Manuel Sacristán y Jaime Gil de Biedma se conocieron probablemente en la Universidad de Barcelona, en la segunda mitad de los años cuarenta. Ambos estudiaron y se licenciaron en Derecho con uno o dos cursos de diferencia. Su relación se estrechó seguramente en la época de Laye. El autor de «Pandémica y celeste» publicó «Alguien […]
Manuel Sacristán y Jaime Gil de Biedma se conocieron probablemente en la Universidad de Barcelona, en la segunda mitad de los años cuarenta. Ambos estudiaron y se licenciaron en Derecho con uno o dos cursos de diferencia.
Su relación se estrechó seguramente en la época de Laye. El autor de «Pandémica y celeste» publicó «Alguien que duerme», un anticipo de Las Afueras, en el número 16 (noviembre-diciembre de 1951) y «Según sentencia del tiempo» en el 22 (enero-marzo de 1953) [1]. En el 17 de «la inolvidable», enero-febrero de 1952, aparece como uno de los colaboradores de la publicación en compañía de Alfonso Costafreda, «Arévaco» (Pinilla de las Heras), J. M. Antón Andrés y J. Miret Monsó. El número incluye un artículo suyo: «Pedro Salinas en su poesía» (páginas 11-19).
Hay tres referencias a Sacristán en Retrato del artista en 1956 [2]. En la primera, junio de 1956, Gil de Biedma habla de una cena y de su interés por hablar con el que en aquel entonces ya era militante del PSUC-PCE tras su regreso del Instituto de lógica de Münster: «Sábado. Paso la tarde durmiendo, después de una semana entera de trasnochar. Cena, esta noche, con Manolo Sacristán y José María Castellet. Estos encuentros de recién llegado empiezan a impacientarme, pero me sirven: los meses de ausencia y el cambio de ambiente que entretanto se ha producido, me desorientaron. Interés por hablar con Sacristán» [las cursivas son mías]
Ese interés en hablar, sin mayor precisión, parece apuntar por referencias posteriores a temas políticos de la lucha antifranquista. Se ha interpretado así usualmente, es lógico leerlos de este modo.
El segundo momento, pocos días después, se centra en una visita de Jaime Gil al domicilio familiar de Sacristán en Paseo de San Juan: «Voy a ver a Manolo Sacristán, en su casa. Que considere mi inteligencia es algo que siempre me ha sorprendido: ante una persona que lo toma todo absolutamente en serio y a la cual ocurre que admiro, me siento incómodo, igualmente incapaz de inteligencia que de ingenio, y jamás arriesgo una idea propia. Me limito a congeniar.
Habla de Las afueras [3]. En materia de gusto literario, Manolo parece haber nacido sin velo en el paladar, o quizá es que carece de sensualidad, y no puede esperarse de él ninguna apreciación específica. Pero es muy inteligente y sus observaciones siempre interesan. No le gustan las composiciones en tercetos -pienso que debe de perforar a través de todo lo que no es en ellas mero esquema conceptual, y que desaprueba ésta. Según él, mis poemas son la realización inteligente de un tema que fundamentalmente no lo es. Dice, por último, que no tengo ningún sistema vital -es muy probable que tenga razón, pero qué le va a hacer uno…
La conversación se prolongó por culpa de mi vanidad halagada. Le hablo después de Filipinas. Dan las diez y yo sin acercarme al tema que en realidad me interesa. Quedo en llamare otro día. No quiero dar la impresión de que me precipito -entre otros motivos, porque sospecho que me tiene por un ser bastante frívolo«.[las cursivas son mías]
El comentario estético de Jaime Gil -«En materia de gusto literario, Manolo parece haber nacido sin velo en el paladar»-, no otros pasajes de la reflexión, hicieron fortuna entre la fracción literario-artística del «grupo de Barcelona». Gabriel Ferrater y Carlos Barral abonarían la misma senda dada por verdadera.
