológica”.

Foto: Vanessa Dourado

González explica a quienes destinan la producción: “Decidimos hacer un trabajo bonito para servir de ejemplo también para las demás personas. De las cosechas le podemos dar a los centros asistenciales como el policlínico, hogar de ancianos, ciclos infantiles y a todos los lugares estamos dando lo que nosotros cosechamos. No es que nosotros estamos consumiendo todo lo que tenemos o lo estamos vendiendo; estamos compartiendo también con los demás entre todo lo que tenemos aquí”.
Acostumbrados y acostumbradas a Argentina, donde la agroecología suele ir acompañada de la idea de lucha, reclamos, disputas, y la búsqueda de visibilización, llama la atención que en Cuba cada productor y productora diga que hace agroecología como quien dice que a dos cuadras está la estación del tren. Es parte de lo cotidiano, sin toda esa carga de lucha que implica decir “agroecología” en nuestro país.

Fuente: http://www.laretaguardia.com.ar/2020/06/agroecologia-cuba.html