«El castigo colectivo está prohibido (artículo 50 del Reglamento de La Haya, 1907). El IV Convenio de Ginebra prohibe claramente al poder ocupante castigar a un grupo entero por las acciones de individuos, si los miembros del grupo no son responsables de ellas. Ninguna «persona protegida» [según las leyes de la ocupación] puede ser castigada […]
«El castigo colectivo está prohibido (artículo 50 del Reglamento de La Haya, 1907). El IV Convenio de Ginebra prohibe claramente al poder ocupante castigar a un grupo entero por las acciones de individuos, si los miembros del grupo no son responsables de ellas. Ninguna «persona protegida» [según las leyes de la ocupación] puede ser castigada por una ofensa que no cometió personalmente, y «los castigos colectivos, así como otras medidas de intimidación o terrorismo están prohibidos» (Art. 33 del IV Convenio de Ginebra)». Diakonia Suecia (Guía fácil sobre Derecho Internacional Humanitario en los Territorios Palestinos Ocupados)
Hoy 12 de abril se cumple exactamente un mes desde que la población de Awarta (5000 habitantes), un pueblo palestino de Cisjordania -en la región de Nablus-, ha sido sometida exactamente a lo que el derecho internacional humanitario define como «castigo colectivo».
El delito de Awarta es ser la población más cercana a la colonia israelí ilegal de Itamar, donde el 5 de marzo una familia judía fue asesinada brutalmente (ver en este blog: «Escalada de violencia en la región de Nablus», 13/3/11). Aunque hasta hoy se desconoce quién ha sido el autor del crimen, las autoridades israelíes dieron por descontado que se trata de una acción cometida por palestinos y por motivaciones políticas.
El equipo del EAPPI en Yanún -que yo integro- ha venido acompañando a la población de Awarta con impotencia y preocupación, al igual que un número creciente de organizaciones de derechos humanos y solidaridad israelíes e internacionales. Cada vez que hemos podido entrar a Awarta -en los momentos en que el ejército israelí levanta temporalmente el toque de queda- hemos presenciado y documentado de primera mano las acciones de violencia extrema cometidas por los soldados contra una población indefensa y aterrorizada.
Es difícil poner en palabras las escenas de indescriptible destrucción y violencia que hemos presenciado, y el terror que hemos visto en los rostros de las niñas y niños, de las mujeres, de los ancianos, de los jóvenes de Awarta, impotentes ante la impunidad y el avasallamiento de uno de los ejércitos más poderosos del mundo. En una acción urgente que el EAPPI acaba de preparar, tratamos de resumir los informes minuciosos que elaboramos después de cada visita del ejército -y nuestra- a ese modesto pueblo de Nablus:
Awarta: hechos y cifras
Personas que permanecen detenidas: 71 (entre ellas un niño y dos mujeres mayores). Personas arrestadas y conducidas a instalaciones militares israelíes en un mes: entre 600 y 700 (entre ellas, un periodista y 150 mujeres en la última incursión, 10/4/11). Incursiones del ejército en la población: 6 en un mes. Días con toque de queda en un mes: 12 Casas particulares allanadas: 1500. Casas ocupadas por el ejército durante toda la noche: 30. Procedimientos operativos: – El ejército entra al pueblo generalmente durante la noche o a primeras horas de la madrugada, despertando a la gente con granadas de ruido, gas lacrimógeno e incluso munición bélica contra las casas (pudimos ver cientos de cartuchos de granadas y gas y los agujeros de balas en las paredes). – Los soldados (entre 80 y 200) entran con gran violencia y allanan docenas de casas al mismo tiempo. Usan perros para rastrear que aterrorizan a los niños; hubo incluso casos de personas mordidas por los animales. – Las personas son sacadas de su casa en ropa de dormir mediantes gritos, amenazas y culetazos, y obligadas a permanecer al frío de la intemperie durante muchas horas o toda la noche; no se les permite abrigarse, ni siquiera a niños y niñas. Algunos hombres jóvenes son encerrados en el baño o en una habitación de la casa e interrogados con uso de violencia durante horas antes de llevárselos detenidos. Arrestos: – Los hombres -en grupos de 20, 40 o más- son esposados y encapuchados; en los últimos arrestos, también las mujeres fueron tratadas así y llevadas a la base militar de Huwwara por personal masculino, lo cual significa