Traducido para Rebelión por J. M. y revisado por Caty R.
Una vez más las bombas caen en la Franja de Gaza, una franja del territorio de Palestina desgajado como consecuencia de las continuas acciones ilegales e ilegítimas efectuadas por Israel. De hecho, Gaza se ha convertido en un gueto cerrado, el primero recortado de Palestina en violación de los planes de partición y los programas políticos, que luego se convirtió en un gueto cerrado, después de las elecciones democráticas que llevaron al poder al Partido de la Resistencia Islámica -Hamás-. Calificado como organización terrorista por Estados Unidos, con algunos de sus partidarios más importantes allí encarcelados durante más de veinte años por enviar ayuda humanitaria a los palestinos de Gaza, no sorprende a nadie que los medios israelíes y occidentales acusen a Hamás de atacar a Israel con cohetes, ¡en lugar de informar de que Hamás lanzó los cohetes como respuesta a un ataque israelí!
Esta manera de informar forma parte de los continuos esfuerzos para deslegitimar la lucha palestina por la liberación del yugo de la opresión sionista genocida y la violencia. Por otra parte, esa deslegitimación obvia el registro histórico: que la guerra sionista contra los palestinos, tanto en frío como en caliente, no se ha detenido ni un solo día desde 1948, que se aceleró implacablemente desde 1967 y continúa sin disminuir. Esta agresión continua -administrativa y militar- nunca se expone a la vista o a la comprensión occidental, aunque un rápido examen de los sitios web del Centro Palestino para los Derechos Humanos, localizado en la ciudad de Gaza, Mahsom Watch y Betselem proporcionan información detallada y escalofriante de esta guerra cotidiana y continua.
Para cualquier persona que no haya sucumbido a la propaganda sionista, es un hecho conocido que cuando se disparan cohetes desde Gaza siempre es en respuesta a un ataque israelí, sobre todo cuando dicho ataque es un evidente acto de violencia dirigido a tener alta visibilidad a los ojos de los israelíes. Aunque Israel empezó a golpear Gaza el 13 de noviembre de 2012, cuando al parecer se llegó a un acuerdo de tregua, el asesinato de Ahmed Jabari, jefe de las fuerzas de la resistencia palestina el 14 de noviembre, fue perpetrado con el fin de justificar a gran escala la guerra de Israel. Para una alta visibilidad, en este caso, se facturó un video del evento cargado en las páginas web de los medios de prensa israelíes, ¡para que los espectadores pudieran disfrutar de una actuación repetida! La razón de este último ataque se da en el web blog de las Fuerzas de Defensa de Israel [sic].
El 14 de noviembre, el ejército israelí emprendió la Operación Pilar Defensivo [sic], con el fin de defender a los civiles israelíes de los incesantes ataques de cohetes que han sufrido durante los últimos 12 años y paralizar a las organizaciones terroristas de la Franja de Gaza.
La traducción al inglés del nombre de la operación militar no es exacta, y sospecho que esto es deliberado. El nombre en hebreo es ‘Amud Ashan -Columna de humo- una metáfora creada para incitar la comparación deliberada en la mente de los israelíes con la columna de fuego y la columna de nubes de la historia bíblica del Éxodo, según la cual Dios guió a los hijos de Israel de su esclavitud en Egipto ¡en su viaje hacia la libertad en la Tierra Prometida! Necesariamente ese nombre y esa imagen provocan una inversión en los roles de los israelíes y los palestinos: el agresor israelí una vez más vuelve a ser la víctima perseguida, como en la historia del Éxodo, mientras los palestinos, inmovilizados y estrangulados en el gueto-prisión de Gaza, encerrada entre muros y cercas electrificadas, se transforman en los terroristas del faraón que persiguen sin tregua y sin piedad a las inocentes víctimas israelíes. Esta inversión de roles implica más que un cálculo: además de invertir la realidad y el orden moral sirve, una vez más, para reforzar la imagen de los palestinos enemigos, demonios, infrahumanos, y no como miembros de una entidad que tiene derecho al respeto y la consideración. Se trata de una fórmula comprobada para desviar la atención y culpar de la muerte y la destrucción a las víctimas de esos actos de agresión.
