La ciudad de Jerusalén esta inundada de banderas israelíes y estadounidenses para recibir mañana a la marioneta más absurda, peligrosa e ignorante de todo el guiñol, el más cretino entre los cretinos: George W. Bush. Sin embargo Jerusalén, ajena al burdo decorado de pacotilla, se ha volcado en la despedida de una buena persona, un […]
La ciudad de Jerusalén esta inundada de banderas israelíes y estadounidenses para recibir mañana a la marioneta más absurda, peligrosa e ignorante de todo el guiñol, el más cretino entre los cretinos: George W. Bush.
Sin embargo Jerusalén, ajena al burdo decorado de pacotilla, se ha volcado en la despedida de una buena persona, un trabajador incansable, fuerte como una roca y luchador empedernido, una persona realmente especial: el Dr. Ahmad Maslamani.
En el funeral encontramos muchas caras conocidas: Jacoub, Abla, Mahmoud, Iman, Naim, Fatme, Sergio, Eilin… y la mujer de Ahmad destrozada y rota de dolor. Multitud de compañeros con quienes compartimos la misma lucha y también muchas alegrías, celebraciones, excarcelaciones. Humus, narguiles y conversaciones interminables sobre política local, regional, mundial, compartiendo principios, buscando caminos, perdiéndonos, reencontrándonos, pero siempre caminando.
49 años llenos de vida, llenos de energía incansable, se han ido de repente dejándonos a todos un poco huérfanos. Con su trabajo como director de los HWC, su ideología marxista y su solidaridad internacionalista nos ha permitido llegar a todos los rincones del país, convivir con sus gentes, aprender de ellas, entender su causa: la noble causa del pueblo palestino y sobre todo compartir momentos inolvidables.
Esta madrugada sus arterias no aguantaron más y su sangre llena de pasión ha inundado ese cerebro que no podía dejar de pensar, de buscar soluciones para su pueblo. Pero el Dr. Maslamani no ha fallecido de muerte natural, le han matado las interminables horas pasadas en los puestos militares de control, el muro que divide y encierra en guetos a su gente, los días, semanas y meses que sufrió la brutal investigación israelí. Le han matado la dificultad de movimiento en su propia tierra, los derribos de casas, los asesinatos de amigos y familiares…, en pocas palabras: la ocupación israelí. Tantos quebraderos de cabeza, tantos problemas por resolver, reuniones interminables mantenidas a base de nicotina y cafeína, decepciones, engaños sionistas de última hora que arrojan por la borda meses de trabajo… demasiadas gotas que han acabado colmando el vaso y… desbordándolo.
Pero igual que su encarcelamiento acabó convirtiéndose en una batalla ganada por la determinación y la dignidad que el amigo «Masla» poseía, su último viaje se ha convertido en una victoria sobre la ocupación.
Tras el tristísimo y fraternal funeral en la casa su cuerpo cubierto, como no podía ser de otra forma, con la bandera palestina, ha salido de la casa como llegó, transportado por decenas de jóvenes manos que le llevaban en volandas. Acompañado de canciones y eslóganes de rebeldía, de lucha, de independencia y de victoria que salían atravesando las gargantas desde lo más profundo de las entrañas. Tiros al aire como salvas de honor para un hombre bueno que dio todo por sus principios marxistas y por su causa: la liberación de Palestina.
La comitiva se ha desplazado en coches hasta Wadi Joz y desde allí, flanqueado por palmeras, banderas palestinas y banderas del Frente Popular para la Liberación de Palestina, el Dr. Maslamani ha encabezado su última batalla.
A lo largo de la mañana se ha ido uniendo más gente al funeral, casi un millar de personas acaba siguiendo a los jóvenes porteadores. Nos dirigimos hacia la ciudad vieja, concretamente a la mezquita de Al Aqsa, sin saber si vamos a poder entrar. Más que un funeral parece una manifestación, por lo tanto un acto ilegal. Las banderas palestinas están prohibidas por el gobierno israelí en Jerusalén, las del Frente Popular todavía más. Puede pasar cualquier cosa, pero la motivación, fuerza y dignidad de esta comitiva es imparable, un torrente que puede con todo.
Al empezar a subir la cuesta de la puerta de los leones un jeep intenta detenernos, algunos empiezan a discutir con los soldados, hay zarandeos, pero unos cuantos jóvenes animan a la gente para que sobrepasemos al jeep y sigamos adelante. Así lo hacemos y tras los momentos de tensión, con energías renovadas, subimos la cuesta y atravesamos la puerta de los leones. Ante la entrada de la explanada de la mezquita de nuevo se repite la escena, la policía israelí intenta detener la comitiva, la gente se apelotona, empujones, gritos, dos policías llegan a sacar las armas. Siento que en ese momento puede pasar cualquier cosa, pero finalmente los jóvenes que lideran la comitiva animan a todo el mundo para que entre en la explanada.
Camuflada entre la gente, pues me arriesgo a la deportación, entro en la explanada de las mezquitas con los compañeros del AIC y otras mujeres y compañeras palestinas. En el momento de atravesar la puerta las mujeres empiezan a gritar eslóganes de independencia para Palestina, la mujer que corea las consignas, que ronda los 50 años, levanta el puño hacia el cielo, tiene la cara roja y la yugular hinchada mientras grita de forma desgarradora sacando de su cuerpo sonido y coraje por igual. Imposible describir el momento, surrealista como un sueño. Un nudo en el estomago que se deshace solo para gritar: ¡Philistin!, uniéndonos al sentir de la gente, a su dolor, a su fuerza y a su dignidad.
Sé que repito muchas veces esta palabra, pero creedme, es lo único que se podía sentir entre todas esas personas: una energía y una fuerza inmensas, imposibles de encerrar en estas ocho letras. Dignidad es lo que ha representado durante toda su vida el Dr. Maslamani, Masla. Y es precisamente su dignidad y el respeto y amor de los suyos lo que le ha llevado a esta última pequeña gran victoria en su amada Palestina. La entrada en Al Aqsa no se ha llevado a cabo por motivos religiosos, ha sido un acto de reivindicación nacional: Al Aquds es Palestina, Jerusalén es Palestina, Akko, Bersheva, Nablús, Gaza, Masada, Yafa son Palestina. Ahmed no podía irse de otra forma: luchando y venciendo.
Repito en su honor las ultimas palabras que me escribió en un papel para leer ante los medios en Bilín el año pasado, porque como me dijo: «Esto es lo que no se debe olvidar, este es nuestro objetivo, esta es nuestra lucha»: ¡Filistin arabia! ¡Filistin hurra!
Seguimos en la lucha