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Al Qaeda vuelve al centro de la escena

Fuentes: Open Democracy

El punto álgido de la «guerra contra el terrorismo» de George W. Bush tuvo lugar en mayo de 2003, seis semanas después del comienzo del ataque al régimen de Saddam Hussein por parte de Estados Unidos. En aquel entonces, el presidente estadounidense pronunció un discurso a bordo del portaaviones USS Abraham Lincoln frente a las […]

El punto álgido de la «guerra contra el terrorismo» de George W. Bush tuvo lugar en mayo de 2003, seis semanas después del comienzo del ataque al régimen de Saddam Hussein por parte de Estados Unidos. En aquel entonces, el presidente estadounidense pronunció un discurso a bordo del portaaviones USS Abraham Lincoln frente a las costas de California, en el que declaró «misión cumplida» debido al supuesto fin de las operaciones de combate en Irak. Todo parecía ir bien: la respuesta al 11 de septiembre había sido la adecuada, los talibanes habían sido derrotados, Irak estaba en manos estadounidenses, y Al Qaeda se hallaba dispersa. El «nuevo siglo americano» estaba nuevamente en buen rumbo.

2003

En mayo, Bush declaró «misión cumplida» en Irak. Pero Al Qaeda recobró impulso.

2011

Osama Ben Laden fue asesinado. Actualmente, Al Qaeda se recupera del golpe y vuelve a escena.

Sin embargo, sólo seis meses más tarde, Estados Unidos se encontraba combatiendo una fuerte revuelta urbana en Irak y había fracasado en su intento de ampliar la coalición de sus aliados. Washington y su cambiante base aliada enfrentaban crecientes números de bajas, en medio de una falta de tropas con entrenamiento y equipos adecuados. En estas circunstancias, parecía absolutamente razonable para el Pentágono recurrir a un aliado con la experiencia e industria armamentista que pudiera ayudar: Israel. La iniciativa condujo a un fortalecimiento de la cooperación de Israel en el entrenamiento de personal militar estadounidense, e incluso a la construcción por parte del ejército de Estados Unidos de un simulacro de ciudad árabe, Baladia, en el desierto del Néguev, situado al sur de Israel, para entrenar a los militares en guerrilla urbana.

Ahora bien, si desde la óptica de Bush la iniciativa representó una respuesta inteligente a un contexto inesperado, para los grupos jihadistas fue, directamente, un regalo del cielo. Por un lado, Estados Unidos ocupaba ahora un Estado musulmán en el corazón del mundo árabe, cuya capital, Bagdad, había sido la sede del califato abasí, el más prestigioso ejemplo del gobierno islámico. Y, por otro lado, la nueva participación de los israelíes ofrecía una oportunidad perfecta para representar toda la guerra como conspiración sionista contra el Islam.

Este hecho, junto con el abandono de Afganistán, permitió que los talibanes resurgieran, y se convirtió en una de las consecuencias más imprevistas en la década posterior al 11 de septiembre. Pese a que conservaba buena parte de su poder, Al Qaeda podría haber sido dispersada, sin embargo, la ocupación de Irak le dio una nueva vida.

Ahora bien, actualmente, la dinámica está moviéndose en ese sentido una vez más. Es decir, los eventos que configuran la actual coyuntura pueden estar combinándose, nuevamente, a favor de Al Qaeda, un movimiento que ha pasado de tener un carácter paramilitar y estrechamente jerárquico a convertirse en una idea poderosa y descentralizada.

La crisis económica brinda condiciones promisorias para el refortalecimiento del grupo radical

Renacimiento

Hace sólo dos años, la realidad parecía estar en contra de Al Qaeda. Osama Ben Laden había sido asesinado, los ataques de las fuerzas armadas en el noroeste de Pakistán estaban eliminando a los líderes de rangos medios y el incipiente despertar árabe mostraba que los movimientos populares no violentos podían derrocar a regímenes autocráticos. Esto último, en particular, era un gran problema para Al Qaeda, ya que una transición pacífica hacia la democracia en un Estado islámico era todo lo contrario a sus objetivos tanto respecto al proceso como a los resultados.