una doble violencia en esta cultura. – Jóvenes y hombres han sido llevados a prisiones israelíes y mantenidos durante semanas o un mes sin ninguna acusación ni explicación. Muchos fueron liberados sin cargo alguno, pero unos 71 permanecen detenidos. – Por primera vez también un centenar de mujeres fueron arrestadas a medianoche el pasado 10 de abril, y llevadas junto con los hombres a la base militar de Huwwara, sin que interviniera personal militar femenino. Algunas de ellas estaban amamantando y otras con sus hijos pequeños; todas fueron mantenidas al frío durante toda la noche. Para la cultura musulmana palestina, esto significa una violencia extrema. – El 12 de abril, una familia entera de 20 integrantes fue sacada de la cama a las 2 AM y mantenida a la intemperie bajo el frío hasta las 6 AM. A esa hora les permitieron entrar a la casa, pero fueron encerradas en una habitación durante ocho horas. Mientras tanto, su casa y sus pertenencias fueron destruidas y vandalizadas. Daños físicos y síquicos: – Las personas fueron golpeadas brutalmente por los soldados en los hombros, brazos y espalda. A un joven le quebraron el brazo de un culatazo y tuvo que ser hospitalizado. – Los niñas y niñas están en shock y traumatizados después de haber presenciado tanta violencia sistemática y reiterada en su propio hogar y hacia sus familiares, durante un mes. Sus casas han sido destruidas, saqueadas y vandalizadas. Tienen trastornos de sueño y de apetito, y claramente necesitan atención sicológica inmediata. – El 12 de abril, una de las mujeres que fue obligada a permanecer a la intemperie durante toda la noche y estaba embarazada, empezó a sangrar. Le permitieron llamar a su médico, quien pidió llevarla en ambulancia a Nablus, pero la ambulancia tuvo que esperar dos horas hasta que fue autorizada a entrar en Awarta. Otra mujer, también descompensada, fue llevada al hospital. Las dos fueron atendidas y se recuperan, pero continúan visiblemente traumatizadas. Daños materiales: – Todo tipo de pertenencias han sido completamente destrozadas en las casas allanadas: mobiliario, artefactos de baño y eléctricos (lavadoras, heladeras, computadoras, etc.), instalaciones eléctricas arrancadas del techo y paredes, paneles solares destrozados, etc. En la cocina, tanto utensilios como equipamiento, y también alimentos almacenados fueron destruídos o arruinados: barriles y bolsas de harina, aceite, azúcar, arroz fueron derramadas por el piso o sobre ropa y mobiliario. – En algunas casas los soldados entraron a allanar hasta 6 veces en un mes, y en todos los casos, absolutamente todas las pertenencias fueron dañadas y destrozadas. Nada quedó en su lugar; los destrozos y el caos reinaban en todas las habitaciones de la casa, sin excepción. Las familias perdieron todo lo que tenían. – Los soldados robaron importantes sumas de dinero, teléfonos celulares, docenas de tarjetas de memoria y otras pertenencias de valor.
De qué se trata todo esto
Es indudable que estas acciones nada tienen que ver con una investigación criminal profesional y de acuerdo con estándares aceptables para dar con los autores del crimen de Itamar. Se trata sencillamente de una política de castigo colectivo impuesta arbitrariamente sobre la población palestina. Esa política se manifiesta en este momento con particular violencia e intensidad en Awarta, pero no es un hecho aislado: es parte de un sistema perverso cuya única finalidad es hacer la vida de la población palestina insoportable y miserable, a fin de que se vayan del territorio que Israel ocupa ilegalmente desde 1967 y al que no parece dispuesto a renunciar.
El juego no puede ser más claro: mientras el ejército mantenía encerrada a toda la población de Awarta mediante el toque de queda, los colonos de Itamar bajaron la colina armados y empezaron a atacar las casas aisladas del pueblo. Y -como suele suceder- instalaron un campamento en tierras privadas palestinas. Es la forma en que habitualmente se inicia el proceso de apropiación: primero instalaciones precarias protegidas por el propio ejército israelí para mantener alejados a los palestinos dueños de la tierra, y luego de generar ‘hechos consumados’, comienza la construcción de viviendas, instalaciones productivas y todo lo que constituye un «outpost» (vocabo en inglés que designa las expansiones de las colonias).
