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Blowin’ in the wind

Fuentes: Rebelión

La pasada primavera se cumplieron cuarenta y dos años de la muerte de Ulrike Meinhof en la cárcel de Stammheim-Stuttgart. Mientras una multitud esperaba en el exterior para acompañar el entierro, el jefe de policía Herold, que encabezó la campaña contra la llamada «Fracción del Ejército Rojo», al parecer formuló la evidencia: «Ha nacido un […]

La pasada primavera se cumplieron cuarenta y dos años de la muerte de Ulrike Meinhof en la cárcel de Stammheim-Stuttgart. Mientras una multitud esperaba en el exterior para acompañar el entierro, el jefe de policía Herold, que encabezó la campaña contra la llamada «Fracción del Ejército Rojo», al parecer formuló la evidencia: «Ha nacido un mito». De ello darían fe las películas, piezas musicales, performances y pinturas, textos que, durante estas cuatro décadas, han vuelto a ello una y otra vez; así, la serie October 18, 1977 (fecha en que,también en Stammheim, murieron otros tres miembros del grupo), pintura en blanco y negro, que representa la obra de Gerhard Richter en la colección del MoMA; o la acción de Joseph Beuys y Thomas Peiter en la Documenta de 1972, cuyos carteles -«Durero, yo acompaño personalmente a Baader+Meinhof por la Documenta»- quizá serían penados por la actual ley española.

Ulrike Meinhof nació en 1934, niña de la guerra, huérfana temprana que creció junto a una colega de su madre, Renate Riemeck, personalidad del pacifismo difícil de los años 50, entre las coacciones de la guerra fría. Meinhof vivió esa militancia desde muy joven, así como los límites sufridos por la izquierda alemana (por ejemplo, el Partido Comunista fue ilegalizado en 1956). Como redactora jefe del semanario Konkret, participante en debates televisivos, se convirtió en referencia de la crítica social y la denuncia del imperialismo (la guerra del Vietnam entonces, y su poder de polarización),con notable prestigio entre las élites intelectuales y profesionales; en castellano puede leerse el análisis que hizo Manuel Sacristán del tránsito de sus columnas desde un humanismo crítico a una postura revolucionaria. En 1968, a la par de los movimientos estudiantiles, renuncia a su posición y se consagra al trabajo social entre las jóvenes de los correccionales, que protagonizarán su Bambule, guion fílmico en torno a los motines espontáneos de las internadas, a la violencia y la contraviolencia.

En ese momento conoce a Andreas Baader y Gudrun Ensslin, al asistir como reportera al juicio que los encausa por el incendio de unos grandes almacenes. Madre de dos hijas ya, Ulrike lleva seis años a Gudrun, nueve a Andreas; su reunión es también encuentro entre el legado de la izquierda radical y la nueva contracultura de los jóvenes. Y cristaliza en lo que ella llama el paso a la práctica desde la teoría: su fuga por una ventana, durante una acción de comando para liberar a Baader, que está detenido, simboliza su entrada en la clandestinidad; proponen crear una «guerrilla urbana», defienden que la revolución social ha de ser armada. Una cascada de ataques -bombas y tiroteos contra cuarteles americanos, contra policías, fiscales y empresarios- busca desmentir la presunta invulnerabilidad del sistema. Muertes en los dos lados, detención de la mayoría del grupo; la propia Meinhof, en junio de 1972. La periodista estrella es ahora terrorista.

