Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
«Ante los recientes bombardeos del ejército saudí contra el muy amado pueblo yemení, sentimos un gran disgusto y tristeza. La intervención de Arabia Saudí no hace más que alimentar un inútil baño de sangre en su frontera con el Yemen».
Mahdi Akef, Presidente de los Hermanos Musulmanes de Egipto, 9 de noviembre de 2009.
«¿Cómo puede el Custodio de las Dos Mezquitas Sagradas del Islam [el rey Abdullah de Arabia Saudí] permitir el asesinato de musulmanes inocentes en los meses prohibidos?».
Ali Larijani, Portavoz del Parlamento iraní, 15 de noviembre de 2009. (El Islam prohíbe emprender la guerra durante cuatro meses a lo largo del calendario lunar, uno de ellos es el de Dhu al-Qidah, que coincide este año con el mes de noviembre).
Si es que había algún interrogante acerca de cuál era el país que estaba interfiriendo en la guerra civil del Yemen, Arabia Saudí proporcionó la respuesta cuando sus aviones de combate F-15 y Tornado atacaron hace dos semanas las posiciones rebeldes zaidíes en la montañosa región fronteriza entre los dos países y más allá.
Los combatientes zaidíes, conocidos como huzíes, se han visto envueltos desde 2004 en luchas esporádicas con el gobierno del Yemen; un conflicto que volvió recientemente a estallar de nuevo el pasado mes de agosto (Para más información, véase «Saada Ander Siege«).
Al parecer, el ataque saudí se produjo en venganza del asesinato de un guardia fronterizo cometido por los rebeldes a primeros de noviembre. Sin embargo, los huzíes acusan a Arabia Saudí de permitir que el ejército del Yemen lance ataques desde territorio saudí y de que ellos mismos participen en asaltos transfronterizos.
¿Irán o Arabia Saudí?
En efecto, la acusación que más se intercambia entre los huzíes y el gobierno del Presidente yemení Ali Abdullah Saleh gira alrededor de qué país está proporcionando apoyo material al otro. Una acusación que viene ya de largo -aunque aún no se ha comprobado-, y que tanto el Yemen como Arabia Saudí formulan es que Irán está financiando a la insurgencia huzí, proporcionándole dinero, armas y entrenamiento.
En realidad, la mayor parte de las armas que han encontrado su camino hacia el norte del gobernorado de Saada y hacia manos rebeldes es muy probable que provengan de soldados yemeníes desafectos (muchos de los cuales son zaidíes), que no desean combatir a sus paisanos, o de quienes sencillamente han abandonado sus puestos y han huido.
El pasado octubre, supuestamente, Yemen apresó a un buque iraní que llevaba armas a los huzíes, arrestando a cinco miembros de su tripulación. Aunque se prometió dar públicamente detalles de la subsiguiente investigación, desde entonces no se ha sabido prácticamente nada. El gobierno iraní negó que ninguno de sus buques hubiera sido capturado en aguas yemeníes, describiendo todo el incidente como una «fabricación de los medios».
El 11 de noviembre, en un artículo del Christian Science Monitor titulado «¿Está jugando Irán algún papel en el conflicto del Yemen?», Joost Hilterman, director adjunto del programa para Oriente Medio del International Crisis Group en Washington D.C., dijo: «Probablemente, no hay nada que se parezca a una implicación iraní. No he visto pruebas de ello y es realmente querer llegar un poco demasiado lejos». Seguía diciendo: «Los iraníes son francamente brillantes. No juegan ningún papel en absoluto, pero consiguen todo el reconocimiento…»
Pero si hay alguien que con toda certeza se lleva el reconocimiento por su intromisión es Arabia Saudí.
Preocupada de que los huzíes -en su búsqueda por poner fin a la discriminación política y socioeconómica de la comunidad zaidí como consecuencia de la invasión wahabí y de la presencia de Al-Qaida- pudieran ellos mismos transformarse en un grupo parecido a Hizbollah, los saudíes han decidido utilizar todo su sofisticado armamento contra ellos y el empobrecido pueblo del norte del Yemen. Esas armas incluyen aviones y helicópteros de combate, misiles tierra-aire y posiblemente algo más siniestro.
¿Fósforo blanco?
Los huzíes aseguran ahora que el ejército saudí ha estado disparando proyectiles de fósforo blanco contra zonas civiles. Como AFP informó, un asesor no identificado del gobierno saudí dijo que eran meramente bengalas (lo mismo que dijeron los israelíes en la guerra contra Gaza).