Esa es la verdadera cuestión detrás de los operativos militares, la propaganda sobre el terrorismo palestino, la necesidad de seguridad de Israel, y demás fachadas visibles de la ocupación: el objetivo final es la apropiación de más y más territorio palestino para continuar con la expansión de las colonias ilegales.
Rompiendo el silencio
Después de observar el comportamiento del ejército israelí -particularmente este último mes en Awarta- comprendí mejor el trabajo de Breaking the Silence, que se define como «una organización de veteranos militares israelíes que trabaja para despertar conciencia sobre la realidad cotidiana en los Territorios Ocupados» (OPT).
El grupo se formó en 2004 con ex soldados que habían estado ubicados en Hebrón. Comenzó reuniendo testimonios de combatientes que habían servido en el ejército desde la segunda Intifada. Desde entonces ha publicado seis libros con testimonios recogidos en forma anónima (uno específico sobre la Operación Plomo Fundido en Gaza 2008-2009, y otro de mujeres soldadas). También organizan charlas, exhibiciones y tours en Hebrón para explicar al público israelí e internacional el papel que varias generaciones de jóvenes israelíes son obligadas a jugar durante dos, tres o más años en el plan de control, sometimiento y humillación cotidiana de la población palestina.
Como explican en su sitio web: «Los soldados que sirven en los OPT son testigos y partícipes de acciones militares que cambian sus vidas dramáticamente. Los casos de abuso hacia los palestinos, saqueo y destrucción de propiedad, han sido la norma por años, pero todavía se los explica como «casos extremos y aislados». Nuestros testimonios presentan una realidad diferente y mucho más sombría, en la que el deterioro moral se refleja en el tipo de órdenes y reglas de combate, que se justifican en nombre de la seguridad.
«Aunque esta realidad es conocida por los soldados y mandos militares, la sociedad israelí continúa haciendo la vista gorda y negando lo que se hace en su nombre. Los soldados que vuelven a la vida civil descubren la brecha existente entre la realidad que encontraron en los OPT y el silencio que encuentran en casa. Para ‘volver a ser civiles’, los soldados son forzados a ignorar lo que han visto y hecho. Nosotros luchamos para hacer oir las voces de esos soldados, y para que la sociedad israelí enfrente una realidad cuya existencia ella misma ha permitido. (…) Una realidad que existe en su propio patio trasero, pero que rara vez se menciona en los medios de comunicación.»
La organización ha recogido a la fecha más de 700 testimonios de soldados y soldadas que representan a todos los estratos de la sociedad israelí y a todas las unidades militares que operan en los OPT. Todos los testimonios publicados son previa y minuciosamente investigados, y todos los hechos relatados son verificados a través de otros testimonios directos y/o de los archivos de otras organizaciones de derechos humanos activas en el terreno. Cada soldado/a que da su testimonio conoce bien los fines de la organización. Muchos soldados eligen permanecer en el anonimato, debido a las múltiples presiones que reciben del ejército y de la sociedad en su conjunto.
Para leer o descargar gratuitamente los seis libros con testimonios: http://www.shovrimshtika.org/publications_e.asp
Esta película ya la vimos
A pesar de los llamados de atención de organismos como el Comité Internacional de Cruz Roja, ONU Mujeres, UNOCHA (oficina de la ONU en Palestina, cuyo jefe de misión visitó Awarta antes de la última incursión del ejército), y de las denuncias y fotografías que organizaciones como el EAPPI, International Solidarity Movement, B’Tselem, Rabinos por los DDHH, Yesh Din y otras venimos difundiendo por todos los medios posibles, la comunidad internacional -léase los gobiernos, la opinión pública y los medios de comunicación de nuestros países- permanece indiferente y pasiva ante los abusos perpetrados por el ejército israelí, y ante este escandaloso despliegue de violencia hacia una población indefensa.
