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Al-Amari: La revuelta de los más pobres

Fuentes: Rebelión

La situación política, económica y social que se vive hoy en Palestina es extremadamente delicada. Es necesario concebir un complejo escenario que se encuentra bajo una violenta ocupación israelí y en el que se entremezclan por un lado las serias consecuencias humanitarias-sanitarias del boicot de la comunidad internacional y otro tipo de presiones internacionales y […]

La situación política, económica y social que se vive hoy en Palestina es extremadamente delicada. Es necesario concebir un complejo escenario que se encuentra bajo una violenta ocupación israelí y en el que se entremezclan por un lado las serias consecuencias humanitarias-sanitarias del boicot de la comunidad internacional y otro tipo de presiones internacionales y por otro lado, las disputas internas derivadas del relevo en el poder dentro la Autoridad Palestina (AP), que se traducen a su vez en las disputas de un complicado tejido de cuerpos armados pertenecientes a las distintas facciones políticas palestinas. Este panorama refleja la dificultad de equilibrar un juego de hilos en el que existen infinidad de actores con intereses muy variados y donde terminan pagando las consecuencias las palestinas y los palestinos.

Estas circunstancias se traducen en una tensión que puede palparse en el ambiente desde hace ya algunas semanas. Cada suceso suma y se acumula. En la última semana han muerto más de veinticinco personas por asesinatos colectivos israelíes y más de setenta han resultado heridas en Gaza y Cisjordania. También se han producido numerosas muertes de palestinos por conflictos entre las distintas facciones armadas de Hamas y de Fatah. El lunes militantes de Fatah, en represalia por los ataques a una comisaría de policía -llena en su mayoría miembros de Fatah- de la ciudad de Rafah, prendieron fuego y destrozaron literalmente la oficina del Primer Ministro Palestino en Ramallah perteneciente a la organización de Hamas. El martes por la noche la chispa saltó de nuevo cuando un policía estando de servicio disparaba a un coche que se daba a la fuga de un control hiriendo de muerte al conductor, un palestino de 25 años procedente del campo de refugiados de Al-Amari.

El campo de refugiados de Al-Amari se encuentra muy cerca del centro de la ciudad de Ramallah, bordeando la carretera que conecta Ramallah con Jerusalem. La noche del martes cuando volvía a casa, el cruce en el que se encuentra la entrada de este campo de refugiados se encontraba llena de contenedores ardiendo y un montón de piedras y escombros repartidos por toda la carretera. Un grupo de jóvenes del campo de refugiados de Al-Amari se repartían sentados a ambos lados de la carretera observando con la mirada pérdida las llamas y las nubes de humo negro que surgían de los neumáticos. Mientras tanto un grupo de niños de entre 6 y 14 años se encargaban de rematar los destrozos de sus mayores ensañándose especialmente con los semáforos. Estos semáforos que no existían hace cuatro meses, representan para estos jóvenes adolescentes un símbolo de modernidad y orden que impone la ciudad y que altera visiblemente su propia visión de la realidad, tan diferente en el interior del campo de refugiados. Los semáforos parecen simbolizar para estos adolescentes lo que algunos restaurantes y comercios representan para sus mayores. Mientras observaba mudo esta escena en el cruce, en el centro de Ramallah numerosos grupos de jóvenes de este campo de refugiados arrasaban con todo lo que encontraban a su paso. Además de los semáforos y la reciente instalación de carteles publicitarios de la carretera que conecta Al-Amari con Al-Manara -la plaza central de Ramallah- los jóvenes concentraron sus esfuerzos en centros comerciales y algunos restaurantes de la ciudad. Algunos de estos establecimientos representan el lugar de reunión de las clases más pudientes y liberales así como los centros de reunión más cosmopolita.

Estos sucesos no tuvieron en absoluto que ver con las disputas entre Fatah o Hamas. Simplemente fue la colérica reacción de los habitantes de este campo de refugiados que hartos de vivir en condiciones miserables decidieron expresar su rabia con una serie de actos vandálicos que no parecen tener mucho sentido y que expresan más bien una disconformidad con las condiciones que les ha tocado vivir. Los refugiados de Al-Amari son los pobres de los pobres, como tantos otros refugiados que se encuentran repartidos en Gaza, Cisjordania, Líbano, Siria, Jordania…

Al-Amari y el resto de campos de refugiados dentro y fuera de Palestina son el producto de los desplazamientos forzosos de población que intentaban evitar la política de terror y exterminio practicada por el ejército israelí durante la guerra de 1948 y 1967 y que significaron la expulsión de los palestinos de sus tierras hasta el día de hoy. Muchos de esos refugiados aún conservan las llaves de las casas de las que fueron forzados a abandonar con la esperanza de algún día poder volver.

El miércoles volvía a ser día de luto en Ramallah. Las tiendas volvían a estar cerradas y la carretera que conecta Jerusalem con Ramallah se cortaba parcialmente por las protestas de los pobladores de Al-Amari. Los jóvenes del campo continuaban quemando hasta la noche cualquier material inflamable que encontraban en la calle en señal de protesta. La escena en el cruce del martes noche se repetía a lo largo de esta carretera principal durante todo el día.

Hoy en Ramallah hay convocada una gran manifestación general en protesta por la ocupación israelí, por el boicot internacional, por los desarreglos de la política interna, por los asesinatos de civiles durante las últimas semanas en Gaza y Cisjordania, por la muerte del joven del campo de refugiados de Al-Amari, por la injusta situación que les toca vivir y sufrir día tras día.

Continúa la ocupación.