Los miles de sirios evacuados el año pasado del este de Alepo se enfrentan a un futuro incierto en la provincia de Idlib.
Campamentos como el de Taiba se han convertido en el último recurso para quienes huyen del avance de las fuerzas del gobierno sirio. (Foto Zouhir Al Shimale/Al Jazeera)
Mohamad Yamul tiene cinco hijos, está sin trabajo y sobrevive gracias a la ayuda de las ONG. Hace un año que perdió a uno de sus hijos en su pueblo natal en Siria, pero hoy el único hogar del que dispone es el campo para personas desplazadas de Taiba.
«No sé cuánto tiempo estaré en el campo», dijo Yamul a Al Jazeera. «Estoy deseando volver a la casa y la tierra de la que nos vimos forzados a escapar».
Yamul huyó de su hogar, situado en la zona rural al sur de Alepo, hace cuatro años, cuando los bombardeos se intensificaron y las fuerzas del gobierno avanzaron. Se dirigió a Hayan, y después a al-Bab, para llegar finalmente el pasado año al campo de Taiba, en la provincia de Idlib, junto a la frontera sirio-turca.
Las enfermedades estacionales se propagan, sobre todo a causa de la escasez de agua e higiene. (Foto Zouhir Al Shimale/Al Jazeera)
Gran parte de los 35.000 sirios evacuados a finales del año pasado del este de Alepo, controlado anteriormente por los rebeldes, han acabado en la provincia de Idlib, engrosando las filas de los habitantes locales y las personas internamente desplazadas de otras zonas de Siria.
Como las posibilidades de entrar en Turquía se han reducido en grado sumo y la guerra en Siria ha entrado ya en su sexto año, campos como el de Taiba se han convertido en el último recurso de quienes huyen del avance de las fuerzas del gobierno. Pero las condiciones de vida en estos campos son cada vez más desesperadas.
«Las enfermedades estacionales se propagan, debido sobre todo a la escasez de agua y a la falta de higiene», dijo Yamul. No hay más que un pequeño dispensario médico, pero ninguna farmacia, cerca del campo, lo que obliga a quienes allí malviven a caminar alrededor de 25 kilometros hasta la cercana ciudad de Harem para conseguir medicinas.
Los desplazados que no pueden pueden permitirse comprar combustible, cocinan con leña, y todos los habitantes de Taiba, alrededor de mil, viven en tiendas de campaña a pesar del duro frío invernal.
Jalid al-Yaber, que escapó de Alepo hacia Idlib en diciembre, relata que las condiciones del campo de Taiba hacen que la vida sea extremadamente dolorosa.
«Cuando llegamos, había una tormenta de nieve sobre el campo y varias personas murieron de frío. Dormimos en una tienda con cinco o seis desplazados más y cada día compramos algo de comida», dice Yaber, sin trabajo y subsistiendo con la ayuda alimentaria. Todos sus cuatro hijos han estado combatiendo junto a la oposición siria.
Pero Yaber no tiene planes inmediatos de marcharse porque el campo es mucho más seguro que Alepo: «Aquí estamos en la región fronteriza de Turquía y no están bombardeándonos».
Turquía acoge a más de dos millones de refugiados sirios, pero como cerró sus fronteras el pasado año, los sirios necesitan ahora permiso para entrar. Amru, empleado de una ONG siria que trabaja en Turquía y que declinó dar su apellido, dijo que los trabajadores de la ayuda humanitaria hacían cuanto podían para proporcionar alimentos, ropa y combustible a las personas internamente desplazadas que habían llegado a Idlib.
«La frontera está cerrada y es muy difícil y peligroso intentar cruzarla», dijo Amru a Al Jazeera. «No se les permite ya que vayan a vivir a Turquía y a la mayoría no le queda más remedio que permanecer en territorio sirio».
Con independencia de que las próximas conversaciones de paz en Ginebra consigan o no poner fin a la guerra de Siria, los efectos del conflicto tendrán efectos muy duraderos en todos los sirios. Yamul se lamenta sobre todo de la falta de posibilidades de educación de sus hijos.
«Llevan cuatro años sin poder ir al colegio», dijo. «No saben leer ni escribir».
Adam Lucente es un periodista freelance que vive habitualmente en Beirut.
Zouhir Al Shimale es un periodista y fotógrafo de Alepo.
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