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Bakú + Cali = la doble farsa del ecologismo

Fuentes: Rebelión

Cumbres del negacionismo al servicio del lobby ganadero-pesquero y del greenwashing.

– Doble farsa de las grandes cumbres de la ONU sobre cambio climático y biodiversidad, donde ni siquiera se habla de los problemas y soluciones más relevantes.

– Rebeldes Indignadas acusa a las grandes organizaciones ecologistas de silenciar los mayores problemas y soluciones en las dos grandes cumbres de la ONU para cambio climático y biodiversidad.

– La transición a dietas basadas en plantas y el decrecimiento profundo como las dos únicas respuestas ineludibles a la crisis, que brillan por su ausencia del debate.

Las dos grandes cumbres de la ONU sobre las dos grandes crisis ecológicas, de biodiversidad y de cambio climático están teniendo lugar entre octubre y noviembre de 2024, desplegando una vez más una doble farsa donde, ni las instituciones, ni los movimientos ecologistas que ejercen supuesta presión, hablan de ninguna de las cuestiones fundamentales para atajar ambas crisis: la transición a dietas vegetales y el decrecimiento profundo.

Del 11 al 22 de noviembre se celebra la COP 29 en Bakú, Azerbayán, la Conferencia de la Partes de la ONU sobre Clima, de nuevo en un petroestado. Del 21 de octubre al 1 de noviembre se ha celebrado la COP 16 en Cali, Colombia, la Conferencia de la Partes de la ONU sobre Biodiversidad. Se trata de las dos grandes cumbres de la ONU sobre las dos grandes crisis ecológicas que, íntimamente relacionadas y causadas por la acción humana, plantean una amenaza inminente a la posibilidad de un futuro vivible, para los seres humanos y para millones de otras especies.

La cumbre de Cali ha sido un fracaso, como se esperaba, donde se ha manifestado nulo avance hacia la propuesta aprobada en la anterior cumbre de Montreal de proteger 30% de ecosistemas terrestres y marinos para 2030, algo que sería esencial para frenar la superación de limites planetarios, sostener la resiliencia del Sistema Tierra ante el Cambio Climático, restaurar la capacidad de bosques y océanos de absorber carbono, y mantener los ciclos biológicos y geoquímicos que sostienen las actuales condiciones de habitabilidad. No hay lucha que valga contra el cambio climático sin esto, y además es esencial por muchos otros motivos, de entrada para frenar la actual extinción masiva por la que más de un millón de especies están en riesgo de desaparecer en las próximas décadas.

Pero esta medida solo es posible con un cambio drástico del sistema alimentario global hacia dietas basadas en plantas y otras alternativas a la explotación animal, y hacia una producción local y de temporada, libre de productos tóxicos, pues los alimentos de origen animal son la primera causa de extinciones masivas, destrucción de ecosistemas y contaminación global, al ocupar el 80% de la agricultura mundial, más de un tercio de la superficie habitable, y ser principal fuente de deforestación, así como de la devastación de más del 55% de los océanos, de los que solo está protegido un 0,5 a 3% y aun en las zonas protegidas de la propia UE, con muy pocas excepciones, se permite la actividad humana más destructiva: la pesca de arrastre, poniendo de manifiesto que las figuras de protección de los espacios naturales constituyen un ejercicio de enorme hipocresía. Según el propio ministerio de consumo la carne tiene 4 veces más impactos que la aviación comercial y la transición de dietas seria entre 4 y 40 veces más eficaz que la eficiencia energética y la economía circular.

Sin embargo de esta medida esencial no se habla. Se pretende proteger los ecosistemas en abstracto y como por arte de magia: una farsa inadmisible que se ejecuta con la complicidad de la grandes organizaciones ecologistas, que participan de ese falso discurso, un negacionismo al servicio del lobby ganadero-avícola-pesquero-acuícola, que infesta ya de por sí a las grandes instituciones de Naciones Unidas como la FAO o el mismo IPCC.

La cumbre de Cali ha quedado suspendida sin llegarse a votar ni siquiera las famosas financiaciones para la protección de ecosistemas, si bien se ha avanzado en el reconocimiento de la comunidades indígenas, sus saberes y sus tierras, incluidos los afrodescedientes. De lo que «Occidente» aun no toma nota es de que dichas comunidades no solo son quienes salvaguardan la biodiversidad sino quienes pueden servir de ejemplo del tipo de transformación profunda que precisan las civilizaciones industrializadas cuando se habla de decrecimiento.

