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Siria

Armas químicas e intervención de la OTAN

Fuentes: Rebelión

En su editorial de ayer, el director de Al-Quds Al-arabi, el prestigioso analista palestino Abdelbari Atwan, escribía sobre Siria: «experiencias precedentes nos enseñan que hay dos indicios básicos de que se acerca la guerra a nuestra región: el primero la acumulación de noticias sobre armas de destrucción masiva y el segundo el interés estadounidense y […]

En su editorial de ayer, el director de Al-Quds Al-arabi, el prestigioso analista palestino Abdelbari Atwan, escribía sobre Siria: «experiencias precedentes nos enseñan que hay dos indicios básicos de que se acerca la guerra a nuestra región: el primero la acumulación de noticias sobre armas de destrucción masiva y el segundo el interés estadounidense y europeo en la paz árabo-israelí». El artículo de Atwan se titula elocuentemente «Se acerca la intervención militar» (http://www.alquds.co.uk/index.asp?fname=today5z999.htm&arc=data20121212-055z999.htm). ¿Realmente se acerca? Durante veinte meses, EEUU y la OTAN han cambiado varias veces de estrategia y hasta de tono, pero han dejado siempre claro sobre el terreno su voluntad de no intervenir militarmente en Siria. Ni las matanzas y provocaciones de Bachar Al-Assad ni la petición del CNS ni las presiones de sus aliados en la región (como Arabia Saudí y Qatar) han conseguido persuadir a Obama de la conveniencia de la opción militar directa. Aún más: el temor a los grupos yihadistas (uno de los cuales, Jabhat-a-Nusra, acaba de ser incluido en la lista de organizaciones terroristas) le han llevado a ser muy prudente y cicatero a la hora de hacer llegar armas a las fuerzas que combaten la dictadura de Al-Assad. En este sentido, la reciente formación de la nueva Coalición Nacional de la Oposición, en sustitución del CNS, parecía buscar más bien la sutura entre los opositores del exilio, muy poco representativos, y los revolucionarios sobre el terreno, y ello como antesala de una solución política negociada que conjurase al mismo tiempo las dos amenazas más temidas para todos y muy especialmente para Israel: la de una Siria democrática y la de una Siria salafista.

¿Ha cambiado algo? Al contrario que Sadam Hussein, el régimen de Al-Assad sí posee las armas que se le atribuyen, pero es muy difícil creer que vaya a usarlas contra el pueblo sirio, no porque no sea moralmente capaz sino porque, como dice el opositor Mondher Jadam, es imposible controlar los efectos del gas sarín y de las otras sustancias químicas letales que, según la cadena NBC, estarían ya cargadas en los aviones de la fuerza aérea siria. Igualmente difícil de creer es que a los EEUU y la OTAN les preocupe la suerte del pueblo sirio más que a Bachar Al-Assad. Pero tampoco resulta del todo convincente, a mi juicio, la tesis de Abdelbari Atwan, según la cual la intervención militar se estaría preparando ante la eventualidad de que, contra las cuerdas y a la desesperada, el régimen sirio pudiese utilizar esas armas contra Israel. Con arreglo a este análisis, la intervención de la OTAN buscaría neutralizar esas armas en defensa del Estado sionista y como primer paso de una escalda militar que tendría como objetivo Irán.

Los indicios, en todo caso, están ahí. El desplazamiento de misiles Patriot a Turquía, las declaraciones del rey de Jordania y, sobre todo, la alerta propagandística en torno al uso inminente de armas químicas por parte del régimen, deben preocuparnos a todos. Algunas lecturas ingenuas dentro del campo anti-imperialista pretenden que los EEUU tienen siempre un solo plan -han tenido siempre el mismo plan- que ejecutarían de manera más o menos sinuosa o directa en más o menos tiempo. Pero lo cierto es que el imperialismo tiene en todo momento dos, tres, cuatro o cinco planes diferentes; está obligado a poner en hora el reloj del mundo ininterrumpidamente, en los confines de sus propias pugnas internas, algunas muy ideológicas, y a la medida de la relación de fuerzas sobre el terreno. Algunos de estos planes pueden además cumplir varias funciones simultáneas, como las navajas suizas; tener, por así decirlo, un filo político y otro militar. La escenografía bélica en Oriente Próximo es desde luego escenográfica y busca quizás, sobre todo, presionar a Al-Assad presionando a sus aliados Irán y Rusia (con cuyo ministro de Exteriores se acaba de reunir Hilary Clinton en Dublín). Pero no podemos descartar que una escenografía de intervención acabe desencadenando una intervención real.

¿Qué ha cambiado? Es muy sencillo: los EEUU nunca intervienen militarmente para impedir la derrota de aquellos a los que presuntamente apoyan sino para impedir que triunfen por sus propios medios. Hasta hace unos meses el ELS y las Coordinadoras Locales pedían una intervención exterior; hoy no la quieren. Hasta hace unos meses, la victoria militar del ELS parecía remota o imposible; hoy parece muy próxima. Dos malas noticias para la OTAN. Los acontecimientos van muy deprisa. ¿Cómo pueden estar seguros los EEUU y la UE de que será la Coalición de la Oposición recién apañada la que gestione la «transición» post-Assad? Contención y tentación -como los vicios contrarios que Pascal llamaba virtud- alimentan un equilibrio muy delicado que puede romperse en cualquier momento.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.