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Ahí está la democracia que pedían

Fuentes: elcorresponsal.com

Después de insistir en que Arafat no era relevante, Abbas demasiado endeble y ninguno de los dos lo suficientemente democrático, Hamas se impuso en los comicios parlamentarios palestinos, de manera incuestionable, mostrándole a Bush y a Sharon qué había en la caja de Pandora. Ahora, el gobierno israelí tendrá que lidiar cuidadosamente entre varias malas opciones y unas cuantas opciones peores.

Shimon Peres, amigo de las frases ingeniosas -además del travestismo político-, suele decir que los palestinos no pierden la oportunidad de perder la oportunidad. Tal vez por estas horas el gobierno israelí se esté lamentando de lo mismo: visto el triunfo aplastante de Hamas en las legislativas palestinas, es evidente que hubiera sido más fácil conducir negociaciones con Arafat, a quien le negaron su condición de interlocutor, o con su sucesor, Mahmoud Abbas, a quien le imputaban demasiada condescencia para controlar la violencia. Ahora tendrán que vérselas directamente con el cuco: Hamas. Y además, en plena campaña electoral para elegir al sucesor de Sharon.

El primer ministro interino, Ehud Olmert, está en una verdadera disyuntiva y si quiere conservar el poder por el que pelea, tendrá que elegir cuidadosamente entre varias malas opciones y unas cuantas opciones peores.

Es previsible que si Olmert muestra señales de moderación o debilidad hacia Hamas tras su victoria, su principal rival político de la derecha, Benjamín Netanyahu (Likud), centre la campaña electoral de su partido en el argumento de que el retiro unilateral de Gaza auspiciado por la dupla Sharon-Olmert fue un error cuyo precio (el fortalecimiento de Hamas) se paga ahora.

Por otro lado, si Olmert amenaza con romper los lazos con los palestinos, se encontrará enfrentando un aumento de la presión internacional para honrar una elección a todas luces legítima y democrática.

Puede predecirse que en los próximos días Olmert hará un esfuerzo para coordinar con los Estados Unidos una política que busque contener la presión internacional y al mismo tiempo pueda mostrar hacia el electorado israelí una fortaleza que evite la fuga de votos de centro en beneficio de Netanyahu. Todos saben que el temor (y muchos israelíes del campo progresista empezaron a tenerlo tras conocer los resultados de los comicios palestinos) es una fuerza centrífuga que gira hacia la derecha.

En todo caso, las implicaciones reales del resultado de la elección serán evidentes en las primeras acciones de Hamas. El triunfo también es una disyuntiva para este movimiento: o renueva su opción militarista o aprovecha el espacio político que acaba de ganar. Por otra parte, Hamas -que es mucho más que una milicia armada- está integrado por corrientes diversas y en sus filas también conviven halcones y palomas. La mayoría de los israelíes está más interesado en el peligro de ataques suicidas que en la composición del parlamento palestino.

En el frente político israelí, la victoria de Hamas parece fortalecer las posiciones de Kadima, que ha construido su política con el argumento de que no hay interlocutor válido del lado palestino y por lo tanto las decisiones centrales, incluida la de determinar una frontera, deben tomarse de manera unilateral. Si el electorado israelí vuelve a depositar su confianza en el oficialismo, es plausible que la renovada gestión de Olmert siga empeñada en evacuaciones espasmódicas y a cuenta gotas de los asentamientos judíos establecidos en Cisjordania y haga valer su histórico reclamo de seguridad para mantener gran parte del territorio palestino bajo su ocupación.

Por otro lado, la izquierda israelí (Amir Peretz, Yossi Beilin) jugará su carta electoral haciendo hincapié en la irresponsabilidad de Sharon (y de sus herederos de Kadima) en el debilitamiento político del mejor presidente palestino que los israelíes podían soñar. La derrota del oficialismo palestino también es obra de la intransigencia israelí.

En el frente internacional, la administración de Bush deberá tomar una dosis de su propia medicina. Después de insistir en la necesidad de promover la democracia en el mundo árabe, se encontró con una realidad que no esperaba: la posibilidad de que la libertad de elegir fortaleciera todavía más a los movimientos menos afines a sus intereses. Para los Estados Unidos, la democracia no es buena en sí misma sino sólo si alumbra gobiernos dóciles.

Así como la Casa Blanca alentó en los 80 el surgimiento de los sectores islamistas más radicales para combatir en Afganistán el «ateísmo rojo» de la ex Unión Soviética y terminó dando a luz a los talibanes, pocos quieren recordar que el surgimiento de Hamas en los territorios palestinos durante la primera intifada fue visto con cierta simpatía (si no auspiciado) por la dirigencia israelí, que suponía que el engendro serviría para contener el laicismo de izquierda que representaba la OLP. Ahí tenemos los resultados.

La fuente: el autor es director periodístico de elcorresponsal.com.