Recomiendo:
3

Biogás sí, pero no así. ¿Cómo entonces?

Fuentes: Rebelión

INTRODUCCIÓN. «Los ecologista se oponen a todo»

El ecologismo está en auge. La razón: el monstruo enseña ya las orejas. Siguen remando duro los “negacionistas” del cambio climático y los iluminados de las teorías de la conspiración, chemtraileristas y terraplanistas. Incluso son capaces de llegar a los gobiernos más poderosos y algunos de sus satélites: Trump, Milei,… Hasta el PP valenciano con la DANA de octubre pasado se ha situado con su negligencia e inacción en ese campo.

El mundo está cambiando muy deprisa, y en paralelo a los tambores de guerra que suenan cada vez con más fuerza en Oriente Medio, en Europa y otros lugares del mundo, se está levantando en calles y plazas de nuestro país un runrún, un clamor que se hace cada vez más evidente. Movimientos vecinales y todo tipo de plataformas se están empezando a levantar contra los atropellos que supone el último asalto, el de los macroproyectos de biometano, asalto que viene a sumarse a los de sucesivas burbujas que han venido en la última década para atropellar el bienestar de las poblaciones y destrozar el medio ambiente – macrogranjas y falsas macrorrenovables- , y se adelantan unos meses a las que están calentando a la vuelta de la esquina: las del hidrógeno masivo y de la minería a cielo abierto en búsqueda de migajas minerales.

Cierto es que muchos de estos movimientos y plataformas ciudadanas no van mucho más allá de lo que se llaman  reacciones “nimby” (Not In My Back Yard: no en mi patio trasero), pero esto es solo el comienzo, porque echarse a la calle es el primer paso para abrir los ojos y mirar más allá de la nube de humo con que los medios tapan estos problemas y contradicciones sin salida de nuestros días.

De esta forma, una ciudadanía en crecimiento está asumiendo posturas que el movimiento ecológico viene defendiendo desde hace muchos años. Esta ciudadanía crítica y activa advierte al levantar la mirada que toda estas oleadas macro están interrelacionadas entre sí como parte de un imposible crecimiento exponencial vestido de “transición energética” para seguir a lo de siempre llevándose por el camino lo poco que va quedando de buena vida y un medio ambiente saludable en nuestros pueblos y ciudades. Y todo ello mientras el mundo se derrumba por su causa.

Esto explicaría la percepción subjetiva de una parte de esa ciudadanía no movilizada frente al ecologismo: “los ecologistas os oponéis a todo”. Nuestra respuesta cuando se refiere a las energías presuntamente renovables es siempre la del “Estamos a favor, pero no de esta manera”. ¿Entonces, cómo?, nos dicen los que están interesados.

Para contestar a esta pregunta en lo referente la biogás/biometano, y para salir de ese NO A TODO que muchos nos atribuyen, se escribe este artículo.

Aunque el término que protagoniza esta burbuja es el del biometano, preferimos utilizar el de biogás, porque este es el producto primero, siendo el biometano uno de sus componentes, que se extrae concentrado para poderlo añadir a la red gasística del mal llamado “gas natural”.

EL MARCO DEL CUADRO

Basta mirar lo que miran los demás y nosotros mismos en todo momento y circunstancia: pantallas, pantallas y más pantallas, todas llenas de ruido, odio y distracción, mucha distracción. A los medios ya no les interesa otra cosa que mercadear con nuestra atención. Atiborrados de datos, sensaciones y falsas emociones nos anclamos en un presente continuo desligado del pasado y del futuro. No es una novedad, claro, porque los medios están financiados por los que defienden el seguir como siempre, amparando a los de siempre y huyendo hacia adelante, siempre con la bandera del crecimiento económico como estandarte. Cada vez con más poder sobre la ciudadanía de la mano de algoritmos cada vez más refinados y de la creciente potencia de la inteligencia artificial, el futuro de nuestra libertad y autonomía parece sentenciado.

En lugar de afrontar el terrorífico reto del desastre climático y la imparable destrucción ambiental, el sistema tiene que seguir creciendo y optimizando beneficios a costa de cualquier futuro vivible.

La apuesta por lo “macro”, ese sobredimensionamiento de todos los proyectos de estas burbujas responde únicamente a la  búsqueda multiplicativa de beneficios. Es la economía de escala con los perdedores de siempre, los más débiles y el medio que los sostiene. En el  caso de estas burbujas en la España vaciada,  las víctimas son los pocos vecinos de pueblos que se van deshabitando con rapidez, y de los que se espera poca oposición.

