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Banderas de al Qaida ondean sobre zonas de Siria en manos rebeldes

Fuentes: Asia Times Online

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

Hace poco hubo una pequeña conmoción en los medios estadounidenses, ya que las organizaciones mediáticas, desde el New York Times a Wall Street Journal a Associated Press, terminaron por reconocer la «presencia» de al Qaida y grupos yihadistas semejantes entre las fuerzas rebeldes sirias que tratan de derrocar el régimen de Bashar al-Asad.

Cuesta comprender la causa de la excitación. Después de todo, una presencia semejante ha sido obvia durante muchos meses: sea como resultado de las docenas de ataques suicidas que han plagado Siria o en los numerosos vídeos en los que se ve a fuerzas rebeldes o sus partidarios ostentando orgullosamente la distintiva bandera negra de al Qaida.

Pero las observaciones hechas por el periodista alemán Daniel Etter durante una reciente visita a localidades bajo control rebelde cerca de la asediada ciudad de Alepo sugieren que no se trata solo de «presencia» de yihadistas entre los rebeldes: los rebeldes son realmente muyahidines de inspiración religiosa. La verdadera pregunta es si existe la presencia de alguna otra cosa. El informe de Etter, que apareció en el destacado periódico alemán Frankfurter Allgemeine Zeitung, también suministra evidencia de que las autoridades rebeldes están sometiendo a civiles a detención arbitraria y torturas y ejecutan sumariamente a miembros capturados de las fuerzas armadas regulares sirias.

En la ciudad de Maraa, al norte de Alepo, Etter vio a unos 120 prisioneros, aparentemente civiles «arreados como si fueran ganado en una gran aula» en lo que había sido una escuela. Muchos de los prisioneros presentaban muestras de abusos. El director de la prisión, a quien Etter identifica solo como «Jumbo», se negó a permitir que Etter hablara con ellos a solas. Etter señala que Jumbo «parece gustar de ese nombre». «Jumbo no es alguien con quien uno quisiera iniciar una pelea». Etter escribe:

No es alguien a quien si uno fuera prisionero lo quisiera tener como su carcelero. Por lo tanto los detenidos dicen que las heridas y magullones son el resultado de caídas o metralla. Mencionan lo bien que los tratan y juran lealtad al Ejército Libre Sirio. Gran parte de lo que dicen no es verosímil.

Las heridas más horrendas que Etter describe involucran a un cierto «Domador» de Alepo: hasta hace poco entusiasta partidario de Asad, tan entusiasta que tenía un retrato del presidente sirio tatuado en su pecho. Mientras tanto, el tatuaje ha sido extirpado con una hoja de afeitar. Tamer insiste en que lo hizo él mismo después que fuerzas rebeldes entraron a Alepo. Dice que corrió al cuartel de los rebeldes y cortó su tatuaje mientras gritaba «¡Doy mi sangre por el Ejército Libre Sirio!»

En un notable salto de fe periodístico, Etter escribe: «La historia de Tamer tampoco puede ser verificada independientemente, pero es poco probable que Jumbo hubiera permitido que un periodista hablara con él si sus cicatrices fueron el resultado de abuso». Como deja claro la propia descripción de Etter de las circunstancias en las que pudo hablar con los detenidos, es seguramente mucho menos probable que Tamer hubiera acusado a sus captores en presencia de «Jumbo».

Además, incluso si se supone que Tamer se infligió sus propias heridas, ¿por qué iba a cometer un tal acto de automutilación si no esperaba algo peor de las «nuevas autoridades», como dice Etter, si el tatuaje fuera descubierto? Los grupos rebeldes han dejado claro repetidamente que se sienten autorizados para atacar a cualquier partidario del antiguo régimen.

Jumbo dice que Tamer era miembro de una milicia pro Asad: un llamado «shabiha». Pero no presenta evidencia de esto en el artículo. «No tengo pruebas de que haya matado a alguien», dice Jumbo.

