Traducido para Rebelión por Carlos Sanchis y revisado por Caty R.
Permítanme empezar con una corrección aunque ustedes puedan pensar, con razón, que soy una maleducada. Pero en cualquier caso a nosotros, los israelíes, nos están perdonando algo mucho peor que la mala educación.
Lo que hoy tan generosamente califica la International Women’s Media Fundation como el logro de toda mi vida requiere una corrección. Porque es un fracaso. Nada más que un fracaso. El fracaso de toda una vida.
Pensándolo bien, lo de toda una vida es discutible, después de todo ha sido un tercio de mi vida, no más, el que he dedicado al periodismo.
También «toda la vida» podría dar la impresión de que voy a jubilarme pronto, y también habría que corregir eso. No tengo intención de dejar de hacer lo que estoy haciendo.
¿Qué estoy haciendo? En general, me definen como una periodista especializada en asuntos palestinos. Pero en realidad mis reportajes tratan sobre la sociedad y las políticas israelíes, sobre la dominación y su embriaguez. Mis fuentes no son documentos secretos o filtraciones extraoficiales de decisiones tomadas en las reuniones del poder o por la gente con poder. Mis fuentes son los caminos abiertos por los que han despojado a los sometidos de sus derechos iguales a los de los demás seres humanos.
Todavía hay mucho más que aprender sobre Israel, sobre mi sociedad y sobre quienes toman las decisiones en Israel, que han inventado restricciones como: los estudiantes de Gaza no pueden estudiar en una universidad palestina de Cisjordania a 70 Km de su casa. Otra prohibición: los mayores de 18 años no pueden ir a visitar a sus padres a Gaza si los padres se encuentran bien y están sanos. Si se estuvieran muriendo, los respetuosos funcionarios israelíes permitirían la visita, o si los hijos son menores de 18 años. Pero, por otra parte, los parientes de segundo grado no están autorizados a visitar a sus hermanos, sanos o moribundos, en Gaza.
Es una cuestión filosófica interesante, no sólo periodística. Pensemos en ella: ¿Cómo mide el preocupado sistema israelí que los padres y madres están razonablemente sanos? ¿Por qué la preocupación de que un joven elija acceder a una educación mejor? Y éstas sólo son dos de una inmensa lista de prohibiciones israelíes.
O cuando escribo sobre el territorio palestino de Cisjordania progresivamente diezmado y fragmentado. No se trata únicamente de la gente que pierde sus propiedades familiares y su medio de vida; no sólo de las oportunidades, cada vez menores, de las personas en enclaves abarrotados y aislados. En realidad es una historia sobre la habilidad de los arquitectos israelíes. Es una manera de aprender que las planificaciones israelíes, sobre el terreno contradicen las declaraciones oficiales, un fenómeno que caracteriza la actuación de todos los gobiernos israelíes, en el pasado y en el presente. En resumen, queda mucho para mantenerme ocupada durante otra vida, o al menos durante el resto de mi vida.
Pero, como he dicho, la auténtica corrección está en otra parte. No es de logros de lo que debemos hablar aquí, sino de un fracaso.
Es el fracaso de la pretensión de que el público israelí e internacional emplee y acepte los términos y las palabras correctas que reflejan la realidad. No la neolengua orwelliana que ha florecido desde 1993 y que ha sido ingeniosamente dictada y esparcida por los que tienen intereses invertidos.
La terminología del Proceso de Paz, que tomó el reinado, borra la percepción del verdadero proceso que está en marcha: una mezcla especial de ocupación militar, colonialismo, apartheid, autogobierno palestino en enclaves aislados y una democracia para judíos.
No es mi papel como periodista hacer que mis compañeros israelíes y judíos estén de acuerdo en que estos procesos son inmorales y peligrosamente imprudentes. Mi papel es, sin embargo, ejercer el derecho a la libertad de prensa, suministrar información y hacer que la gente sepa. Pero, como he descubierto con dolor, el derecho a saber no significa el deber de conocer.
Miles de mis artículos y millones de palabras se han evaporado. No pueden competir con el lenguaje oficial que ha sido felizmente adoptado por los medios de comunicación de masas y se emplea para desfigurar la realidad. Un lenguaje oficial que alienta a la gente a no saber.
En efecto, un notable fracaso para una periodista.
El discurso en vídeo: http://www.iwmf.org/…
Amira Hass es una combativa periodista de izquierdas que publica en Haaretz. Hija de supervivientes del nazismo, su posición firme frente a la ocupación y sus crónicas desde los Territorios Ocupados le han valido presiones y amenazas por parte de sectores sionistas radicales.
Fuente: http://www.iwmf.org/article.