El asesinato político es la especialidad du jour de Israel, una práctica adoptada con entusiasmo por el presidente Obama y su propio drone personal «kill list». La utilización del asesinato como método para socavar deliberadamente la jerarquía política, para debilitarla en su posible recuperación política después de una guerra, es un acto que viola el tercer principio de legitimidad de las leyes de la guerra -un principio de caballería- que reconoce la humanidad del enemigo. El enemigo debe ser tratado con respeto para la reanudación de la vida social normal al final de las hostilidades.
El aforismo de Clausewitz -la guerra es una continuación de la política- no es descriptiva sino normativa. Las negociaciones que conduzcan a la paz deben ser el fin de una guerra de legítima defensa. En este contexto se debe entender la información dada a conocer por Gershon Baskin, un activista político israelí, de que el liderazgo palestino en Gaza, incluido Ahmed Jabari, había recibido un proyecto de acuerdo de tregua apenas unas horas antes de su asesinato. Por lo tanto es evidente que el asesinato se perpetró con el propósito específico de evitar una tregua. Lo que esto indica, por lo menos, es la flagrante mala fe por parte de los israelíes, pero más importante aún, es otro ejemplo de traición provocadora, un tema que merece un análisis aparte.
El derecho a la protección de la vida humana es absoluto, incluso si los medios empleados están condicionados. Por lo tanto, de acuerdo con todas las normas humanas, la ley natural, las normas legales, el derecho internacional y la jurisprudencia, los palestinos tienen un derecho legítimo de respuesta. Hay que recordar, sin embargo, que Israel y Estados Unidos niegan a los palestinos un Estado y un ejército adecuado. Por lo tanto la respuesta a disposición de los palestinos en Gaza es extremadamente limitada y se reduce a los cohetes que lanzan a Israel. Estos cohetes son armas primitivas y no demasiado precisas por lo que se han definido como fuegos artificiales. Pero eso es todo lo que los palestinos tienen para defenderse. Esta respuesta es la única vía abierta para una sociedad bajo el ataque militar para tratar de forzar el cese de este tipo de ataque cuando el agresor no va a negociar de buena fe.
Los israelíes están orgullosos de que su ejército sea el cuarto más grande del mundo, y hasta donde les preocupa, ¡también el mejor, el más eficaz y el más moral! Debido a la enorme desproporción de fuerza entre Israel y los palestinos, estos simplemente no pueden permitirse el lujo de reaccionar a todos y cada uno de los ataques contra ellos. Tienen que sopesar con cuidado y prudencia sus posibilidades de respuesta, razón por la que los israelíes nunca detienen sus ataques incesantes de intensidad variable. Y además los ataques desproporcionados del ejército israelí violan el legítimo principio de proporcionalidad subyacente en las acciones de guerra.
El derecho de resistencia es el derecho a la legítima defensa
Se puede argumentar convincentemente que dado que el derecho a la libre determinación de forma deliberada y explícita se negó al pueblo palestino tras el colapso del Imperio Otomano, sin derecho ni justificación de ningún tipo en esas circunstancias, los palestinos todavía tienen el derecho a exigir y luchar por tales derechos. (Ver nota al final).
