Irán espera los cambios que han marcado el discurso electoral del líder demócrata. Siria confía en pasar de una política de guerra y embargo a otra de diplomacia y diálogo. Líbano recuerda que el presidente electo de EEUU es hijo del ‘establishment’. Palestina pide reparar la injusticia de años con el pueblo palestino. La población iraquí está entusiasmada ante la promesa de la retirada de tropas.
BEIRUT.- «Venir detrás de uno de los peores líderes de los tiempos modernos da bastante margen para mejorar, pero también significa moverse en un campo de minas en el que cada tropiezo puede dejar las cosas aún peor de lo que estaban».
La conclusión del diario libanés ‘Daily Star’ sobre la elección de Barak Obama como presidente de Estados Unidos se ajusta bien al escepticismo con que la región acoge su victoria. Tras el suspiro de alivio que acompañó al resultado electoral, Oriente Próximo aguarda con prudencia y desconfianza conocer la política exterior que adoptará el presidente electo hacia la zona del planeta más desestabilizada por la Administración de George Bush, donde asuntos tan delicados el Irak invadido, las relaciones con Irán y Siria o el proceso de paz entre israelíes y palestinos influyen en la estabilidad de los países vecinos.
La herencia que deja Bush a Obama tras ocho años de gestión está tan envenenada que la prensa árabe duda de que el cambio de color en la Casa Blanca pueda mejorar la situación, si bien se felicita por la voluntad de cambio del pueblo norteamericano. «La elección de Obama equivale a una catarsis nacional, al repudio de un presidente republicano históricamente impopular y de su política exterior y económica y supone abrazar el llamamiento de Obama al cambio de dirección y tono del país», se felicitaba la agencia iraní IRNA.
«El ‘background’ de Obama, combinado con su linaje africano, es un signo positivo. Pero al mismo tiempo, republicanos y demócratas blanden una estrategia similar hacia Oriente Próximo y sus constantes son idénticas en lo que se refiere a Israel. El único desacuerdo reside en los métodos», analizaba por su parte la agencia Quds Press. El diario jordano ‘Al Arab al Yawm’ empleaba términos más elocuentes. «No queremos que la serpiente mude su piel blanca a piel negra, sino que cambie sus colmillos venenosos por otros pacíficos para reforzar la paz internacional con un poco de justicia«.
Desde las redacciones y círculos políticos, los analistas confían en que, al menos, Obama no empeore la situación manteniendo una política agresiva hacia Irán o Siria o empantanándose aún más en Irak. «Especialmente en Oriente Próximo, no deben esperarse milagros. Una subcultura completa opera en la escena política americana. Aunque suele ser conocida como el ‘lobby’ judío o israelí, no representa a los intereses estadounidenses o israelíes sino a los de la extrema derecha ultrasionista, y su influencia es enorme. El hecho de que este grupo aclamara cada política de Bush ha causado mucho daño a Oriente Próximo, pero el que haya sido repudiada a conciencia por los americanos no significa que el ‘lobby’ vaya a marcharse», continuaba el ‘Daily Star’. El nombramiento de Rahm Emanuel como jefe de Gabinete de Obama confirma esos temores: Emanuel, judío e hijo de un activista israelí de Irgún, el grupo extremista sionista que luchaba contra los británicos en la Palestina colonial, es conocido por su apoyo explícito e incondicional a Israel.
Irán, el gran reto
El poder de ese ‘lobby’ se ha dejado ver especialmente en lo que se refiere al supuesto programa nuclear que, según la Administración saliente, estaría desarrollando Irán. Desde hace años, el >Comité Judío Americano realiza campañas en las que asocia a los iraníes con los «terroristas» y anima a «actuar» militarmente contra los ayatolás.
Si bien el líder demócrata ha expresado su deseo de establecer un diálogo sólido con la antigua Persia e incluso abrir una oficina de intereses en Teherán o entrevistarse con el líder iraní Mahmoud Ahmadineyad, la alianza norteamericano-israelí arroja ciertas sombras sobre el cumplimiento de unas promesas electorales que, de llevarse a cabo, modificarían una política de hostilidad mutua que dura ya 29 años.
«No somos completamente optimistas, pero con un cambio real en la política americana habrá posibilidades de mejorar nuestras relaciones», admitió Ali Aghamohamadi, consejero del gran ayatolá Ali Khamenei, máxima autoridad del país. «La elección de Obama resalta el fracaso de las políticas norteamericanas en todo el planeta. Los americanos tienen que cambiar sus políticas para rescatarse a sí mismos de la pesadilla creada por Bush», acotaba otro asesor de Jamenei. El jefe de prensa del presidente Ahmadineyad, Ali Akbar Javanfekr, ha pedido a Obama que opte por «el pacifismo» y renuncie a la «vía militarista» emprendida por Bush, mientras que el Parlamento iraní, por boca de uno de sus responsables, subraya que Irán «espera los cambios» que han marcado el discurso electoral del líder demócrata, en el que insistió en establecer una cooperación con Irán que ayude a apaciguar el resto de crisis regionales, dado el papel vital que juega Teherán como principal potencia chií en Oriente Próximo.
