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Antonio Cubillo y el terrorismo de Estado en los compases iniciales del régimen de la segunda restauración

Fuentes: Rebelión

El pasado lunes 10 de diciembre, a los 82 años de edad, murió Antonio Cubillo Ferreira, una de las figuras destacadas de la lucha antifranquista en Canarias junto a militantes imborrables como Fernando Sagaseta o Carlos Suárez. Un sucinto apunte sobre él para las y los más jóvenes y una breve reflexión sobre el terrorismo […]

El pasado lunes 10 de diciembre, a los 82 años de edad, murió Antonio Cubillo Ferreira, una de las figuras destacadas de la lucha antifranquista en Canarias junto a militantes imborrables como Fernando Sagaseta o Carlos Suárez. Un sucinto apunte sobre él para las y los más jóvenes y una breve reflexión sobre el terrorismo de Estado (español por supuesto) y sus víctimas. Tomo pie en informaciones y obituarios aparecidos en la prensa de estos días y en mi frágil memoria.

ACF nació en 1930 en San Cristóbal de La Laguna, en Tenerife. Estudió Derecho en la Universidad de La Laguna y se convirtió en abogado en la década de los cincuenta. En sus años de estudiante entró en contacto con el PCE en las islas. La represión seguía siendo la música militar de días y noches. En 1959, la dictadura del general africanista asesinó a Juan García Suárez, el «Corredera», a garrote vil, tras años enfrentado al régimen fascista en los montes de Gran Canaria. Se creó por aquel entonces el Movimiento Autonomista Canario, germen del grupo Canarias Libre. La policía franquista logró desarticular las células clandestinas del grupo y detuvo a sus principales cabecillas.

ACF logró abonar en aquellas difíciles circunstancias, en torno a su despacho de abogado, un resurgimiento del movimiento obrero. El PCE le propuso que se integrara a la organización. Detenido en 1961, fue condenado a seis meses de cárcel. En marzo de 1962 fue acusado de propaganda ilegal e injurias contra el jefe del Estado. No fue juzgado: huyó mientras estaba en libertad provisional. Se refugió en París donde discutió con Santiago Carrillo, entonces secretario general del PCE, sobre la cuestión nacional canaria. Un año después llegó a Argelia (que se acababa de independizar de Francia). Fue allí donde optó por defender la independencia política del archipiélago, denunciando la que en su opinión era una situación colonial. En 1964 fundó el MPAIAC (Movimiento por la Autodeterminación e Independencia del Archipiélago Canario). La intensificación de las luchas sociales al final de la dictadura y el inicio de la actividad armada en 1976 [1], junto con la emisión desde Argelia de la sintonía «La Voz de Canarias Libre», dio relevancia a su presencia en la vida política no sólo de las islas sino del Estado.

Llego al punto nodal de esta nota. En 1978, Cubillo sufrió un atentado en Argel organizado por el Estado neofranquista, en el que se vieron envueltos no sólo los servicios secretos españoles [2] sino también los alemanes [3] (otra prueba más de la fuerte presencia de tentáculos oscuros de la RFA en la inmodélica transición española). Cubillo fue acuchillado por dos mercenarios en su casa. De resultas de la agresión, padeció lesiones irreversibles en la médula espinal que le obligaron a usar siempre muletas para caminar. Él siempre mantuvo, con razón, que detrás del intento de asesinarlo estaba el Ministerio del Interior en connivencia con el espionaje alemán [4]. Cubillo narró así, en 2008, la «democrática» actuación de los servicios especiales policiales: «Cuando iba a coger el ascensor aparecieron dos tíos vestidos de negro de arriba abajo. Uno me cogió por delante y otro por detrás. Me dieron una cuchillada en el vientre con un machete de pesca submarina y me dejaron las tripas al aire. Luego me asestaron otro machetazo en la espalda, que me tocó la médula espinal. En ese momento llegó un vecino mío, un hombretón de dos metros, que sorprendió a los asesinos cuando iban a cortarme la cabeza».

Cubillo regresó a las islas en 1985, tras 24 años de exilio. Retomó sus actividades de abogado y continuó su lucha por la independencia de las Islas Canarias. Nunca abandonó esta finalidad.

