Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
El profesor de la Universidad de Columbia Rashid Khalidi, pasó por Beirut hace un par de semanas y dio una excelente conferencia en la Universidad ‘Americana’ de Beirut (AUB, por sus siglas en inglés) titulada «Observaciones históricas preliminares sobre las revoluciones árabes de 2011».
En respuesta a la pregunta de un estudiante, Khalidi contradijo que hubiera una «Doctrina Obama» digna de ese nombre y predijo que la Casa Blanca será mucho más tolerante con los abusos de los derechos humanos en Bahréin que, digamos, en Libia y algunos otros países cuyos índices de despotismo no son peores que la guerra de la dinastía Al Khalifa osificada durante 200 años contra su mayoritaria población chií.
Después de su conferencia, recordé a Rashid en nuestro breve encuentro que nuestros caminos no se habían cruzado desde ese aciago verano de 1982 en Beirut Oeste cuando nosotros y nuestra amiga común, la periodista estadounidense Janet Stevens que nos había presentado, compartimos una experiencia en la que tratamos de investigar en medio del bombardeo israelí y de cortes intermitentes de electricidad y agua y durante aquel período en el que las fuerzas israelíes, por orden de Ariel Sharon, cortaron toda la electricidad y el agua a los civiles atrapados en Beirut Oeste. En esos «días del verano del 82», idealizados a veces, Khalidi era un joven intenso y muy trabajador y su investigación de 1982 se publicó en su volumen de 1983 Under Siege: P.L.O. Decisionmaking During the 1982 War [Sitiados: Toma de decisiones en la OLP (Organización por la Liberación de Palestina) durante la guerra de 1982].
Fue en ese período cuando Janet (Rashid no tuvo nada que ver) y yo cometimos por lo menos cuatro delitos (¡yo sólo seguía órdenes!) y forzamos la entrada a la abandonada cafetería de la AUB y a los almacenes de la AUB para ‘liberar’ 500 cajas de agua embotellada y unas 50 grandes cajas repletas de la desagradable bebida Tang en polvo.
Janet me puso a cargo de unos 100 combatientes de Fatah quienes, suponiendo sabiamente que los israelíes lo pensarían dos veces antes de bombardear la AUB, habían establecido una base bajo los sicomoros del campus y todos solíamos compartir la playa de la AUB y nadar juntos. Los combatientes de la OLP tenían órdenes de su comandante Abu al-Walid, uno de los que estaban a cargo de la defensa de Beirut Oeste, de no dañar el campus de la AUB y de no entrar en los edificios. De modo que los combatientes objetaron a la parte de nuestra operación en la que forzamos la entrada y esperaron afuera.
Janet y yo no teníamos órdenes semejantes.
Nuestros muchachos distribuyeron rápidamente los suministros humanitarios liberados y durante días hubo numerosos niños traviesos corriendo por Beirut Oeste con bocas y mejillas color naranja, portando botellas de plástico con agua fresca de manantial.
Recién pasados los 20 años del Estatuto de Limitaciones, mientras yo vivía en Kerr Hall en el campus, mi conciencia ganó la batalla y terminé por confesar mis crímenes al presidente de la AUB. Se rio deleitado y perdonó en nombre de la AUB nuestra atroz sociopatía de tiempos de guerra. Habiéndolo dicho, hace poco me dijeron que la embajada de EE.UU. consideraba la apertura de un caso en mi contra ya que USAID había pagado por el agua de la AUB y el desagradable Tang y todavía insistía en que se rindiera cuenta.
El gobierno de EE.UU se enfureció por el corte de agua y electricidad de Beirut Oeste por Ariel Sharon durante el caluroso verano con el fin de castigar a la población civil atrapada por su presunto apoyo a la OLP en la defensa de la capital árabe. El presidente Reagan, su secretario de Estado George Schultz y el enviado a Medio Oriente Morris Draper, afirmaron que habían gritado y amenazado al primer ministro israelí Menachem Begin para que restaurara de inmediato el agua y la electricidad en Beirut Oeste. Begin prometía continuamente a Reagan que los servicios se restaurarían rápidamente y Draper dijo a Begin que Beirut se estaba pareciendo al Gueto de Varsovia. Begin respondió que la comparación de Draper era «una calumnia del crimen ritual contra todos los judíos del mundo». Begin utilizó ese juego de palabras en más de una ocasión durante 1982, una vez frente al propio Reagan. Philip Habib informó posteriormente de que llamaba a Begin todos los días y éste siempre afirmaba que había ‘problemas técnicos’ pero que Sharon le había prometido que los servicios se restaurarían a más tardar al día siguiente.