Más allá de estas consideraciones literarias y personales, una segunda fase de aproximación al tema político que no llegó a concretarse. Tampoco aquí Gil de Biedma, según su propio recuerdo, llegó a comunicar abiertamente a Sacristán sus inquietudes políticas y sus aspiraciones organizativas.
Sobre la «frivolidad» del autor de «Canción del aniversario», sobre la vida que llevaba en el momento en que quiso tomar un compromiso militante clandestino, también sobre un cierto momento de su transición vital, vale la pena recordar este paso del Diario de 1956 [4]:
«Muy deprimido. Hace dos días que estampé el automóvil nuevo de mi padre -se estaba mirando en él- contra la furgoneta de una absurda fundación religiosa llamada «Misión española en París». Eran las cinco de la madrugada y me levaba a un desconocido a dormir conmigo. Me preocupa mi reciente facilidad para no darme cuenta de que estoy borracho. Bebo despacio y no siento molestia de estómago ni de cabeza, así que la transición de la sobriedad a la embriaguez, sobre todo si me encontraba de buen humor antes de empezar a beber, es imperceptible. A la mañana siguiente no recuerdo nada, y eso me asusta. Lo cierto es que la invencibilidad dura muy poco. Veintiséis años no son precisamente una edad avanzada, pero la lentitud en recobrarme después de una noche de bebida, la mayor duración del dolor de cabeza, el miedo ansioso y el mal humor, me advierten que hoy ya no es hace dos años».
La tercera referencia del Diario da cuenta de una visita de Sacristán a Jaime Gil estando éste enfermo. El tema político aparece finalmente de forma clara:
«[…] La vida en cama sigue, sin que la costumbre le quite nada de su agrados, pero ya no me siento millonario en tiempo. Los días pasan muy aprisa y otra vez padezco la sensación desmoralizadora de ir a remolque de mis ocupaciones, siempre con algo pendiente. Desde que estoy enfermo no he hecho casi cada, sólo leer, con una voracidad y una alegría que había olvidado. Sacristán, que ha venido a verme esta mañana, aconseja que me imponga un horario. No sé si llegaré a tanta disciplina, aunque me he habituado a dedicar, siempre que puedo, la misma hora del día a la misma ocupación. En cuanto a la sensación de estar corto de tiempo, temo que sea ajena a cualquier género de vida que me ocurra llevar. Es un modo que tengo de ser aprensivo.
La visita de Sacristán me sorprendió. Y el sesgo que yo he dado a la conversación, para decir lo que no dije el otro día, le ha sorprendido a él. En fin, que me he precipitado. Además, todo esto es ahora bien inútil: historias de cuando aún me tenía en dos pies. Queda tiempo por delante, y ocasión de tomar las cosas con calma. Llega un momento en que uno se cansa de saberse convicto de frivolidad; pero no quiero dejarme aturdir por la propia impaciencia…» [las cursivas son mías]
Esta vez, agosto o septiembre de 1956, no logro precisar más, la referencia política parece clara y directa. Sorpresa de Sacristán, según recuerda el poeta barcelonés, por su deseo de vincularse al PSUC, acaso de militar en la organización, duramente perseguida, de los comunistas catalanes. En todo caso, tiempo por delante, ocasión para tomarse las cosas con más calma. No es imposible que, una vez restablecido, Jaime Gil volviera al tema al verse de nuevo con Sacristán. No han quedado testimonios de este posible encuentro en el Diario. Si no fue así, si la petición fue directa y a la espera de contestación, la respuesta del PSUC, a través de Sacristán o través de quien fuera, no pudo prolongarse durante meses y meses.
El PSUC, finalmente, no aceptó la vinculación militante de Jaime Gil, lo cual, obviamente, no era equivalente a no aceptar una mayor vinculación del poeta y ejecutivo de Tabacos de Filipinas en tareas político-culturales del Partido, una ubicación similar a la de otros compañeros de viaje que nunca estuvieron organizados en sus filas. Castellet podría ser un ejemplo.
