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Balanzas fiscales, perspectiva política y conclusiones interesadas

Fuentes: Rebelión

Para toda ciencia vale, escribió Karl Marx en el prólogo de 1867 a la primera edición de El Capital, que lo más difícil es empezar. En todo asunto político controvertido rige que lo más difícil, y a un tiempo lo más importante, es señalar el punto esencial de la cuestión. En la temática de las […]

Para toda ciencia vale, escribió Karl Marx en el prólogo de 1867 a la primera edición de El Capital, que lo más difícil es empezar. En todo asunto político controvertido rige que lo más difícil, y a un tiempo lo más importante, es señalar el punto esencial de la cuestión. En la temática de las balanzas fiscales ese punto nodal es destacar la perspectiva política, no neutral ni técnica, del asunto.

Guillem López i Casasnovas (Universidad Pompeu Fabra, miembro de la Comisión de Expertos para el Estudio de las Balanzas Fiscales del Instituto de Estudios Fiscales 2006-2008, miembro también del Grupo de Trabajo de la Balanza Fiscal de Catalunya 2005-2009 de la Generalitat de Cataluña) publicó el pasado martes, 2 de julio, en el global-imperial un destacado artículo sobre «Balanzas fiscales: las verdades del barquero.» [1] Su tesis, en absoluto novedosa pero singularmente destacable dada la orientación política del autor, es la siguiente: «Creer que el acuerdo metodológico dará y quitará ‘verdades políticas’ es erróneo y afirmar que hay muchos métodos [flujo, carga] para calcular saldos y resultados son equívocos que benefician a quienes los niegan.» El punto es importante porque la temática -las balanzas fiscales y su desequilibrio- es uno de los argumentos -o pseudoargumentos- centrales del «soberanismo» realmente existente, dirigente y dominante -CDC + ERC, con apoyos ocasionales de ICV, e incluso de las CUP y EUiA-, para abonar, con indudable, éxito la agitación nacionalista-catalanista de sus sectores sociales más próximos y, al mismo tiempo, para intentar convencer a ciudadanos y ciudadanas alejados de esa cosmovisión que, no siempre bien informados, escuchan con atención creciente las arias y melodías del «España nos explota y chupa la sangre» y sus variantes más o menos sofisticadas.

Unos breves comentarios sobre el artículo de GLiC cuyo objetivo, repito, es «mostrar que las estimaciones que se hacen de las balanzas fiscales dependen de las realidades políticas y económicas en las que, o desde las que, se alimenten». Sin acuerdo sobre lo que queremos medir, insiste, «estamos ante un diálogo de sordos.». Prioridad, pues, de la perspectiva política. No es el asunto una cuestión de técnica económica que se infiere, con fuerza deductiva inapelable, de los datos existentes. En síntesis: el debate de las balanzas fiscales es político, no técnico. No hay «múltiples respuestas», señala GLiC. En realidad, «hay un solo método válido en función de cuál sea la pregunta que se intenta contestar con su cálculo». Ni uno es correcto ni el otro es erróneo: responden a preguntas distintas. Y tampoco son métodos sustitutivos: si acaso «complementan visiones y ciertamente satisfacen pretensiones diferentes».

El interés que reivindica Cataluña, prosigue el autor, con la estimación de balanza fiscal no es la de identificar al receptor último de las cargas y beneficios de la actuación fiscal soberana y única del Estado. No, no es eso. Lo que solicita el Parlamento catalán, es decir, las fuerzas mayoritarias de ese Parlamento, «es valorar cuál sería el remanente fiscal si el gasto que impacta directamente en su territorio (los flujos monetarios) lo asumiera Cataluña desde la recaudación realizada a partir de sus propias bases imponibles», sin ignorar -el autor toca- que partidas de gasto estatal no imputadas «al no ser territorializables» se deberán asumir en detrimento, es decir, en el cálculo de dicho saldo.

Puede uno negar la premisa mayor, insiste GLiC: «no es posible, siendo la soberanía estatal exclusiva y excluyente» pero se puede, es razonable y consistente, argüir lo contrario. En síntesis, de nuevo la perspectiva política en el puesto de mando, «digan pues cuáles son las premisas y de ahí el enfoque más apropiado de estimación de balanza fiscal».