No fue así.
No hasta que Janet Stevens, trabajando con colegas palestinos, descubrió la verdad tras la afirmación de Begin frente a Reagan de los «problemas técnicos» e informó a los periodistas en el bar del Hotel Commodore, donde muchos pasaban el tiempo (pensando que los israelíes no bombardearían el «refugio» de los periodistas occidentales -en realidad lo cañonearon dos veces durante el verano-), esperando que otros les trajeran las noticias del día para usar los teletipos que mantenía la OLP e informar «desde el frente» a sus editores. Nos dimos cuenta de que algunos de ellos llegaron a vestirse como Robert Fisk, un verdadero corresponsal de guerra.
Lo que Janet explicó a los extasiados reporteros fue que los comandantes israelíes y sus colaboradores derechistas de la Falange, con la aprobación de Sharon, si no la de Begin, ganaban mucho dinero fácil vendiendo camiones llenos de agua a los beirutíes occidentales atrapados y que el negocio se expandió rápidamente al hachís del Bekaa. A fines de julio, algunos de los puntos de control israelíes a lo largo de la línea verde entre Beirut Este y Oeste eran atendidos por israelíes drogados por lo que la OLP pudo pasar camiones repletos de suministros necesarios, incluyendo munición y armas, incluso después de que se acabaran restaurando la electricidad y el agua. El difunto patriota libanés George Hawri, jefe del Partido Comunista Libanés, trabajó para mantener esa línea de vida con la ayuda de amigos del Bekaa y años después se deleitaba cada vez que contaba la historia. La confusa condición de los soldados israelíes puede haber contribuido a varias derrotas que sufrieron ante las fuerzas de la OLP y a la pérdida de más de 25 tanques y transportes blindados de tropas cerca del hipódromo de Beirut al este de la línea verde. 1982 no fue la última vez que los soldados israelíes traficaron con armas e inteligencia a cambio de drogas en el Líbano.
Lo que Khalidi sigue criticando, como muchos observadores, es que considera que la afirmación del gobierno de Obama del «imperativo de los valores estadounidenses» se convierte en una burla cada vez que se utilizan los «intereses» estadounidenses para justificar que se escoja cuidadosamente cuáles déspotas brutales reciben la etiqueta de ‘moderados’ o de ‘reformadores’, mientras a otros se les castiga con zonas de exclusión aérea y son objeto de eliminación por «genocidas».
La hipocresía del gobierno de Obama ante los civiles desarmados asesinados en Bahréin es flagrante. Hablando el 13 de abril de este año en el Foro Mundial Islámico-Estadounidense, una reunión patrocinada por Qatar y Brookings Institution, la secretaria de Estado Clinton aseguró al mundo que «los intereses y valores cruciales de EE.UU. no han cambiado, incluido nuestro compromiso con la promoción de los derechos humanos por igual en todos los países».
Las observaciones de Clinton provocaron algunos gruñidos en el público y un estudiante de la Universidad Georgetown dijo abrupta y descortésmente: «¡Dígaselo a la gente de Bahréin y demuéstrelo, señora!»
Aparentemente lo que fue considerado indignante por el estudiante exasperado y otros en la audiencia fue el comentario de Clinton de que: «Sabemos que una actitud válida para todos con respecto a los valores estadounidenses no tiene sentido en una región tan diversa en un tiempo tan fluido» mientras saludaba a Bahréin por lo que calificó de «amistad de décadas que esperamos continúe durante mucho tiempo». Refiriéndose a la represión gubernamental, agregó que «la violencia no es ni puede ser la respuesta».
Clinton explicó que el gobierno de Obama no retirará su embajador en Manama ni amenazará con sanciones, una impresionante disparidad, que alimenta el sentimiento antiestadounidense en los grupos de oposición bahreiníes. Las palabras de la Doctrina Obama hablan todas de libertad, democracia y cambio, pero en Bahréin, la realidad es que la Doctrina Obama equivale a protección de la dictadura.
Al contrario, Obama ha justificado repetidamente los ataques militares en Libia, diciendo que: «Proyectan ataques contra gente inocente. Han atacado hospitales y ambulancia. Arrestaron a algunos periodistas. Estos actos van contra los valores estadounidenses esenciales.»
