El título de este artículo no es mío, sino de «El Economista», importante diario estatal especializado en información económica, bursátil y empresarial. El pasado miércoles, 6 de abril, haciendo referencia a las andanzas por EEUU de esta quinta esencia de la modernidad financiera foral, llevó a su propio editorial el siguiente titular: «Banca Cívica y […]
El título de este artículo no es mío, sino de «El Economista», importante diario estatal especializado en información económica, bursátil y empresarial. El pasado miércoles, 6 de abril, haciendo referencia a las andanzas por EEUU de esta quinta esencia de la modernidad financiera foral, llevó a su propio editorial el siguiente titular: «Banca Cívica y los sueños de grandeza«. No puedo menos que recoger la parte substancial de la misma:
«El sueño americano de Banca Cívica se desmorona. Pretendía expandirse en EEUU con la alegre proyección de reunir nada menos que 300.000 clientes en cinco años. El proyecto se ha venido abajo porque se le ha denegado la ficha bancaria. Esto se une a que JC Flowers, la firma estadounidense de capital riesgo que se perfilaba como su salvadora, ha congelado la operación. Los planes megalómanos son muy propensos a fracasar. Sobre todo si tienen los pies de barro… Parece que esta entidad tienta demasiado la suerte con los sueños de grandeza. Se le pueden convertir en pesadillas. Amén de que tantos planes incumplidos alimentan las dudas sobre las cifras de esta integración de cajas».
Repito, quien habla así no es ninguno de esos resentidos abertzales o izquierdistas que en Nafarroa no quieren reconocer el talento de nuestros grandes próceres locales (Sanz, Barcina, Miranda, Goñi,…), sino uno de los más prestigiosos periódicos estatales y, además, nada menos que en su propia editorial. Algo habrá de cierto en lo dicho, digo yo.
En Nafarroa, bajo la batuta de Miguel Sanz y Enrique Goñi, la CAN se embarcó en un proceso de fusiones con otras Cajas de Ahorros (CAN, Caja Canarias, Caja Burgos y la andaluza Caja Sol) que desembocó en lo que posteriormente sería Banca Cívica. Ni la proximidad geográfica, cultural o social, ni el propio espacio económico y financiero en el que desenvolvía la CAN, fue la base para asentar este proceso. A pesar de que existía la Federación de Cajas de Ahorro Vasco-Navarra, a través de la cual podía haber discurrido la fusión, se optó por juntarse con poco menos que cualquier Caja -siempre que no fuera vasca-, que estuviera dispuesta a apostar por la vía de bancarización y privatización defendida por los ínclitos Sanz y Goñi.
Tras el examen realizado el pasado mes de julio de 2010 por distintas instituciones europeas y supervisado todo ello por el Banco de España, Banca Cívica fue una de las siete entidades, de las noventa y una analizadas, que suspendieron. Consiguió tan solo un 4,7 de solvencia, cuando para aprobar hacía falta un 6. El próximo examen, a realizar en los próximos meses, nos dará nuevos datos sobre la salud financiera de Banca Cívica pero, de momento, la noticia que llega de EEUU no es nada buena.
Cual si se tratara de aquella gloriosa epopeya protagonizada por la compañía navarra que en el siglo XIV partió a reconquistar la ciudad de Durazzo que los albaneses habían arrebatado al reino de Nápoles (su reina era cuñada del rey de Navarra), las ruedas de prensa de Miguel Sanz y Enrique Goñi nos situaban ante unos escenarios similares. El objetivo de Banca Cívica era nada más y nada menos que los mercados y bolsas internacionales (Londres, Frankfurt, Asia,…), a fin de captar clientes y capitales con los que afianzar su proyecto. Primero se habló de J.C. Flowers, financiero yanqui especializado en invertir en bancos en apuros (Japón, Holanda, Alemania,..), quien manifestó su intención de participar en el proyecto aportando 450 millones de euros. Sin embargo, algo raro debió oler Mr. Flowers, que al cabo de pocos meses se echó atrás. Según parece, al igual que sucede con otras Cajas y Bancos españoles, las cuentas de Banca Cívica están bastante infladas, en particular su cartera inmobiliaria, y nadie está dispuesto a invertir en la propiedad de unas acciones que no valen en realidad lo que dicen valer.
Uno de los pilares sobre los que se asentaba la salida a bolsa de Banca Civica era su incursión en EEUU. El objetivo era recapitalizarse a fin de poder cumplir con la nueva regulación de solvencia aprobada por el Gobierno, ya que recibir un nuevo suspenso podría tumbar el actual proyecto. Allí, en EEUU, pretendía captar 300.000 clientes en los próximos cinco años. Con ese fin abrió una oficina de 820 m2, sita a escasos metros -¡que no se diga!- de la sede del FMI. Ahora, sin embargo, ese sueño americano se complica, pues la Reserva Federal yanqui aún no ha aprobado aún licencia para operar y le ha obligado a cerrar la sede y a retirar todo tipo de publicidad del proyecto.
En Nafarroa, hace tiempo ya que no existe la CAN. En la última reunión del Consejo de Administración de Banca Cívica, realizada el pasado marzo, en Iruñea, se consolidó el proceso de privatización de lo que en su día fue la CAN, una entidad de carácter social y al servicio -teórico, al menos- de la economía navarra. De acuerdo con esto, se sacará a la venta al mercado entre el 25% y el 40% del capital de Banca Cívica y, junto a ello, las cuatro Cajas asociadas traspasarán a ésta toda su actividad financiera (antes tan solo estaba el 50%). La conclusión es sencilla: todos los dineros y ahorros depositados en la CAN, así como los negocios realizados con ella (préstamos, hipotecas,..) estarán sometidos a intereses cada vez más distantes (Madrid, Londres, EEUU,..), que nada tendrán que ver con nuestras necesidades económicas y sociales concretas, y sí con el infinito ánimo de lucro de sus nuevos y lejanos dueños.
Por el contrario, el camino a impulsar debería ir en dirección opuesta. Hay que desenmascarar la hipócrita y engañosa campaña «Tú eliges, tú decides» bajo la cual se está encubriendo este proceso de derribo y venta de la CAN y abrir una vía que defienda y refuerce su carácter público y social, democratice a fondo su funcionamiento y, junto a las empresas públicas navarras, conforme un fuerte Sector Público foral que trabaje, no en beneficio de accionistas, inversores y especuladores, sino en el de las grandes mayorías sociales de nuestro pueblo. Que sea realmente Nafarroa y sus gentes las que realmente posean, controlen, elijan y decidan lo que la CAN debe ser, y no los tiburones financieros yanquis, londinenses, madrileños o chinos.
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