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Jordania

Asimilado el impacto, el régimen no caerá

Fuentes: Al-Ajbar (edición en lengua inglesa)

Traducción para Rebelión de M.F.O.

No cabe duda de que las protestas de noviembre en Jordania no tienen precedentes. Han sido una novedad en términos de participación colectiva, de lemas explícitos contra el rey y contra la monarquía hachemí, e incluso de ciertas manifestaciones en las que se ha llegado a reivindicar una república en Jordania.

Si es cierto que ello constituye claramente un punto de inflexión en el desarrollo del movimiento de oposición en Jordania, el régimen ha logrado con éxito absorber el impacto de las protestas y no caerá en un futuro previsible.

El rey Abdulá II: débil y vulnerable

A diferencia de su padre, el poderoso y políticamente inteligente rey Husein, el actual rey de Jordania ha demostrado ser un monarca débil. Al asumir el trono, el rey Abdulá II presentó a sus propios asesores y responsables de alto rango en el régimen. En muchos aspectos importantes, los hombres del nuevo rey no eran diferentes de sus predecesores: todos eran corruptos y estaban dispuestos a aplicar las políticas económicas neoliberales. Pero había una diferencia clave. A la nueva élite de formación occidental y orientada a la actividad empresarial le faltaba el apoyo de importantes estructuras sociales: las tribus.

Durante el tiempo que estuvo en el poder, la vieja guardia del rey Husein mantuvo amplias conexiones sociales con sus tribus, lo que garantizaba que una pequeña parte del producto de su corrupción llegase a miembros de la tribu en diferentes formas, en puestos de trabajo, becas universitarias, y beneficios en efectivo. El famoso sistema electoral de voto único no transferible introducido en 1993 (y aún hoy vigente de manera apenas disimulada) fortaleció aún más a las tribus transformándolas de una unidad social a una unidad política.

La destribalización de la élite del régimen por parte del rey Abdulá II durante los últimos diez años ha situado al régimen en manifiesta colisión con las tribus. Para ser claros, la destribalización no significa para mi «palestinización». Muchos miembros de la nueva elite del rey Abdulá II de Jordania descienden de jordanos de la franja oriental [autóctonos] más que de Palestina. Sin embargo, carecen de conexiones tribales y de influencias porque no han creado una base de apoyo social como sus predecesores. Esto ha hecho al régimen jordano mucho más vulnerable de lo que había sido bajo el rey Husein.

Una oposición cooptada y fragmentada

Cuando se trata de la oposición, el régimen ha jugado bien sus cartas durante años. La oposición tradicional fue sometida a partir de 1989 a través de un proceso de legalización, infiltración y cooptación, y más adelante, quedó más sometida mediante leyes destinadas a restringir sus actividades. Por otra parte, el tejido social está fragmentado a lo largo de una línea divisoria que el régimen fabrica y patrocina, enfrentando a los ciudadanos jordanos autóctonos contra los de origen cisjordano (es decir, palestinos). Los [autóctonos] de la franja oriental se dividen en regiones, tribus y familias.

En los últimos cinco años ha surgido una nueva oposición «alternativa» que pretende ser más radical que la oposición tradicional. Si los viejos partidos de la oposición se fundaban en las ideologías del internacionalismo, el panarabismo y el islamismo, muchos activistas de la oposición «alternativa» basan su discurso político en una identidad jordana aislacionista que hace del patriotismo una característica destacada de esta nueva autoproclamada «izquierda».

Al régimen esto le viene bastante bien. En 1989, el régimen insistió en «jordanizar» a la oposición tradicional, reiterando que debía ser exclusivamente local y que debía cortar todos los lazos con sus socios árabes e internacionales; en 2002 el régimen inició una gran campaña de relaciones públicas bajo el lema «Jordania primero», y después la de «Todos somos jordanos».

La promoción del nacionalismo jordano funcionó creando la trampa en la escena política de una identidad fabricada sobre la base de unas fronteras «estatales» emanadas del colonialismo, una identidad que está fragmentada teniendo en cuenta el gran porcentaje de ciudadanos jordanos que están estrechamente ligados a Palestina.

La oposición, acusada por muchos desde el régimen y por sus partidarios de ser «palestina» cayó en la trampa y se obsesionó con demostrar su autenticidad jordana, sus raíces jordanas, sus programas jordanos, e incluso su dialecto jordano. Por lo tanto, esa oposición y sus espontáneas protestas asociadas perdieron el potencial de movilizar a importantes sectores populares y se volvió fácil de etiquetar, de manipular y, por lo tanto, de contener.

Un catalizador económico para el movimiento de protesta

La crisis económica global ha planteado un gran reto al régimen. La agobiante deuda del gobierno ha acelerado una tendencia establecida hace tiempo hacia el aumento de los impuestos y la eliminación de las subvenciones a los productos básicos. En Amán, se ha vuelto habitual en los últimos años ver a gente hurgando en los contenedores de basura para encontrar comida y desechos vendibles pues hay un montón de basura sin recoger que se apila en las calles porque el ayuntamiento ya no puede permitirse nuevos camiones de recogida.

La subida de precios anunciada en noviembre de 2012 aumentó el coste de los distintos combustibles (incluida la gasolina y el gasóleo para calefacción) en un rango del 14% al 54%, mientras que el precio de las bombonas de butano (utilizado para la cocina y la calefacción) aumentaron en un 54%. Debido a que los costos de la electricidad y el transporte dependen de derivados del petróleo, el aumento causó de forma automática la subida de precios en casi todos los productos básicos. Esto ha supuesto un impulso suficiente para que manifestantes de diversas facciones de la oposición tomen las calles.