El móvil ecológico detrás de algunas medidas de la Unión Europea de hace algunos años ya casi no existe. Era, por ejemplo, cuando Alemania, en el tema que nos ocupa, financiaba las pequeñas instalaciones de biogás para el autoconsumo de las empresas. Ahora ya no: es la geopolítica lo que importa en una Europa subordinada, obligada por el que manda, EEUU, a comprarle su gas de fracking a un precio superior al ruso, y que ahora necesita completarlo con el metano que pueda producir para completar el gas fósil de los gasoductos.

Este incremento se necesita para seguir alimentando la megamáquina que nos dirige de forma acelerada al abismo, algo inevitable por la sencilla razón de que el crecimiento exponencial indefinido es físicamente imposible, solo un delirio de mentes calenturientas. Asomados como estamos al desastre de todos los desastres, rebasando todos los límites en una tierra que se queda pequeña y con todas las alarmas disparadas, el resultado será una terrorífica contracción económica, a no ser que  apostemos colectivamente por un decrecimiento ordenado que nos permita un mínimo de buena vida para todos aprovechando los propios recursos y la escasa energía realmente renovable que vamos a tener a nuestra disposición.

COMPOST, BIOGÁS Y BIOMETANO

En términos generales existen dos procesos en la descomposición de los restos orgánicos, uno con presencia de oxígeno, descomposición aeróbica, y otros con ausencia de oxígeno: descomposición anaeróbica. La descomposición aeróbica es, digamos, la más natural, y da lugar al compost, un fertilizante natural que mejora la salud del suelo y reduce la necesidad de fertilizantes químicos. En el proceso consume oxígeno y produce, además del compost, agua y CO2. Sus ventajas son su sencillez, con una mínima inversión y un producto natural, el compost estable e inodoro.

Por su parte la descomposición anaeróbica, en ausencia de oxígeno,  produce biogás, compuesto a su vez de  CO2, metano y otros gases, entre ellos el sulfhídrico, responsable del olor putrefacto del proceso. El residuo se denomina digestato, que debidamente procesado se puede convertir en enmiendas de suelos agrícolas. Su calidad o peligrosidad dependerá de la materia prima utilizada. A diferencia del compost requiere instalaciones costosas. Su ventaja: el aprovechamiento energético del biogás, bien directamente, bien depurándolo para hacer biometano, es decir, pasando de un 50-60%  a un 90-95% para asemejarlo al llamado “gas natural”. Del CO2 del biogás (35-45%), “ya si eso”, como diría el otro.

Debemos tener en muy en cuenta que el metano es un potente gas de efecto invernadero con una fuerza 26 veces superior a la del dióxido de carbono. Si, en lugar de seguir permitiendo que este proceso tenga lugar sin control ni aprovechamiento, como ocurre en rumiantes, pantanos y en vertederos sin ventilar, lo utilizamos como fuente de calor o electricidad, a pesar de producir CO2 tendría mucho sentido en una economía circular, pero siempre teniendo como horizonte la reducción progresiva de residuos y, por lo tanto, de producción de metano.

Y es que nuestro reto como sociedades humanas es sin dudas reducir al máximo la huella ecológica que genera nuestra forma de vida, y ocuparnos a la vez de la gestión de nuestros propios residuos. No se trataría, por lo tanto, de aumentar la producción de residuos o traerlos de fuera, como pretenden los megaproyectos de biometano, porque no sería economía circular de proximidad. Nadie en su sano juicio se trae a su casa la mierda que nadie quiere y deja que se lleven fuera la energía que se produce. Otra cosa es que nos creamos las fantasías que nos cuentan los interesados en hacer negocio a nuestra cuenta.

Por eso el tamaño de los proyectos que se encargarán de ese aprovechamiento importan tanto. Por eso todos estos macroproyectos que nos están llegando apuestan, en lugar de reducir,  por incrementar al máximo esa materia prima necesaria a base de los desechos de una insostenible ganadería industrial, empezando por el purín de las macrogranjas de porcino.

EL TAMAÑO IMPORTA, Y MUCHO

A mayor tamaño, mayores las distancias a recorrer por las materias primas, y mayores los riesgos y dificultad para gestionar los problemas que puedan surgir, pero, a la vez, mayor la rentabilidad para las empresas.

