La joven activista brasileña, representante de la Alianza Global de Comunidades Territoriales, critica las políticas racistas del anterior presidente y pide a los gobiernos europeos que no apoyen a empresas extractivistas «manchadas de sangre indígena».
Artemisa Barbosa Ribeiro (São João das Missões, Brasil, 2000), conocida como Artemisa Xakriabá, aprendió el significado de «activismo» antes de empezar a usar la palabra. En Xakriabá, uno de los pueblos indígenas más grandes del estado norte de Minas Gerais, en Brasil, les enseñan a cuidar la Tierra desde la infancia. Dependen de ella y, por tanto, deben respetarla.
Así que, desde pequeña, Artemisa Xakriabá ayuda con la reforestación de su territorio. Pero ahora ve que eso no es suficiente. También pide a su Gobierno y al de otros países que prohíban las actividades extractivistas de los bosques y de todos aquellos territorios vitales para nuestra supervivencia.
Antes de volver a Brasil, la joven ha aprovechado un encuentro en Barcelona, organizado por la red de organizaciones Lafede.cat, para hacer justamente eso: pasar por el Ayuntamiento y hacer una petición. Sabe que el puerto de la ciudad condal es crucial para el comercio, así que le ha pedido al alcalde «que al menos intente no apoyar a esas empresas manchadas de sangre indígena». La defensora ha prometido volver para ver si se cumple.
El sinsentido climático de Brasil
En Xakriabá, formado por unas 39 aldeas, viven alrededor de 12.000 personas. Todas ellas se están viendo afectadas por los impactos del cambio climático. «Formamos parte de una región cerrada, que ya es caliente de por sí, y que ahora con el cambio climático ve que todo ocurre en extremo. Dependemos del clima y todo se ha desestructurado«, explica la activista.
La de su pueblo es una historia de resistencia. Resistencia a las masacres, a la violación de derechos y ahora a la crisis ambiental y la sed de poder de muchas empresas que proclaman como suyas tierras indígenas. Ella quiso empezar a visibilizar la realidad de ese día a día. «Suelo decir que la única herencia que recibimos de nuestros abuelos, de nuestros padres, de nuestro pueblo, es la lucha. Las juventudes tienen varias herramientas y formas de continuar con ella. La mía empezó a través de la música».
A sus 23 años se ha convertido en altavoz. Ahora es representante de las comunidades indígenas y tradicionales que forman parte de la Alianza Global de Comunidades Territoriales, una organización que engloba a más de 25 millones de personas de comunidades indígenas y que buscan proteger unos 500 millones de hectáreas de bosques en el mundo.
Brasil está formado por seis biomas: la Amazonia, el Cerrado, la Mata Atlántica, la Caatinga, la Pampa y el Pantanal. Xakriabá está en el segundo bioma, que es también el segundo más grande de Brasil. «Todavía hay mucha gente que cree que la importancia solo la tiene la Amazonia cuando en realidad los otros biomas también tienen un gran impacto, no solo en la poblaciones indígenas, sino fuera de Brasil», argumenta.
El país es un ejemplo del sinsentido climático en el que se ha convertido el planeta: mientras el norte se seca, el sur sufría en septiembre unas lluvias torrenciales que dejaron 51 muertos. El centro también vivió una ola de calor el mes pasado, que ahora se sabe que fue al menos 100 veces más probable por el cambio climático.
La fuerte sequía de la Amazonia, por su parte, aviva el fuego. Los incendios forestales aumentaron un 52,3% el mes pasado, desde 17.373 en agosto hasta 26.452 en septiembre, según lo datos del Instituto Nacional de Pesquisas Espaciales (INPE). 60 de las 62 ciudades de la región han declarado el estado de emergencia.
La deforestación, por el contrario, ha caído significativamente y ahora muestra su nivel más bajo desde 2017. Según las cifras publicadas por el Gobierno de Brasil, la disminución en el mes de julio fue de un 66%, con una reducción acumulada del 42,5% en los siete primeros meses de este año. Esto se debe, en parte, al Plan de Acción para la Prevención y el Control de la Deforestación en la Amazonia Legal (PPCDAm) que presentó el actual presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva y que prevé la ampliación del cerco jurídico e institucional contra los deforestadores.