¿Por qué las protestas de noviembre no se han convertido en un levantamiento?

En primer lugar, aunque las protestas fueron relativamente grandes, no fueron masivas. El número de personas movilizadas no llegó a ser la masa crítica necesaria para mantenerse sobre el terreno. La gente se fue a casa. No se ocuparon las plazas. Ello se debe parcialmente a la división palestinos/jordanos, a la división inter-tribal, y al hecho de que la identidad nacional jordana no puede unificar a un gran sector de población bajo una bandera.

En segundo lugar, los manifestantes no compartían el único objetivo de derrocar al régimen. Mientras que algunos levantaron esa consigna, muchas fuerzas y figuras de «oposición» declararon muy claramente su posición a favor del régimen. Los Hermanos Musulmanes declararon que no quieren la caída del régimen e hicieron hincapié en que ellos son sólo reformistas, dejando claro que el lema «el pueblo quiere derrocar al régimen» no les representa.

Jaled Kalaldeh, ex dirigente de la Izquierda Social (un grupo «radical» de la nueva oposición «alternativa») hizo una declaración pública en el mismo sentido. Por otra parte, ante las protestas de noviembre, la oposición tradicional de los partidos de izquierda y panárabes declararon que participarían en las próximas elecciones promovidas por el régimen como un equivalente jordano a la primavera árabe. Sólo una vez que las protestas tuvieron lugar declararon tímidamente que únicamente «suspenderían» su participación.

Importantes figuras de la «oposición» se han convertido en portavoces del régimen: Soud Qubeilat escribió un artículo apoyando la participación en las elecciones patrocinadas por el régimen. Nahed Hattar, autoproclamado dirigente opositor, transformado en el mayor defensor de las próximas elecciones del régimen, ha llamado a los grupos que protestan a unirse a él [al régimen], mientras que otro autoproclamado dirigente opositor, Muwaffaq Mahadin, ha llegado a promover la retórica del régimen de «el Estado y la seguridad lo primero» que se utiliza a menudo para justificar la represión política.

Está claro que la gran mayoría de los actores establecidos tanto en el régimen como en la «oposición» quieren que el régimen permanezca. Y si bien es cierto que algunos miembros de la vieja guardia quieren un cambio en las altas esferas, ello es debido a un deseo de aumentar su influencia, nada más.

En tercer lugar, el levantamiento sirio ha desempeñado un papel. La minoría vociferante de los partidarios del régimen sirio en la oposición (incluyendo a todos los partidos de «izquierda» y panárabes) han adoptado una nueva retórica anti caos y pro-estatal que se extiende a Jordania. Muchas de esas figuras y partidos perciben la «estabilidad» de Jordania como parte de la estabilidad y el apoyo al régimen sirio.

En cuarto lugar, el papel de los actores externos nunca está lejos de la superficie en la política jordana. Jordania se ha dado a conocer históricamente como un Estado tapón para proteger a «Israel» (el aliado más valioso y vulnerable de Occidente en la región) de sus vecinos árabes «enemigos». Con el surgimiento de Irán como potencia regional, esta función de amortiguación ha adquirido una nueva dimensión: Jordania protege a hora a las monarquías «suníes» del Golfo y a los jeques frente a un «ascendente chiísmo» de dudosa concepción. Esta función es muy valiosa para Israel, para Estados Unidos y para la UE, y ahora para los Estados del Golfo.

Mediante una combinación de ayuda financiera y una perspectiva basada en la seguridad, estos actores clave han seguido garantizando que las cosas se mantengan bajo control en Jordania. Por otra parte, los Estados del Golfo no tolerarán la caída de una monarquía árabe por una sublevación popular; ello constituye una amenaza directa para ellos y una inspiración directa para su pueblo.

¿El futuro?

Las protestas de noviembre han logrado dos cosas. Han roto el tabú que rodea el criticismo de la masa pública hacia el rey y hacia la familia real, y han dado a la gente más coraje para manifestarse en la calle.

Sin embargo, está claro que estas protestas no darán lugar a la caída del régimen jordano. Entre la élite del régimen, la vieja guardia gobierna ahora la escena política. Con su profunda base de apoyo social, son los que están más fuertemente conectados con el movimiento de protesta y con figuras clave de la oposición. De manera que han emergido como el ala más exitosa del régimen y han logrado marginar a la nueva guardia llevando a muchos de ellos como chivos expiatorios a juicios por corrupción mientras que ellos mismos se inmunizan contra acusaciones de corrupción.

¿Cuál es el futuro de los movimientos que buscan derrocar al régimen jordano? En el futuro inmediato, ninguno. Las fronteras de Jordania, como las de Líbano, fueron diseñadas por las potencias coloniales para asegurarse la dependencia, no la liberación. Cualquier movimiento que aspire a la liberación de Jordania debe construir su estrategia en un esquema regional más amplio que implique (al menos) a Palestina y a Siria, por no decir al Golfo y a Iraq también. Cualquier otro enfoque será fácilmente manipulable y neutralizado. Las protestas de noviembre de 2012 no son sino la última de una serie de pruebas de ello.

 

* Hisham Bustani, es escritor y activista de Jordania. Ha publicado tres volúmenes de cuentos breves en árabe.

Fuente: http://english.al-akhbar.com/content/jordan-protests-shock-absorbed-regime-will-not-fall