¿Qué se infirió de lo sucedido? ¿Qué se dijo una y otra vez durante años e incluso décadas, con mayor o menor fuerza según momentos y circunstancias? Que Sacristán, no tanto el PSUC, había vetado la entrada de Jaime Gil de Biedma en el Partido. ¿Por qué razón? Por homofobia [5] o por creer que, en la Barcelona de los años cincuenta, la militancia de una persona con la posición profesional de Gil de Biedma y su orientación sexual, dada la probable persecución y chantaje policiales a los que se vería probablemente sometido, representaban un peligro para la organización en su conjunto. Dicho más sucintamente y simplificando: Sacristán, él solito o muy poco acompañado, cuando apenas llevaba medio año de militancia en la organización, y apenas tres o cuatro meses de contacto con la dirección interior del PSUC, vetó casi sin consultas la entrada de Gil de Biedma en el Partido por homofobia, por prejuicio sobre la vida «frívola» del poeta o por motivos muy similares. Incluso la señora Esperanza Aguirre y Gil de Biedma se ha manifestado en estos términos en algunas ocasiones: los comunistas, con ese tono tan suyo al decir la palabra, ha dicho la señora presidente, haciéndole un favor desde luego, no dejaron que su tío, el gran poeta al que se desconoce si lo ha leído, militara en su organización por ser homosexual. Lucha de clases en el ámbito de las declaraciones: digo, repito y agito tempestades ideológicas.
Juan Goytisolo, por su parte, en Coto vedado, sin usar el nombre de Sacristán, lo cuenta así: » […] Tanto Castellet como yo nos sentíamos tentados a dar el paso y Jaime Gil de Biedma llegó a plantear más tarde una solicitud de entrada que le fue denegada por los mismos criterios de intolerancia que motivaron en tiempos de guerra la persecución de Cernuda. En mi caso, algunas lecturas antisoviéticas de la adolescencia sobre los procesos de Moscú y una experiencia a menudo desdichada con militantes comunistas defensores a ultranza del dogma del realismo socialista, contribuyeron de modo probable a mi inhibición» [Las cursivas son mías].
No se da ninguna documentación. Juan Goytisolo cita de oídas, por lo que pudieron decirle sus compañeros o sus familiares próximos, no desde luego su hermano Luis, y añade su interpretación, nada heterodoxa en este caso.
Josep Maria Castellet por su parte, en su Seductors, il.lustrats i visionaris , se refiere también a lo sucedido. Después de citar un pasaje del Diario de 1956, señala: «El tema que en realidad interesaba a Jaime Gil era su admisión en el Partido Comunista. Es sabido que Sacristán se opuso basándose, según explica Estapé en sus Memorias, «en las advertencias de Lenin de no admitir jamás en el Partido a ningún homosexual». Otro argumento aducido fue que había un precedente en la negativa del PCI de admitir la militancia a Luchino Visconti»
Josep M. Castellet, que habla del Partido Comunista para referirse al Partit Socialista Unificat de Catalunya, da por hecho la oposición de Sacristán y centra su comentario en lo dicho por el ex rector desarrollista de la Universidad de Barcelona. La apelación a Visconti es posible que tome pie en comentarios de Xavier Folch.
Fabian Estapé, en De tots colors [7], se refiere a Sacristán en varios pasajes de sus trabajadas memorias (o desmemorias, depende como se quiera mirar). Dice de él, por ejemplo, que hizo una evolución fulgurante y se dedicó «a hacer de censor de los que querían entrar en el PSUC». No fue nunca su caso desde luego, nunca tuvo esas tentaciones. Durante mucho años, añade el schumpeteriano economista de gobiernos franquistas, Sacristán fue el guardián «de la pureza dogmática y personal del Partido». Sacristán, señala el ex rector, era «un hombre expeditivo e intransigente». Lo demuestra el hecho, concluye, que cuando Jaime Gil de Biedma quiso ingresar en el PSUC, se opuso a ello «basándose en las advertencias de Lenin de no admitir en el partido a ningún homosexual».
