El gran problema, Gaza es la amenaza, una franja de 9 km de ancho por 40 km largo -360 km cuadrados- en la que viven millón y medio de palestinos con los pasillos de entrada y salida controlados por Israel. La vida de los palestinos en es mitad prisión y mitad hacinamiento pero, en cualquier […]
El gran problema, Gaza es la amenaza, una franja de 9 km de ancho por 40 km largo -360 km cuadrados- en la que viven millón y medio de palestinos con los pasillos de entrada y salida controlados por Israel. La vida de los palestinos en es mitad prisión y mitad hacinamiento pero, en cualquier caso, de miseria y de pobreza extrema.
La masacre de ahora no es novedad y aún aguardan más bombardeos y la incursión militar por tierra como así lo anunció el Gobierno israelí que prevé entrar en Gaza. Nada es novedad porque cada mes cientos de niños y adultos mueren por desnutrición, infecciones y otras enfermedades provocadas por el largo asedio impuesto por Israel. Los alimentos, medicinas y lo más elemental para la vida es retenido o confiscado por Israel en los pasos de entrada a Gaza, sin que importe que la ayuda sea internacional o de NU. Así es que ahora 300 muertos y 2.000 heridos no es una cifra desmesurada, sólo la publicidad de las fotos ensangrentadas levanta algo de revuelo y mueven, por unos días, a la opinión pública. El genocidio palestino ha cumplido ya 60 años, no es nuevo ni tampoco lo son las atrocidades de ahora.
Israel nació con violencia y sólo con más violencia puede mantenerse, no les es posible otro argumento porque cuando en 1948 expulsaron a los palestinos y se apoderaron de sus bienes y tierras lo hicieron por la fuerza de las armas acribillando a quien se opusiera y ahora sólo con más armas pueden mantener la ocupación y retener botín arrebatado. Esta política iniciada con violencia se repite cada día en la construcción de El Muro que anexiona poblados e incrementa los asentamientos en las tierras más fértiles y estratégicas a costa de la expulsión de los palestinos. Es lógico que Israel se sienta amenazado y que diga, una y otra vez, que ha de defenderse, pero preguntar por qué o de quién parece innecesario, aparte de su mala conciencia.
No hay conflicto, por la misma razón que no lo hay en un atraco o en una violación. En ningún caso se puede equiparar a la persona robada o violada -a la víctima- con el agresor o eludir la realidad recurriendo a calificarla como conflicto.
Resulta inapropiado, y es un punto más de complicidad, cuando la comunidad internacional se refiere a esta masacre intentando justificar el crimen de Israel diciendo que ha dado una «respuesta desproporcionada» como si con la mitad de muertos la respuesta fuera adecuada.
La resistencia nace con la ocupación y son los ocupantes los que generan la violencia, no las víctimas que la sufren. La ocupación es violencia es sí misma y sólo se puede mantener con más dosis de violencia. La resistencia puede ser más o menos acertada y con más o menos errores e incluso crímenes, pero la resistencia no es la causante del problema ni los responsables de la violencia generada, sino los que la sufren, las víctimas.
No se puede confundir ni comparar resistencia con ocupación, por lo mismo que no se ha de confundir a la víctima con el verdugo. No es posible equiparar a la violada con el violador y, del mismo modo, no se puede comparar el daño que ambos pueden sufrir. Tampoco puede decirse que hay un conflicto por la misma razón que no lo hay en un robo o en una violación pero, lo que si hay es un crimen y, en este caso, un genocidio.
Para completar el discurso belicista nada mejor que sentar la premisa, sin más argumentos, de que el contrario es «terrorista». Hamás ganó unas elecciones de modo democrático y bajo la supervisión internacional, pero cometió el grave error de no situarse del lado de los israelíes, de los ocupantes. Parece que tampoco importa que la mitad del Parlamento y del Gobierno, junto con 11.000 palestinos, estén encarcelados por Israel y que Gaza, Cisjordania y Jerusalén estén asediados militarmente.
La complacencia y la complicidad de Estados Unidos, de la Unión Europea y de Naciones Unidas es insultante. Israel sólo existe por la financiación, apoyo y encubrimiento que recibe, es un país inventado -artificial- y mantenido por razones geoestratégicas.
Israel es el producto de una fórmula mitad neocolonial y mitad geoestratégica que nació con violencia y que necesariamente ha de vivir con violencia. Es uno de los países del mundo más pequeños en población y en extensión pero, sin embargo, es el décimo importador de armas y el quinto en armas nucleares, todo ello acompañado de un poderoso ejército con el más moderno equipamiento; es sin duda, el país más y mejor militarizado, per capita, del mundo. Pero todo esto no es suficiente, la paz no puede llegar ni con las armas ni con la sin razón, y lo saben, por eso lo que ahora preparan es el exterminio palestino.
Y no les falta razón, porque de nada les han servido tantos años de bombardeos, asesinatos, asedios y ocupación. Después de 60 años de negar la existencia palestina, que ni siquiera está reconocida en Naciones Unidas, los palestinos sobreviven, ahí están todavía, en medio centenar de campos de refugiados, aislados, fragmentados e incomunicados en multitud de aldeas que siguen recordando su origen y sin que hayan perdido la identidad. Y, este es el gran problema israelí, una buena parte de los cinco millones con dos nacionalidades, una original pero de cualquier parte del mundo y la otra, mitad comprada o adquirida, por ser o decir que se es judío. Porque judío sólo se puede ser como practicante de una religión y nunca como grupo étnico. No existe ninguna tribu, etnia o país que sea de «raza» judía, lo mismo que no la hay para ser cristiano o musulmán.
La comunidad internacional se pierde en falsos discursos cuando saben que no es posible la paz con ocupación y que no se puede pretender la paz en medio de la ocupación. No es ningún círculo vicioso, la vida para los palestinos es sencillamente cuestión de supervivencia -de resistencia- y de Derechos Humanos que hasta ahora les han sido negados. Paciencia no les falta.