«Yo no puedo arreglar esto porque no me dan un trabuco como el que llevaba José María «El Tempranillo». (Escuchado en la calle). «Bandidos» es un estudio sobre quienes perseguidos por las fuerzas defensoras del poder compuesto por una minoría, se han dispuesto a sobrevivir a cualquier precio, y como una necesidad a hacer, en […]
«Yo no puedo arreglar esto porque no me dan un trabuco
como el que llevaba José María «El Tempranillo». (Escuchado en la calle).
«Bandidos» es un estudio sobre quienes perseguidos por las fuerzas defensoras del poder compuesto por una minoría, se han dispuesto a sobrevivir a cualquier precio, y como una necesidad a hacer, en su medida, justicia social.
Eric Hobsbawm, uno de los más importantes historiadores entre nosotros y cuya obra es pilar fundamental para la comprensión de nuestro mundo (Las revoluciones burguesas; La era de la revolución, 1789-1848; La era del capital, 1848-1875; La era del imperio, 1875-1914; Historia del siglo XX; Entrevista sobre el siglo XXI; Años interesantes; Una vida en el siglo XX; Guerra y paz en el siglo XX; Cómo cambiar el mundo; …) entrega una nueva edición (1) de un libro que nos lleva a conocer la existencia de quienes no se integran y hacen frente a los grupos violentos y organizados de los explotadores de la humanidad. Hobsbawm actualiza los datos, mira al contexto político, y establece un diálogo con quienes han manifestado críticas en algunos de los puntos que recorre.
Al mirar al contexto político hace una precisión principal sobre las causas que empujan al bandolerismo: «la rápida desintegración del poder y desintegración del estado en muchas partes del mundo y la notable disminución de la capacidad de los estados, incluso los modernos y desarrollados, para mantener el nivel de «orden público» que crearon en los siglos XIX y XX …»
Hobsbawm se ocupa de los bandidos en todo el mundo, observando los mitos y los héroes que se repiten, el respeto y la consideración popular, la transmisión oral, y el cambio de condiciones en el capitalismo.
El rechazo social, el descontento popular es el abono del bandolerismo, que supone un desafío. El hambre ha sido impulsora del bandolerismo en las zonas donde la agricultura capitalista no había entrado, y subraya el autor lo dicho por Bronislaw Geremek: «El ritmo del hambre determinaba la estructura básica del ritmo del bandolerismo». Con respecto a esto las épocas del año en que la agricultura no proveía de alimentos o los elementos naturales los destruían, el bandolerismo proliferaba.
Por lo que se refiere a la generación de poder, el bandolerismo ha hecho reyes a sus jefes en ocasiones, pero las más ha representado la resistencia a la explotación, porque si el recurso a la fuerza ha sido la manera que tienen los explotadores de apropiarse de lo producido por la mayoría social, también los «fuera de la ley» debían ejercerla contra los usurpadores de los bienes de las gentes trabajadoras.
Sólo el desarrollo del estado como lo conocemos en las sociedades occidentales que llega a todo su territorio con fuerzas represivas y medios técnicos ha borrado el bandolerismo. Pero Hobsbwam nos indica el posible nacimiento de otro tiempo: «Con el declive e incluso la ruptura y disolución del poder del estado que estamos presenciando a finales del siglo XX, es posible que gran parte del mundo esté entrando de nuevo en otra era semejante».
No hay programa político entre los bandidos, no hay propuestas de transformación social, y sí hay un intento de preservar las formas sociales tradicionales en peligro. Y en ese proceso se introduce la lucha contra las injusticias, la defensa de los débiles frente a los fuertes. En algunos lugares «los fuera de la ley» se han sumado a las luchas organizadas con propósitos de cambio y han ocupado un puesto relevante, aunque en el libro se nos indica que son los jóvenes sin apenas anclajes las personas que cumplen mejor el papel de «fuera de la ley», por su edad, su situación familiar y social, y su actitud y necesidades.
La mitología popular consagra al bandolero como héroe que castiga a los ladrones del pueblo y lo mantiene vivo, como la esperanza que permite vivir más allá de la injusticia. Hay otra parte en la consideración al bandido, es la parte que pertenece al estado, que al no poder vencerlo, lo valora como una fuerza en disposición de combatir, y entonces se dispone a aceptar que los bandoleros formen parte del poder, o, por lo menos, si no puede conseguirlo, buscará su colaboración y su entendimiento.
Entre el pueblo trabajador, uno de los valores del bandido que no se doblega al poder, es el de considerarle una prueba de «que la justicia es posible y que los pobres no tienen por qué ser humildes, impotentes y dóciles» y que «incluso los pobres y los débiles pueden ser terribles». Su acto de fuerza es visto como la muestra de la necesaria destrucción que haga volver la organización social al principio, a aquel estado y aquel tiempo desde el que se tomará una dirección social justa; y ese acto de fuerza es una manifestación de poder, es la última salida tanto en busca de justicia como de la destrucción sin más; a mayor resquebrajamiento social, más condiciones para una u otra.
El estudio de Hobsbawm sobre los bandidos pasa por los cinco continentes observando sus relaciones con el medio en que se desenvuelven, incluyendo sus encuentros y metamorfosis en las revoluciones sociales del siglo XX.
Traigo aquí un párrafo que, en algunos aspectos, se aproxima a los sentimientos más extendidos hoy entre las mayorías sociales hacia los banqueros: «… después de 1914… Los atracos en bancos no los cometían solo los bandidos, sino también ciudadanos normales. Los banqueros del Este de Oklahoma no podían depender de la protección de los seguros – muchas compañías de seguros cancelaron las pólizas porque «el sentimiento público contra los bancos era tan grande que fomentaba los atracos» – ni de los agentes locales de la ley, algunos de los cuales, de hecho, simpatizaban con los atracadores. En efecto, «no cabe duda de que entre gran parte del pueblo existe un sentimiento peligrosísimo en el sentido de que atracar un banco es poco delictivo».
Notas
(1) El autor declara en el prefacio que «se títuló en la primera edición, Manchester, 1959, «Rebeldes primitivos». Diez años después, basándome en nuevos estudios, especialmente en América Latina, lo amplié y se convirtió en la primera edición del presente libro ,»Bandits», Londres, 1969. … En ediciones posteriores (para Penguin Books en 1971, y para una editorial norteamericana, Pantheon Books, en 1981), ya agotadas ambas, revisé y amplié el texto original y tuve en cuenta la gran cantidad de material nuevo y las críticas que me parecieron acertadas. Por tanto, lo que el lector tiene ahora ante sí es la cuarta edición revisada».
Fuente: http://www.cronicapopular.es/2012/05/bandidos-hombres-fuera-de-la-ley/