Para producir biometano de forma rentable, los expertos coinciden en que deben entrar en las plantas un mínimo de 90.000 t anuales de residuos orgánicos. Esto supone más de 10-15 camiones de 20 ™ diarios (365 días) traficando por el territorio.

Si los residuos son inferiores a esta cantidad, el uso más rentable es usar el biogás para producir electricidad (por encima de las 25.000 toneladas) o calor. Son las plantas de medio y pequeño tamaño propias de una gestión de cercanía con posibilidad de sostenibilidad en función del origen de la materia orgánica.

Cuando se ponen como ejemplo las plantas de biogás de Alemania y otros países europeos, se olvidan de forma interesada que se trata de estos tamaños medios y pequeños.

CARACTERÍSTICAS DE UN US REALMENTE SOSTENIBLE DEL BIOGÁS

Un enfoque realmente sostenible en el aprovechamiento del biogás producido en las actividades humanas ha de pasar por una serie de requisitos:

El primero y fundamental es que pongamos por encima de cualquier consideración la sostenibilidad y la protección de un medio ambiente exhausto, y  el bienestar comunitario. Si la economía circular es físicamente imposible, vayamos a una espiral en decrecimiento -cuanto menos, mejor- y no la contraria, el crecimiento exponencial, por el que se apuesta en el modelo capitalista.

El segundo es que, a la vez que aprovechamos más nuestros residuos, vamos a tratar de reducirlos al máximo y a las actividades imprescindibles. De esta forma las materias primas fundamentales serán los residuos orgánicos urbanos (ciudades y mancomunidades rurales) y los lodos de las estaciones depuradoras de aguas residuales (EDAR). Esto quiere decir que vamos a dejar de potenciar las insostenibles macrogranjas de una ganadería industrial enfocada a la exportación. Y, en cualquier caso, establecer una moratoria para nuevas instalaciones, todo lo contrario que están potenciando los macroproyectos de biogás/biometano.

El tercero de los requisitos pasa por utilizar materias primas de fuentes sostenibles y producidas solamente en el propio municipio o mancomunidad. La consecuencia más lógica es que esto lleve a instalaciones de pequeño tamaño enfocadas al autoconsumo local.

El cuarto, que sean las propias empresas las que se encarguen de sus propios residuos y se aplique aquello de “el que contamine, que pague”. Estarían enfocadas al autoconsumo para cerrar mejor sus ciclos productivos.

El quinto requisito es la necesaria gestión comunitaria de los proyectos que surjan a través de los propios ayuntamientos, con información transparente y decisión comunitaria. Solo así se podrá asumir el “quid pro quo”  (qué a cambio de qué) y se extremarán los controles de olores y pérdidas de gas, con medidas de control de alto nivel.

El sexto y último requisito sería que la comunidad se hiciera cargo de la gestión y aprovechamiento de los desechos, sin olvidar la gestión de la enorme producción de CO2 del proceso (sobre el 37%), el principal causante del desastre climático.

¿HAY EJEMPLOS VIRTUOSOS?

Siempre con el criterio básico de reducir y responsabilizarse, ayuntamientos y empresas tienen a su disposición tecnología de pequeña escala para el autoconsumo. Otra cosa es que sean conscientes de su urgencia y necesidad. Un par de ejemplos con propuestas de biodigestores de pequeño tamaño:  Ver esto  y esto otro. Imaginémoslos en pequeños pueblos, hospitales, escuelas, hoteles y restaurantes, campings, etc. Sería posible, necesario y ejemplarizante, pero no interesa, claro.

El ya señalado caso de Alemania y su financiación de instalaciones de biogás para el autoconsumo en macrogranjas, aparte de que se ha frenado al toque de corneta de la UE y su plan Re-PowerEU, no sería buen ejemplo, porque, en lugar de ser responsabilidad de los productores, para hacerlos posibles necesitaron una fuerte financiación del Estado, algo que no ha ocurrido en España.

LA LEY DE RESIDUOS Y LOS BRINDIS AL SOL

Las leyes se hacen para hacerlas cumplir. Esa es la teoría, pero la práctica en nuestro país es otra cosa. LaLey 7/2022, de 8 de abril, de residuos y suelos contaminados para una economía circular” es un buen ejemplo al respecto. Nos basta citar algunas disposiciones que afectan directamente a este tema:

– Artículo 25 Recogida separada de residuos para su valorización.

