Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
Una de las muchas víctimas silenciadas del conflicto de Siria ha sido la empatía. Una crisis que es especialmente intensa para lo que muchos llaman «oposición» siria (al-mu’aradah). Para los observadores internacionales, el paso del tiempo ha atenuado en apariencia el horror de su sufrimiento y objetivos. En primer lugar, ni un solo actor ha conseguido situarse con éxito como el principal defensor de la Revolución siria. El resultado es que los actores civiles, políticos y militares, con visiones ampliamente divergentes respecto al futuro de Siria, pretenden encarnar los objetivos de lo que en 2011 fue un fenómeno espontáneo y sin líderes. Además, el mismo término de oposición evoca un binario que hoy no existe. No todas las partes presentes hoy en el conflicto suscriben la narrativa de una disputa por la soberanía entre un régimen autoritario y un pueblo sirio que se ha movilizado. Los proyectos del PYD (siglas en kurdo del Partido de la Unión Democrática) kurdo y del autoproclamado Estado Islámico confunden los términos de la lucha política en el país. Por último, quienes adoptan la etiqueta de «oposición» están espacialmente fragmentados en al menos cinco países: Siria y los Estados vecinos del Líbano, Jordania, Turquía e Iraq. A causa de esta situación, se enfrentan a enormes obstáculos logísticos a la hora de movilizarse.
El tiempo ha sustituido así las primeras proclamas de la oposición con la ambigüedad y sospecha que acompañan al tiempo de guerra. Aquello en lo que muchos sirios insistían, que se trataba de una clara historia de levantamiento popular contestado por la represión estatal, está hoy día atestado de personajes, tramas secundarias y símbolos tratando de llamar la atención. Cada vez se considera más el fin de la violencia como un fin en sí mismo. Es por esta razón que esta historia -la historia que liga a un régimen despótico con una oposición militarizada- merece una consideración más cuidadosa, sobre todo a la luz de las acciones y objetivos de sus protagonistas. Por una parte, seis años de conflicto han enterrado a la oposición siria en acusaciones de incompetencia o, por la otra, de ser apoderados de diversos intereses externosi. Pero estas acusaciones cometen el error de buscar caballeros blancos en un contexto de tiempo de guerra lleno de opciones difíciles y resultados inesperados. Este ensayo trata de reflexionar respecto a si aún es posible vislumbrar un proyecto político decididamente de oposición en medio de la niebla de la guerra.
Coordinación
Los vínculos de la coordinación son fundamentales para entender la oposición. En un contexto en gran medida desconectado, se puede aprender mucho al considerar quiénes hablan entre sí: los consejos locales se coordinan con los grupos armados en los territorios que gobiernan. Los donantes internacionales se coordinan con los contratistas logísticos, quienes a su vez se coordinan con los socios ejecutores dentro de Siria. Estos, a su vez, se coordinan con la variedad de actores sociales presentes en una comunidad determinada.
Pensar en la coordinación -y en quienes se coordinan- ofrece percepciones sobre el tipo de relaciones flexibles que han unido a los sirios bajo la bandera de la oposición. Estas relaciones han evolucionado de la mano de la situación en Siria. Cuando el levantamiento se militarizó a finales de 2011, no pasó mucho tiempo antes de que los civiles empezaran a organizar rápidamente entregas de ayuda a las zonas «liberadas» del régimen de Asad. Contaron con el apoyo de los sirios de la diáspora, que recaudaron fondos y realizaron viajes de «compras misteriosas» para adquirir cuerpos de cámara, conexiones por satélite a Internet, cámaras, vendas y medicinas, que eran introducidos clandestinamente en el país a través de las fronteras, entonces porosas. Con el tiempo se hizo evidente que a medida que el régimen pasaba de una respuesta de seguridad a una respuesta militarizada, sus fragmentados esfuerzos se ahogarían finalmente en un mar de sangre. En julio de 2014, como la violencia aumentaba y los territorios bajo control de la oposición se encontraron con que les habían cortado servicios básicos como el agua, la electricidad y la gasolina, la ONU ratificó la Resolución 2165 del Consejo de Seguridad, que autorizaba la entrega de ayuda humanitaria en Siria a través de cuatro cruces de frontera: en Turquía, Bab al-Salameh y Bab al-Hawa; en Jordania, al-Ramza; y en Iraq, al-Yarubieh. Esto sirvió para incrementar el apoyo a las zonas que se enfrentaban a un asedio inminente, transformando los primeros esfuerzos en cientos de convoyes de camiones cuidadosamente organizados que cruzaban oficialmente fronteras soberanas con la sanción de la ONU, mientras organizaciones y contratistas logísticos de la sociedad civil guardaban su carga en almacenes vigilados y la distribuían por el interior de Siria.