Pero mientras los mismos abusos contra los derechos humanos señalados por Obama tienen lugar en Bahréin, la Doctrina Obama no aparece en el teleprompter del presidente. Parece que los valores esenciales estadounidenses no son tan importantes cuando el régimen que hay que reformar alberga a la Quinta Flota y tiene vecinos saudíes, que temen ellos mismos potenciales protestas, según el Wall Street Journal.
Lo que el descortés estudiante de Georgetown consideró en el discurso de Clinton de esta semana es lo que Joe Stork, director adjunto para Medio Oriente de Human Rights Watch dijo hace un par de días sobre otro asesinato más de civiles desarmados por el brutal gobierno Khalifa: «Las muertes de cuatro detenidos en nueve días es un crimen, no una coincidencia. El gobierno no dice nada a las familias de los detenidos sobre sus paraderos o sobre su bienestar mientras están vivos, o sobre las circunstancias de sus muertes. «Las leyes de emergencia no deberían utilizarse como cobertura para la brutalidad», recordó Stork al gobierno de Obama. La tortura y el asesinato de manifestantes pacíficos en Bahréin a manos de las fuerzas armadas bahreiníes y de las fuerzas adicionales suministradas por Arabia Saudí no tienen el apoyo del público estadounidense.
Los funcionarios del gobierno de Obama, como la mayor parte de los medios estadounidenses, han hecho un juego de silencio criminal sobre la situación en Bahréin. Las instituciones políticas han tratado de avivar el fuego de un sectarismo chií-suní en lugar de tratar de resolver los verdaderos problemas, las acciones bárbaras y las orientaciones económicas y políticas de la familia gobernante en Bahréin, un Estado de violenta represión.
Más de un 70% de los bahreiníes nativos son chiíes, pero la familia gobernante y la mayor parte de la elite son suníes. Este estado de cosas ha llevado a una mentalidad de apartheid en la familia gobernante. No se permite que los chiíes trabajen en el ejército, el servicio de inteligencia, o la policía; tampoco tienen una representación justa en las posiciones de alto nivel en el gobierno. Aparte de encarcelar a los activistas y prohibir partidos de oposición dirigidos por chiíes, las autoridades bahreiníes despidieron a funcionarios del Estado e incluso a atletas profesionales que participaron en las manifestaciones. Tomaron el control del único periódico independiente del país y obligaron a su editor a renunciar. El 14 de abril, el gobierno suní planteó la prohibición del mayor partido político de Bahréin, al-Wefaq, dominado por chiíes, junto con un partido chií más pequeño.
Cuando buscan trabajo en Bahréin los chiíes sufren a veces como los refugiados palestinos en el Líbano. Cuando les ofrecen un puesto, la oferta se retira rápidamente si el posible empleador descubre que el candidato es chií. Como escribió Nicholas Kristof en su blog en el New York Times, sobre la actitud de los Khalifa hacia los chiíes: «el lenguaje del partido gobernante me suena mucho como el de los sudafricanos blancos, o incluso como el lenguaje de sureños blancos en el EE.UU. de Jim Crow o el lenguaje de los colonos israelíes militantes en Cisjordania. Es el temor a la chusma, una desconfianza en la plena democracia, un sentido de privilegio.»
La «Doctrina Obama» basada en los «valores humanitarios estadounidenses», no ofrece protección a la población chií mayoritaria de Bahréin. Son vulnerables. Son desechables. No así la Quinta Flota. Tampoco los intereses saudíes porque representan para los neoconservadores de Washington un bastión estratégicamente importante contra el poder iraní en la región.
La «Doctrina Obama» no ofrece un sistema policial, de seguridad o judicial para protegerlos. En los últimos días el régimen Khalifa ha intensificado sus ataques contra esa comunidad, acoso en las calles, discriminación en la vivienda y el trabajo y ataques sistemáticos en los medios.
El gobierno de Obama parece que trata de utilizar el tema de Irán como los regímenes árabes usan a Israel para negar la justicia a sus pueblos e impedir que participen en el gobierno.
Al mismo tiempo, la «Doctrina Obama» ignora los recientes sondeos que muestran que casi un 60% de los estadounidenses apoyan el levantamiento en Bahréin y la región, incluso si los levantamientos llevan a regímenes que con mayor probabilidad se opondrán a políticas de EE.UU. en la región, incluido el apoyo de EE.UU. a Israel.
Esos sondeos de la opinión pública estadounidense sí reflejan auténticos valores estadounidenses.
No así la «Doctrina Obama» aplicada selectivamente.
Franklin Lamb, abogado de Derecho Internacional, trabaja como investigador en el Líbano. Para contactos: [email protected]
Fuente: http://www.counterpunch.org/
rCR