De la misma forma, y por aun más motivos, se espera que la cumbre del clima de Bakú sea otro fracaso, pues además tiene lugar, por tercer año consecutivo, en un petroestado, y en el eco de la reciente victoria de Trump, un negacionista climático al mando de la mayor potencia del mundo, por lo que, en el mejor de los casos, se van a acordar medidas  cosméticas siempre y cuando redunden en beneficios económicos de grandes conglomerados empresariales, por vía de bonos verdes, delirantes técnicas de secuestro de carbono, masivas inversiones en renovales, y ayudas irrisorias a países más pobres y más afectados para «hacer frente a los efectos» del CC sin abordar las causas. Se afirma con ello la inconcebible tendencia a aumentar subsidios a combustibles fósiles de los últimos años.

Pero una vez más, la principales medidas contra el cambio climático ni siquiera se mencionan1º el cambio a sistemas agroalimentarios vegetales, primordial, pues no solo es la alimentación de origen animal la actividad humana que más emisiones genera, emitiendo el ganado por sí solo más gases de efecto invernadero que todo el transporte mundial (sobre todo metano y óxido nitroso), sino sobre todo la que más destruye el ecosistema terrestre y su capacidad de equilibrar el clima y absorber GEI.   el decrecimiento profundo en todo el resto de consumos, producción, extractivismo y desecho (transporte, vivienda, manufactura, tecnología, ropa, etc.), lo cual implicaría un cambio profundo en las formas industrializadas de vida, aprendiendo de formas no industrializadas y de comunidades indígenas, siendo esto lo único que puede llevar a una reducción drástica y posterior abandono de los combustibles fósiles habida cuentas la manifiestas limitaciones, coste ambiental y económico y lentitud de la transición a renovables.

De hecho, esa transición responde al mismo modelo especulativo, basado en polígonos industriales que arrasan el suelo fértil y causan enormes daños en la naturaleza y en sus habitantes, daños ocultados deliberadamente por las empresas responsables; no hay ninguna sustitución, por el contrario, cada fuente de energía se suma a las anteriores: el carbón se sumó a la biomasa, posteriormente aparecen el petróleo y la energía nuclear y por último, las energías fotovoltaica y eólica; de manera que el consumo global de todas ellas no ha hecho sino aumentar. Además, debido a la inestabilidad de las energías presuntamente renovables, deben estar sustentadas por infraestructuras de energía fósil, especialmente, gas. 

En vez de ninguna clase de decrecimiento se espera una duplicación o triplicación de consumo global per capita en unas décadas y se promueve el desarrollo galopante de industrias tan extremadamente insostenibles como la Inteligencia Artificial, posiblemente la más insostenible después de la alimentaria.

Lo que brilla por su ausencia en dichas cumbres es, por tanto, que se mencionen siquiera los verdaderos problemas de fondo que, por lo demás, figuran de forma abrumadora en la ciencia de consenso.

Pero lo más preocupante y grave de todo es que ni siquiera las grandes organizaciones ecologistas que asisten a dichas cumbres o se pronuncian durante ellas con exigencias, dan voz a estas cuestiones clave, al revés, las silencian deforma inaceptable.

En relación con la dieta esto es debido, por un lado a como el lobby ganadero-pesquero  permea el ecologismo debido en parte a la fatal alianza que dichos movimientos vienen generando desde sus inicios con el “campo”, defendiendo la forma de ganadería que precisamente más impacta en cambio climático y biodiversidad, la extensiva. Pero también debido a que no se quiere tocar el tabú de la dieta y debido al recalcitrante supremacismo humano, que tienen numerosos ecologistas e integrantes de movimientos ecosociales en los que la cuestión antiespecista, que por los motivos mencionados debería estar en el centro de las luchas ecosociales, se relega a la minoría de movimientos veganos, resultando en un especismo flagrante de todo el grueso de movimientos ecosociales, que silencian con ello la que sería la medida más urgente e importante para atajar tanto la crisis de Biodiversidad como la Climática: la transición a dietas y sistemas agroalimentarios basados en plantas y otras alternativas a la explotación animal.