Territorializar los flujos fiscales, sostiene GLiC, lo que declaradamente interesa al Parlamento de Cataluña, representando, apunta, el 88% del voto ciudadano (no estoy totalmente seguro de que el porcentaje esté bien calculado incluso en términos de voto ciudadano como el autor señala), es posible tanto en gastos como en ingresos. Prueba de ello: «los puntos de conexión de los conciertos forales, o las imputaciones de Eurostat en la identificación de las transferencias europeas…O del INE cuando territorializa participaciones en impuestos». La dificultad mayor del cálculo proviene «de concebir las balanzas en términos de la incidencia última de los flujos en el bienestar de los individuos». El enfoque carga-beneficio, en su opinión, «requiere múltiples hipótesis y supuestos», y, además, métodos más ambiciosos, si bien espurios señala, «que los del enfoque monetario, centrado en la asignación territorial de los ingresos y los gastos».

Su argumento contra el método cargo-beneficio: «el cálculo de la incidencia última de los residuos en el bienestar requiere una diversidad de alternativas que, aun pudiendo ser ilustrativas, no tienen a menudo base teórica y empírica suficiente… Para una buena estimación del enfoque carga-beneficio hace falta conocer elementos empíricos de incidencia fiscal que hoy se desconocen, vistas las investigaciones de la Hacienda pública española disponibles.». Afirmación de la que parece inferirse que esas limitaciones son provisionales, no inexorablemente insuperables, y que por ello pueden desvanecerse en el aire con más estudio e investigación. Para el enfoque del beneficio, sostiene GLiC inspirándose en lemas de Miss Thatcher, «los territorios no existen, sólo los individuos».

Conclusión: lo apuntado anteriormente no desmerece el interés de este enfoque, «pero lo acota a postulados diferentes de los que, al menos en Cataluña, se barajan». Cuando escribe Cataluña, GLiC debería haber escrito «las fuerzas nacionalistas dominantes en Cataluña». Así, pues, «no se cansen, pues, algunos: ya sabemos que quienes pagan impuestos son los ciudadanos, no los territorios; pero en Estados plurales se contribuye a más de una jurisdicción (la que representa legítimamente a los ciudadanos sobre dichos territorios)». Olvídense también, añade, «los que construyen su cluster de pertenencia particular (mi familia, mi comarca, mi saldo fiscal): necesitan legitimación política -parlamentaria- para reivindicarlo».

El método de flujo monetario es pues en Cataluña, según GLiC, «el único que responde a la pregunta anteriormente especificada.» Eso sí, si alguien no cree que sea esa una pregunta apropiada, «discútase en sede parlamentaria, no en la académica». Con ello no se quiere decir que el saldo resultante de este enfoque monetario -los famosos 16.000 millones de euros a los que hace referencia día tras día el gobierno de la Generalitat y sus intelectuales orgánicos- «supongan una especie de coge el dinero y corre para ser felices y comer perdices». No, nada de eso. GLiC reconoce que desde este saldo «haría falta construir lo que se sustituya en estructuras y que el método monetario no ha imputado como beneficio al no ser territorializable.». Ergo: de 16 mil nada de nada. La cuestión político-cultural se impone: ¿y por qué se publicita esa cantidad como si fuera un postulado more geométrico o incluso un axioma común? Ello, sin duda, admite de nuevo GliC, «reduce el saldo fiscal y puede tener algunos costes elevados por deseconomías de escala, pero también efectos monetarios al suplantar aquellas disposiciones con un plus de arrastre en generación de renta y riqueza localizada». GliC añade finalmente desde una perspectiva ciertamente neoliberal: «no neutralizar el déficit no es una opción; más bien es una obligación, aunque podemos valorar si se hace por vía de aumento de ingresos o de disminución de gasto. No hacerlo supone que el déficit no se cubre».

En cualquier caso, es GLiC quien argumenta, las distancias entre «comunidades (¡nunca para una sola!) de los teóricos superávits derivados de no neutralizar» daría indicios igualmente claros de los drenajes comentados que «no expolios». ¡Drenajes, no expolios! Luego, por tanto, hablar de expolio, del expolio español, de la España que explota y empuja contra Catalunya, no es ningún lema que sea corolario de una verdad económica sino publicidad política sesgada y absolutamente interesada en el marco de una determinada estrategia política de colores independentistas.

La conclusión de fondo del autor: «dime para qué quieres conocer los saldos fiscales y te diré qué metodología es la más consistente con el propósito [político] y cómo se han de analizar los resultados para mayor coherencia con lo formulado». Creer, pues, que el acuerdo metodológico pondrá orden y dará y quitará verdades políticas es un absurdo. Item más: «afirmar que hay muchos métodos y que los resultados son equívocos resulta falaz y sirve a los intereses de los que quieren evitar, con las supuestas divergencias en los cálculos o el lío de las aproximaciones, la significación de un saldo que ellos ideológicamente no aceptan.»

