A sus 33 años, acaba de publicar El hombre mojado no teme la lluvia, un potentísimo libro trenzado con el testimonio de personas corrientes, víctimas de las guerras y conflictos de Oriente Medio, cuyas vidas se han visto abocadas al dolor más insoportable, pero también a la esperanza más profunda. Con un estupendo estilo reporteril, […]
A sus 33 años, acaba de publicar El hombre mojado no teme la lluvia, un potentísimo libro trenzado con el testimonio de personas corrientes, víctimas de las guerras y conflictos de Oriente Medio, cuyas vidas se han visto abocadas al dolor más insoportable, pero también a la esperanza más profunda. Con un estupendo estilo reporteril, la periodista leonesa Olga Rodríguez, cuyas crónicas radiofónicas desde Bagdad durante la última guerra de Irak ponían el acento en el sufrimiento de la población, ha querido escribir para que no se olvide, para que el lector sepa cómo sufren, y cómo resisten, esos seres calados hasta los huesos en Irak, Palestina, Israel, Líbano, Siria, Egipto y Afganistán.
PREGUNTA. Es un estupendo libro de reportera, al mejor estilo Kapucinski.
RESPUESTA. Kapucinski es un modelo a seguir, maestro de periodistas. He seguido su ejemplo, a través de pequeñas historias se puede contar la Historia. Lo creo porque a mí me sirve para entender mejor las cosas. Por eso aposté por este tipo de libro.
P. Y, después de lo visto y vivido, queda mucha lluvia y muchas personas por mojarse.
R. En Oriente Medio y en otras partes del mundo, como Latinoamerica o África, la gente ya no tiene que perder. Son víctimas de la opresión, de abusos, de la ocupación territorial y de la explotación económica. Están empapados por esa lluvia lanzada por el neocolonialismo que practican las potencias mundiales en regiones situadas en puntos geoestratégicos y ricas en materias primas.
P. Su libro nace de la frustración que provocan las prisas del periodismo diario, muchas veces abocado a la superficialidad.
R. Es una frustración compartida por la mayoría de los reporteros. Hay una crisis de identidad en el periodismo. No hay microespacios, no digo ya para profundizar o contextualizar, para grandes tragedias, ni si quiera una simple línea de titular. Antes, diez muertos en Palestina eran noticia; ahora se necesitan 150 para que un medio occidental esté dispuesto a otorgarle espacio. No sólo es frustrante, sino que te lleva a pensar en qué mundo de locos vivimos. Yo tenía que dar salida, de una manera u otra, a las historias de las personas que he ido conociendo a lo largo de estos años, porque son muy potentes. Hay ocasiones en que el cine o la literatura, y no los medios de comunicación, tienen espacio para el periodismo.
P. La información periodística internacional, ¿es cada vez más plana?
R. Es una de las épocas en las que más desinformados estamos. Estamos bombardeados por la información. Pensamos, y quieren hacernos creer, que estamos bien informados, cuando, en realidad, nos asaltan con la misma información una y otra vez. Los grandes medios cada vez se nutren más de las grandes agencias de noticias. Un medio en Japón recibe la misma información que otro español o canadiense. Y las mismas imágenes, lo que ofrecen las dos grandes agencias de noticias. Y los medios, para ahorrar dinero, renuncian a enviar a sus propios corresponsales donde ocurre la noticia. Y así es cómo obtenemos una mirada uniforme. Es orwelliano. Vemos las cosas a través de dos o tres grandes ojos.
P. Queda internet.
R. Afortunadamente internet es un modo de romper el matrix, aunque, desde el punto de vista periodístico, en internet está todo por hacer. Pero puede empezar a haber proyectos muy interesantes. Ya no necesitamos al gran capital. Ya no son necesarias, por ejemplo, grandes rotativas para hacer periódicos ni satélites para enviar imágenes y sonido. Los periodistas tenemos la responsabilidad moral y social de tomar el mando del periodismo, ya que los grandes medios de comunicación no tienen, en general, como primer objetivo, cuidar la información. Es un debate interno en el que la mayoría de los periodistas compartimos un mismo punto de vista. Nunca había habido tan pocos corresponsales, nunca tan pocos enviados especiales ni tan poco amor por la información.
P. ¿Especies en peligro de extinción?
R. Seguiremos existiendo a pesar de los medios de comunicación. Si concluyen que no los necesitan, siempre los habrá. Porque siempre habrá gente con vocación periodística en el lugar donde sucede la noticia.
P. La sociedad, la receptora de esa información, ¿es consciente de esta situación?
R. Creo que cada vez más. Y cada vez más gente.
P. El periodismo se ha convertido en una profesión precarizada.
R. La precariedad repercute en la calidad de los trabajos. Pero también se le echa la culpa de todo a la crisis económica. Escudándose en la crisis, y a pesar de sus beneficios económicos, los grandes medios empiezan a prescindir de personal o apuestan por hacer contratos precarios. Pero como hay crisis económica, no podemos gastar. Y se decide que no se envía nadie a Gaza, lo que significa que no se va a informar sobre Gaza o durante apenas 15 segundos. Lo que hay es una crisis de identidad en el periodismo. No se va a Gaza, pero al Festival de Cannes se envían a seis personas. Que haya crisis económica no significa que el periodismo tenga que dejar de practicarse. Las empresas periodísticas no están dirigidas por periodistas, sino por gerentes que sólo buscan beneficios económicos. En cualquier caso, es cierto que la crisis nos deja un panorama laboral más difícil del que ya había. Muchos compañeros están siendo despedidos. Los colaboradores o free-lance, que ejercían la profesión con más libertad, lo tienen cada vez más difícil.