Pero esto no representó un proceso lineal de consolidación de los actores de la oposición. Alrededor de aquella época se creó la Coalición Nacional, que a su vez formó el Gobierno Interino Sirio y la Unidad de Coordinación de la Ayuda (ACU, por sus siglas en inglés), con sede en Gaziantep, una próspera ciudad industrial en Turquía situada cerca de la frontera siria, que se encargaban (respectivamente) de proporcionar servicios y coordinar la entrega de la ayuda humanitaria exterior a las comunidades de las que se había retirado el régimen de Asad. Dada la composición de las elites profesionales e intelectuales de Siria, parecía que esas entidades estaban bien posicionadas, a nivel institucional y geográfico, para convertirse en los intermediarios clave entre los recursos aportados por el exilio y los necesitados por la Siria inmersa en la guerra.
Pero no fue así. Ninguna de las dos organizaciones consiguió dejar su huella en las zonas fuera del control del régimenii, y en cambio se quedaron paralizadas por problemas internos. Los actores de elite detrás de estas grandes instituciones se inclinaban más por dividir el futuro imaginario de Siria entre bloques políticos, que cristalizaron rápidamente (la Coalición, por ejemplo, tiene cuatro vicepresidentes), que en las verdaderas luchas cotidianas de los civiles dentro de Siria. Por otra parte, sus credenciales como tecnócratas no se tradujeron en prácticas de gestión eficaces, ya que muy pocos de ellos habían ocupado puestos de ese tipo con anterioridad a 2011, siendo en su mayoría profesionales liberalesiii. Esto se vio agravado por el hecho de que antes de 2011, las clases altas y medias sirias (que desempeñaban la mayoría de esos oficios) pasaban la mayor parte de sus vidas circulando entre dos o tres de las ciudades más grandes de Siria o viviendo como expatriados en los países del Golfo. Rara vez habían visitado las localidades que el régimen tenía asediadas, situadas en los suburbios más modestos y en las abandonadas zonas rurales de su extensa y diversa patria. Esto también puede aplicarse a muchos de los trabajadores de la sociedad civil antirégimen de clase alta, que describen el humilde proceso de «descubrir» su propio país durante la revolución y aprender a «llegar a las bases», donde se encontraban «todos los demás»iv.
Gráfico 1
Mapa UNHCR ilustrando distribución sirios en Turquía. Nótense las concentraciones en las provincias de Adana, Gaziantep, Hatay y Sanliurfa.
Sin embargo, no podemos atribuir la ineficacia de esas instituciones formales de la oposición simplemente a la desconexión del exilio. El supuesto rol de estas entidades fue asumido por una especie de clase coordinadora que se ha desarrollado a su sombra, que ha adoptado un enfoque menos basado en jerarquías administrativas y más en el cultivo de relaciones. Para el propósito de este ensayo, podríamos denominarla «clase coordinadora», una red de actores cuyas prácticas diarias vinculan a los actores en el interior de Siria con las agencias de donantes internacionales. Cultivar ese tipo de relaciones es esencial para formar una capacidad que pueda actuar en la distancia y crear así (aunque sea de forma esporádica) un campo político en el que el todo es mayor que la suma de sus partes. Esta clase coordinadora evoca así una cierta apariencia de una misión más amplia desde la cacofonía de los actores políticos, civiles y militares que actúan en el territorio bajo control de la oposición. Y es esta clase la que trabaja más estrechamente con actores externos de todo tipo. A diferencia de los actores de las instituciones formales reconocidos por los países de los Amigos de Siriav, esta clase es mucho menos propensa a perderse por las provincias.