2. (…) las entidades locales establecerán la recogida separada de, al menos, las siguientes fracciones de residuos de competencia local:

– (…)

b) los biorresiduos de origen doméstico antes del 30 de junio de 2022 para las entidades locales con población de derecho superior a cinco mil habitantes, y antes del 31 de diciembre de 2023 para el resto. Se entenderá también como recogida separada de biorresiduos la separación y reciclado en origen mediante compostaje doméstico o comunitario

En la ley también se avanza notablemente en la responsabilización de los productores (artículo 20), que se verán obligados a asumir los costes del tratamiento de residuos que generan, lo que supone (o supondría) que la ciudadanía, por fin, dejará ( o dejaría) de asumir estos costes.

La ley no habla del color marrón para el contenedor específico de los residuos orgánicos urbanos, pero es lo convenido en toda la UE. Pues bien, muchos municipios, empezando por el que conocemos de Zamora capital, simplemente lo han puesto en la calle para que la gente haga lo que crea conveniente. Sin más. Otros han ido más lejos, como en la Mancomunidad Tierra del Vino de Zamora, que ha cambiado el único contenedor existente en los pueblos, donde se arroja todo-todo,  por uno de color marrón. “Porque era el más barato”, se nos dice.

Mientras tanto, y ya rebasados de más los plazos que marca la ley, todos estos residuos van mezclados al mismo sitio en la mayoría de los casos.

Compostaje o biogás, fermentación aeróbica o anaeróbica, cada uno con sus ventajas e inconvenientes, el caso es que la gestión de los residuos orgánicos que producimos dejan mucho que desear, cuando no infringe directamente la ley.

Por aquí es por donde habría que empezar si queremos hablar en serio de la manida “economía circular”

ESTRATEGIAS DE OPOSICIÓN Y LUCHA CIUDADANA

Consciente de los límites de la economía fósil, el capitalismo más dinámico, autodenominado capitalismo verde, ha encontrado nuevas fuentes de crecimiento y beneficios en los intentos de salir del atolladero civilizador en el que él mismo nos ha metido. Algo parecido a poner al zorro a guardar las gallinas. Y se ha buscado sus aliados, porque el capitalismo fósil, con la bandera del negacionismo, no tira la toalla tan fácilmente. En lo que ha conseguido llamar “transición energética sostenible” se ha buscado la alianza de los Gobiernos, en nuestro caso de toda la UE, y el apoyo, digamos “crítico”, del ecologismo institucionalizado, a cambio del que ha empezado a transferirle, a través de los mismos Gobiernos y de dudosas fundaciones filantrópicas, ingentes sumas de dinero en forma de proyectos, estudios y consultas. Nos referimos a las asociaciones ecologistas del llamado G5 (Greenpeace, WWF, Amigos de la Tierra, Ecologistas en Acción y Seo BirdLife)

En los actuales sistemas democráticos, con partidos políticos cada vez más despegados de la realidad y atados al cortoplacismo, no resulta fácil encarar el terrorífico futuro energético y climático que tenemos a la vuelta de la esquina. Con el corto plazo de las legislaturas, los partidos lo tienen muy difícil para proponer una economía de guerra tan urgente como necesaria, si hacemos caso a los que saben. Aunque lo saben bien, actúan como el enfermo que no quiere ir al médico para que le diagnostiquen y actuar en consecuencia con la enfermedad que le está matando.

Ante los cruciales retos climáticos, energéticos y medioambientales, con los que nos jugamos, directamente, nuestro futuro, tenemos, por lo tanto, dos modelos de afrontarlos:  un modelo que podemos llamar  reformista, que cree, como la vieja socialdemocracia, que la maquinaria del sistema se puede reformar, moldear y adaptar sin tener por qué echar el freno para transitar de una economía basada en la energía fósil a otra basada en la renovable.

El otro modelo lo podemos  llamar radical, por  ir a la raíz del problema, un capitalismo  que, bajo cambiantes disfraces, sigue su rumbo de crecimiento indefinido como el de un cáncer metastásico, por lo que solo hay una solución posible:  echar el freno y administrar lo que aún tenemos para prepararnos y adaptarnos  a lo que se nos viene encima.

