Traducido para Rebelión por LB
Ni uno solo de los casi 450 presidentes de colegios y universidades usamericanos que denunciaron con furia una iniciativa de académicos británicos destinada a boicotear las universidades israelíes en septiembre de 2007 ha alzado su voz para protestar contra el bombardeo israelí de la Universidad Islámica de Gaza ocurrido a principios de esta semana. Lee C. Bollinger, presidente de la universidad de Columbia, que organizó aquella petición, ha permanecido esta vez mudo, al igual que sus co-signatarios de las universidades de Princeton, Northwestern y Cornell y del Instituto de Tecnología de Massachusetts. La mayoría de las demás personas que firmaron peticiones similares, como los 11.000 profesores de cerca de 1.000 universidades de todo el mundo, también se han abstenido de expresar su indignación por el ataque de Israel contra la universidad puntera de Gaza. El grupo denominado Académicos por la Paz en Oriente Medio, que organizó el último llamamiento, no ha dicho una sola palabra sobre el asalto.
Si bien se desconoce aún la magnitud de los daños inflingidos a la Universidad Islámica, que fue objeto de seis ataques aéreos separados, los últimos informes indican que los israelíes demolieron al menos dos grandes edificios: un laboratorio de ciencias y el Edificio de las Damas, donde cursaba sus estudios el alumnado femenino. No hubo víctimas, ya que la universidad fue evacuada cuando el asalto israelí comenzó el sábado.
Casi todos los comentaristas coinciden en señalar que los israelíes atacaron la Universidad Islámica en parte debido a que es un símbolo cultural de Hamas, el partido mayoritario en el gobierno palestino democráticamente elegido y contra el que Israel ha centrado sus ataques en Gaza. Misteriosamente, casi ninguna de las informaciones de prensa ha hecho hincapié en la importancia educativa de la universidad, que supera con creces su simbolismo cultural o político. Creada -con la aprobación de las autoridades israelíes- en 1978 por el fundador de Hamas, la Universidad Islámica es la primera y más importante institución de educación superior de Gaza y acoge a más de 20.000 estudiantes, el 60% de ellos mujeres. Se compone de 10 facultades (las facultades de educación, religión, arte, comercio, Sharia, ciencia, ingeniería, tecnología de la información, medicina y enfermería) y otorga una gran variedad de licenciaturas y maestrías. Teniendo en cuenta que las universidades palestinas se han regionalizado debido a que los israelíes prohíben a los estudiantes gazatíes estudiar en Cisjordania o en el extranjero, la importancia educativa de la Universidad Islámica se hace aún más evidente.
Esas restricciones saltaron a los noticiarios internacionales el verano pasado cuando Israel se negó a conceder permisos de salida a siete estudiantes de Gaza cuidadosamente seleccionados a los que el Departamento de Estado había concedido becas Fulbright para estudiar en los Estados Unidos. A raíz de la intervención de altos funcionarios del Departamento de Estado las becas a los estudiantes fueron restauradas, aunque Israel permitió salir solamente a cuatro de los siete galardonados, haciendo oídos sordos incluso a los llamamientos de la Secretaria de Estado Condoleezza Rice. «Se trata de una ansiada victoria para los estudiantes«, opinó The New York Times, y «también para Israel, que debería desear ver a más jóvenes gazatíes tomando una senda de esperanza y de educación en lugar de la senda de la desesperanza y el martirio; y también lo es para los Estados Unidos, cuya imagen en el Oriente Medio necesita de un lavado urgente«.
A despecho de la importancia de la Universidad Islámica, Israel ha tratado de justificar el bombardeo. Una portavoz del ejército israelí dijo a The Chronicle que los edificios demolidos estaban siendo utilizados como «un centro de investigación y desarrollo de armas de Hamas, incluidos cohetes Qassam… Una de las estructuras alcanzadas alojaba laboratorios de explosivos que eran parte inseparable del programa de investigación y desarrollo de Hamas, así como lugares que servían como instalaciones de almacenamiento para la organización. El desarrollo de estas armas se llevó a cabo bajo los auspicios de profesores titulares que son activistas de Hamas«.
Funcionarios de la Universidad Islámica desmienten las acusaciones de Israel. Sin embargo, incluso si hubiera algo de cierto en ellas, todo el mundo sabe que prácticamente todas las principales universidades usamericanas e israelíes se dedican a la investigación y desarrollo de aplicaciones militares y reciben dinero del Pentágono y de empresas de armamento. El desarrollo armamentístico e incluso la fabricación de armamento se han convertido desgraciadamente en grandes proyectos de universidades de todo el mundo -un hecho que no justifica bombardearlas.
Al lanzar un ataque sobre Gaza el Gobierno israelí ha vuelto a optar por estrategias de violencia trágicamente similares a las desplegadas por Hamas, con la diferencia de que las tácticas israelíes son mucho más letales. ¿Cómo deberían responder los académicos a este asalto a una institución de educación superior? Independientemente de la postura de cada cual sobre la propuesta de boicot a las universidades israelíes, cualquier persona tan preocupada por la libertad académica como para añadir su nombre a una petición no debería sentirse menos indignada cuando Israel bombardea una universidad palestina. La pregunta, por tanto, es si los decanos y profesores que firmaron la diversas peticiones para denunciar los intentos de boicotear a Israel alzarán su voz en contra de la destrucción de la Universidad Islámica.
Neve Gordon es presidente del departamento de Ciencias Políticas y Gobierno de la Universidad Ben-Gurion del Negev y autor de La Ocupación de Israel (University of California Press, 2008).
Jeff Halper es director del Comité Israelí contra las Demoliciones de Casas (ICAHD) y autor de Un israelí en Palestina: Resistiendo la desposesión, Redimiendo a Israel (Pluto Press, 2008). Puede contactarse con él en [email protected].