Gráfico 2
Mapa UNHCR mostrando la distribución de los refugiados sirios en Jordania
Nótense las concentraciones en Irbid, Mafraq y la región metropolitana de Amán
Horizontes políticos locales
Los esfuerzos de la clase coordinadora están determinados por horizontes políticos profundamente locales. Estos se derivan tanto de las prácticas de gobernanza anteriores a 2011 por parte del régimen, como de las nuevas transformaciones del período de guerra. Así pues, los analistas se inclinan cada vez más por la importancia de considerar la política siria a través de la lente de lo local (al-mahali) o a través del variado paisaje regional del país (manatiqiya); al hacerlo así están en ocasiones dando por hecho la noción orientalista de que las políticas sirias son inherentemente «más locales» que en otras partes, y por ello requieren de algún tipo de solución federalvi. Además, la oposición no puede reducirse a un archipiélago de comunidades, ya que sus redes se inspiran ampliamente en los discursos nacionales del deber y la pertenencia, pero también en los discursos internacionales de los derechos humanos y la responsabilidad globalvii. Las dinámicas del actual paisaje de la oposición siria se ven así en gran medida moldeadas tanto por conexiones de largo alcance como por «políticas locales»viii. Seguir pensando en la importancia de lo local abre una ventana a los contextos vividos y a las cambiantes preocupaciones que estructuran la política en la Siria del período de guerra. Y ofrece una técnica de indagación y descubrimiento para pensar en cómo esas fuerzas se unen mediante acuerdos particulares y en cómo las comunidades se comprometen con ellas. Así pues, como categoría práctica, lo local representa un intento de extraer modelos de entre la niebla de la guerra.
La oposición siria en el exilio demuestra muy poca coherencia institucional, pero hay en cambio una geografía muy evidente que conecta a los actores de dentro y fuera de Siria. Activistas, periodistas, diplomáticos, contratistas, militantes, etc… se mueven a través de circuitos bien establecidos que conectan Gaziantep con Estambul, Amán, Ginebra y los «territorios liberados». Lo que no se logra reunir bajo un tejado institucional se consigue en cambio en la misma barriada y (muy literalmente) en el exilio. Esto ha dado lugar a la agrupación de un desconcertante conjunto de redes sociales y capacidades en el espacio, de forma que posibilite el tipo de coordinación necesario para atraer desde el exterior materiales y otros apoyos para la Siria bajo control de la oposición. Estos compartidos espacios de socialización en Turquía y Jordania fomentan densos lazos informales entre los consejeros locales, los activistas y los grupos armados, lo que contrasta con las jerarquías institucionales que caracterizan a la Coalición, al Gobierno Interino y a la ACU. Después de seis años en la atmósfera «de pueblo» de Gaziantep, la pequeña comunidad de actores de la oposición siria profundiza las viejas amistades y crea otras nuevas, algunas veces conociendo cónyuges. Y hay muchos que han tenido niños en el exilio. Un matrimonio de periodistas sirios en Amán está actualmente esperando uno. En el caso de que el bebé sea chico, tienen la intención de llamarle Watan («patria»).
La «clase coordinadora» a que este espacio compartido da lugar consigue articular las comunidades favorables a la oposición en Siria dentro del movimiento «nacional» contra Asad. En los primeros días del levantamiento, esto significó el apoyo a la desobediencia civil espontánea, a las manifestaciones y a documentar los abusos del régimen. Estos esfuerzos fueron al principio organizados por los comités de coordinación local directamente denominados tansiqiyat, pero como el régimen cambió de la brutalidad policial a los asedios militares, la naturaleza del movimiento de oposición cambió a la par. Los alimentos y servicios básicos desaparecieron o se convirtieron en moneda de cambio para el régimen, por eso los activistas movilizaron los consejos locales (mayalis mahaliya) como experimento de gobierno localix. Aunque la Coalición en Estambul trató de cooptarlos para reforzar su legitimidad, los consejos locales se desarrollaron de abajo a arriba, muy en gran medida debido a los acontecimientos rápidamente cambiantes sobre el terreno. Esto reforzó el papel intermediario de la clase coordinadora. Como consecuencia, con el tiempo, los consejos empezaron a recibir visitas de activistas, consultores, abogados, personal médico y periodistas; mientras tanto, los consejeros, activistas, militantes y mujeres cruzaban las fronteras hacia Turquía y Jordania para realizar talleres, formación y tratamiento médico. Incluso ahora, cuando las fronteras están más vigiladas, los integrantes de los consejos cruzan ocasionalmente hacia Turquía para reunirse con organizaciones de donantes, negociar nuevos proyectos para el tratamiento del agua, suministro de trigo, etc.x
