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Bajo asedio, los habitantes de Alepo se están muriendo de hambre

Fuentes: Al-Monitor

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández.

Dondequiera que vayas, dondequiera que mires, ojos tristes y rostros cansados. Una ciudad destrozada de calles desiertas y tiendas vacías, una abatida población de casi dos millones de habitantes que está siendo lentamente estrangulada hasta la muerte. Ambas partes del conflicto se culpan la una a la otra, aunque la verdad es que ambas son igualmente culpables por estar apostando con las vidas de tantos seres en su letal lucha bélica, una lucha que metafórica y literalmente ha devastado la ciudad y su gente.

Los artículos de primera necesidad, como alimentos frescos, verduras, leche, pan y carne, escasean enormemente y sus precios están fuera del alcance de la mayoría. La fruta es ahora un producto de lujo, los cigarrillos de marca solo pueden adquirirlos los ricos, el resto se las arregla con paquetes genéricos de tabaco que huelen y saben a serrín quemado. Solo las elites pueden conducir coches privados porque un tanque lleno de gasolina cuesta ahora dos meses del salario de un trabajador medio. El transporte público es muy escaso y vale el doble o el triple del precio habitual.

Dudo de que ni el más cínico de los alepinos pudiera haber imaginado nunca, ni en sus peores pesadillas, la situación en que se hallaba Alepo la pasada semana. Un paralizante y letal asedio justo cuando daba comienzo el sagrado mes del Ramadán -un tiempo de piadosa oración a la vez que de festivas tradiciones culinarias en una de las ciudades más antiguas y ricas en tradiciones del mundo-. La principal carretera a la ciudad, la carretera Alepo-Damasco, estaba cerrada debido a los enfrentamientos mientras los rebeldes lanzaban una reciente ofensiva y tomaban la barriada de Rashdin, en los límites occidentales de la ciudad. Esta arteria era vital al proveer todas las necesidades del oeste de Alepo: alimentos, combustible, medicinas y artículos diversos, así como por donde entraban y salían los autobuses de viajeros.

Tomé prestado el coche de mi padre, ya que mi coche -¡sorpresa!- tenía el depósito vacío, para desplazarme alrededor de las áreas de la ciudad en poder del régimen en búsqueda de algún producto fresco que comprar, se rumoreaba en los medios sociales que esa mañana habían llegado camiones con suministros. Pero al ir de barrio en barrio, me encontré siempre con lo mismo: unos pocos productos, como patatas, tomates y pepinos, que se vendían a precios que hubieran hecho enrojecer a un miembro de la dinastía francesa de los Luises.

Compré solo lo mínimo para poder hacer una ensalada para el iftar de mi familia de ese día, un lujo del que me sentí tan avergonzado que escondí rápidamente las bolsas en el maletero. Cuando pregunté a mi alrededor, alguien me respondió con amargura: «Yeah, seguro que llegan los camiones de la ayuda. Los medios sirios les grabaron y fotografiaron y después se largaron velozmente para que les filmaran en otra parte. La gente que esperaba confiadamente no consiguió nada». Una farsa repugnante. La gente que hacía cola en las panaderías contó que las tropas del régimen llegaron y se llevaron la mayor parte del pan, mientras quienes llevaban horas esperando bajo el sofocante calor veraniego se fueron con las manos vacías.

Ahora, la única opción que les queda a los vecinos del asediado oeste de Alepo es el cruce principal que une el este de Alepo, bajo control rebelde, con la zona oeste, en poder del régimen. El cruce de Bustan al-Qasr es muy adecuadamente denominado el «cruce de la muerte», porque varias personas que hicieron el peligroso trayecto cayeron víctimas, al parecer por los disparos indiscriminados de los francotiradores del régimen situados en los lugares más altos de la zona. Cuando el asedio comenzó y se produjo la escasez de alimentos, la gente arrostraba el peligro y cruzaba hasta el lado rebelde para comprar en las tiendas de allí y alimentar a sus familias. Pero los rebeldes que controlan el cruce les golpearon y humillaron, quitándoles o tirándoles por el suelo las míseras bolsas de alimentos que llevaban con ellos.

