Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
El secretario general de la Liga Árabe Amr Mussa fue calurosamente saludado por representantes de Hamás cuando el máximo diplomático de Oriente Próximo visitó Gaza el domingo. Fue la primera vez que Mussa -o en realidad cualquier otro alto responsable árabe- ha pisado el suelo del enclave costero desde que la ruptura de Hamás con Fatah en junio de 2007 resultó en la expulsión de este último grupo del territorio.
La visita de 12 horas fue saludada «como histórica» por el primer ministro de Hamás Ismail Haniyeh. A pesar de la amable recepción, los gazanos de a pie probablemente se enfurecieron ante la audacia y oportunismo de Mussa.
¿Qué iban a pensar, después de todo, cuando recorrió el devastado distrito al-Zeitun de Gaza y encontró a familias cuyos parientes fueron muertos y sus casas destruidas durante el cruel ataque de Israel en 2008 y 2009? ¿Se esperaba que olvidaran que los monarcas y dictadores que forman el organismo de 22 miembros representado por Mussa no hicieron nada por detener, y habían elogiado en silencio, el ataque de Israel?
Las expresiones hipócritas de compasión y solidaridad con la población aprisionada de Gaza del jefe de la Liga Árabe, un año y medio después del fin de la guerra, seguramente cayeron en oídos sordos.
El papel jugado por los Estados clientes árabes en esta tragedia debe ser comprendido para apreciar los actuales sentimientos de traición.
En enero de 2006, los palestinos realizaron elecciones parlamentarias, caracterizadas como libres, justas y democráticas por todos los observadores independientes e imparciales. El resultado inesperado fue una decisiva victoria de Hamás.
Después de su triunfo, sanciones económicas fueron impuestas contra los territorios palestinos por Israel, EE.UU. y la Unión Europea. Las medidas punitivas fueron apoyadas por varios países árabes aliados de EE.UU., notablemente Egipto, Jordania y Arabia Saudí.
En los meses siguientes, y de nuevo con la asistencia de las naciones antes mencionadas, EE.UU. financió directamente a la facción de Fatah del presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, con armas y entrenamiento, en un intento por desplazar a Hamás instigando una guerra civil palestina (si no un golpe propiamente tal). En consecuencia, las disputas políticas sobre la distribución del poder entre las dos facciones pronto estallaron en batallas callejeras.
Un acuerdo de febrero de 2007 negociado por Arabia Saudí llevó a un cese al fuego y a la formación de un gobierno de unidad nacional. La continuación de los choques llevó, sin embargo, a su rápido fin.
Abbas disolvió el gobierno de unidad en junio de 2007, y dijo que gobernaría por decreto presidencial. Sin embargo, debido al mayoritario apoyo para Hamás en Gaza, los funcionarios de Fatah terminaron por ser obligados a volver a sus bastiones en Cisjordania.
Después de la expulsión de los combatientes de Abbas apoyados por EE.UU. e Israel, tanto Israel como Egipto sellaron sus fronteras con Gaza. Se instituyó un agobiante embargo por tierra, mar y aire el que sigue existiendo actualmente.
Después que los gazanos fueron suficientemente privados de las necesidades humanitarias más básicas, Israel lanzó la Operación «Plomo Fundido» a fines de diciembre de 2008. Muchos países árabes esperaron en silencio que Hamás, un partido islamista democráticamente elegido que rechaza la condescendencia hacia Israel, sería barrido del mapa -no importa el coste en víctimas civiles.
Los gazanos sufrieron las consecuencias de esa devastadora guerra y siguen sufriendo bajo el sitio, que ya dura tres años. Aunque ha habido llamados cada vez más fuertes por su levantamiento, la Liga Árabe se ha quedado generalmente muda, así como sus Estados miembros.
A pesar de que Mussa no tuvo antes la decencia de visitar el territorio asediado, ahora tuvo la temeridad de declarar: «El sitio debe ser levantado. Todo el mundo está ahora junto al pueblo de Palestina y el pueblo de Gaza».
El motivo tras el viaje de Mussa fue, claro está, la indignación mundial por el ataque de comandos israelíes contra la Flotilla de la Libertad de Gaza, que llevó al asesinato de nueve activistas y a numerosos heridos a bordo del Mavi Mármara.
Por cierto, Mussa fue avergonzado de tal manera que tuvo que ir a Gaza. A pesar de ello hay quien verá en su presencia una señal de que la Liga Árabe ha terminado por reconocer que ya no puede mantenerse al margen mientras empeoran las deplorables condiciones en la Franja, especialmente ya que Turquía recibe elogios por su posición demostrable.
De modo que, ¿mejor tarde que nunca?
Los gazanos que han sufrido el castigo colectivo impuesto por EE.UU., Israel y los Estados árabes desde 2006 probablemente tienen una interpretación muy diferente sobre la fecha escogida para la visita del Secretario General. Sospecho que dirían: más vale nunca que tarde.
……..
Rannie Amiri es un comentarista independiente sobre Oriente Próximo. Para contactos:
rbamiri [@] yahoo [punto] com.