Por tanto, la clase coordinadora vincula lo que denominan territorios «liberados» unos con otros y con los apoyos externos, pero no lo hacen en el vacío. Un proceso clave que desestabiliza la geografía de la oposición que se ha ido vinculando es el de los bombardeos del régimen. Los actores de la oposición en el exilio no son vulnerables a este riesgo, pero en las zonas que no están controladas por el gobierno se hace difícil una existencia digna, e imposibilita la consolidación de instituciones a gran escala como los hospitalesxi. En consecuencia, la oposición sufre de debilidad institucional a la vez que un imaginario espacial binario basado en destinos divergentes. Este binario corta ambas vías, con los de dentro y con los de fuera, acusándose unos a otros de actuar como agentes (umalaa) de Estados extranjeros y de trabajar por tanto contra los objetivos de la revolución de 2011. Al responder a las afirmaciones de que la Operación Escudo del Éufrates ha convertido al Ejército Libre Sirio en un delegado de los intereses turcos, un periodista empotrado con el Frente del Levantexii publicó el siguiente mensaje en su página de Facebook:
«Mensaje para todos los que aseguran que somos meros delegados o estadísticas: Nosotros [el Frente del Levante] nos despertamos cada mañana oliendo el dulce aire de Siria. Cuando salimos [en campaña], no sabemos si volveremos, todo sea por el bien de Siria. Nos vemos inmersos en las situaciones más complicadas por amor a Siria. Y si están pensando que no combatimos al régimen, me gustaría decirles que el régimen ha asesinado a mi padre y a muchos de mis seres más queridos… Pueden continuar ahí, en el país en el que estén, en sus salas de estar, felices con los salarios que reciben de otro Estadoxiii.»
Al-Nadji señala las diferentes fuentes de apoyo a la oposición al tiempo que destaca sus resultados divergentes. La intensificación de las hostilidades desde finales de 2015 ha convertido una complicada división de trabajo entre los actores militares y de la oposición civil en una desconcertante sospecha. Incluso para la clase coordinadora, hay límites para la política a distancia.
Desacuerdo temporal
Finalmente, hay una serie de procesos que establecen el ritmo que estructura las actividades de la oposición, así como las relaciones entre la oposición y el régimen. Dichos procesos constituyen un conjunto de temporalidades cíclicas y superpuestas que no dejan ver la progresión homogeneizadora del tiempo en Siria desde que empezó la violencia. En primer lugar, está la duradera y vacilante temporalidad del proceso político, que comienza una vez cada seis meses, más o menos, para detenerse frente a la intransigencia del régimen u otras presiones externas. De hecho, las recientes conversaciones de Ginebra IV han puesto al descubierto una profunda vena de escepticismo en la retórica de la oposición, pero no impidió que aparecieran por Suiza. En segundo lugar, mientras los hombres de traje buscan soluciones políticas en algunos de los hoteles más lujosos de Europa, los hombres armados siguen imponiendo soluciones localizadas que convierten en irrelevantes los términos de las conversaciones de paz. Los cambios semanales en las líneas de batalla, alianzas y conquistas requieren de una atención total, lo que explica la ubicuidad de los «mapas de control» como resúmenes concisos del estado actual de la política siria.
En tercer lugar, tenemos la lucha diaria por la vida en tiempo de guerra: superar los desafíos del asedio, el dominio arbitrario de las milicias, o peor aún, la imposición de instituciones extrañas y encontrar alimento en medio del colapso estatal. La relativa imprevisibilidad significa que los delitos pequeños y la escasez de alimentos se colocan por delante de las preocupaciones políticas de las personas frente a la retórica de la revolución y la democracia participativa. Esto impone grandes presiones sobre las instituciones rebeldes para hacer frente a esas preocupaciones, o correr el riesgo de que los civiles sientan nostalgia por la vida antes de la revolución.