Desde luego: ninguna documentación, ninguna referencia, ninguna pista. Sólo su propia memoria en unas Memorias reconstruidas de la b a la y por no añadir ni a la a ni la z. Ni siquiera señala a alguna información o conversación privadas del poeta amigo
Por su parte, Xavier Folch, en los cincuenta muy próximo a Sacristán (fue él quien le acompañó sin tener consciencia de ello a la comisaría de Laietana cuando se presentó como responsable del artículo dedicado a la Ora marítima de Alberti, el escrito que había motivado la detención de Gabriel Ferrater), muchos años después (1999) se manifestaba en los siguientes términos sobre lo sucedido en una entrevista publicada en El Viejo Topo [9].
Se le recordaban dos cuestiones controvertidas: los casos Ferrater y Gil de Biedma. Sobre el segundo asunto se había hablado en numerosas ocasiones y se había dicho reiteradamente que la persona que vetó, por razones poco razonables, la entrada del poeta en el PSUC había sido Sacristán. Qué opinión tenía sobre el tema, se le preguntó. Esta fue su respuesta:
«Yo sé lo que me contó Sacristán dos o tres años después de lo sucedido, no recuerdo exactamente el año. También lo que me explicó Octavi Pellissa tiempo después pero digamos que él tuvo la versión de Manolo cuando se produjo. Digo esto último porque Manolo tenía muy mala memoria y podía olvidar algún detalle cuando me lo contó a mí al cabo de los años pero no cuando se lo contó a Octavi. De hecho eran versiones muy coincidentes.
Sacristán, en este asunto, tenía en la cabeza el ejemplo de Togliatti, cuando éste, que era muy amigo de Luchino Visconti, le dijo a Visconti que era mejor que no ingresara en el PCI. Yo creo que eso le influyó, sin duda, más una situación que era específica de nuestro país que era la situación de clandestinidad. Él sabia que alguna vez Gil de Biedma había tenido algunas dificultades con la policía cuando salía alguna noche por la Rambla, por estos barrios que entonces eran muy distintos. Alguna vez creo que incluso llegaron a detenerle. Sacristán pensaba que esos riesgos que Gil de Biedma tomaba a causa de su homosexualidad, en un momento en que la homosexualidad estaba no sólo mal vista como en la Italia de los años cuarenta sino prohibida y perseguida, podían ponerle en peligro tanto a él mismo así como a la organización, en el caso de que hubiera sido un militante organizado. Yo creo que por eso le dijo que era mejor que no pidiera el ingreso».
Se le insistió: «¿Fue él quién respondió a Gil de Biedma en nombre de la direccion del PSUC» Fue él, sí, aseguró Folch, había sido él. Jaime Gil de Biedma le pidió el ingreso y el mismo Sacristán le respondió negativamente. ¿Sabía el editor catalán si la decisión la había consultado con otras instancias del Partido? Folch no lo sabía «pero seguro que él lo comentó en aquel momento y que lo aprobaron porque si algún miembro de la dirección del PSUC podía tener en aquel momento alguna posición comprensiva era él». ¿No creía, pues, Xavier Folch que una posición homofóbica, como en ocasiones se había señalado, residía detrás de la respuesta negativa de Sacristan? En absoluto, señaló el ex director del Instituto Llull.