La estrategia reformista

Es por la que apuestan la gran mayoría de los partidos políticos más preocupados por el tema y las cúpulas de las organizaciones ecologistas institucionales. Sostienen que no podemos oponernos al modelo de despliegue actual de las renovables, en su dimensión macro y al servicio del lucro privado, porque, ante todo, es necesario abandonar la energía fósil. Sus propuestas se limitan a  pequeños cambios y ajustes que no impidan que la megamáquina siga creciendo a su ritmo imparable. Los más críticos de los partidos, sindicatos y organizaciones ecologistas, denuncian el desorden y la falta de planificación, y presentan alegaciones a los proyectos más enloquecidos e inviables, como queriendo limar las uñas al monstruo. Para autojustificarse en su falta de radicalidad siguen manteniendo de forma cada vez más retórica propuestas “progresistas” en forma de comunidades energéticas, autoconsumo, proximidad y temporada, ganadería extensiva, etc. Pero, ojo, nos dicen poniéndose el traje de la “responsabilidad”, nada de echar el freno, que hay que seguir con la llamada “transición energética” construyendo macrofactorías renovables en tierras y mares, aunque sean insostenibles. Lo que no se puede bajo ningún concepto es parar el tren. Palabras como austeridad y decrecimiento se evitan o se envían a futuros difusos por la sencilla razón de que son incompatibles con el sistema del crecimiento continuo, acelerado e indefinido, y se frenaría el despliegue “renovable”.

Y así, ante las sucesivas burbujas que se van desplegando para el creciente horror de la ciudadanía afectada, con la del biogás como antepenúltima (faltan la del hidrógeno y la de la minería a cielo abierto, ojo), partidos, sindicatos y organizaciones ecologistas, son remisos a sacar a los vecinos de sus casas, uniéndose a remolque solo cuando las movilizaciones aumentan de escala y las calles y plazas se empiezan a llenar.  Lo propio de esta vía reformista es eso, reformar vía parlamentaria o presentar alegaciones en los proyectos más sangrantes, siempre sin cuestionar el sistema que los ampara. Ecologistas en Acción, la más progresista y con más activistas locales de todas las asociaciones ecologistas del llamado G5, ha sufrido graves rupturas estos años por este problema, con grandes diferencias entre la coordinación confederal, reformista a fuerza de pisar alfombras y recibir ayudas, y los grupos de activistas locales que encabezan y nutren muchas de las movilizaciones ciudadanas.

La estrategia radical

La estrategia que defienden los grupos radicales, consiste, sencillamente, en accionar todas las alarmas para contrarrestar el ruido y la distracción ciudadana, tirar de todas las palancas de freno disponibles,  y poner palos y piedras en las ruedas para tratar de parar esta loca carrera suicida.

Esto se plasma en acciones como estas:  

– Denunciar el incumplimiento de la Ley de Residuos, en este temas en lo referido a la separación garantizada de la materia orgánica y su procesado separado para obtener compost y energía.

– Analizar y cuestionar todos los macroproyectos promovidos por el lucro privado, denunciando las maniobras oscurantistas o despóticas por parte de las empresas y gestores municipales.

– Exigir información exhaustiva a las partes, ayuntamientos y empresas, aportando expertos para desmontar sus trucos del marketing.

– Promover el protagonismo vecinal para informarse y decidir de forma comunitaria, valorando pros y contras.

– Apoyar las movilizaciones vecinales contra estos macroproyectos, tratando a la vez de sacar de su apego al sillón, a partidos e instituciones, y al mismo tiempo evitar derivas a lo “nimbi” para dar el salto a lo categórico y sistémico.

– Elaboración y difusión de alegaciones que, utilizando los resortes legales de todo tipo, frenen, retrasen o paren, todos los proyectos macro presentados al calor de estas burbujas.

– Difundir, apoyar y desarrollar todas las alternativas que pongan en el centro la calidad de vida vecinal, la proximidad, el ahorro colectivo y la conservación del medio ambiente.

En resumen, toda la ciudadanía, en particular la que dice que los ecologistas nos oponemos a todo, debe conocer que hay alternativas viables y más satisfactorias a ese “todo” del que tenemos que bajarnos. Los ecologistas, y más particularmente los que defendemos un ecologismo radical, luchamos por poner la vida en el centro, tanto la del medio natural del que somos parte, como la de las personas que quieren, queremos, vidas que merezcan ser vividas.

Ángel Encinas Carazo. Ecologistas Zamora

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.