Tomando el testigo de Greta Thunberg y otros líderes ambientales, miles de personas anónimas se mueven para frenar la crisis ambiental e impulsar el cambio necesario.
Las tortugas moras tienen predilección por los parajes áridos, en los que predominan matorrales y arbustos pequeños. Y también les gusta el patio del colegio Ortega y Gasset de Ceuta. Rodeado de cemento y asfalto, el centro ha logrado crear un hábitat favorable para su reproducción y conservación en el que también crecen nenúfares junto a hortalizas y se recuperan especies de plantas autóctonas. En este espacio, bautizado como el Jardín de las Hespérides, la educación confluye con la conservación y la concienciación ambiental y, también, con la lucha contra el cambio climático.
El proyecto, inaugurado en 2021 tras tres años de trabajo, cuenta con varios bancales de cultivo, un lago, un camino sensorial en el que sentir de cerca la naturaleza, un invernadero y varias zonas de investigación y enseñanza. Sus usuarios, el alumnado de educación infantil y primaria del centro, son parte de la generación que tendrá que convivir con la peor cara de la crisis medioambiental. Mientras se preparan para ello y cuidan tortugas moras, sientan también precedente y hacen que sus familias se replanteen la relación que tienen con la naturaleza.
«La educación de los niños y las niñas es fundamental para que no sigamos cometiendo los mismos errores». Así lo cree Miriam Campos Leirós, coordinadora de Teachers for Future en España, colectivo al que pertenecen los impulsores del Jardín de las Hespérides. Ella lo tiene claro: «No podemos esperar a que los que están hoy en las aulas tomen decisiones cuando sean adultos. Sería demasiado tarde. Pero a través de ellos podemos abrir una brecha de preocupación en las familias, despertar el interés por lo que está pasando».
Los cuidadores de tortugas de Ceuta forman parte de los millones de personas anónimas que hacen avanzar la lucha contra el cambio climático y la pérdida de biodiversidad. En la última década, la mecha de la acción ambiental ha prendido en los colegios y en las calles, en las urnas y en los juzgados, en los barrios y en los despachos. Se ha extendido por el planeta como un gran esfuerzo colectivo para intentar redirigir el rumbo de la humanidad y esquivar el colapso medioambiental.
Individuo, colectivo, generación
Todo empezó con una adolescente sujetando un cartel a la puerta de su instituto. Las cosas ya venían moviéndose desde antes, pero Greta Thunberg le puso cara a la angustia de las generaciones más jóvenes, que veían cómo sus mayores se atascaban en discusiones sin fin mientras el cambio climático avanzaba y las soluciones reales no llegaban. De la mano de la activista sueca, el movimiento Fridays for Future cogió fuerza a nivel global y miles de jóvenes como ella alzaron la voz alrededor del planeta.
«Los jóvenes tienen conciencia del problema, se organizan y se manifiestan. Puede que estén desorientados sobre qué hacer y cómo hacerlo, por eso hay que aportarles herramientas contra la desesperanza y la desafección y hacerles partícipes destacados del necesario cambio social», explica Mercedes Pardo Buendía, profesora de Sociología del Cambio Climático y Desarrollo Sostenible de la Universidad Carlos III de Madrid. Para ella, sin embargo, esta conciencia de la gravedad del problema no es exclusiva de los más jóvenes y se extiende entre generaciones.
«El cambio climático es un problema global, complejo, con incertidumbres, en el que muchas de las consecuencias más graves se producirán en el futuro. Pero ya existe una conciencia elevada sobre que sus causas y sus consecuencias son sociales», añade la investigadora. «No podremos encontrar una salida a los problemas ambientales sin cambio social». Entre otras cosas, la experta señala la importancia de llevar a cabo una profunda transformación del modelo de producción y de consumo y de la manera de concebir el desarrollo humano.
