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Alarma por la quema de biomasa en Sudamérica

Fuentes: Ecoportal.net

Un grupo de investigadores de la UCA alertó por los efectos nocivos que producen los incendios en la región subtropical de Sudamérica con el fin de despejar suelos para la agricultura y la ganadería. El cambio en el clima, la contaminación y un fenómeno que ya se percibe hasta en Buenos Aires Mirar la imagen […]

Un grupo de investigadores de la UCA alertó por los efectos nocivos que producen los incendios en la región subtropical de Sudamérica con el fin de despejar suelos para la agricultura y la ganadería. El cambio en el clima, la contaminación y un fenómeno que ya se percibe hasta en Buenos Aires

Mirar la imagen satelital de la región subtropical de Sudamérica entre agosto y octubre es algo así como estar ante un cuadro de sarampión. Buena parte del norte argentino, Paraguay, Bolivia y Brasil se incendia virtualmente producto de la quema de biomasa para despejar campos y abrir nuevas áreas para el cultivo.

Así acaba de revelar el último informe del Programa de Estudios de Procesos Atmosféricos en el Cambio Global, dependiente de la Universidad Católica Argentina (UCA), que cuantifica los focos ígneos para estudiar como evoluciona una práctica cada vez más común en esta temporada primaveral.

Este proceso que puede involucrar quema de pastizales o abrojales en la pampa húmeda implica en el Chaco, el Matto Grosso y la Amazonía el despeje de zonas de bosques nativos con la consiguiente pérdida de importantes reservas de biomasa.

Además de producir una merma en la capacidad de retención de aguas en las principales cuencas hídricas de la región, erosión de suelos, riesgo de pérdida de riqueza de los suelos en los años siguientes producto del lavado de minerales, los incendios general una descomunal emisión de gases de efecto invernadero que son los precursores del ozono troposférico (el llamado ozono «malo») a la atmósfera.

Tal como indicó la investigación liderada por cuatro científicos que trabajan en conjunto con el Conicet, la cantidad de quema de biomasa se relaciona directamente con el incremento en la producción de soja en Argentina, Bolivia, Brasil, y Paraguay, así como en la producción ganadera que se extiende en estos países.

En diálogo con Universia, el director del Proyecto, Pablo Canziani, reconoció que a priori el nivel de incendios este año «es muy intenso». Pero advirtió, de acuerdo con el relevamiento, que la cantidad de focos «va a depender del grado de sequía y la demanda de productos agropecuarios».

De acuerdo con las tomas que brinda el instrumento MODIS, a bordo de los satélites Terra y Aqua de la NASA, el número de incendios en Brasil es mucho mayor que en los otros países. Pero en relación con la superficie son más importantes los de Paraguay y Bolivia.

Hasta ahora «es el máximo para el mes de agosto en los últimos 5 años en Brasil, Bolivia y Paraguay», interpretó este especialista, uno de los máximos referentes nacionales en materia de capa de ozono. Sin embargo, como los incendios dependen tanto de las condiciones climáticas como de presiones sociales y económicas, habrá que esperar hasta la finalización de la temporada para comparar su magnitud con respecto a otros años.

Según fuentes de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático, los 3 países de América del Norte emiten alrededor de 5000 millones de toneladas por año de dióxido de carbono (CO2) por actividades industriales. Sin embargo Sudamérica, en los procesos de desmonte, quema de biomasa y cambio en el uso de suelos, a fin de generar productos a granel larga a la atmósfera 1700 millones de toneladas del mismo gas de efecto invernadero.

Hasta en Buenos Aires

Tan alto parece ser el impacto de la quema que hasta los efectos se sintieron a orillas del Río de la Plata. Los vientos del norte que trajeron el calor y la humedad de principios de agosto también transportaron los productos de estos incendios desde el límite norte de Bolivia con Brasil hasta la propia ciudad de Buenos Aires.

Estos «ríos de humo» contienen gases de efecto invernadero, compuestos precursores de ozono troposférico (nocivo), dioxinas y furanos (que son compuestos orgánicos persistentes y tóxicos) y compuestos como el bromuro de metilo, que afecta al ozono estratosférico.

El bromuro de metilo, gas controlado por el Protocolo de Montreal y sus enmiendas, se inyecta directamente a la estratosfera inferior durante tormentas convectivas severas, comunes en la región. También pueden contener metales y metales pesados producto del calentamiento intenso o la combustión del suelo, ya que cuando se produce un incendio de estas características no sólo se quema la materia orgánica visible, sino también la materia orgánica e inorgánica contenida en las capas superiores del suelo.

Además hay aerosoles (partículas suspendidas en el aire) que disminuyen la radiación solar que llega a los cultivos, retardando parcialmente su desarrollo, y afectan la nubosidad y el ciclo hidrológico.

«Estos aerosoles explican el color rojizo del amanecer y el atardecer, como se observó el día miércoles 3 de agosto en la Ciudad de Buenos Aires. Cuando hay viento norte se presenta una bruma durante el día, con un cielo medio amarronado», explicó Canziani al portal.

Los satélites que brindan información al equipo de la UCA pueden detectar incendios de un área mínima de 50 a 100 m2, dentro de un «pixel» de 1 km2. Debido a que distintos satélites pasan en distintos horarios y a diferencias en los algoritmos de detección los resultados de focos de incendios pueden variar. Es decir que a veces incluso no es posible la detección de focos cuando hay nubosidad y gran parte de los incendios pasa desapercibido.

Por eso la idea del PEPACG es continuar con la realización de diversos estudios de los impactos atmosféricos para poder configurar un mapa acabado de la situación y que los informes puedan ser un llamo de atención a las autoridades sobre este problema que avanza con más frecuencia.

«Durante el siglo XX en el mundo había 14 millones de kilómetros cuadrados de selva tropical. Se trató de desmontar para hacer campos agrícolas y ganaderos y provocó la tala de la mitad de los 14 millones. Pero de esos 7 sólo 2 millones pueden ser utilizados. Eso es consecuencia de ver un modelo de desarrollo cortoplasista», interpretó el científico.

Estos datos, junto con otras nuevas conclusiones que ya maneja el equipo integrado por Diana Mielnicki, Juan Pablo Skalany y Gerardo Carbajal Benítez se presentarán en el Congreso Nacional de Meteorología que se realizará la semana próxima en la Biblioteca Nacional.

Enviado por
Sandra Nicosia
28-09-05
Universia, de Argentina