Quizá por esta razón, la temporalidad más importante que da forma a la oposición de Siria es la espectacular «ruptura» que fija el levantamiento de 2011 en el imaginario histórico de la oposición. Esto convierte a las personalidades de la oposición en protagonistas de un drama en el que Siria se transforma de la «finca de Asad» en un modelo de cambio revolucionario y democracia indígena. Pero esta narrativa llega con expectativas altasxiv. En el mejor de los casos, este cambio de época pone de relieve la brecha entre el optimismo estratégico de los actores de la oposición y los límites a la coordinación, que son considerables. Con la oposición sin poder asegurar el territorio contra los convoyes del ISIS o los ataques aéreos del régimen, Turquía cruzó a Siria el 24 de agosto de 2016 para crear una «zona segura» ( منطقة آمنة ) que en estos momentos se extiende desde Azaz por el oeste a la recientemente conquistada al-Bab, en la zona rural al este de Alepo. Al proporcionar Turquía (y la organización humanitaria turca IHH) electricidad, sanidad, alcantarillado e incluso comida caliente, el pueblo fronterizo de Yarablus ha aumentado hasta convertirse, en cuestión de meses, en una pequeña ciudad.
Podríamos llegar demasiado lejos si decimos que la zona es de hecho un protectorado, pero muchos sirios así la consideran porque la implicación turca hace realmente sombra a los desconectados esfuerzos de los actores de la oposiciónxv. Por ejemplo, el gobernador provincial de Gaziantep, Ali Yerlikaya, está actualmente supervisando una serie de proyectos que han emprendido los consejos locales sirios. La recogida municipal de basura y los esfuerzos para embellecer la zona están siendo realizados por un equipo de la municipalidad del Gran Gaziantep, que viene cada mañana desde Turquía a las seis de la mañana y se marcha a las cinco de la tarde por el cruce de Yarablus-Karkamisxvi. El 24 de enero de 2017, se inauguró la rama de Yarablus de la Policía Siria Libre, en una iniciativa turca al parecer independiente y distinta de los esfuerzos dirigidos por británicos y estadounidenses por hacer otro tantoxvii. Yerlikaya estuvo pasando revista a los 450 policías en prácticas en un desfile ceremonial en el que se expresaron firmesxviii promesas de gratitud al presidente turco Erdogan, para gran consternación de los sirios en el exilio. En los comentarios de Twitter, masas indignadas declaraban que «habían olvidado cuántos mártires habíamos perdido para liberarnos de la esclavitud de Bashar [al-Asad]» y advertían que Yarablus iba camino de la anexión ( إلحاق ), al igual que había sucedido con la provincia de Alejandreta (la actual Hatay en Turquía)xix.
En el peor de los casos, la temporalidad pre/post revolución ha amargado a muchos respecto a la revolución, especialmente a quienes se encuentran desplazados en los países vecinos. Esto no afecta sólo a una clase. Muchos refugiados de clase media en Turquía señalan que lo único que la revolución ha hecho por ellos ha sido privarles de un estilo de vida confortable y de un país estable. Y esto a pesar de su profunda indignación hacia el régimen por su brutal campaña de bombardeos aéreos de zonas civiles. En efecto, se puede encontrar a muchos profesores universitarios de Alepo entre los comerciantes que trabajan en el distrito del mercado histórico de Gaziantepxx. La familiar atmósfera apenas dulcifica el proceso de tener que estar vendiendo pañuelos a jóvenes parejas de Estambul que están allí de vacaciones.
La incapacidad para armonizar estas diferentes temporalidades supone una amenaza existencial y simbólica para el proyecto político de la oposición. Los mecanismos fundamentales introducidos para alinearlos -altos el fuego y treguas locales- son violados casi instantáneamente por las ofensivas del régimen. La reciente captura del Este de Alepo asestó un inmenso golpe simbólico. Los miles de atrapados en la ciudad se han convertido en más personas internamente desplazadas, reubicadas en Idlib, en los enclaves costeros del régimen o, en muy pocos casos, en el sudeste turco. Con esta situación como único horizonte político, las interrupciones del tiempo de guerra y desplazamiento hacen que sea difícil de digerir la narrativa de la oposición de una nueva era revolucionaria. En cambio, los desplazados buscan consuelo cada vez más en el sueño abstracto del retorno.
