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Arcadas, vómitos y la codicia impía como motor de la historia

Fuentes: Rebelión

Corre por la red esta información. Érase una vez un comerciante de armas cuya empresa -Instalaza- fabricaba bombas de racimo. Las vendían al gobierno de su propio país. Este, su antiguo país, el nuevo protectorado alemán, firmó en su momento un convenio internacional -el Tratado de Dublín- que prohibía el uso de esas bombas. Las […]

Corre por la red esta información.

Érase una vez un comerciante de armas cuya empresa -Instalaza- fabricaba bombas de racimo. Las vendían al gobierno de su propio país.

Este, su antiguo país, el nuevo protectorado alemán, firmó en su momento un convenio internacional -el Tratado de Dublín- que prohibía el uso de esas bombas. Las dejó de comprar. Dio un paso adelante en este vértice; uno de los pocos.

El «comerciante» no se cortó ni un pelo, los negocios son los negocios y el euro es el euro: denunció al gobierno, a su propio gobierno. Por desagravio («por la prohibición del uso, almacenamiento y fabricación de las bombas de racimo en España»). El 31 de octubre de 2011 (De hecho, Instalaza había anunciado en mayo de 2011, cuando el comerciante en armas era su representante, que pediría una compensación económica al Ejecutivo en concepto de «daño emergente y lucro cesante». ¿Ven el pareado?).

El patriotismo tiene sus límites: los dignos y necesarios beneficios empresariales.

Pero he aquí que hubo un cambio de gobierno a finales de 2011. El nuevo presidente -«nuevo y «presidente» son aquí palabras carentes de precisión- nombró al comerciante ministro de Defensa.

¿Y qué paso?

Pues que, como en la transformación de La metamorfosis, «el comerciante, transmutado en ministro», pagará a su antigua empresa -¿antigua?- la indemnización correspondiente. Nada, una propinita: 40 millones de euros, el salario anual sumado de los 1.000 enseñantes-interinos que serán despedidos en Catalunya por el Departament d’Educació.

En síntesis:

El Ministro de Defensa de España (y V de Alemania), don Pedro Morenés, pagará 40 millones a su antigua empresa por haber prohibido el anterior gobierno de su Reino de España las bombas de racimo.

El currículo del señor ministro: fue consejero de Instalaza entre 2005 y 2007. Después ocupó el cargo de representante hasta el 4 de octubre de 2011.

Para cubrir el lado salvaje y la motivación real de la operación, Instalaza venderá la deuda a una tercera empresa. Esta a su vez la revenderá a una cuarta o tal vez a una quinta. Finalmente, por arte de transformación y contabilidad creativa, el Ministro abonará la cantidad. ¿Y qué dirá-dirá? Lo han adivinado: que no es su empresa la que cobra. Luego se limpiará las manos.

PS. La información señala un punto que no debemos olvidar. Las submuniciones esparcidas por las bombas de racimo tienen un rango de error entre el 5% y 30%. Pueden quedar bombas enterradas, sin explotar, siendo muy peligrosas incluso mucho tiempo después de terminada la guerra.

Especialmente para los niños y niñas: por sus formas llamativas (como pelotas de tenis o latas de refrescos). Un genial diseñador aconsejó ese formato: los negocios son los negocios y la estética del capitalismo militar es la estética del capitalismo realmente existente.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.