Estimado Pastor: Aunque no practico su religión, estamos unidos en el Señor (sea cual sea su nombre) y sobre todo en el amor a Cuba, tal como esta es, con sus virtudes y defectos. Participo como el hermano que le menciono en estos principios de la lucha por la liberación de Ana Belén Montes. Trato, […]
Estimado Pastor:
Aunque no practico su religión, estamos unidos en el Señor (sea cual sea su nombre) y sobre todo en el amor a Cuba, tal como esta es, con sus virtudes y defectos. Participo como el hermano que le menciono en estos principios de la lucha por la liberación de Ana Belén Montes. Trato, en lo posible, de mantener un bajo perfil, dada mi condición de ex-oficial encubierto de la Seguridad del Estado cubano, 11 años infiltrado en las filas de la contrarrevolución. Como varios de mis antiguos camaradas, pienso que no se ve muy bien eso de que «espía defienda a espía», al menos públicamente.
Sin embargo, a veces la «pasión mambisa» me hace perder de vista la realidad de ese conflicto de interés, y como periodista revolucionario que soy, publico.
Por supuesto, no pretendo interferir en los asuntos de vuestra Iglesia, pero sí deseo señalar algunos puntos que he defendido en varios encuentros, porque los considero importantes:
1) iglesias y otras entidades forman parte de la sociedad civil cubana. Si nos atenemos a las esencias de ese concepto, lamentablemente arrebatado por los enemigos de Cuba, en más de una ocasión, toca a esa sociedad el rol que, por obvias razones, al menos en principio, no puede desempeñar nuestro Gobierno;
2) por causas diferentes, tanto Ud. como yo «estamos metidos hasta el cuello» en la promoción de una sana sociedad civil revolucionaria, la cual padece de un mal: nos hemos acostumbrado a una muy errónea interpretación del concepto leninista de las «poleas de transmisión». El resultado es que si «no baja la orientación», nada pasa. Sospecho, simplemente sospecho, que Ana Belén Montes ha sido como una víctima de ese proceder rutinario, no visto cuando los casos de Elián o Los 5;
3) Ana Belén Montes no sólo es una causa justa para los cubanos, millones de los cuales ni siquiera conocen de su hazaña y de su sacrificio. Segurísimo estoy que si supieran, toda Cuba se alzaría por ella, y daría a nuestro Gobierno la oportunidad de actuar como le corresponde y en la forma que tan bien sabe hacer. Opino que, como sociedad civil, ese es el deber de cuantos podamos hacer algo. Colocar a nuestro Gobierno en una posición que le permita actuar, lo cual sólo es posible si desde la sociedad civil se alza el clamor que justifique sus acciones, abiertas o encubiertas;
4) Ana Belén Montes, quién lo sabe, pudiera prestar a Cuba un servicio mucho mayor del que ya prestó, o presta, dada su vertical conducta como prisionera política que es. Ese servicio pudiera ser el de sentar un hermoso precedente, respecto a cómo debe funcionar una sociedad civil como la nuestra, en la que el camino sea de dos vías y se elimine de una vez y por todas la nefasta costumbre, el hábito, a veces ni siquiera reflexionado, de que si «no viene de arriba, quieto en base».
Puedo estar equivocado. Pero la causa que me une al común hermano me obliga a hacerle partícipe de como pienso.
Con mi consideración y respeto.
Lic. Manuel David Orrio del Rosario (Miguel) Periodista. Miembro de la UPEC
P.S.: Por obvia discreción omito nombres de los involucrados
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