La oposición es bien consciente de las apuestas fracasadas en los territorios «liberados». Si su frágil coordinación derivara en un enfrentamiento directo, el experimento revolucionario de 2011 sería contemplado por los historiadores como algo que murió de muerte natural. Pero los territorios de la oposición se han enfrentado a desafíos extraordinarios. A diferencia de los territorios kurdos y los que están bajo control del ISIS, las zonas de la oposición de Siria están adyacentes a los territorios del régimen e incluyen el territorio más poblado de Siria. En consecuencia, están expuestos a la ira absoluta de los ataques aéreos del régimen, aumentada a menudo con la aviación rusa y, recientemente, con la estadounidense, que trata de castigar a Yabhat al-Nusra, afiliada a al-Qaida. Sin embargo, se espera que los territorios de la oposición construyan instituciones participativas, mantengan una plataforma militar unificada y proporcionen servicios públicos, todo ello cuando los partidarios externos les empujan a enfrentarse al régimen y perderse ellos mismos en los márgenes y tramas secundarias del conflicto en curso en Siria. No es de extrañar que la oposición luche por mantener su papel en la historia de superación de la violencia estatal. Porque sus amigos tienen otras preocupaciones…
Conclusión
No obstante, merece la pena hablar de la oposición siria. Los actores de la oposición se han unido en función de una serie compartida de ciclos y espacios y de una clase que les coordina. Con demasiada frecuencia, los críticos atribuyen la naturaleza fragmentada de la oposición a una incompetencia interna en vez de reconocer las fuerzas estructurales que la separan.
Por ejemplo, hoy está muy claro que el apoyo exterior -financiero, logístico, incluso militar- es un cáliz envenenado. Es cierto que el apoyo estadounidense a los consejos locales ha posibilitado un cierto grado de progreso en la consolidación de instituciones civiles en las zonas fuera del control del gobierno. Una serie de proyectos financiados por el Departamento de Estado de EEUU (junto con otros Estados donantes del grupo de «Amigos de Siria») están facilitando servicios básicos y otros programas que estabilizan la vida diaria. Se están cosechando frutos tangibles en la gobernanza del día a día. Como señaló el mentor de un proyecto: «A corto plazo es difícil ver mejoras en las estructuras de gobierno o en la legitimidad política. Eso es algo que se manifiesta después de varios años. Pero lo mejor es que, finalmente, estamos empezando a ver que las cosas se están moviendo en la buena dirección»xxi. Así es, el consejo local de Azaz ha iniciado una campaña para eliminar las armas de las zonas civiles en un intento de fomentar la seguridad y mantener relaciones, a prudente distancia, con la facción armada local. Y en la ciudad de Idlib, un comité de activistas civiles consiguió arrebatar el control del gobierno local a Yaysh al-Fatah, la coalición de facciones armadas islamistas que llevaba largo tiempo administrando la ciudad. A través de la clase coordinadora, los Estados donantes occidentales han convertido los «territorios liberados» en un laboratorio de gobierno participativo en Siria.
Pero sucede que el laboratorio está en llamas. Los avances mencionados anteriormente carecen de sentido si no se aseguran frente al paisaje militar constantemente cambiante del país. Hay dos razones de que este pueda ser el caso. La primera es que la oposición siria es posiblemente una víctima de la incoherencia política de sus «amigos», que han creado rivalidades entre la oposición y puesto en marcha programas mal concebidos que no tienen sentido en una zona de guerra. Estos programas introducen principios abstractos en comunidades aún sometidas a bombardeos desde el cielo. Los centros comunitarios han sido planificados, financiados y posteriormente atacados por Rusia y el régimen. Según un funcionario estadounidense que trabaja para un programa que apoya esos proyectos en Siria, ataques como esos son una repetida amenaza para su trabajo, pero es algo que no está autorizado a comentar públicamentexxii. En cualquier caso, el reciente ataque de misiles de la administración Trump contra el régimen de Asad no ha hecho más que profundizar la ambigüedad de la política estadounidense respecto a Siria. Incluso en una reciente entrevista, el presidente Trump pareció confundir Siria con Iraqxxiii.
