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Apartheid global, apartheid sexual y otros apartheid

Fuentes: Znet

Traducido del inglés para Rebelión y Tlaxcala por Germán Leyens

Al término apartheid le pasa lo mismo que al concepto marxista «dialéctica». Periodistas, académicos y activistas lo utilizan para que se entienda algo específico en sus acaloradas discusiones. No sería disparatado deducir que un argumento político podría ser interpretado como mal informado o poco sólido si no establece similitudes entre África del Sur del apartheid y cualquier otra opresión contra la que se argumenta.

Académicos con posturas de izquierda hablan de ‘apartheid global’. Periodistas de la prensa dominante hablan de ‘apartheid sexual’. Ante todo tipo de opresión, hay activistas que buscan cualquier cosa que se parezca a África del Sur del apartheid.

Hay que señalar que no hay nada de malo per se en la busca de similitudes en las opresiones. Sólo se vuelve problemático una vez que la búsqueda se hace sólo por demasiada pereza intelectual para investigar y cuestionar diferentes opresiones sobre la base de sus propias características, considerando todas sus dinámicas particulares. También da la impresión de que tratamos de trivializar las experiencias y las luchas sociales de la gente si el término es tratado a la ligera.

Considero que habría que tener claro a qué nos referimos cuando utilizamos el término. El apartheid no fue sólo una opresión sistemática de la población negra en África del Sur, sino una reducción cuidadosamente planificada y sistemática de la humanidad de los negros. Con esto quiero decir que al apartheid de África del Sur no le bastó la opresión económica de los negros: había que asegurar una educación especial para convertirlos en imbéciles, mientras se lanzaba un ataque psicológico intensivo, simultáneo, para indoctrinarlos a fin de que aceptaran la condición de inferioridad que África del Sur creó para ellos. Eso fue África del Sur del apartheid.

Es justo decir que los palestinos se hallan ante una máquina opresiva similar. Económicamente, los palestinos están totalmente oprimidos, y existe un interminable ataque psicológico para indoctrinarlos para que acepten su situación y para reducir su humanidad. Explicando la opresión económica de los palestinos, Amira Hass escribe: «Porque no son desastres naturales los que han transformado a los palestinos en una nación que vive de dádivas del mundo; es el proceso colonialista israelí en plena aceleración. Una faceta de esta situación es la apropiación continua de tierras palestinas (sean tierras «privadas» o públicas, viene a ser lo mismo), la expansión de la construcción sólo para judíos, y la anexión de facto por Israel de amplias extensiones de territorio palestino, mientras al mismo tempo se despedaza Cisjordania en enclaves y recintos cerrados para palestinos.»

Hay que señalar que la educación palestina no ha descendido al nivel de la educación bantú – una educación especialmente estructurada para los negros sudafricanos. Aunque es posible que no haya descendido a ese nivel, Hass subraya que el Estado Israel aplica otros medios que África del Sur para lograr objetivos similares cuando se trata de la educación de los palestinos.

«Otro método para perjudicar el potencial de desarrollo palestino es impedir el acceso a las instituciones de educación superior. Israel no permite que los habitantes de Gaza estudien en Cisjordania, donde las instituciones educacionales son mejores, y no permite que los palestinos de Jerusalén Este estudien en Cisjordania. Los puntos de control y la creación de recintos cercados obligan a los estudiantes de Cisjordania a vivir cerca de su universidad, incluso si está a sólo 20 kilómetros de su casa. Es una carga financiera adicional que numerosas familias no pueden soportar. La disminución de los fuentes de ingreso de las universidades también afecta su nivel.»

El año pasado estuve un mes en Palestina, y debo decir que lo que vi me hizo revivir mis recuerdos de infancia. Soldados israelíes armados en los puntos de control; el desdén total hacia los palestinos y el recelo con el que los tratan los soldados israelíes; las leyes que exigen que los palestinos lleven siempre tarjetas de identidad y la intimidación psicológica omnipresente – todo me provocó vívidos recuerdos de mi infancia.

La ironía es que aunque mi mente retornó a los dolorosos recuerdos de mi infancia, la realidad es que como sudafricano en Palestina, me hallaba en una posición privilegiada. A diferencia de los palestinos, pude ir y venir a mi gusto. Pude visitar Jerusalén Este y Oeste sin problema alguno. Pude viajar por toda Cisjordania sin temor a ser tomado por «terrorista».

Por haber estado en la misma situación que los palestinos, me quedé atónito pero enfurecido al descubrir que mis antecedentes geográficos e históricos me otorgaban privilegios, libertad y dignidad. Me sentí como si estuviera viendo una película sobre mi pasado. ¿Sufría una forma de desorden de doble personalidad?

Conozco demasiado bien lo que significa vivir en prisiones abiertas. Estoy demasiado familiarizado con la vida en un bantustán. Sé lo que significa ser un extranjero que tiene que tener un permiso para vivir en su propio país. Sé lo que significa ser deshumanizado, ser llamado terrorista cuando se lucha por la libertad y la dignidad. Tal vez no sepa lo que significa que me disparen desde un helicóptero Apache, pero sé lo que significa vivir en un Estado racista. Sí, sé algo al respecto.

Sin embargo, me llevé algo de Palestina. Y ese algo es la esperanza. A pesar de toda la opresión sistemática y a pesar de tener todo en contra, el pueblo palestino resiste. Su búsqueda sin tregua de un mundo justo me dio esperanza. Los palestinos son un ejemplo de que los seres humanos siempre opondrán resistencia a cualquier precio a la injusticia.

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Mandisi Majavu es un crítico cultura, basado en la Ciudad del Cabo.

http://www.zmag.org/sustainers/content/2006-04/21majavu.cfm

Germán Leyens es miembro de los colectivos de Rebelión y Tlaxcala (www.tlaxcala.es), la red de traductores por la diversidad lingüística. Esta traducción es copyleft.