Por su parte, el Consejo de la Unión Europea y la Comisión Europea alcanzaron el 6 de diciembre un acuerdo sobre el nuevo reglamento destinado a minimizar el riesgo de deforestación de los productos que se comercializan en la Unión Europea. Esta normativa obliga a las empresas que venden o comercializan determinadas materias primas en el mercado europeo a rastrear su origen y demostrar que no están vinculadas a la destrucción de bosques o violaciones de derechos humanos.
Sin embargo, las organizaciones ecologistas señalaban hace unas semanas que la protección de algunos puntos de la Amazonia hace que aumente la presión en lugares como en el Cerrado, a pesar de ser otro de los biomas claves del país. Las cifras no son tan optimistas allí: ha perdido más de 6000 kilómetros cuadrados entre agosto de 2022 y julio de 2023. La deforestación subió un 21% solo de enero a junio, según la INPE. Además, un 50% ocurre de forma ilegal.
El racismo ambiental de Bolsonaro
Si Artemisa Xakriabá tiene que describir al expresidente brasileño Jair Bolsonaro, escoge la palabra genocida. ¿Y sus políticas? Genocidas también. Y etnocidas y ecocidas. No le tiembla la voz ahora al decirlo y no le tembló la primera vez que lo hizo cuando formó parte de la primera marcha de mujeres indígenas en Brasil como protesta a sus decisiones en contra del Amazonas, de los pueblos indígenas y los movimientos ambientales.
«Bolsonaro hizo lo que prometió que iba a hacer: destruir la naturaleza, exterminar pueblos indígenas, empezar con la desforestación y priorizar el agronegocio en los territorios. Son cuestiones que estamos intentando combatir en este nuevo gobierno, pero todavía quedan restos de su legislatura; proyectos de ley que afectan directamente a las poblaciones indígenas», denuncia la joven activista.
Xakriabá tiene esperanzas en el Gobierno del presidente Lula da Silva. La mejora la sitúa, sobre todo, en la representación del Ministerio por los Pueblos Indígenas de su mandato, con Sônia Guajajara al frente. «Es un gran avance que personas que tienen conocimientos ancestrales y legislativos estén construyendo políticas públicas por la defensa de los derechos humanos y de esas poblaciones más atacadas». Célia Nunes Correa, conocida como Célia Xakriabá, prima y referente de la joven activista, también está como diputada federal. «Las mujeres [indígenas] empiezan a tener voz en esos espacios que antes eran ocupados principalmente por hombres blancos. Ahora, la diversidad que caracteriza a Brasil cada vez está mejor representada en el Congreso«.
Hace dos semanas, la Corte Suprema de Brasil declaró inconstitucional el conocido como «marco temporal», un proyecto de ley que pretendía limitar las tierras indígenas a las ocupadas el día en que se aprobó la actual Constitución brasileña de 1988. Fue rechazada por nueve votos a favor y dos en contra y presentada por el Estado de Santa Catarina, con el apoyo de empresarios agrícolas.
«Es una victoria entre comillas porque el marco temporal, un proyecto de ley muy genocida y que también viene del Gobierno de Bolsonaro, no fue aprobado por el Supremo, pero sí por el Senado, algo que no esperábamos aunque muchos senadores vienen de ese partido que apoya el exterminio indígena, el agronegocio, a la bancada ruralista y a los agricultores que atacan directamente a nuestras poblaciones».
¿Qué podemos hacer desde Europa para evitar esta matanza? «El primer paso es formar alianzas con las poblaciones indígenas. Ellas son las que realmente conocen la realidad de lo que acontece en ese territorio y tienen la conexión que necesitamos con la naturaleza. Hay todavía mucha gente que, tal vez por ignorancia, desconoce que las acciones de las empresas tienen un impacto directo en la vida de las personas de allí«.
Pero lo tienen. Y Xakriabá lucha contra esas compañías y contra los prejuicios para salvar a su pueblo. Para visibilizar su activismo y el de la gente indígena, muchas veces olvidado. Porque, como recordaba en su discurso de la huelga por el clima que se llevó a cabo en 2019 en Nueva York, «no hay diferencia entre una joven activista indígena como yo y una joven activista sueca como Greta. Nuestro futuro está conectado por las mismas amenazas de la crisis medioambiental«.
Fuente: https://www.climatica.lamarea.com/entrevista-artemisa-xakriaba-brasil/