La segunda explicación es que no es la seguridad de las comunidades sirias lo que constituye el objeto de preocupación, sino la seguridad de Occidente. El paso del tiempo sugiere que a pesar de la retórica en sentido contrario, es el contraterrorismo el que dicta el flujo y reflujo del apoyo occidental a la oposición. En el mejor de los casos, los gobiernos extranjeros consideran como socios a las redes de la oposición y a los consejos locales que apoyan y, en el peor, como instrumentos de la guerra inacabable y abstracta contra el terror. Se ha dejado que los sirios luchen para encontrar el espacio de su propio proyecto político entre los objetivos contraterroristas de sus «aliados», las restricciones de sus Estados anfitriones temporales y la burocracia global que sostiene el sistema de Estado-nación. La financiación es intermitente, sus condiciones bizantinas, e incluso los miembros más importantes de la clase coordinadora siria se ven sometidos a una enmarañada red de restricciones a la movilidad. No es de extrañar, por tanto, que los militantes que están en el interior de Siria se sientan tan profundamente desilusionados con los actores externos y con los sirios que colaboran con ellos desde el exilio. Seis años después, estas contradicciones desgarran cada vez más el conflicto sirio del contexto, algo tan vital para comprender su futuro a largo plazo. Esto se debe a que al insistir tanto en el contraterrorismo, no se toma en serio el tipo de terrorismo que es más grave para Siria. A menos que todos los actores clave estén dispuestos a admitir que la violencia estatal es una prioridad tan alta como la de contrarrestar el violento extremismo trasnacional, el apoyo abstracto que ofrecen para las reformas políticas participativas en Siria no hará sino atizar más desilusión hacia los modelos políticos alternativos, normalizando la violencia de Estado en la escena internacional. Y reforzará la autocumplida profecía de una oposición siria fragmentada.
En todos esos tres aspectos, el séptimo año del levantamiento sirio parece estar a punto de ofrecer nuevas oportunidades de pérdida de oportunidades.
Notas:
i El debate sobre la autonomía política de los movimientos de la oposición siria es amargo, no da señales de acabar y procede de todos los sectores. En los primeros años del levantamiento sirio se produjeron intentos para reconciliar al Consejo Nacional Sirio (encabezado por muchas de las «viejas» personalidades de la oposición en el exilio, como Burhan Ghalioun y Michel Kilo), que contaba con apoyos externos, y el Comité de Coordinación Nacional (CCN), que hasta el día de hoy tiene su sede en Damasco. Los miembros del CCN culpan a las figuras de la oposición en el exilio de haber metido al país en una guerra civil y de reforzar la mano de los actores externos en la política interna. Mientras tanto, la Construcción del Movimiento Estatal Sirio (BSS, por sus siglas en inglés), otra entidad con sede en Damasco, postula que los anteriores son ineficaces, que son órganos convencionales con poco apoyo popular. Más recientemente, analistas no sirios han acusado a la oposición siria en el exilio (sin diferenciar entre ellos) de ser los peones de un intento secreto estadounidense para cambiar el régimen en Damasco. Zaydun al-Zoubi, mientro del CCN. Entrevista con el autor, Gaziantep, enero de 2017. Véase también: Sam Heller, «Syrian Opposition Politics – with a Lower-Case ‘P'». (The Century Foundation, 3 enero 2017). Max Blumenthal: «Inside the Shadowy PR Firm That’s Lobbying for Regime Change in Syria», Alternet, 3 octubre 2016.
ii En el lenguaje de los grupos de la oposición siria, esas zonas reciben el nombre de «territorios liberados», a diferencia de la mayor parte de la literatura de la guerra civil, que los describe como territorios «bajo control rebelde» o «gobernados por los rebeldes»
iii Zuhair Sakbani, antiguo miembro de la Coalición de la Oposición Siria. Entrevista con el autor en Gaziantep, diciembre 2016.
iv Un destacado activista de la sociedad civil siria. Debate con el autor, Gaziantep, enero de 2017.
v El Grupo de los Amigos de Siria (conocido también como Londres 11) es un grupo de Estados que simpatizan con los movimientos de la oposición siria, además de un número de organizaciones internacionales que tratan de proporcionar apoyo humanitario mayor a las zonas no controladas por el régimen. Entre esos Estados figuran EEUU, Turquía, Jordania, Qatar, Arabia Saudí y Gran Bretaña.
vi Kheder Khaddour & Kevin Mazur, «The Struggle for Syria’s Regions,» Middle East Report 269 (2015); James Dobbins, Philip Gordon, Jeffrey Martini (2017). «A Peace Plan for Syria III: Agreed Zones of Control, Decentralization, and International Administration,» Rand Institute Perspectives; Samer Araabi, «Syria’s Decentralization Roadmap,» Carnegie Endowment, Sada Middle East Analysis. 23 marzo 2017.