En lugar de libertad tuvieron que enfrentarse a la realidad de la colonización de Palestina por parte de extranjeros contra los deseos de la población local, una colonización que en última instancia condujo a la expulsión de casi el 90% de la población autóctona palestina creando un largo y enconado problema de los refugiados palestinos. Una lucha por la autodeterminación es legítima en el derecho internacional, ya que expresa una lucha por la libertad, la calidad de vida básica necesaria para que los seres humanos sean capaces de desarrollar su potencial como individuos y como seres sociales. Los que niegan tal autodeterminación son culpables de violar el propio derecho internacional. Que esta negación de tal derecho es el caso de los palestinos, se encuentra en varias cartas de la correspondencia de los ministros británicos. En una carta dirigida al Primer Ministro Lord Arthur Balfour fechado el 19 de febrero [1919 LB] se afirma:
…El punto débil de nuestra posición, por supuesto, es que en el caso de Palestina, deliberadamente y con razón [sic LB] rechazamos aceptar el principio de la libre determinación. Si se consultase a los habitantes actuales, sin duda darían un veredicto antijudío. La justificación de nuestra política es que consideramos Palestina como algo absolutamente excepcional, que consideramos la cuestión de los judíos de fuera de Palestina como de importancia mundial y que concebimos que los judíos tienen una demanda histórica de un hogar en su antiguo territorio, a condición de que el hogar se puede dar sin despojar ni oprimir a los habitantes actuales…
En una nota posterior de Lord Balfour a Lord Curzon, fechada el 11 de agosto de 1919, se repite un concepto similar:
…La contradicción entre la letra del Pacto [Pacto de la Sociedad de las Naciones LB] y la política de los aliados es aún más flagrante en el caso de la «nación independiente» de Palestina que en el de la «nación independiente» de Siria, pues en Palestina no nos proponemos incluso pasar por la formalidad de consultar a los actuales habitantes del país, aunque la Comisión Interamericana ha estado preguntando por qué.
Las cuatro grandes potencias están comprometidas con el sionismo. Y el sionismo, sea correcto o incorrecto, bueno o malo, tiene sus raíces en las tradiciones seculares, en las necesidades actuales, en esperanzas futuras, de importancia mucho más profunda que los deseos y prejuicios de los 700.000 árabes que ahora habitan esa antigua tierra.
En mi opinión eso es correcto. Lo que nunca he podido entender es cómo puede armonizarse con la declaración [anglo-francesa de noviembre de 1918], el Pacto sus instrucciones a la Comisión de Investigación.
No creo que el sionismo haga daño a los árabes, pero nunca dirán que lo quieren. Cualquiera que sea el futuro de Palestina ahora no es una «nación independiente», ni está todavía en el camino de convertirse en eso. Pero se debería tener una deferencia con las opiniones de las personas que viven allí y las Potencias han seleccionado un sistema obligatorio que, según tengo entendido, no piensa consultarles. En resumen, en lo que se refiere a Palestina, las Potencias no han hecho ninguna declaración política que, al menos en la letra, no siempre tenían la intención de violar… (Doreen Ingrams, Palestine Papers 1917-1922 Seeds of Conflict [London 1972] pp. 61 and 73).
A pesar de la flagrante negación de los derechos de los palestinos por parte de las grandes potencias en aquel momento, esa negación, en la actualidad, esa negación no es para la pérdida o que caigan en desuso tales derechos. Siempre que un pueblo quiera ejercerlos tiene derecho a exigir que se cumplan. Los palestinos nunca renunciaron a esos derechos, aunque se han hecho innumerables intentos por llegar a un modus vivendi con el Estado sionista. Su cabida se ha rechazado por la sencilla razón del compromiso compartido y la convivencia en Palestina no forma parte del programa sionista y nunca lo fue.
Por lo tanto, podríamos llegar a la siguiente conclusión en este punto. Los palestinos tienen derecho a resistir los ataques israelíes por diversos motivos. En primer lugar, en respuesta a la provocación israelí por el asesinato de Ahmed Jabari. (Podemos imaginar cuál sería una respuesta israelí al asesinato de Ehud Barak o cualquier otro ministro). En segundo lugar, tienen el derecho de resistencia a las décadas de control genocida israelí vigente sobre Gaza que está provocando la desaparición física de la población, que presenta un nivel general de problemas de salud atribuibles directamente al dominio israelí sobre el territorio. En tercer lugar, tienen el derecho de resistencia contra las continuas incursiones, redadas, arrestos, encarcelamientos y la supresión de la actividad económica en la Ribera Occidental y Jerusalén Este. Y en cuarto lugar, el hecho concreto de que se les nieguen por medio de la fuerza sus derechos políticos justifica la resistencia.
Entonces, ¿por qué a los palestinos en general, y en particular a Hamas, los representan como terroristas?