Tampoco es evidente qué «crímenes» se supone que hayan cometido los otros detenidos. Pero su rutina diaria deja clara, en todo caso, la orientación ideológica de sus captores. «Oran cinco veces al día», escribe Etter:

Y estudian el Corán. Tal vez por un sentido de remordimiento, tal vez para complacer a sus carceleros, tal vez porque son obligados a hacerlo. Jumbo parece estar convencido de que su vuelta a Dios está haciendo bien. «Están más felices y están cambiando su actitud», dice.

En la vecina ciudad de Azaz, Etter encontró una forma menos didáctica de islamismo: es decir, en la persona del comandante rebelde Abu Anas. Etter describe su reunión con Abu Anas en su oficina: un Corán y una «espada de plata» yacían sobre su escritorio y una bandera negra colgaba sobre él. Una inscripción en árabe en la bandera proclamaba «No hay más Dios que Alá. Muhammad es su Profeta». «Es la bandera que también utiliza al Qaida», señala Etter.

Inspirándose al parecer en sus partidarios occidentales -o tal vez ciertamente consejeros- Abu Anas subrayó que la bandera negra también era utilizada antes de al Qaida. Pero si es la distintiva bandera negra con el circular blanco «sello de Muhammad» al medio, parece no existir evidencia alguna de que así sea.

Es la bandera hecha famosa por al Qaida en Irakq de Abu Musab al-Zarqaui: notablemente, como resultado de los vídeos tristemente célebres por lo horrendos que documentan las ejecuciones de personal de seguridad iraquí capturado y de rehenes estadounidenses y otros. Por cierto, incluso el grupo de Zarqaui usó diversas versiones de su bandera antes de decidirse por la versión que desde entonces se ha convertido en la enseña estándar de los afiliados de al Qaida en todo el mundo.

En todo caso, no solo la elección de la bandera parece haber sido inspirada por al Qaida en Irak. El líder rebelde cuenta a Etter que sus fuerzas capturaron soldados gubernamentales sirios en la batalla por Azaz. Cuando se le pregunta qué pasó a los soldados del gobierno, Abu Anas responde: «No podíamos ocuparnos de ellos. En su mayoría están muertos.» 

«Antes», explica Etter, «cuando Abu Anas todavía no estaba en la habitación, un sonriente subordinado suyo mostró con gestos cómo ataban a los prisioneros y los mataban a tiros».

Aunque no puede hacer gran cosa para presentar en un sesgo positivo las acciones de Abu Anas y sus hombres, Etter se esfuerza enormemente por mostrar por lo menos a «Jumbo» y su prisión en Maara bajo una luz más positiva. En un párrafo algo surrealista, incluso elogia a los rebeldes por sus supuestos esfuerzos por organizar un sistema «más justo» de justicia en Maara, después de presenciar el espectro del abuso de prisioneros en la prisión de Jumbo.

Jumbo le cuenta un caso que involucró a un grupo de alauíes detenidos por los rebeldes, pero liberados posteriormente porque «no poseíamos evidencia contra ellos». Etter no pregunta: ¿evidencia de qué? Pero incluso suponiendo que la afirmación de Jumbo sea verdad, equivale a su admisión de que los alauíes están siendo detenidos en territorios controlados por rebeldes simplemente porque son alauíes.

En el lenguaje de la ley humanitaria internacional, lo que Etter describe en su artículo son claramente crímenes de guerra y probablemente también crímenes contra la humanidad. Pero cuando se trata de crímenes de los rebeldes sirios, parece que las sensibilidades tan pronunciadas de Occidente pierden su vigencia.

John Rosenthal es un periodista especializado en política europea y temas de seguridad transatlántica. Su web es Transatlantic Intelligencer

(Copyright 2012 John Rosenthal.)

Fuente: http://www.atimes.com/atimes/Middle_East/NH14Ak01.html

rCR