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Entrevista al ensayista Santiago Alba Rico

«Al Qaeda no significa nada para los jóvenes árabes»

Fuentes: Ambito Financiero

El analista y filósofo español Santiago Alba Rico vive en Túnez hace 13 años y los previos seis se había radicado en Egipto. Autor de «El islam jacobino» y «Túnez, la revolución», Alba Rico es un testigo privilegiado de las rebeliones árabes desatadas a fin de 2010. La ola comenzó en Túnez, el país menos […]

El analista y filósofo español Santiago Alba Rico vive en Túnez hace 13 años y los previos seis se había radicado en Egipto. Autor de «El islam jacobino» y «Túnez, la revolución», Alba Rico es un testigo privilegiado de las rebeliones árabes desatadas a fin de 2010. La ola comenzó en Túnez, el país menos pensado, y derrocó el 14 de enero al régimen de Zinedine el Abidine Ben Alí. Entrevistado por Ámbito Financiero en el marco de un seminario sobre el mundo árabe organizado en Buenos Aires por la relanzada revista Le Monde Diplomatique, Alba Rico analiza el futuro de las revueltas y su relación con el 11 de septiembre de 2001.

Periodista: Los protagonistas de las revoluciones árabes recientes son en gran parte jóvenes y hasta adolescentes. ¿Qué peso tiene Al Qaeda en su imaginario?

Santiago Alba Rico: Ninguno, por una razón que revela ventajas y pone también límites a las posibilidades de cambio. Los jóvenes tunecinos y egipcios se parecen cada vez más a los españoles, chilenos o argentinos. Los medios de comunicación y tecnológicos que utilizan desplazan ininterrumpidamente los datos, todo es nuevo para ellos, y su memoria es corta. El 11 de septiembre no significa nada para los tunecinos. Hay encuestas publicadas en Estados Unidos que demuestran que el apoyo que tiene Al Qaeda en el norte de África es parecido al que tiene la propia Norteamérica, que es bajísimo, lo que no quiere decir que no pueda hacer daño. EE.UU., la Unión Europea y los gobiernos de transición están muy interesados en agitar ese fantasma para frenar el impulso democratizador, pero nadie en Túnez, durante la revolución, se ha centrado en el problema entre el islam y el laicismo.

P.: ¿Qué riesgos hay de que regímenes personalistas sean reemplazados por otro tipo de dictaduras?

S.A.R.: Existe el riesgo sin duda porque si bien todos fueron sorprendidos por los acontecimientos, es obvio que quienes más rápidamente han reaccionado han sido las potencias occidentales, en colaboración con parte del aparato del antiguo régimen. No soy pesimista. He vivido en Túnez durante 13 años, sé lo que ha significado la dictadura, he visto a un pueblo despertar, derrocar a un dictador y a dos gobiernos provisionales, a autoridades locales; obtener la convocatoria (de elecciones) para una asamblea constituyente que se celebrará el 23 de octubre. Si bien es cierto que hay retrocesos claros, la población ha tomado conciencia de su poder. Vamos a tener que darles tiempo; los próximos meses, tal vez años, pero confío en que sea el momento de un nuevo mundo árabe en el que las poblaciones consigan liberarse del islamismo y de la tutela occidental al mismo tiempo. El islam político va a intentar recuperar el terreno, así como esa intervención económica muy agresiva que impide que Túnez sea un país soberano.

P.: Se ha procurado identificar a algunos líderes de las revueltas en el mundo de las nuevas tecnologías, como el egipcio gerente de Google, Walid Ghonim. ¿Cuál es su peso real?

S.A.R.: Los medios de comunicación, pero también los gobiernos que tratan de neutralizar y gestionar estos cambios, tratan de poner nombre a las cosas, etiquetarlas. En el caso de Túnez, el primer nombre que recibió fue el de la revolución de los jazmines, en un intento de recordar las revoluciones naranjas de la órbita ex-soviética. Y los propios revolucionarios rechazaron esa denominación. El jazmín representa el Túnez del turismo barato, el de la mirada europea. Como siempre, han intentado personalizar los hechos, pero se han encontrado con una revolución sin líderes. Buscaron a Wael Ghonim, y lo mismo con las nuevas tecnologías. Sería tan absurdo como decir que la Revolución Francesa fue hecha por la imprenta. Ello no quita que los medios de comunicación, en especial Al Yazira, han tenido una gran relevancia.

P.: ¿Cuál es la penetración real de Al Yazira en pueblos tan empobrecidos?

S.A.R.: Es asombroso. He viajado mucho por el país y te encuentras con casas donde no hay cuarto de baño y cocinan con leña de palma, y en los que hay una antena parabólica. La TV, a través de la parabólica, ha llegado a las capas más pobres de la población. Luego, el teléfono móvil fue fundamental para concertar citas y movilizaciones, y Facebook. Si bien el número de ordenadores por familia en Túnez es muy bajo, 22 por cada 100, el de perfiles de Facebook es muy alto. En pueblos dejados de la mano de Dios, sin escuelas ni hospitales, hay jóvenes que tienen cuenta de Facebook. Es la única página que el Gobierno de Ben Alí dejó abierta, creyendo que a través de ella podía controlar mejor a los jóvenes. Personas en paro que no podían introducir ningún efecto con sus cuerpos en un territorio que no era suyo, y del que no los dejaban salir, estaban incluidas en el imaginario del deseo.

P.: ¿Cómo toman los tunecinos el respaldo de Hugo Chávez a Muamar el Gadafi?

S.A.R.: Al principio, los jóvenes no pensaban en Francia, Italia o España. Sus gobernantes estaban totalmente desprestigiados. Chávez era idolatrado, pero ahora ha perdido por completo su prestigio y se ha convertido en el amigo de un dictador. Debería haber aprovechado la ocasión para apoyar las revoluciones árabes y evitar que lo identificaran con dictadores con los que nada tiene que ver.