«Que te alimente el régimen» o «Vete a levantar primero el asedio en Homs», eran algunas de las cosas que les gritaban, como si esa gente indefensa pudiera estar influyendo de alguna manera en los crímenes del régimen.

Varias proclamas de los tribunales islámicos en las áreas rebeldes , así como un inmenso cartel sobre el cruce, prohibían expresamente llevar alimentos, leche o medicinas a las áreas del régimen. La lógica de esa medida era impedir que los comerciantes sin escrúpulos se aprovecharan de los precios más bajos del lado rebelde para hacer acopio y provocaran así una subida de los precios. Sin embargo, la polémica estalló cuando la escasez de alimento golpeó las zonas del régimen y los activistas en las áreas rebeldes protestaron en la zona del cruce para que se levantara la prohibición.

Los rebeldes que controlan el cruce respondieron con violencia ante los manifestantes, disparándoles y atacándoles con cuchillos, matando al menos a uno e hiriendo a varios. Esto provocó una dura reacción y la mayoría de los batallones rebeldes, así como los tribunales islámicos, se distanciaron rápidamente de esos rebeldes y levantaron la prohibición para permitir que la gente pudiera adquirir cantidades limitadas de verduras pero no así de carne, leche o huevos. Algunas personas adoptaron medidas desesperadas para poder introducir alimentos, había quienes se pegaban trozos de carne en las piernas o se metían huevos en los bolsillos, otros intentaban sacar productos de contrabando dentro de un televisor. Lo que hizo que todo este suplicio fuera aún más humillante fue que el cruce estaba controlado también por no sirios. Es decir, que un extranjero le prohibía a la gente de Alepo que llevara comida de un lado a otro de su propia ciudad y encima se dedicaba a insultarles.

Después, en el cruce se permitió de forma esporádica que la gente pasara comida según el capricho del grupo rebelde que estuviera controlándolo en cada momento. Un vecino que se atrevió a cruzarlo para comprar algunas verduras me dijo que cuando estaban atravesando los más o menos cien metros de tierra de nadie más allá del cruce, un francotirador del régimen le disparó en el cuello a una anciana. La gente se tiró al suelo y permaneció sin moverse durante media hora. Cuando su marido intentó llegar hasta ella, le dispararon también. Realmente, hacer una ensalada en Alepo puede llegar a costarte la vida.

Así pues, el pueblo de Alepo sigue atrapado en la más letal de las paradojas, cogida entre la espada y la pared, con ambos bandos más que dispuestos a verles morir de hambre con tal de conseguir cualquier objetivo siniestro que tengan en mente. Los rebeldes -que se supone luchan por la libertad de todos los sirios- desprecian a los habitantes del oeste de Alepo tildándoles de shabiha y simpatizantes del régimen, aunque cualquiera que tenga tan sólo dos dedos de frente sabe que los rebeldes -y el régimen- controlan partes de la ciudad de forma arbitraria y lo más seguro es que no tenga nada que ver con las lealtades de la gente que allí vive. Al régimen, con su cinismo habitual, no le preocupa el destino de su propio pueblo y les vería felizmente morir en su campaña de erradicación de «terroristas» o para avanzar en su campaña propagandística y culpar a la otra parte.

Como triste nota final, una de nuestras vecinas, desplazada de su hogar, que se halla en una zona de frente, nos suplicó que le diéramos algo de leche para su lloroso bebé. No teníamos leche, pero le dimos algo de yogur que ella diluyó con agua y azúcar. El rostro del bebé se iluminó y sonrió, pero ¿cuántos bebés más estarán llorando y durmiendo con los estómagos vacíos esta noche en Alepo?

Edward Dark es el seudónimo de un sirio que reside en Alepo. Twitter: @edwardedark

Fuente: http://www.al-monitor.com/pulse/originals/2013/07/aleppo-syria-rebel-siege-assad.html