«Terrorista» no es un término legal y tampoco tiene ninguna referencia legal. Se ha fabricado con el fin de eludir las limitaciones que impone el derecho internacional con respecto a la manera de hacer frente a un adversario. Se utiliza para demonizar a las personas que no se pliegan a las exigencias de Estados Unidos, Israel y la Unión Europea y su hegemonía en el gobierno del mundo, y se utiliza sobre todo para negar a esas personas el derecho a la resistencia, el derecho a luchar como combatientes por la libertad. Esta es la terminología que ha creado tal confusión y discrepancia en la comprensión del público en general con respecto a la realidad en Palestina y la situación veraz que se vive allí. Pero podemos hacer la pregunta de por qué en Occidente se considera a los palestinos «terroristas» y asesinos intransigentes, un pueblo que solo entiende la violencia y no la paz.
Para comprender este enigma, es necesario entender la naturaleza de la sociedad estadounidense en particular y sus mecanismos de control. Estados Unidos es una sociedad capitalista en la que el poder es ejercido por el complejo financiero-mediático-militar-industrial. Una fuente principal de la explotación capitalista son los yacimientos de petróleo en el Medio Oriente, su refinado y distribución al resto del mundo. Se trata de una condición sine qua non para la elite dominante capitalista que controla y domina estos recursos. Este control no está en los intereses de las poblaciones locales de los territorios en los que se encuentra el petróleo, que son casi todos musulmanes.
Con el fin de minimizar, si no eliminar, las críticas y a los críticos de la explotación capitalista, Estados Unidos utiliza los medios de comunicación para manipular las mentes de la población, como explican los profesores Noam Chomsky y Edward Herman en su libro Manufacturing Consent. Sin embargo, desde la segunda administración Bush, el Departamento de Seguridad Nacional (DHS) -un título sacado del libro 1984 de George Orwell- se formó para ejercer un control mayor sobre la población a través del uso del poder de la policía. Los acontecimientos del 11-S han sido explotados hasta la saciedad, tanto por los medios de comunicación como por el DHS para la satanización del Islam y los musulmanes, y automáticamente los palestinos entran en esta categoría. Se considera a todos terroristas reales o potenciales y por lo tanto, por definición, son el enemigo. El nivel de la propaganda generada por la rama mediática de este complejo, al que las poblaciones de Occidente están sometidas, en particular en los Estados Unidos e Israel, ha lavado el cerebro a la población provocando una respuesta automática negativa hacia todos los musulmanes, incluidos los palestinos.
Los musulmanes terroristas, el Islam una religión de violencia y odio, el judío víctima eterna, el Holocausto un acontecimiento histórico único, la singularidad de la que se hizo eco en el manifiesto político de «destino manifiesto» y la «excepcionalidad» de los Estados Unidos de América, de los «chicos buenos» de la Primera y la Segunda Guerra Mundial, constituye el pastiche de la propaganda actual para determinar los límites del discurso políticamente correcto. Cualquier crítica a Israel se traduce automáticamente como antisemitismo y la crítica a los Estados Unidos es antipatriota o incluso traición.
El partido político palestino Hamás está en la lista de terroristas de EE.UU. y varios musulmanes han sido condenados y encarcelados por largos períodos de tiempo, en un caso por más de veinte años, por delito de complicidad con los terroristas mediante el envío de ayuda humanitaria a Palestina. Israel nunca ha dejado de referirse a los palestinos como terroristas y consecuentemente los trata como tales. Como mencionamos antes, ha roto o ha socavado todos sus acuerdos con los palestinos; la violación más flagrante es la continuación de la construcción de asentamientos judíos en Cisjordania, conquistada en 1967, convirtiéndose en una potencia colonizadora, una violación directa del derecho internacional. Además, Israel ha violado todas las resoluciones de las Naciones Unidas, pero está protegido por el veto de EE.UU. que le proporciona una correa larga para hacer lo que quiera en Palestina. La realidad de la fuerza israelí, la realidad de sus ilegalidades constituye una violación tanto de la moral como del orden jurídico. Esto lo saben tanto Israel como EE.UU. y por lo tanto continúa la incesante propaganda viciada contra los árabes, los musulmanes y los palestinos.
