Viví en Siria cinco años y además, antes y después de esto, he visitado el país en muchas ocasiones, lo que me ha permitido entrar en contacto, no solo con personalidades del gobierno y del Partido Baas, sino con gente común representante de todas las capas sociales. He tenido la oportunidad de recorrer el país […]
Viví en Siria cinco años y además, antes y después de esto, he visitado el país en muchas ocasiones, lo que me ha permitido entrar en contacto, no solo con personalidades del gobierno y del Partido Baas, sino con gente común representante de todas las capas sociales. He tenido la oportunidad de recorrer el país y visitar posiblemente hasta las aldeas más remotas. Como diplomático cubano revolucionario, nunca me limité a mantener únicamente vínculos oficiales ni a participar en la aburrida vida protocolar, y sostuve intensos intercambios con sindicatos, organizaciones sociales y políticas, de jóvenes, estudiantes, mujeres y campesinos.
También en Damasco me relacionaba con los representantes de casi toda la izquierda árabe que mantenía su sede allí. La capital siria constituía refugio seguro para las diferentes organizaciones palestinas y por muchos años fue el centro político que representaba el rechazo árabe al hegemonismo del poder sionista imperialista. Esto último era muy incómodo para algunos regímenes de la región.
La ideología laica prevaleciente, permitía la convivencia de diferentes sectas islámicas y el respeto a una importante minoría cristiana, que alcanzaba casi el 15% de la población.
En el extenso barrio cristiano de Damasco, a diferencia de la parte musulmana de la ciudad, los viernes se mantenía la actividad normal de la semana, los comercios abrían y los niños iban a las escuelas. Los días festivos, según establecía esta religión, eran los domingos, cuando las iglesias del lugar celebraban con toda normalidad sus misas y se festejaban con gran colorido las fiestas navideñas y la Semana Santa. Importantes santuarios cristianos existentes en diferentes partes del país, podían ser visitados lo mismo por extranjeros que por nacionales.
Antes de ver afectada su economía por las repercusiones de la crisis mundial y por una sequía que en los últimos años afectó seriamente su agricultura, el país había alcanzado no solo niveles de autoabastecimiento, sino que lograba excedentes exportables. Siria, sin poseer grandes recursos económicos, había llegado a niveles mínimos aceptables de satisfacción social y mantenía un sistema de educación y salud pública, que facilitaba el acceso de la población más desfavorecida. Bajo el gobierno del Partido Baas, la mujer logró avanzar en sus derechos mucho más que en casi todos los países de la región.
Por supuesto, no podemos decir que era el paraíso. Ningún país lo es. Los defectos del sistema posiblemente se habían agudizado en los últimos tiempos, especialmente por la corrupción y por cierta apertura neoliberal propiciada por el gobierno, lo que sumado a la repercusión de la crisis económica, provocó un mayor malestar en algunos sectores de la población, que se sintió alentada a protestar siguiendo el ejemplo de lo que estaba sucediendo en otros países árabes.
El enfrentamiento durante tantos años a enemigos tan poderosos como Israel y los Estados Unidos, sin excluir a otros agentes regionales que sirven los intereses de estos, hizo crear en Siria una fuerte estructura militar y de seguridad, que sin duda ha cometido excesos, como los cometió ahora al reprimir las primeras manifestaciones en la sureña ciudad de Daraa. Ello provocó a la vez el estallido de protestas en otras partes del país, algunas ya estimuladas desde el exterior por la implacable campaña de la «prensa canalla», al igual que por la ayuda material, económica y militar, suministrada por los agentes del imperio. Es verdaderamente ingenuo pensar que no ha existido una injerencia exterior, al igual que existió una temprana intervención de los servicios secretos occidentales en la sublevación libia.
Las leyes represivas y los aparatos de seguridad que se apoyaban en estas, posiblemente propiciaron injusticias y desmanes, abundantes por demás en buena parte del mundo, incluidas las sacrosantas democracias occidentales, que solo lo hacen de forma más refinada y sofisticada, aunque a veces no tanto. Ahí están los crímenes de Abu Ghraib, las torturas en el campo de concentración de Guantánamo, las cárceles secretas en países de Europa y los vuelos fantasmas de la CIA para atestiguarlo. Sin embargo, durante mis visitas y estancias en Siria, jamás pude ver una sola represión policial contra una manifestación, como las brutales acometidas que a diario nos muestra la televisión de los países más desarrollados, con el evidente propósito no de denunciar tales desmanes, sino de acostumbrarnos a ellos para aceptarlos, por cotidiano, como algo normal. ¿De qué respeto a los derechos humanos hablan los dirigentes y la prensa de Occidente?