Siria espera cambios
En Siria, otro de los países bajo el punto de mira de la Administración Bush, su ministro de Información, Mohsen Bilal, se ha expresado en términos muy similares confiando en que la elección de Barak Obama «permita pasar de una política de guerra y embargo a otra de diplomacia y diálogo«, sobre todo tras el ataque estadounidense en territorio sirio que costó la vida de ocho civiles sin que Washington ni siquiera pidiese disculpas u ofreciera explicaciones sobre la flagrante violación del espacio sirio.
La prensa afecta al régimen sirio, sin embargo, mostraba más desconfianza hacia la elección americana. «A cualquiera que se le pregunte responderá que cualquier nuevo presidente será mejor que el actual, George Bush, y que cualquier administración salida de las urnas será mejor que la actual», escribía el director del ‘Teshreen’, Issam Dair. «Aparentemente la calle árabe está a favor de Obama, principalmente porque ha prometido a los votantes retirar las tropas y porque su oponente republicano es igual que Bush en cuanto a sus inclinaciones hostiles […]. Pero por desgracia, durante más de medio siglo, las apuestas árabes han sido habitualmente erróneas, y cada presidente es peor que el anterior, para los árabes por supuesto. Los árabes queremos un presidente honesto y valiente que mire a la región con ambos ojos, y no sólo con el ojo israelí«.
El Líbano, escéptico
El Líbano también ha acogido la elección de Obama con alivio, salvo excepciones como la que representa el ultraderechista Samir Geagea, líder de las Fuerzas Libanesas, quien afirmó que «había ganado el candidato del 8 de Marzo», en alusión al bloque parlamentario encabezado por Hizbulá. El Partido de Dios considera que «el cambio en la política americana es definitivo» y recomienda a «todo presidente entrante que reconsidere las políticas infructuosas adoptadas [en el pasado] y que perciba que la administración no depende de lo militar».
La prensa libanesa es más reacia a confiar en un cambio sustancial de la política exterior de Washington, como reflejaba el diario ‘An Nahar’. «Los observadores americanos en Washington recalcan que el ‘establishment’ seguirá siendo el mismo en Estados Unidos en términos estratégicos, en cuanto a sus intereses y en lo relacionado con las políticas que salvaguardan sus intereses. También dicen que el presidente electo es hijo de ese ‘establishment'».
Palestina e Israel
El presidente del Parlamento libanés, el chií Nabih Berri, ha pedido al nuevo presidente norteamericano «que repare la injusticia hacia los pueblos de la región, en especial hacia los palestinos», en referencia a un proceso de paz estancado durante el periodo de Bush y que podría quedar enterrado por una posible victoria del ultraderechista Benjamin Netanyahu, líder del Likud, en las elecciones anticipadas que celebrará Israel en febrero.
Desde el lado palestino, sus líderes muestran división de opiniones. La visita que Obama realizó a Jerusalén durante su campaña electoral, en la que afirmó que la ciudad dividida debe permanecer como la «capital indivisible de Israel», supuso para muchos la confirmación de que su llegada a la Casa Blanca no implicaría ningún cambio. Ayer, los responsables de Hamas le recomendaban que «aprendiera de los errores de las administraciones precedentes, sobre todo de la de Bush» y le pedían que «apoye a la causa palestina o que, al menos, no sea parcial a favor de la ocupación israelí», según el portavoz del Movimiento Islámico Fawzi Barhoum. «No tenemos ningún problema a la hora de establecer relaciones normales con EEUU para explicar la justicia de nuestra causa».
Desde Al Fatah, la satisfación fue más notoria que la de los islamistas, y sobre todo, que la detectada del lado israelí, que confiaba en una victoria de John McCain. «No podemos apresurarnos y predecir cambios a largo plazo por el éxito de Obama, [aunque] las posiciones manifestadas por Obama en los últimos dos años, sobre todo su oposición a una guerra contra Irán o a la guerra de Irak, son indicadores positivos», decía Qadura Fares, miembro del Comité Ejecutivo de Al Fatah.
División en Irak
En Irak, la clase política aupada por la invasión en las sucesivas elecciones convocadas tras el derrocamiento de la dictadura baazista parece tan decepcionada por la victoria de Obama como ilusionada está su población ante la posibilidad de que el demócrata cumpla su promesa y retire a los 145.000 soldados estadounidenses en 16 meses a partir de su toma de posesión, el 20 de enero. Pese a la mejora relativa en la seguridad, muchos temen que una retirada de las tropas extranjeras deje el país a merced de las milicias de una y otra secta, hundiendo Irak en la guerra civil iniciada en 2004. Para el ministro de Exteriores, el kurdo Hoshyar Zebari, la victoria de Obama no implicará «una rápida desconexión americana del país».
La víspera de las elecciones, el comentarista de Al Arab al Yawm, Taher al-Adwan explicaba cómo «todos los participantes del proceso político en Irak, chiíes, suníes y kurdos, apoyan con entusiasmo la victoria de John McCain. Contienen la respiración por miedo a la llegada de Obama, quien decidió con antelación desnudar sus pechos y espaldas en el escenario iraquí. De hecho, el miedo agrupa a todos los ‘enemigos hermanos’ al timón del régimen iraquí en torno al llamamiento de que las tropas americanas se queden, no por el bien del país, sino para que los americanos protejan a cada lado de los demás. La retirada de las tropas descubrirá la realidad del país: que la estabilidad relativa no es resultado de un proceso de reconciliación sino la base para la partición de Irak».
Fuente: http://www.elmundo.es/elmundo/2008/11/06/internacional/1225975338.html