Sin esta medida no habrá un futuro vivible en el que continuar con otras luchas sociales. Así lo reconocen cientos de informes institucionales y así lo reconocía recientemente uno de los más respetados científicos climáticos del mundo, Johan Rockström quien decía alto y claro en una entrevista con El Pais, que la transición a dietas basadas en plantas en la medida más urgente y va por delante de la transición energética y la economía circular.

Por otro lado, de cara al fin de los combustibles fósiles el discurso ecologista se suele quedar en una petición abstracta de que “se acabe con ellos” sin explicitar lo que sería preciso para ello, a lo sumo redundando en una exigencia de transición energética a energías renovables. Pero es sobradamente conocido que dichas energías, además de implicar una transición muy lenta y costosa, tiene un altísimo impacto ambiental, al depender de materias raras y ser difícilmente reciclables e impactar en vastos territorios, como ocurre en España con los parques eólicos y fotovoltaicos,  y tiene además numerosas limitaciones, pues no pueden hoy por hoy alimentar la movilidad aérea o marítima, ni la maquinaria industrial pesada, entre otras cosas. Son más bien una nueva rama de negocio basada en el Greenwashing. 

La única forma de acabar con los combustibles fósiles es un decrecimiento radical en todas las áreas de consumo, extracción, producción, trasporte y desecho, así como abrir un debate radicalmente democrático, antirracista, ecofeminista y queer en torno al tabú de la superpoblación y la necesidad de encontrar formas voluntarias de estabilizarla. El motivo por el que no se habla de dicho decrecimiento desde la grandes ONGs ecologistas es triple: porque las personas con privilegios en países ricos del norte global, activistas ecologistas incluides, no quieren cuestionarse su forma de vida, ni quieren perder cuotas de afiliados y subvenciones al tocar temas tabú que suponen un desmantelamiento de la economía mundial de crecimiento, sus astronómicos beneficios para la élite empresarial global, y su sostenimiento del actual sistema de trabajo y explotación, un sistema suicida y sin futuro.

¿Como esperar un cambio si los propios movimientos ecosociales participan del negacionismo? El problema primordial no es Trump, es el negacionismo del propio movimiento ecologista que hace que se desconozca en absoluto el meollo del problema y que brille por su ausencia una resistencia real.

Por todo ello desde el colectivo Rebeldes Indignadas (escisión del colectivo climático y ecosocial Rebelión Científica España) se denuncia la complicidad de la mayoría de organizaciones ecologistas y ecosociales con el silenciamiento de los problemas y soluciones claves a la mayor crisis de la historia, un silencio que hace que de hecho la sociedad desconozca una realidad a la que es posible dar respuesta desde un cambio individual y colectivo que no pasa por esperar a que el Estado paternalista aporte unas soluciones que ni si quiera dichos colectivos le piden que aporte.

Desde Rebeldes Indignadas se exige a las organizaciones ecologistas, climáticas y ecosociales del mundo que abandonen ese criminal silenciamiento y que hagan saber la verdad de las causas y soluciones a la crisis, tanto para facilitar una toma de conciencia colectiva como para una efectiva presión a unos gobiernos criminales que perpetúan, desde todo signo político, las industrias que nos llevan al abismo.

A tal fin rebeldes Indignadas preparan una carta a los movimientos ecosociales, en especial las 5 grandes organizaciones ecologistas o 5G: Greenpeace, Ecologistas en Acción, Amigos de la Tierra, WWF y Seo Birdlife, denunciando los puntos que aquí se comentan, que se publicará en breve, acompañada de un Informe sobre el lobby Ganadero-avícola-pesquero-acuícola en los movimientos ecosociales.   Hace un tiempo más de 100 organizaciones ecologistas denunciaron que las cinco grandes nos han dejado solas en la lucha contra los polígonos industriales fotovoltaicos y eólicos que arrasan nuestro territorio, destruyendo el suelo. Hoy, en la misma línea, justifican las actividades más dañinas para la naturaleza y sus habitantes.

Desde Rebeldes Indignadas se lanza una llamada a la movilización social para romper este muro de silencio.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.