P. ¿Y qué capacidad de influencia tienen los redactores para conseguir que se envíe a alguien a Gaza?
R. Siempre existe. Uno, sea quien sea, tiene en sus manos poder hacer algo. Es una máxima que me aplico. Aunque siempre he tenido la sensación de que mis jefes me han visto como una pesada. Pero ser pesada, a veces, está bien, porque se hartan de ti y consigues lo que quieres. Aunque la mayor parte de las veces, no.
P. Ahora se impone una tramposa equidistancia informativa. El último ejemplo fue la invasión israelí en Palestina. Mucha gente, en España, acabó hablando de dos pueblos con un sufrimiento y dolor equivalente. Se justificaba el bombardeo israelí como acción defensiva. El mundo al revés.
R. Esa equidistancia es una trampa. La equidistancia no es sinónimo de objetividad. La objetividad es contar los hechos. Si hay un invasor y un invadido, debe decirse. Si hay un asesino y una víctima, no se puede ser equidistante. En todos los conflictos hay víctimas inocentes en ambos lados. En el caso isarelí-palestino, hay un país que lleva incumpliendo durante décadas, y de manera reiterada, las resoluciones de Naciones Unidas, un país que invade de manera ilegal los territorios palestinos, y lo sigue haciendo, asesina inocentes y dic-ta justicia a través de las armas mediante asesinatos selectivos y no de los tribunales. Y ante todo eso, surge la desesperación.
P. ¿Justifica en ese caso el uso de las armas?
R. La resistencia contra las tropas ocupantes es legítima, como lo fue la resistencia francesa en la segunda Guerra Mundial. Como es legítimo que se luche contra la ocupación que fomenta un estado como el israelí que incumpliendo, además, la Convención de Ginebra, envía a colonos, es decir, a población civil, a los territorios ocupados. Es legítimo luchar por tus derechos y por que se cumpla la legalidad internacional.
P. Usted emplea una metáfora muy potente cuando dice que Palestina es «una cárcel a cielo abierto».
R. La primera vez que entré en Gaza tuve esa sensación exacta. Me sentí succionada por ese túnel sin fin que es el paso de Heretz, donde tienes la brutal impresión de que no eres un ser humano sino mero ganado. Y lo que hay al otro lado de la valla israelí, Gaza, es una cárcel a cielo abierto. Los palestinos no pueden entrar ni salir, están completamente vigilados, no pueden obtener los alimentos y medicinas que necesitan y, lo último, es que, como no tienen gasolina, tratan de alimentar sus vehículos con el aceite que emplean para freír el falafel. Cisjordania es otra cárcel a cielo abierto en el sentido de que es un territorio completamente acantonado y atomizado, sin continuidad territorial.
P. ¿Tarde o temprano habrá estado palestino?
R. Mientras haya medio millón de colonos ocupando Cisjordania, como ocurre actualmente, es preferible que no lo haya. Esto es algo compartido por muchos palestinos y la izquierda israelí. Un estado palestino tiene que nacer para poder existir, para no seguir siendo controlado y machacado por Israel. Un estado no puede nacer sin una continuidad territorial. La gran pregunta es: si grandes sectores de la sociedad israelí no están dispuestos a la creación del estado palestino, ¿por qué no quieren integrar a la población palestina en su estado?
P. Por el tema demográfico.
R. Claro, la población judía no sería mayoritaria en su propio estado. Y esto provoca una política de aparheid. Hay habitantes que no son ni ciudadanos de segunda, directamente son no ciudadanos, sin derecho a nada. Ya lo dijo Mandela, es la misma situación que se vivió en Suráfrica.
P. ¿Por dónde pasa la solución?
R. La solución la conoce todo el mundo. Pero no sé a quién le interesa presentar este conflicto como algo muy complicado. Pero es muy simple. Que se cumplan las leyes internacionales. Que Israel desmantele sus colonias y se retire de los territorios ocupados. Eso es lo primero.
P. ¿Y el retorno de los exiliados palestinos?
R. También está contemplado por las resoluciones de Naciones Unidas, pero Israel se niega a cumplirlas. Son cuatro millones de refugiados. Naciones Unidas establece el derecho de todos al regreso. Y si no indemnizaciones para aquéllos que no pudieran volver.
P. Porque esos refugiados viven en situaciones muy precarias.
R. No tienen derecho a la nacionalidad, ni al 85% de los trabajos en los países de acogida, ni a la propiedad privada. Pueden vivir en sus casas pero no alquilarlas ni venderlas. Son unos parias.
P. Y luego están las políticas occidentales, promoviendo elecciones para luego deslegitimarlas.
R. Hamas obtuvo mayoría absoluta en las elecciones en Palestina. Unas elecciones fomentadas por la comunidad internacional. Pero cuando los comicios dieron la victoria a Hamas, tanto la UE como EEUU, lo primero que intentaron hacer fue deslegitimar el resultado. Una equivocación mayúscula, como ya se sucedió en Argelia. Cuando tratas de imponer resultados democráticos, pero tratas de abortarlos si no te satisfacen, tendrás a la población en tu contra.
P. Teresa Aranguren, Maruja Torres, Ángeles Espinosa, Olga Rodríguez… Muchas mujeres destacan por sus trabajos periodísticos en Oriente Medio.
R. Es una región tan convulsa que si no hubiera mujeres informando sobre ella, apaga y vámonos. Pero en mi profesión hay muchos más reporteros que reporteras, y se envían muchos más enviados que enviadas especiales. Queda mucho camino por recorrer. El día que no me encuentre a un jefe o compañero mirándome raro porque quiero ir a un conflicto, respiraré.
P. ¿Eso pasa?
R. Continuamente. He estado en muchos países de Oriente Medio y siento aún que necesito un currículo mucho mayor que el de un hombre para hacerme respetar por ciertos sectores de mi profesión.
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