Su lema, unir «todas las fuerzas del pueblo contra el sistema de policía / poder / violencia / familia / escuela / fábrica / oficina / trena / correccional / manicomio», ya sugiere, en cierto modo, las capas sociales desestructuradas y marginales que les darán apoyo junto a sectores intelectuales con conciencia crítica. Según datos de la policía, entre los menores de treinta años, uno de cada cuatro simpatizaba con ellos. La gran coalición de la derecha con los socialdemócratas, a partir de 1966, había reducido aun más el campo de una oposición posible; la continuidad de antiguos nazis en numerosos puestos directivos o el «decreto de los radicales» de 1972, que preveía la exclusión por causas ideológicas de la administración pública, desde los profesores a los bomberos (unas ochenta mil personas tenían ficha), componían un cuadro asfixiante. El apoyo internacional (Sartre, Foucault, Beauvoir, Genet, Deleuze) lo confirma; así, el linchamiento mediático sufrido en Alemania por Heinrich Böll, a causa de un moderado artículo sobre las garantías del estado de derecho, fue respondido con el Premio Nobel de Literatura en 1972. Cuando ahora se ve el sentido de que obtenga este premio un escritor chino o una bielorrusa, se olvida el que igualmente tuvo en el corazón del llamado mundo libre. El proceso celebrado en la misma cárcel de Stammheim (véase la película homónima de Reinhard Hauff) es quizá el gran banco de pruebas de la continua, y aun activa, erosión de los derechos en Europa.

En el último manuscrito de Ulrike Meinhof se lee: «El miedo es reaccionario. Tengo miedo, pero es reaccionario»; antes de entrar en la cárcel escribía: «En cualquier cosa que se hace, se permanece en gran medida extraño a uno mismo. Una buena parte de nuestros actos nos queda cerrada, como ininteligible». De ese desdoblarse y de la tortura del aislamiento extremo habla el poema de Víctor M. Díez «Discurso privado», referido a Meinhof: «Ella blanca sobre un fondo / persigue la huella, su mente, la huella. / Los pies desaparecen, ella encerrada / como un azúcar en la leche». Y: «A veces me recorto con tijeras, / recorro toda la silueta con delicadeza. / Me despego para hablarme, me tiendo / sobre la cama para hablarle. / Y le echo palabras a ese hueco que dejo / de mí misma».

Es difícil pensar sobre todo ello; de algún modo este repaso se hace parcial en la conciencia de la dificultad. Pero un mito es siempre una concentración de sentido y por tanto, aunque de modo oscuro, puede ofrecerse como espacio de reflexión. Más allá de lo obvio -la inmadurez y la inutilidad del empeño, las muertes injustas- algo, sin duda, queda por pensar. Los límites tan difusos entre la democracia y un régimen autoritario. Las raíces insoportables del sistema y de la vida. La imposibilidad de cambiar todo eso sin que haya alguna clase de torsión. Y algo singular: el carácter generacional, lo que sentíamos los jóvenes de aquellos años. Propondría releer algunas páginas de Roberto Bolaño: su «discurso de Caracas», el primer párrafo de Estrella distante, el fantasmagórico final de Amuleto. O recordar los trazos oblicuos, lluvia abstracta, de Ulrike, una exposición de Manuel Sierra en Simancas a principios de los 80. O la canción, tan conocida, que suena al final de la película de UliEdel, RAF. Fracción del Ejército Rojo: «blowin’in thewind», «la respuesta, amigo mío, está flotando en el viento».

 

Lecturas.-

— Ulrike Meinhof, Bambule. Traducción de Francesca Martínez. Barcelona, Icaria, 1978.

— Grupo Baader-Meinhof, El moderno estado capitalista y la estrategia de la lucha armada. Traducción de Pedro Madrigal. Barcelona, Icaria, 1977.

— VV.AA., «Terrorisme en Allemagne». Documents, número especial doble 2/3, 1975.

— Alain Lacroix, Ulrike Meinhof. Rennes, Pontcerq, 2014.

— Heinrich Böll, Ulrike Meinhof. Un artículo y sus consecuencias. Traducción de Feliu Formosa y Juan del Solar. Barcelona, Seix Barral, 1976.

— Manuel Sacristán, Intervenciones políticas (Panfletos y materiales III). Barcelona, Icaria, 1985.

— Víctor M. Díez, Discurso privado. León, Eolas, 2013.

— Roberto Bolaño, Estrella distante. Barcelona, Anagrama, 1996.

–, Amuleto. Barcelona, Anagrama, 1999.

–, Entre paréntesis. Barcelona, Anagrama, 2004.

 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.