La Conferencia de Annapolis permitirá un año más de ocupación. Es decir, con la excusa de que ahora existe un Proceso de Paz, (desde la Conferencia de Madrid, en 1991, se repite esa misma cantinela) se mantendrá y profundizará en la ocupación: nuevos kilómetros de Muro, nuevas colonias y nuevas edificaciones; expropiaciones y arranques de […]
La Conferencia de Annapolis permitirá un año más de ocupación. Es decir, con la excusa de que ahora existe un Proceso de Paz, (desde la Conferencia de Madrid, en 1991, se repite esa misma cantinela) se mantendrá y profundizará en la ocupación: nuevos kilómetros de Muro, nuevas colonias y nuevas edificaciones; expropiaciones y arranques de olivo, la exclusión de los refugiados, la judeización de Jerusalén, la esquilmación de agua,…
Pero además, la pelota de ‘cumplimiento’ estará, porque así lo dice el arbitro aceptado por los demás, Estados Unidos, en el tejado palestino. El Presidente Abbas, lo que controle de administración y sus partidarios deberán rechazar cualquier acto de resistencia y perseguir a sus promotores sin que la parte sionista se vea obligada a paliar los signos de la ocupación.
Si en su día, Israel, Estados Unidos impusieron sin contestación de la Unión Europea y la Comunidad Internacional que no había interlocutor para el ‘proceso’ en la persona de Arafat y ningunearon al Presidente Abbas durante años, no se entiende que acepten su interlocución si no es porque haya cedido estratégicamente a los planteamientos sionistas. La exclusión, por parte de Israel, Estados Unidos, la Unión Europea del Gobierno legítimo palestino, presidido por la organización Hamas, se vió fortalecida por el diseño del Plan denominado ‘Hoja de Ruta’. Los primeros lograron que las Naciones Unidas, que no tienen a Hamás entre la lista de organizaciones terroristas, y Rusia se pusieran subordinadamente al servicio de tácticas dilatorias, en lugar de cumplir el rol de vigilar y mandatar el cumplimiento del derecho internacional.
Así, el derecho al retorno de los refugiados, la prohibición de afectar con la judeización a Jerusalén, la denuncia de la colonización de toda Palestina o la obligación de destrucción del Muro, que forman parte de derechos no negociables, inalienables, cuya vigilancia compete a las NNUU, sólo informan para el resultado de unas aparentes negociaciones, asimétricas, entre un interlocutor palestino afectado de falta de autoridad moral interna y despreciado, como se hizo en su día, por el (los) otro(s) interlocutores en caso de no aceptar nuevas concesiones. Por cierto, la entrada de Israel en las NNUU estaba condicionada a su respeto a la creación de un Estado palestino en el territorio de la partición de 1947, hace sesenta años, sin que el Consejo de Seguridad haya expulsado a la entidad sionista.
No es cuestión de planes, de hojas de rutas, es cuestión de cumplir el derecho internacional. Cada ladrillo de asentamiento, cada bloque del Muro, cada litro de agua robada, cada día de un refugiado palestino sin poder acceder a su hogar marca la victoria sionista y el éxito de su estrategia diletante de Procesos de paz.
Por su parte, ciertos palestinos creen que haciendo más concesiones lograrán resultados más provechosos ante la falta de éxitos de otras alternativas militantes y el abandono fáctico árabe y la impotencia europea. Esta opinión, en su radicalidad, lleva al abandono del escudo del derecho internacional y a su intento de criminalización de la resistencia o al derribo del Gobierno palestino, en lugar de buscar una política de unidad, como la que se dio con los Acuerdos de la Meca. Esto es un error, el sionismo no tiene límites y a una petición de concesiones (y ruptura del derecho internacional) vendrán otras.
Por su parte, la solidaridad internacional no debería confundirse con los cantos de sirena periódicos sobre Procesos y ver los hechos cotidianos y crecientes de injusticia, desenmascarando la hipocresía de sus Gobiernos hasta lograr que transformen éstos sus palabras de apoyo a la paz, por acciones concretas encaminadas al logro de una justa paz.