Cinco años más tarde, en julio de 1990, la Audiencia Nacional -¡nada menos que la AN!- condenó a José Luis Espinosa Pardo, confidente del entonces denominado «supercomisario» Roberto Conesa, un fascista de la cabeza a los pies (su historia es tenebrosa y tiene que ver con las «Trece Rosas») a 20 años de reclusión como organizador del asesinato del independentista canario. La sentencia de la AN declaró probado que fueron «personas pertenecientes a los servicios policiales españoles» quienes decidieron la desaparición y asesinato de Cubillo. Según los magistrados, estas personas «actuaron desde las mesas de sus despachos y ejercían cierto dominio» sobre Espinosa. Por si fuera necesario señalarlo, el atentado fue urdido desde las cloacas del Estado, es decir, desde el Estado. Fue, claro está, un acto de terrorismo de Estado.

¿Ha sido considerado Antonio Cubillo una víctima del terrorismo? ¿No lo ha sido? ¿Han sido considerados así sus familiares? ¿No son acaso, ellas también, «víctimas del terrorismo» de Estado?

Esta es otra página oscura-muy-oscura del régimen en descomposición de la segunda restauración borbónica. ¡También estos vértices piden a gritos una masiva rebelión cívica!

Notas:

[1] La primera acción armada del MPAIAC se produjo en el exterior del edificio de Galerías Preciados en Las Palmas de Gran Canaria, el 1 de noviembre de 1976. Durante los años de atentados de la organización, hubo una víctima mortal, el artificiero Rafael Valdenebros Sotelo (falleció al intentar desactivar una bomba en La Laguna (Tenerife) el 24 de febrero de 1978).

[2] Su sobrino Eduardo Cubillo realizó un documental -«Cubillo: historia de un crimen de Estado» http://www.elescobillon.com/2012/05/cubillo-historia-de-un-crimen-de-estado/- , en el que interviene, entre otros, José Luis Espinosa, uno de los policías que atentaron contra AC en Argel. Un comentario en esta página de la red: «[…] Tiene además la capacidad, rodada con contenida objetividad, de reconciliar a Cubillo, postrado hoy en una silla de ruedas tras ser apuñalado salvajemente cuando entraba en su domicilio en Argel, con quien tuvo la misión de asesinarlo, Juan Antonio Alfonso. El cara a cara que mantiene Cubillo con Alfonso y que muestra el documental en blanco y negro y sin dramatismo, es de lo mejor de este trabajo cuyo mayor mérito es la sobriedad con la que está filmado y también en como cuenta aquellos hechos… «Cubillo: historia de un crimen de Estado» es así un apasionante relato en el que se muestra en la medida que las fuentes lo facilitan las cloacas de un Estado cuya herencia franquista aún dominaba los resortes de su aparato policial así como la articulación de un movimiento independentista condenado al fracaso…»

[3] Entre los entrevistados en el documental -aparte de José Manuel Otero Novas, ministro de presidencia bajo el gobierno de Adolfo Suárez; Lorenzo Olarte, ex presidente del Gobierno de Canarias y en los años setenta asesor del presidente Suárez; Eligio Hernández, ex Fiscal General del Estado, delegado del Gobierno en Canarias y uno de los promotores del regreso de Cubillo a Canarias desde el exilio; Julen Madariaga, co-fundador de ETA, que conoció a Cubillo en Argel; Alfredo Grimaldos, periodista y autor del libro La sombra de Franco en la Transición; Federico Utrera, periodista y escritor, autor del libro Canarias, secretos de Estado,..-, es necesario recordar la presencia de Heidi Merck, ex ministra de Justicia de la Baja Sajonia, que fue diputada del Partido Socialdemócrata Alemán en la oposición y miembro de la Comisión de Investigación que destapó la implicación de los servicios secretos de la RFA en el atentado.

[4] El MPAIAC propugnó la descolonización de las islas. Esta pretensión fue, según Cubillo, la que estuvo a punto de costarle la vida cuando se preparaba para hablar ante la ONU del «problema colonial de Canarias».

Salvador López Arnal es miembro del Frente Cívico Somos Mayoría

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.