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Arafat, hipócritas y traidores para un funeral

Fuentes: Rebelión

Sin duda, es en las relaciones internacionales donde más se evidencian las contradicciones e hipocresías de gobiernos, instituciones y grupos de comunicación. Y probablemente, la figura de Arafat es quien más ha ilustrado esos dobles raseros y falacias. El líder palestino fue tildado durante años por los líderes de la comunidad internacional de terrorista para, […]

Sin duda, es en las relaciones internacionales donde más se evidencian las contradicciones e hipocresías de gobiernos, instituciones y grupos de comunicación. Y probablemente, la figura de Arafat es quien más ha ilustrado esos dobles raseros y falacias. El líder palestino fue tildado durante años por los líderes de la comunidad internacional de terrorista para, posteriormente, concederle el Premio Nobel de la Paz compartido con Isaac Rabin. Premio a la Paz a dos líderes cuyas comunidades mantienen una de las guerras más sangrantes y largas de la historia reciente, otra paradoja.

Ha tenido en sus funerales el reconocimiento gubernamental que no tuvo nunca en vida. Quienes permitieron su encierro durante años entre unas ruinas e ignoraron las resoluciones de las Naciones Unidas que le otorgaban los derechos por los que luchaba, presentaban respetuosos pésames a su familia y su pueblo al más alto nivel gubernamental.

Pocos actos en política internacional han debido ser más humillantes para los altos representantes de los gobiernos como el de visitar a Arafat en vida entre las ruinas de la Mukata, ignorando las condiciones de su existencia cercado por el ejército israelí. Imagino la bajeza moral de esos altos cargos gubernamentales andando con disimulo entre escombros a visitar al Rais y pidiendo permiso a los militares israelíes que lo cercaban, sin hacer referencia a ese peculiar «entorno» de encuentro bilateral.

El silencio sobre las causas de su muerte tanto por parte de las autoridades francesas, cuyos médicos militares le asistieron en sus últimos días de vida, como por los líderes árabes son otro ejemplo de complicidad vergonzosa en el ocultamiento de la verdad.

El apoyo a la causa palestina con el cuerpo presente de Arafat en El Cairo, de los jefes de Estado de los países árabes y de los jefes de las diplomacias europeas y norteamericana batió todos los récords de hipocresía. Nunca un muerto reunió a tantos traidores en torno a su cadáver.

La muerte de Arafat nos ha recordado el modelo de «convivencia» internacional vigente, el de la mentira.

www.pascualserrano.net