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Ante la muerte del terrorista Posada Carriles

Fuentes: Rebelión

Mucho, por años, se ha escrito sobre los horrores cometidos contra personas inocentes, jóvenes, viejos, mujeres y hombres de múltiples nacionalidades, por el terrorista mayor, nacido en Cuba, Luis Posada Carriles, quien recientemente muriera a los 90 años de edad debido a múltiples y mortíferas dolencias en un hospital en las cercanías de Miami. Innumerables […]

Mucho, por años, se ha escrito sobre los horrores cometidos contra personas inocentes, jóvenes, viejos, mujeres y hombres de múltiples nacionalidades, por el terrorista mayor, nacido en Cuba, Luis Posada Carriles, quien recientemente muriera a los 90 años de edad debido a múltiples y mortíferas dolencias en un hospital en las cercanías de Miami.

Innumerables son las relaciones cronológicas de sus crímenes relatadas por autoridades veraces y autorizadas. Muchas también son otras que siempre intentaron e intentan disfrazar a ese diabólico individuo en el manto de ‘luchador por la libertad’. Aunque Posada no es el único de esa raza de asesinos que dirigen o dirigieron una campaña terrorista principalmente contra el pueblo cubano.

Campaña que fomenta el gobierno de Estados Unidos desde 1959 cuando comenzó a través de sus servicios de inteligencia y contrainteligencia, principalmente la CIA y el FBI, a reclutar, entrenar, dirigir, financiar, permitir, encubrir y proteger a un número considerable de asesinos, nacidos en Cuba en su mayoría, que por el largo tiempo transcurrido desde entonces, y por sus singulares maestrías en esos quehaceres y su fanática dedicación a los mismos, Luis Posada Carriles y Orlando Bosch Ávila, se convirtieron en sus terroristas paradigmáticos.

Que una gota de semen en vientre de mujer pueda engendrar monstruos semejantes es uno de los más terribles misterios de la naturaleza.

Aquí en Miami, disfrutando de la impunidad que el gobierno de Estados Unidos les brinda, siguen viviendo y conspirando en la más absoluta tranquilidad otros terroristas de la misma calaña responsables de planificar y ejecutar odiosos crímenes. Y lo hacen como nuestros vecinos. Estos son los intocables terroristas de la CIA, los que nunca se han rebelado, ni en palabra ni en obra, contra sus amos.

En una memorable entrevista que Posada Carriles concediera a los periodistas, Ann Louise Bardach y Larry Rohter, y publicada en el New York Times en julio de 1998, Posada con su cinismo habitual reconoció «como ustedes pueden ver, ni el FBI ni la CIA me molestan, y yo me comporto neutral con ellos. Siempre que pueda ayudarlos, lo hago».

Luis Posada Carriles vivía en un centro de cuidados especiales para veteranos de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos, en Pembroke Pines, comunidad al norte de Miami, localizada en el limítrofe condado de Broward. Vivía abandonado por su familia y por sus amigos; reconocido como un despiadado asesino por la inmensa mayoría de los cubanos que vivimos en Miami, y considerado un héroe, por un puñado de seres que como él se ha dedicado a asesinar inocentes y otros que se identifican y apoyan a seres como ellos.

¿Y cómo puedo afirmar que es considerado haber sido un asesino por la inmensa mayoría de los cubanos que vivimos en Miami? Sencillo, porque son cientos de miles los cubanos –actualmente la mayoría de nuestra comunidad– que en los últimos más de 30 años han emigrado de Cuba y se han establecido en Miami. Los mismos que mientras vivían en Cuba pudieron haber sido sus víctimas, como lo fueron tantas otras: 3,478 los muertos, y 2.099 los mutilados, para ser exacto. Especialmente, aquellos 73 inocentes que murieron en el más odioso de todos sus crímenes, la voladura en pleno vuelo del avión civil de Cubana de Aviación, el 6 de octubre de 1976, del que tanto él como ese otro engendro de Orlando Bosch, son culpables.

Precisamente ayer, me cuenta una buena amiga, una conversación que tuvo lugar en su casa que brinda cierta credibilidad de carácter personal a mi afirmación. Su mamá, señora de 95 años de edad, ambas nicaragüenses, dice, «que triste me siento por la muerte de este señor Posada Carriles», a lo que le responde su enfermera cubana, llegada hace 10 años de Cuba, quien la atiende en casa de su hija, «¿por qué dice eso Teresa? Ese hombre era un terrorista… «¿Ah, sí?», le responde Teresa, «pues eso yo lo sabía…»

No tengo por qué sentirme contento por la muerte de Luis Posada Carriles ya que sigue vigente la política de terrorismo de Estado del gobierno de Estados Unidos contra el pueblo cubano, y siguen viviendo impunemente en Miami los otros monstruos, que como él son culpables de tantos odiosos crímenes.

Aunque sí tengo palabras de aliento para mis hermanas y hermanos miembros del Comité Cubano de las Familias Víctimas del Terrorismo –ellas y ellos víctimas a su vez del terrorismo–, para reafirmarles que jamás los dejaremos solos en esta imprescindible denuncia, como también, para unirnos en sentimiento en lo que todos de sobra sabemos: que esos terroristas siempre serán encontrados culpables por la historia.

Andrés Gómez, director de Areítodigital

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.