No cabe duda de que no existe una solución fácil para los palestinos. A pesar de sus derechos de iure tanto como de facto, su legítima resistencia y lucha y el uso de armas que no llegan a los estándares mínimos de un ejército moderno; solo los demás pueblos-víctimas del mundo pueden entender su difícil situación, así como los occidentales a quienes califican de radicales. En este momento de la historia la gente no tiene el poder, pero nos corresponde continuar la lucha por la libertad y la justicia en todo lo que podamos, sin destruir el planeta como están haciendo nuestros amigos los capitalistas. Y si existe una ley de hierro de vida y de existencia que debe sostener nuestra esperanza y energía, es que todas las instituciones y todos los poderes, en última instancia, colapsan porque todo es cambiante y temporal en nuestro contingente mundo. Las situaciones no pueden dejar de cambiar. Cuando esta modificación viene en la distribución del poder, debemos estar dispuestos a establecer un reino de justicia y paz para el bienestar de toda la humanidad.
Nota final
Toda la construcción de un Estado judío en Palestina se basa en un rechazo expreso del derecho internacional. Los únicos motivos legítimos para la soberanía política de un pueblo indigente son las leyes del ius soli o jus sanguine, reconocidas en el derecho internacional, lo que se traduce en un derecho de soberanía basado en el hecho de residir en un territorio determinado o ser descendiente de alguien en dicho territorio. La tercera opción, la concesión de un derecho de soberanía, sería el descubrimiento de una terra nullius, que es un territorio deshabitado. Palestina nunca fue una terra nullius y sus habitantes tenían derecho a un Estado soberano en Palestina como parte de la Gran Siria, si así lo deseaban, de acuerdo con el ius soli tras la caída del Imperio Otomano al final de la Primera Guerra Mundial en 1917 y 1918. Si sus hijos estaban fuera del país en el momento de su creación en un momento determinado, y luego se les concedió la ciudadanía sobre la base del ius sanguine, no hubieran nacido en Palestina o en la Gran Siria.
Los judíos de Europa no cumplían ninguno de estos títulos en 1917, cuando la Declaración de Balfour, un documento elaborado por la dirección judía internacional y dirigida por Lord Arthur Balfour, secretario de Relaciones Exteriores del Reino Unido en la época, y dirigido a Lord Walter Rothschild, un descendiente de la familia líder de banqueros judíos en el mundo, residente en Inglaterra, que fue escrito apoyando una patria judía [sic] en Palestina.
El desmembramiento de la Palestina histórica para escindir la mayor parte de su territorio a una población importada e inequívocamente extranjera a expensas de la sociedad indígena se reconocido como una acción política ilegítima. Sus consecuencias destructivas deberían haber sido evidentes a priori, y la historia ha demostrado que tal expectativa es exacta. Esta escisión ha perjudicado a la población indígena en todos y cada uno de los aspectos de su vida: política, económica, social, educativa, cultural, religiosa, histórica y geográfica. La destrucción de Palestina, la expulsión de la inmensa mayoría de su población y los ataques genocidas deliberados y continuos a la población que quedó en el territorio y que vive bajo la bota judía sólo pone de manifiesto la ilegitimidad de la presencia judía y su continua agresión contra los palestinos.
Lynda Brayer Burstein, graduada por la Facultad de derecho de la Universidad Hebrea de Jerusalén, es una comentarista radical de asuntos políticos y jurídicos, ejerció como abogada de derechos humanos en Palestina e Israel representando a los palestinos en su lucha contra las demoliciones de casas, robo de tierras y la destrucción de la familia y en sus esfuerzos para obtener permisos de viaje por razones de salud, de estudio y familiares. Vive en Haifa. Contacto: [email protected]
Fuente original: http://www.gilad.co.uk/writings/palestinian-resistancethe-political-social-and-human-right-o.html#entry31100360