Sin embargo, para sorpresa de muchos analistas, Al Qaeda logró mantener su poder y continuó atrayendo adherentes en Oriente Medio y el sur de Asia. Por caso, Pakistán ya no era el claro centro de su actividad, sino que comenzaron a desarrollarse centros en un amplio número de países y regiones, como Yemen, Somalía, el Cáucaso, Nigeria, Níger o el Magreb. Así, con diferentes niveles de presencia en cada país, lo cierto es que tanto en Irak como en Siria, el grupo radical se hallaba fuertemente consolidado.

Se podrá argumentar, no sin razón, que el fenómeno representa más un conjunto de problemas menores que un drama global con implicancias planetarias. Sin embargo, el impacto de los hechos políticos vinculados a la denominada «Primavera Árabe» y en particular el contexto económico en el que tuvo lugar ese «despertar» brindan condiciones muy promisorias para un refortalecimiento de Al Qaeda.

Un panorama por la región puede aclarar este razonamiento. Muchos gobiernos occidentales se sienten aliviados de que la Hermandad Musulmana haya sido expulsada del gobierno por el ejército egipcio (aun si son renuentes a admitirlo públicamente, y están ansiosos por verse criticando el uso excesivo de la fuerza). Entretanto, otros Estados, incluyendo esa extraña combinación de Israel y Arabia Saudita, se muestran abiertamente satisfechos frente al regreso de los militares.

A su vez, Estados occidentales poderosos también brindan un respaldo tangencial a la mezcla de represión y concesión practicada localmente en Arabia Saudita y Oman, como también a la represión más abierta en Bahrein.

Así, en la región en su totalidad, el despertar árabe hasta ahora avanzó poco respecto de conseguir una representación más justa. Una excepción parcial es el lento y aún incierto recorrido a la democracia en Túnez, y algunas modestas reformas en Marruecos. Pero, en términos más generales, la lección para muchos luego del golpe en Egipto y la guerra en Siria es que el cambio no violento -aun si obtiene ventajas de corto plazo- puede fácilmente verse socavado por los poderosos antiguos regímenes y sus aliados extranjeros.

Regreso

Al mismo tiempo, en esta década, un factor importante, pero pasado por alto, le dará un nuevo empuje al mensaje jihadista: los crecientes problemas económicos que generan disenso a lo largo y ancho de la región. Luego de la crisis financiera de 2007-2008, y de los incrementos de precios resultantes, existieron revueltas por el acceso a los alimentos y otras protestas. Un excelente análisis de George Joffé señala que el efecto a largo plazo del consenso neoliberal de Washington ha sido incrementar la marginalización en muchas de las economías de Oriente Medio, dejando a varios millones de jóvenes educados, frustrados y enfurecidos. «Como se ha visto en el caso de la crisis de la Eurozona, los gobiernos occidentales se muestran incapaces de huir de las limitaciones ideológicas de la teoría económica neoliberal, a pesar del hecho de que ha demostrado ser un fracaso, al menos en el mundo en vías de desarrollo, desde que fue introducida en la década de los años ochenta luego de la crisis de la deuda. Por lo tanto, el resultado es ineludible: en cinco años, serán inevitables las revueltas resultantes de problemas económicos a lo largo de Oriente Medio y el norte de África», sostiene Joffé.

El despertar árabe al menos brinda una cierta promesa de un gobierno representativo que responda a las necesidades y demandas de las mayorías marginalizadas. Será un proceso lento y difícil. Las políticas económicas generalizadas y arraigadas que están en la raíz de las fuertes divisiones sociales harán difícil para cualquier gobierno electo en la región cumplir con las expectativas de una mejor vida. Éste es un aspecto clave de la realidad actual.

La combinación de un gobierno más representativo y una transformación económica radical podrían ser el método efectivo. Sin embargo, hay pocas señales de que gobierno u organismo intergubernamental alguno lo admita. Lo que queda es un despertar árabe que está al menos vacilante, y está teniendo asimismo que lidiar con una ideología económica profundamente fallida.

Para los islamitas radicales, éste es un entorno singularmente positivo en el cual operar. Sin duda, los propósitos de Al Qaeda pueden llegar a tener más potencial en los próximos años de lo que se ha pensado.

 

Traducción: Jorge Reparaz

Copyright: Open Democracy

Tomado de http://www.revistadebate.com.ar/?p=4486