Para quienes vivimos las dictaduras latinoamericanas, el castigo colectivo aplicado sobre la población de Awarta tiene un nombre más familiar: terrorismo de Estado. Efectivamente, mientras asistimos a las violaciones de derechos humanos cometidas en esa localidad, recibimos simultáneamente denuncias de atropellos similares en las colinas del sur de Hebrón, o en el Valle del Jordán. Como dicen los integrantes de Breaking the Silence, no se trata de excesos aislados: se trata de una política estatal sistemática y planificada de hostigamiento y exterminio a largo plazo de un pueblo entero. No en vano hay más de 7000 prisioneros palestinos en las cárceles israelíes.
También se parece a nuestras dictaduras la ausencia de un Estado de Derecho. En los OPT, el ejército israelí es el que manda. Fuera de las ciudades donde la policía de la Autoridad Palestina tiene jurisdicción (Nablus o Ramallah, por ejemplo; correspondientes a lo que los Acuerdos de Oslo calificaron como Área A), en las aldeas y pueblos (definidos como Área b) la única autoridad responsable de los asuntos de «seguridad» es el ejército (y en algunos casos la policía) israelí. Y en las zonas rurales o definidas por Israel como «zona militar» (Área C), el ejército es amo y señor, no sólo en asuntos de seguridad sino también de gobierno (aunque en este caso se disfrace con el absurdo nombre de «administración civil»).
Muy pocos palestinos se animan a presentar denuncias judiciales contra los abusos del ejército; saben que no sólo es inútil, sino también peligroso. Según me explicaron abogados de derechos humanos -tanto palestinos como israelíes-, cuando las personas se animan a denunciar, ellos las apoyan, pero sólo para sentar precedentes y poner en evidencia que el sistema de justicia simplemente no funciona para el pueblo palestino.
Si esta política de terrorismo de Estado fuera aplicada por cualquier gobierno «enemigo» de los intereses de Estados Unidos o las potencias europeas, ya sabemos cuál habría sido el destino de los sucesivos gobiernos israelíes. En cambio, contar con el apoyo incondicional del país más poderoso del mundo -y la pasiva complicidad de todos los demás- es la garantía de que la impunidad seguirá imperando en los territorios palestinos ocupados.
Qué se puede -y se debe- hacer
No obstante, en los países del Norte cada vez va tomando más fuerza el movimiento de la sociedad civil conocido como «Global BDS Movement» (por sus siglas en inglés): boicot, des-inversión y sanciones. En alianza con importantes figuras y grupos de la sociedad civil palestina (incluidas iglesias cristianas), este movimiento se inspira en el que contribuyó a poner fin al régimen de apartheid en Sudáfrica.
Como en ese caso, el planteo se basa no en razones ideológicas o políticas, sino estrictamente de derecho internacional y humanitario: se debe suspender las relaciones de intercambio comercial, cultural o científico con Israel hasta que ese Estado cumpla con las resoluciones que la ONU ha dictado desde 1947 relativas a la ocupación de los territorios palestinos, y con los principales tratados del Derecho Internacional Humanitario y de los Derechos Humanos hacia la población palestina sometida a la ocupación.
Los gobiernos progresistas de los países latinoamericanos -empezando por los que han reconocido recientemente al Estado Palestino- deberían recordar el papel fundamental que jugó la solidaridad internacional así como el movimiento internacional de DDHH para quitar legitimidad a los regímenes dictatoriales que sufrieron nuestros pueblos durante las décadas de los Setenta y Ochenta del siglo pasado, y tomar la iniciativa para que la comunidad internacional aplique medidas efectivas de presión sobre Israel, exigiendo no sólo que rinda cuentas sino que ponga fin a las políticas de Terrorismo de Estado en los territorios palestinos ocupados.
Este artículo está basado en varias visitas presenciales a la población de Awarta en Cisjordania (marzo-abril 2011), y en los sitios web de Breaking the Silence, Diakonia Suecia (Easy Guide to International Humanitarian Law in the Occupied Palestinian Territory (oPt), UNOCHA, B’Tselem y Global BDS Movement. Para más información sobre la situación de Awarta y los OPT, recomiendo visitar el sitio web del International Solidarity Movement y el blog Occupied Palestine.