«Podemos sentir que estamos lejos de cambiar el mundo, pero como individuos podemos hacer muchas cosas», explica Irene Baños, periodista especializada en medioambiente. «Podemos impulsar cambios en nuestras empresas y lugares de trabajo, podemos informarnos y transmitir lo que aprendemos a nuestras familias y amigos, podemos contestar a los discursos retardistas y negacionistas, podemos buscar opciones para consumir de forma responsable, comprando alimentos de una cooperativa, por ejemplo. Pero nuestro gran poder es ser transmisores y multiplicadores de información».
Las mil caras detrás del cambio
Las historias de quienes han impulsado la lucha contra la crisis ambiental, la búsqueda de alternativas y la adaptación al nuevo contexto climático son cada vez más. Un grupo de activistas ecuatorianos que logra que su país vote en las urnas para proteger la selva del extractivismo. Una administración local en Colombia que transforma su ciudad para protegerla de la subida de las temperaturas. Un pueblo de Zambia que lleva a juicio a una multinacional minera. Artistas al servicio de la acción no violenta. Recreos sin residuos. Cooperativas de energía renovable. Todas estas historias componen el Magazine 2024.
Y la lista, por suerte para la humanidad, es interminable. Muchos de estos «accionistas del cambio», como los bautiza Irene Baños en su último libro, escrito junto a Judit Alonso, son rostros conocidos. Pero la mayoría hacen su lucha desde el anonimato, camuflados en la rutina del día a día, en el ritmo de los pueblos y los barrios. «Para mí, los accionistas del cambio son personas que inspiran y hacen acciones replicables por el resto de la gente de a pie. Los verdaderos accionistas del cambio son las personas anónimas que trabajan cambiando las cosas en su día a día, haciendo frente a las adversidades, con sus incoherencias y sus imperfecciones».
«Puede parecer paradójico e incluso cínico, pero un problema tan grave como el cambio climático es una oportunidad de mejora de la sociedad», añade Mercedes Pardo. «Lo vemos con el desarrollo de las energías renovables, los grandes acuerdos para reducir emisiones o los cambios en las políticas de inversión de algunos grandes fondos. Pero necesitamos hacer más y hacerlo más rápidamente. Necesitamos implementar los instrumentos sociales necesarios para que toda la gente pueda formar parte del cambio, para que pueda estar bien informada y participar».
De la ciencia a las escuelas
El 13 de enero de 1965, hace casi 60 años, los científicos de la Task Force on Environmental Pollution de Estados Unidos enviaron al presidente Lyndon B. Johnson un informe sobre los efectos del dióxido de carbono en el clima. Los primeros documentos al respecto de la industria de los combustibles son una década más antiguos (aunque se mantuvieron ocultos durante años). Antes y después hay que añadir a Eunice Foote y Charles Keeling, el IPCC y sus informes, el Stockholm Resilience Centre y sus estudios sobre los límites planetarios, etc., etc. La acción climática nació del conocimiento hace más de 50 años y ha caminado de la mano de la ciencia desde entonces.
«Los activistas, sea cual sea su campo de acción, no se inventan nada. Repiten los mensajes de la ciencia. Los periodistas y los divulgadores tenemos que dejar de contar las acciones climáticas como un capricho de los ecologistas. Son parte de un movimiento que nace como respuesta a un problema real y muy grave, que conocemos desde hace tiempo», concluye Irene Baños. «Mientras esos mensajes se sigan asociando a cuatro hippies, se va a perder muchísima audiencia por el camino».
«Nos estamos enfrentando a adversidades para las que no estamos preparados. Pero todas las personas tenemos capacidad de ayudarnos y de colaborar. Desde las escuelas debemos apostar por un modelo que no esté basado en el individualismo y la competición, por un modelo centrado en la cooperación, que nos ayude a luchar no solo contra el cambio climático sino también contra los discursos de odio o los problemas de salud mental derivados de un mundo supercompetitivo», resalta Miriam Campos Leirós. Solo entre todos podemos construir la alternativa necesaria para salir del laberinto climático en el que estamos metidos.
Este reportaje se publicó originalmente en Magazine 2024. Puedes adquirir tu ejemplar aquí.
Fuente: https://climatica.coop/ante-cambio-climatico-cambio-social/