Ante el genocidio que sufre el pueblo palestino en Gaza a manos del ejército israelí, al autor reivindica ir más allá de la necesaria ayuda humanitaria, y reclama el soporte armado por parte de fuerzas revolucionarias internacionales, por ser éste un caso de invasión cometida por la potencia capitalista que es Israel. A lo largo […]
Ante el genocidio que sufre el pueblo palestino en Gaza a manos del ejército israelí, al autor reivindica ir más allá de la necesaria ayuda humanitaria, y reclama el soporte armado por parte de fuerzas revolucionarias internacionales, por ser éste un caso de invasión cometida por la potencia capitalista que es Israel. A lo largo del artículo pone ejemplos históricos de la validez de esta estrategia y cita, entre otros, la victoria moral de Arafat frente a las fuerzas sionistas en 1982.
Un ejemplo del retroceso de las «izquierdas» en las sociedades del capitalismo imperialista es la práctica desaparición en sus propuestas, reflexiones y debates de algo que fue esencial en las fuerzas revolucionarias hasta comienzos de la guerra de 1939-45, e incluso hasta bastante después en muchos casos: la ayuda práctica y armada a las luchas de los pueblos invadidos por potencias capitalistas, o arrasados por sublevaciones contrarrevolucionarias, militaristas y nazifascistas. No se trataba, ni se trata ahora tampoco, únicamente del principio ético-moral del deber humanitario de ayuda a la autodefensa del oprimido frente al opresor, que también; sino a la vez de un principio teórico-político de estrategia y de táctica ya considerado como tal por la mayoría de las fuerzas políticas desde la Antigüedad.
Sin ir muy lejos, las reaccionarias monarquías francesa y española ayudaron con armas, dinero y soldados a los yanquis insurrectos en su lucha contra el ocupante británico a finales del siglo XVIII. Sin las armas que los haitianos ya independientes tras vencer a las potencias colonialistas invasoras dieron a Simón Bolívar, sin este internacionalismo consecuente, la emancipación de los pueblos de las Américas se hubiera retrasado más tiempo multiplicándose las masacres brutales que el reino de España practicaba sin piedad.
Acercándonos al presente: ¿se nos han olvidado las ayudas en armas, municiones y repuestos que muchas izquierdas y fuerzas revolucionarias europeas, así como la URSS, prestaron a las naciones y a las clases trabajadoras atacadas por el franquismo con el apoyo de la Iglesia? Dicho de otro modo, ¿se nos ha olvidado la abrumadora ayuda militar en todos los sentidos, hasta el decisivo, el de la intervención directa -Durango, Gernika, Bilbo…- de los ejércitos nazifascistas, movidos por el petróleo de la ayuda yanqui a Franco, con la garantía de la «no intervención» del resto de potencias? ¿Se nos ha olvidado la modernización del Ejército franquista por los EEUU a partir de los 50 del siglo XX? Las «izquierdas» europeas se han acostumbrado a permanecer mudas, ciegas y sordas mientras los EEUU, la UE y otras potencias arman y rearman al Estado terrorista de Israel, con sus decenas de bombas nucleares, con sus servicios secretos con derecho a matar de forma selectiva o indiscriminada, con su fuerte control de la industria político-mediática yanqui, con su penetración en otros servicios secretos de medio mundo, especialmente en las dictaduras blandas y duras, y hasta en las «democracias», y con la astucia camaleónica de conceder prebendas a los colaboracionistas corruptos y a los «tontos útiles», como EITB, que van a Jerusalén a «informar neutralmente» en pleno solsticio de invierno, ¿o no tan «tontos» ni tan «neutrales»?
Las «izquierdas» han dejado la cansina tarea de condenar el complejo industrial-militar por su apoyo permanente al terrorismo sionista en manos de sus pacifistas ONG de turno, para dedicarse ellas, las «izquierdas», a tareas más rentables parlamentaria y económicamente.
Bastaría una orden de los EEUU y de la UE a Israel en la que se le dijera que le cierran el caudal de ayudas de todo tipo que mantienen viva a esta máquina exterminadora, para que se detuviera de inmediato. Pero las potencias saben que existe una simbiosis entre sus respectivas trituradoras por el creciente empeoramiento del panorama mundial en problemas vitales para la civilización burguesa.
Israel es un portaaviones nuclear terrestre de los EEUU en esa zona estratégica para el fundamentalismo judeocristiano. Pero la nación palestina, troceada y encarcelada en guetos diferentes, es mucho más que un simple peligro para el poder establecido en la región; es un símbolo, es decir, un doble peligro: el inmediato para la zona y el de largo alcance como fuerza concienciadora para el resto de la humanidad.
Al margen de las diferencias religiosas, culturales y políticas que puedan existir entre las organizaciones populares palestinas en Gaza y entre las izquierdas revolucionarias en el capitalismo imperialista, éstas no pueden echar por la borda la experiencia histórica y la teoría acumuladas durante dos siglos de internacionalismo entre las luchas de los pueblos y de las clases explotadas. Hacerlo, cometer este error, es empezar a cavar la tumba de la autoderrota y desaparición como organizaciones.
Maquiavelo dijo con razón que los suizos eran libres e independientes porque tenían armas. Hizbullah venció al Ejército invasor sionista en verano de 2006 porque disponía de las armas adecuadas, había aprendido los métodos, tácticas y disciplinas necesarias, con una estrategia adecuada a sus objetivos históricos. Desconocemos si Hamas dispone del armamento necesario para luchar contra Israel, y otro debate es si puede vencer aun teniendo los recursos de Hizbullah. Recordemos lo que le costó a Israel vencer a los palestinos en Beirut en 1982, buscando al final un acuerdo internacional que permitió salir al grueso de los palestinos dirigidos por Arafat, moral y políticamente victoriosos tras 88 días de combate con armas ligeras.
La indecisión, el poco control del miedo y hasta la cobardía son frecuentes en los ejércitos imperialistas, educados en las comodidades urbanas, con tropas acostumbradas a la aplastante superioridad de fuego, que esquivan la lucha cercana con el enemigo, casi viéndolo, y que tienen pánico al combate cuerpo a cuerpo. La creación de tropas especiales, sociópatas y asesinas, mercenarias de hecho por los altos sueldos que cobran aunque no sean profesionales de ejércitos privados, esos condottieri modernos que torturan, violan y degüellan por dinero, es una necesidad burguesa desde que surgieron las batallas de desgaste en grandes ciudades.
En Europa, hasta hace pocas décadas, las izquierdas se caracterizaban por integrar en su praxis lo relacionado con el arte de la guerra, siguiendo el argumento de que la guerra es la continuidad de la política por otros medios y la política es la continuidad de la guerra por otros medios. Dentro de esta dialéctica la explicación teórica y pedagógica del por qué, para qué y cómo del «socorro rojo», de las «brigadas internacionales», de la solidaridad internacionalista activa, de la guerra justa y de la violencia defensiva, son mediaciones que articulan en los hechos la interacción entre política y guerra, y viceversa.
Desarrollando a Maquiavelo, solamente quien puede defenderse activamente ante un agresor está en condiciones de evitar su ataque llegando a acuerdos negociados, si hay posibilidades y si es necesario. El pueblo palestino de Gaza necesita la ayuda efectiva de la izquierda del mundo entero.
http://www.gara.net/paperezkoa/20090113/116116/es/Ayuda-para-Gaza-armas