vii Por ejemplo, el Comité Político del Gran Manbij ( الهيئة السياسية في مدينة منبج وريفها ) está compuesto por miembros del Consejo Revolucionario de la ciudad que se vieron obligados a marcharse ante la invasión del ISIS en 2014, ante el temor de que les asesinaran. Actualmente en el sureste de Turquía, muchas de estas figuras de la oposición de Manbaji han pasado fácilmente a apoyar los consejos locales en comunidades muy diferentes en los territorios liberados. Justifican esto sobre la base de que todos forman parte de un proyecto revolucionario más amplio. (Monzer Salal, director del Comité de Estabilización del Consejo Provincial de Alepo. Entrevista con el autor, Gaziantep, febrero 2017).
viii Ali Hamdan: «The Displaced as Actors in Syrian Politics», Middle East Institute, 21 diciembre 2016.
ix Muchos atribuyen los consejos locales a los escritos del pensador anarquista sirio Omar Aziz. Después de ser arrestado en 2012, Aziz murió en una prisión del régimen en febrero de 2013. Por otra parte, los consejos locales existían con anterioridad al levantamiento de 2011 y sus funciones se modificaron en agosto de ese año a través del Decreto Legislativo 107. Los consejos se formaron también a partir de las redes sociales preexistentes y de los sistemas de resolución de disputas.
x Director de una organización de puesta en marcha de proyectos. Entrevista con el autor, Gaziantep, febrero de 2017.
xi Syrian American Medical Society: «Aleppo’s Medics under Attack: SAMS Facilities and Medical Equipment in Eastern Aleppo Seized by the Government,» 26 diciembre 2016.
xii El Frente del Levante (al-Yabha al-Shamiya) es una de las ramas más amplias del Ejército Libre Sirio. Actúa fundamentalmente en el norte de la zona rural de Alepo, en particular cerca de la ciudad fronteriza de Azaz.
xiii Véase Saif al-Najdi, periodista freelance, 12 febrero 2016, mensaje de Facebook.
xiv Reinoud Leenders: «Master Frames of the Syrian Conflict: Early Violence and Sectarian Response Revisited,» POMEPS workshops, 3 mayo 2016.
xv Como señaló un sirio que trabaja para un contratista de logística, el Vali [gobernador] de Gaziantep es en esencial la primera y última autoridad en la zona segura.
xvi Rayae Hamadin, oficial de campo de la Asociación de Médicos Independientes. Entrevista con el autor, Gaziantep, enero 2017.
xvii Hay que señalar que los policías entrenados por los turcos en Yarablus están armados, no así los de Idlib y el Alepo rural. Empleado anónimo de un contratista privado que trabaja con la Policía Siria Libre. Entrevista con el autor, Gaziantep, enero 2017.
xviii Amberin Zaman: «Syria’s New National Security Force Pledges Loyalty to Turkey,» Al-Monitor, 25 enero 2017.
xix Ismail Jamal: «Free Syrian Police Chant for Erdogan and Turkey Raises Controversy among Syrian and Arab Twitter Users,» Al-Quds al-Arabi , 24 enero 2017.
xx Notas de campo, Gaziantep, 23 enero 2017.
xxi Empleado anónimo de una organización internacional de logística. Entrevista con el autor, Gaziantep, enero 2017.
xxii Naturalmente, el funcionario prefiere mantener el anonimato.
xxiii Donald Trump, transcripción de la entrevista con Maria Bartiromo, Fox Business, 12 abril 2017.
Ali Hamdan es un doctorando del departamento de geografía de la Universidad de California, Los Angeles (UCLA). Es becario del American Center for Oriental Research (ACOR) y miembro asociado del Institut Français du Proche-Orient (IFPO), ambos en Amman, Jordania, y ha colaborado con varias organizaciones con sede en Siria. Sus investigaciones estudian las prácticas movilizadoras de la oposición siria desde una perspectiva geográfica, centrándose en los núcleos de la actividad de la oposición en el exilio.
Fuente: http://www.jadaliyya.com/pages/index/26450/toward-a-vocabulary-for-syria%E2%80%99s-opposition
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