«Visto el asunto desde ahora tal vez sea difícil de comprender la posición de Sacristán. Uno puede pensar en prejuicios homofóbicos pero, conociéndole, eso es imposible porque él tenía muchísimo respeto y aprecio personal por Jaime Gil de Biedma. Siempre pensó que era, junto con Gabriel Ferrrater, el poeta más grande del grupo. Y no sólo lo reconocía como poeta. Tenía, sin duda, una gran admiración por la inteligencia de Jaime Gil de Biedma. Sacristán sabía que con esto se perdía a una persona muy importante como mlitante pero, equivocandamente o no, consideró que su posible admisión era un riesgo excesivo para la organización y sus militantes a causa de la lucha clandestine».
Folch no sabía si en una situación de ausencia de clandestinidad, Sacristán hubiera seguido el ejemplo de su admirado Togliatti. No era seguro en estos caso. Años más tarde, sin ninguna duda, no, de ninguna manera señalaba.
Los amigos de Gil de Biedma, se le preguntó a Folch, lo habían vivido como un veto a Gil de Biedma por el motivo de su homosexualidad, sin más consideraciones ni reflexiones. «Conociendo a Sacristán eso es impensable; eso lo puedo garantizar», respondió. ¿Y por qué creía Xavier Folch que Sacristán no había hecho ninguna aclaración sobre el tema tiempo después, tras la muerte del dictador golpista criminal por ejemplo? No lo sabía. Pero, añadía, Sacristán en privado «siempre había admitido que se había equivocado muchas veces en política pero nunca se dedicó a hacer en público una lista de sus errores». No es imposible que Sacristán pensara que no tuvo otro remedio en aquellas circunstancias.
Lo que, en opinion de Folch, era difícil, muy difícil, a finales del siglo XX, era entender, valorar, que la situación en los años cincuenta en España, y no sólo en España, también en Estados Unidos por ejemplo, era muy, pero que muy diferente,: «la cultura y el momento histórico que se vivía entonces eran completamente distintos». Sacristán, como todos, era hijo de su época, sin duda, pero «[…] no porque fuera homofóbico sino porque podía pensar que la homofobia de la sociedad hacía peligrosa la militancia de un homosexual en el partido».
Con esto, concluía Xavier Folch en este punto, no quería justificar nada sino que estaba intentando explicar lo sucedido.
Hubieron otros testimonios desde luego. ¿Se hizo referencia a lo sucedido en las memorias de Carlos Barral, en las Núñez o en las Solé Tura, por ejemplo? ¿Se dijo algo de ello en el ensayo de Gregorio Morán sobre la grandeza y miseria del PCE y el PSUC?
Notas:
[1] Carme Riera, La escuela de Barcelona, Barcelona, Anagrama, 1988, pp. 58-59.
[2] Jaime Gil de Biedma, Retrato del artista en 1956. Barcelona, Península, 2206 (prólogo de Josep M. Castellet y apéndice inédito de Gabriel Ferrater), p. 153, pp. 160-151 y p. 165.
[3] Como se comentó, varios adelantos del poemario se habían publicado en Laye.
[4] Jaime Gil de Biedma, Retrato del artista en 1956, ed cit, p. 157.
[5] Juan Goytisolo, Coto vedado, Barcelona, Seix Barral, 1985, p. 251.
[6] Josep M. Castellet, Seductos, il.lustrats i visionaris. Sis personatges en temps adversos. Barcelona, Edicions 62, 2009, p. 82. No es improbable que alguna versión última del texto de Sacristán esté escrito muchos años atrás.
[7] Fabian Estapé, De tots colors. Barcelona, Edicions 62, 2000, p. 66.
[8] Gil de Biedma dedicó a Fabian Estapé «Barcelona ja no és bona o mi paseo solitario en primavera» (Oda a Barcelona). Según el ex rector, en uno de los ejemplares que le envió años más tarde, le escribió: «A Fabian, personaje votivo de un poema de este libro a la vuelta de los años, Jaime. Abril 1988«.
[9] Véase: Salvador López Arnal, «Una conversación con Xavier Folch: recordando a Sacristán». El Viejo Topo [Barcelona], nº 140, mayo 2000, pp. 31-43.
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