En respuesta, Amnistía Internacional emitió el siguiente comunicado:
«Hay informaciones que acusan a la fuerza aérea saudí de arrojar bombas de fósforo blanco. No está claro si ha muerto alguien en esos bombardeos y, si así fuera, si hay civiles entre los muertos, pero sí sabemos que alrededor de 300 familias huyeron después de la zona.
Las bombas de fósforo blanco son armas altamente incendiarias y suponen graves riesgos para los civiles. Nunca deberían utilizarse cerca de lugares donde haya civiles».
El día posterior al mencionado ataque, Amnistía Internacional escribió al Ministro saudí de Defensa, S.A.R. el Príncipe Sultan bin Abdul Aziz Al-Saud, preguntándole si se habían utilizado bombas de fósforo y, si lo habían hecho, de qué forma y qué tipo de precauciones se adoptaron para asegurar no poner en riesgo las vidas de los civiles. Hasta el momento, la organización no ha recibido respuesta alguna.
Las cifras de muertos
El ataque saudí contra el norte del Yemen es el epítome del aventurerismo y oportunismo militar. Les permite utilizar -por vez primera- armas avanzadas compradas en Estados Unidos contra un grupo de rebeldes mal equipados en medio de una población destituida, desnutrida y desplazada. Las consecuencias humanitarias de esta temeraria ofensiva están ya a la vista.
UNICEF indica que han sido evacuados alrededor de 240 pueblos del lado saudí de la frontera y que los residentes civiles se han visto forzados a dirigirse a campamentos de refugiados. En la parte yemení, el número de personas internamente desplazadas aumentó, en cuestión de semanas, hasta 25.000, y alcanza ya la cifra de 175.000 desde que el conflicto comenzó. Es imposible saber el número de personas asesinadas debido al apagón mediático impuesto por el gobierno saudí.
A pesar de esa falta de información, todas las señales avisan de un desastre inminente. Signad Kaag, Director Regional de UNICEF para Oriente Medio y Norte de África dijo: «Durante los pasados tres meses, los niños afectados por el conflicto en el norte han visto como se violaban todos sus derechos básicos. La falta de agua potable, nutrición e higiene están atacando su salud y bienestar y amenazan su misma supervivencia, una situación que sólo puede empeorar con la llegada del invierno».
Arabia Saudí no da señales de amainar sus ánimos. Sus autoridades han declarado que van a intentar crear una «zona-tapón» de unos diez kilómetros de profundidad en territorio yemení y han impuesto un bloqueo naval contra su costa norte.
Tomando partido
Poco después de los ataques aéreos saudíes, el portavoz del Departamento de Estado estadounidense, Ian Nelly, afirmó:
«Bajo nuestro punto de vista, no puede haber una solución militar a largo plazo en el conflicto entre el gobierno yemení y los rebeldes».
Pero, la pasada semana, EEUU firmó un acuerdo de cooperación sobre inteligencia militar y entrenamiento con el gobierno de Saleh, convirtiéndose así en parte en el conflicto. Esto les coloca, para colmo de ironías, en el mismo lado que los elementos de Al-Qaida utilizados por Saleh para combatir a los huzíes.
Aunque las monarquías del Golfo y otras dictaduras árabes han proclamado su apoyo al Yemen y a la «integridad territorial de Arabia Saudí», el tono adoptado tanto por los grupos musulmanes sunníes como chiíes de Oriente Medio, como la Sociedad del Seminario de Profesores de Qum de Irán y los Hermanos Musulmanes de Egipto, ha sido el de lamentar las hostilidades y subrayar la necesidad de la reconciliación (esto en agudo contraste con el vitriolo abiertamente hostil anti-iraní y anti-chií del establishment religioso saudí, que hizo un llamamiento a que su gobierno combatiera a los «desviados» huzíes «con mano de hierro»).
Esta irresponsable demostración de poderío por parte de Arabia Saudí sólo sirve para exacerbar las tensiones sectarias y regionales, colocando la solución al conflicto aún más fuera del alcance. Está claro que la única solución tiene que ser la diplomática. Hace tiempo ya que la Liga Árabe, la Organización de la Conferencia Islámica y el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas deberían haber intervenido en el conflicto para evitar que su concomitante espiral de costes humanitarios escape de todo control.
Y si los saudíes están preocupados de que los huzíes se hayan convertido, o se puedan convertir, en otro Hizbollah, deberían ser prudentes y recordar lo que Hizbollah le hizo al ejército israelí cuando éste decidió su demente ataque y dejar al Yemen en paz.
Rannie Amiri es un comentarista independiente de cuestiones sobre Oriente Medio. Puede contactarse con él en: [email protected]