Ya es hora de que Estados Unidos termine su embargo[1] sin sentido a Cuba. Así se expresan en artículo publicado en la revista Forbes, nada sospechosa de simpatizar con esta Isla, ya que más de una vez se han pronunciado de manera mal intencionada contra la Revolución y sus dirigentes, pues se trata de una […]
Ya es hora de que Estados Unidos termine su embargo[1] sin sentido a Cuba. Así se expresan en artículo publicado en la revista Forbes, nada sospechosa de simpatizar con esta Isla, ya que más de una vez se han pronunciado de manera mal intencionada contra la Revolución y sus dirigentes, pues se trata de una publicación dirigida a los magnates, las grandes fortunas y las más poderosas transnacionales.
No deja de sorprender que los autores Daniel Hanson, economista del Instituto American Enterprise; Dayne Batten, de la Universidad de Carolina del Norte; y el analista financiero Harrison Ealey hayan publicado este artículo titulado «Es tiempo de que Estados Unidos termine con su embargo sin sentido a Cuba». «La posición oficial -dicen- es anticuada, hipócrita y contraproducente», mientras que las nuevas medidas implementadas por Raúl Castro llevan a los once millones de cubanos en la dirección correcta».
La política de embargo contra cuba se inauguró en 1960 bajo la presidencia de John F. Kennedy.
La Revolución recuperó los principales recursos del país. Se indemnizó a todos menos a los yanquis, los que se habían apoderado de la mayor parte de aquellos. Pero Washington no aceptó, pese a que la nacionalización de las propiedades se hizo según la legislación cubana, y la propia Corte Suprema de Estados Unidos en 1964, en el llamado caso Sabbatino, que falló que las expropiaciones en Cuba tenían el amparo legal de la doctrina de Acto del Poder Soberano, la que concede a cada país ejercer esas facultades dentro de su territorio. No obstante los enemigos de Cuba ejercieron su influencia en los pasillos del Congreso e introdujeron una enmienda en el proyecto de ley de Ayuda al Extranjero que anuló la decisión del Tribunal Supremo(Cuba vs Bloqueo, 2012). Seguramente esto lo ignora la mayor parte del pueblo norteamericano.
Afirman que la característica general de la política de Washington hacia Cuba es la posición de la línea dura contenida en la Doctrina Monroe. cConsiderada por Hanson y Ealey como ya cité de «anticuada, hipócrita y contraproducente».
Recuérdese que la firme oposición de Estados Unidos a la independencia de Cuba es algo ancestral. John Quincy Adams sexto presidente de Estados Unidos, fue secretario de Estado en el gobierno de James Monroe y lo sucedió en la presidencia. Describió a Cuba como «un objeto de extraordinaria importancia para los intereses comerciales y políticos de nuestra Unión» Durante ese período jugó un papel decisivo en la adquisición de Florida. Normalmente sus puntos de vista coincidían con los de su presidente y fue él quien redactó la Doctrina Monroe que prevenía a los estados europeos de intervenir en América: el famoso «América para los americanos».
Desde el 2008-señala el artículo de Forbes– el gobierno de La Habana ha realizado más de trescientas reformas económicas diseñadas para estimular la creación de empresas, eliminar restricciones sobre la propiedad privada, los viajes, la agricultura y los gobiernos municipales.
Estados Unidos está solo en las prohibiciones de acceso a Cuba. Pese a que desde 1992 en Naciones Unidas se ha condenado el bloqueo casi unánimemente año tras año Washington hace oídos sordos y mantiene las restricciones contra Cuba, aunque según afirman, cinco mil novecientas once compañías que habían sido nacionalizadas desistieron de sus reclamos.
Mientras los europeos, japoneses y canadienses pueden viajar y hacen negocios en Cuba sin impedimento -alegan- las sanciones van perdiendo sentido. Por lo que, las corporaciones multinacionales norteamericanas están en desventaja.
Hasta el momento, las sanciones cuestan anualmente a la economía norteamericana entre 1.2 y 3.6 miles de millones, según la Cámara de Comercio de ese país. Las restricciones en el comercio afectan de manera desproporcionada los pequeños negocios que carecen de transporte y de una infraestructura financiera para evadir el embargo. Estas restricciones, afirman, se traducen en reducciones reales de los ingresos y empleos para los norteamericanos donde el desempleo para estados como Florida, es de un 8.1 por ciento.
En resumen, aducen que el costo del embargo es alto para Estados Unidos tanto en términos del dólar y en términos morales, pero es aún más alto para el pueblo cubano que está siendo excluido por el supuesto campeón de la libertad en su hemisferio por una anticuada disputa de la guerra fría. Estiman algunos que los progresos que se están haciendo en Cuba pudieran acelerarse con la renovación de negocios y el turismo.
Perpetuar el embargo a una nación en desarrollo que realiza reformas no tiene mucho sentido, muy en especial cuando los aliados de Washington son abiertamente hostiles a dicho embargo. Y concluyen afirmando que es el momento de terminar con él.
En realidad existen múltiples sectores en Estados Unidos que quieren liquidar esa anómala situación, pero es que hay exclamaciones histéricas que tratan de silenciar las expresiones sensatas.
Veamos que hace Obama en su segundo mandato. Hay situaciones diferentes como el abandono de la posición común europea y las demostraciones de los grandes cambios que se operan en América Latina y el Caribe. Ahora se está celebrando en Chile la segunda cumbre de la CELAC, donde participan mandatarios latinoamericanos y europeos. Y le toca a Cuba presidir tan importante foro. No hay dudas de que asistimos a un paisaje esperanzador.
Fuente: http://lapupilainsomne.wordpress.com/2013/02/01/apelando-a-la-razon/