Ni que decir tiene que la afirmación vale, si vale, en todas las direcciones, para todos los que ideológicamente no aceptan un saldo económico, un resultado económico, porque no les es favorable, porque no es consistente con sus finalidades políticas.

Construye GLiC a continuación un curioso argumento a favor de la singularidad catalana: la valoración de la balanza fiscal se enraiza, señala, en «el sentido de pertenencia de los ciudadanos a su comunidad». Tal sentido de pertenencia -¿único?, ¿singular?-, y netamente político, permite «acotar el significado de la agregación de situaciones individuales a los efectos de poder referirnos a un saldo fiscal conjunto como algo diferente de la suma de los saldos individuales». ¿Y eso qué permite en opinión del autor? Pues hablar de catalanes como algo distinto de españoles que viven en Cataluña. ¿Y quienes son esos? ¿Quiénes serán esos catalanes distintos de los españoles que viven en Cataluña? No sólo es eso: también permite hablar de una Cataluña, prosigue GLiC, de una Catalunya esencial, transhistórica acaso (soy yo quien afirma ahora), «por encima de las partes que la integran (gerundenses, ciudadanos de los barrios pobres o pudientes, de los lópeces o zabalzas que la habitan)». Pocas comunidades como Cataluña, señala GLiC sin argumentar ni documentar su afirmación, «superan esta doble valla». ¿Por qué? ¿Desde cuándo? ¿Quién ha realizado el examen?

De ahí, de ese sentido de pertenencia por él apuntado, que «pueda no parecer lógica la generalización del estudio de las balanzas fiscales al conjunto de las CC.AA, ya que no todas expresan idénticas situaciones». Tan lógico, añade, «como la singularización que reivindica el Parlamento catalán». ¿Lógico? ¿»Lógico» es la palabra pertinente? ¿Algún lógico admitiría el uso del término en un contexto argumentativo de alta tensión como ese? No lo parece. Por lo demás, ¿y si realizamos el estudio de las balanzas fiscales en el interior de las comunidades? No es pertinente. ¿Por qué? ¿Por el sentimiento homogéneo de pertinencia? De nuevo la política como perspectiva esencial.

En síntesis: en el puesto de mando el debate político, como era sabido y conocido. Detrás de todo ello: preguntas que van más allá de la probable -y razonable (y si no lo fuera, corregible con esfuerzo unitario)- constatación del desequilibrio fiscal, preguntas, respuestas, afirmaciones, pocas dudas y miradas reafirmadas que concluyen en la inevitabilidad de la ruptura y, sobre todo, falsariamente, en los beneficios subsiguientes [2]. ¿Para quién, para quiénes?

 

PS1: Para darse cuenta de que la cosa no va en broma puede verse https://www.youtube.com/watch?v=aedfuT5ffs8. El comentario de un artículo de ARA es, como señala la compañera Nuria Berge de Espai Marx, más vomitivo si cabe que el video. Un paso del artículo: «Con más de 56.000 visitas, ‘Los García’ se ha convertido ya en un de los vídeos «sobiranistes» con más éxito». Detrás del video: Jordi Piqué, un «emprendedor», un colaborador del Cercle Català de Negocis. «En el vídeo Piqué usa los García, una familia imaginaria de Santa Coloma de Gramenet [¡pobre Santa Coloma!], para explicar, de forma didáctica y en castellano, los motivos por los que muchos catalanes creen que el futuro del país sería mejor fuera del ámbito español». El mantra que ya anunció Xavier Rubert Ventós, el gran filósofo del movimiento, hace años: a la independencia sin nacionalismo ni catalanismo, con «argumentos económicos», próximos a la Liga del Norte.

Notas:

[1] http://elpais.com/elpais/2013/06/14/opinion/1371225461_429819.html

[2] He tomado nota de un texto socializado en Espai Marx del historiador catalán José Luis Martín Ramos. Un paso de su reflexión: «[…] tiene un ramalazo autoritario, cuando niega legitimidad a quienes, caricaturiza él, «construyen su cluster de pertenencia particular (mi familia, mi comarca, mi saldo fiscal)» porque no tienen respaldo parlamentario ‘para reivindicarlo». El respaldo parlamentario, señala con razón JLMR, «les faltará para imponer su opción, pero no para reivindicarlo, ¡faltaría más!».

Salvador López Arnal es miembro del Frente Cívico Somos Mayoría y del CEMS (Centre d’Estudis sobre els Movimients Socials de la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona; director Jordi Mir Garcia)

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.