La corrupción en determinadas esferas de poder, el nepotismo y el estancamiento de una estructura política que frenaba la práctica democrática, también han sido males achacables al sistema político, pero ninguno de ellos justifica una intervención extranjera. Son problemas que el propio pueblo sirio debe resolver.
Cualquiera de estos defectos son mínimos comparables con lo que sucede en las llamadas democracias occidentales, donde se han alcanzado altos niveles de desarrollo y una gran acumulación de riquezas producto principalmente de la esclavitud, la explotación colonial y el saqueo de nuestros países, a los cuales han subdesarrollado o impedido desarrollar. En ellas, ahora sumidas en profunda crisis, adoptan medidas para repartirse aún más las riquezas entre los banqueros y las grandes empresas financieras, mientras provocan más desempleo, recortan la seguridad social, y afectan los servicios de salud y educación, y un mayor empobrecimiento entre el 99% de la población, como dicen los indignados de Wall Street. Los que pueden ser acusados de corrupción en nuestros países subdesarrollados posiblemente no clasifiquen ni como aprendices al compararlos con la mafia que se embolsa increíbles sumas en la City de Londres, en Wall Street y en otros lugares similares.
Antidemocráticos son también los sistemas que aseguran la alternancia política de una misma clase, que valiéndose de la posesión de poderosos y dominantes medios de información, crean la ilusión de libertad mediante elecciones donde un formal multipartidismo, solo sirve para perpetuar el poder de los privilegiados de siempre. ¿No conllevan nepotismo las parásitas monarquías?, ¿Habrá que bombardearlos por eso?
Reconociendo los defectos del gobierno sirio, habrá también que reconocer que ha sido uno de los países árabes que más firmemente se ha enfrentado a los planes de Israel y los Estados Unidos en la región y eso lo atestigua su participación en varias guerras además de una consecuente posición en los Organismos Internacionales. No pueden tener credibilidad los que afirman que el gobierno de Damasco ha jugado cartas a favor de los ocupantes sionistas, algunos alegando que no ha sido capaz de liberar el Golán ocupado. Es evidente que emprender una acción militar abierta contra Israel, con la correlación militar de fuerzas existentes, es casi suicida y es exponerse a la destrucción del país. El poderío militar sionista, incluye no solo su arsenal que ya es suficientemente poderoso, sino el apoyo ilimitado de Washington y de sus otros aliados occidentales.
Siria ha sido consecuente apoyando a las fuerzas patrióticas libanesas, ha facilitado el apoyo a Hisbulá y a otras fuerzas progresistas del Líbano, para evitar que el país pase a ser un peón de la política occidental. Es también verdad que cometió varios errores en su política libanesa, pero sin la retaguardia siria, hubiera sido muy difícil, sino imposible, derrotar y expulsar a los invasores sionistas en la guerra del 2006.
Es conocido que el plan del Pentágono y de los sionistas que influyen y deciden política en los EEUU, era, aprovechando el ataque terrorista a las Torres Gemelas en New York, liquidar a los gobiernos de siete países que no se le sometían en el Medio Oriente. En esta lista aparecían Irán, Iraq, Siria, Líbano y Libia. Esto ha sido públicamente reconocido por altos militares estadounidenses, entre ellos el General Wesley Clark.
El gobierno de Siria se mantiene como aliado de las fuerzas antiimperialistas de la región y de los países progresistas y revolucionarios en otras zonas del mundo. Sumergirlo en una guerra civil y si es posible someterlo a «bombardeos humanitarios» de la OTAN, es el propósito. La guerra civil probablemente pueda extenderse a Líbano y si cae Siria, será muy difícil que Hisbulá y las fuerzas patrióticas libanesas se mantengan en una posición dominante. Exigir la rendición incondicional del pueblo palestino eliminando cualquier aspiración a un estado independiente y ampliar y perpetuar la ocupación sionista, sería el texto del próximo capítulo.
Por ello, el objetivo ahora debe ser demandar el respeto al derecho a la autodeterminación del pueblo sirio sin ninguna intervención o injerencia extranjera y movilizarnos en contra de los planes del imperialismo, del sionismo y de sus socios en la OTAN, denunciar su hegemonismo rapaz. Esa debe ser la prioridad de todos los revolucionarios y defensores de la justicia, la paz y los verdaderos derechos humanos.
Ernesto Gómez Abascal. Periodista y escritor. Ex embajador en varios países del Oriente Próximo.
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