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Entrevista con Hesham Sallam, coeditor de Jadaliyya

Breves apuntes sobre las elecciones presidenciales en Egipto

Fuentes: Jadaliyya.com

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández.

[Los días 26-27 de mayo de 2014, Egipto celebrará sus segundas elecciones presidenciales desde el derrocamiento de Hosni Mubarak en enero de 2011. Van a disputarlas Abdel Fattah al-Sisi, el hombre fuerte del ejército que tramó el golpe que depuso a los Hermanos Musulmanes en julio de 2013, y Handin Sabahi, el líder de Corriente Popular. Se espera que las elecciones consoliden el liderazgo de Sisi en el Estado egipcio. Jadaliyya solicitó al coeditor de su página de Egipto, Hesham Sallam, que comentara los comicios y el contexto general que los rodea.]

-Jadaliyya (J): ¿Por qué se considera que estas elecciones son importantes?

-Hesham Sallam (HS): Estas elecciones son importantes porque constituyen la primera votación, desde el golpe del 3 de julio de 2013, con más de un candidato. Desde la perspectiva de la coalición gobernante controlada por el ejército, supone una oportunidad para conseguir una mayor legitimidad interna e internacional enviando el mensaje de que el orden político posterior al golpe es una manifestación del consenso popular en vez del producto de una lucha por el poder en la que el ejército se impuso a golpe de pistola. Poner a prueba tal afirmación es algo que preocupa a los principales actores egipcios por diferentes razones.

Las fuerzas que podríamos describir como «fuerzas antisistema» -incluidas, pero no limitadas, a los Hermanos Musulmanes y sus aliados, junto con grupos marginados como el Movimiento de Jóvenes del 6 de Abril- han pedido el boicot de las elecciones. Les gustaría utilizar el voto como una ocasión para avergonzar al régimen destacando los fallos (en ocasiones cómicos) en la dirección técnica de los comicios y el contexto político general en el que se producen. Quieren evitar que quienes defienden el statu quo tengan cualquier oportunidad de presentar este acontecimiento como indicador de una transición democrática creíble: Que la forma en la que Abdel Fattah al-Sisi ha anunciado su candidatura, en uniforme militar y con una proclamación de las fuerzas armadas apoyando su decisión, reforzaba la imagen de que el Estado no es parte desinteresada en este proceso. Que los medios de comunicación favorables al ejército se dieron prisa en difamar a los otros potenciales candidatos, desanimándoles de disputar las elecciones, recalcando el grado en el que esta competición está sólo abierta a los candidatos aprobados por el Estado. Que estas elecciones se producen en un contexto de arrestos a gran escala, procesamientos, encarcelamientos e incluso asesinato de disidentes políticos; todo lo cual deja pocas dudas acerca de la ausencia de cualidades democráticas en las mismas.

Una perspectiva diferente, frecuente entre los seguidores de Sabahi, reconoce que las cartas están a favor de Sisi de forma abrumadora pero considera, no obstante, que esta batalla puede ser una oportunidad para echar del poder a la autocracia. Hace específicamente hincapié en que desviar votos de Sisi ayudará a limitar su mandato. Los defensores de este punto de vista postulan que va a necesitarse mucho más que una mayoría simple para que Sisi consiga un triunfo político significativo, y que jugar con su margen de victoria dificultará que su potencial presidencia pueda cerrar espacio político y marginar las voces de los disidentes. También ven las elecciones como una oportunidad para desarrollar un programa político coherente y redes organizativas que puedan ejercer presiones en nombre de quienes rechazan que las opciones se limiten al ejército y a los Hermanos Musulmanes. Para ellos la batalla no es por la presidencia per se, sino más bien por la consolidación de la posición de la oposición y para dar voz, sustancia y significado a la preparación de las próximas batallas políticas. Hay muchas razones para cuestionar esta línea de razonamiento, pero es sin duda un punto de vista con el que muchos progresistas egipcios han estado enfrentándose.

-J: Algunos han sugerido que todo lo que no sea una victoria abrumadora y limpia de Sisi socavará su legitimidad, ¿está de acuerdo?

-HS: En mi modesta valoración, este punto de vista es correcto, porque este es un régimen que hasta ahora ha mostrado poco interés por erigir una fachada democrática convincente o la apariencia de una política competitiva. En cambio, parece más interesado en proclamar e inflar sus niveles de apoyo popular para intentar que su gobierno aparezca como el resultado de un consenso nacional sólido e irrefutable. Esto resultó especialmente evidente en el referéndum constitucional de principios de año, en el cual el régimen ni siquiera toleró expresiones benignas de apoyo a la consigna de «No ir a votar».

A diferencia de las anteriores elecciones organizadas desde el Estado, que presentaban largas listas de candidatos presidenciales para destacar la amplia gama de opciones de que disfrutaban los votantes, la votación presidencial de 2014 sólo cuenta con dos nombres. Los medios de comunicación a favor al ejército disuadieron a muchos candidatos de que se presentaran mediante tácticas intimidatorias. No hay ningún intento real de exagerar el espíritu competitivo de esta próxima votación. De hecho, si miran la campaña de Sisi, no verán indicador alguno de que se reconozca que existe otro candidato. Por ejemplo, justo después de que los egipcios que se hallan en el extranjero depositaran sus papeletas entre el 15 y el 18 de mayo, empezaron a circular recuentos de votos por la página de la campaña de Sisi en Facebook, informando sólo del número de votos recogidos por Sisi de la cifra total de votos emitidos y el número de votos nulos- sin una sola mención a Sabahi, el otro candidato. Su enfoque se parece a los referendos que se celebraban bajo el dominio de Mubarak, en los que se pedía a los votantes egipcios que decidieran entre «sí» y «no» para un único candidato presidencial.

Pienso que esta tendencia tiene mucho que ver con el contexto en el que se concibió el golpe del 3 de julio. En muchos sentidos, el golpe reflejó el fracaso de un acuerdo para compartir el poder en el que los militares toleraban cierta forma de política competitiva siempre y cuando no lesionara sus antiguos privilegios económicos y políticos. Ahora parece que está presentando un acuerdo diferente, en el que piensan gobernar a través de sus propios representantes en vez de confiar en socios y pactos con aliados civiles, como ocurrió entre junio de 2012 y junio de 2013. Porque el viejo modelo, que contaba con una fachada democrática, no generó la estabilidad que esperaba el ejército, Sisi parece más interesado en presentarse a sí mismo más como el dirigente que asumió el poder gracias a un consenso popular «histórico» que por ganar una elección supuestamente competitiva.

-J: ¿Qué piensa de los informes de que los Hermanos Musulmanes van a animar extraoficialmente a sus partidarios para que voten por Sabahi a fin de socavar el mandato de Sisi?

-HS: El contexto actual nos obliga a ser un tanto prudentes a la hora de atribuir la conducta de los Hermanos Musulmanes a un solo órgano unificado de toma de decisiones. Antes de deducir qué es lo que los Hermanos Musulmanes están pensando o cómo están actuando, tenemos que reflexionar de forma un poco más crítica en cómo los desarrollos del pasado año han alterado las jerarquías existentes dentro del movimiento.

Dicho esto, creo que tenemos que recibir con cautela esas informaciones porque muchos de los que están difundiéndolas son partidarios destacados de Sisi. Esto sugiere que muchas de esas afirmaciones pueden haber sido fabricadas o exageradas para socavar los apoyos a Sabahi, y una señal a los egipcios de que votar a Sabahi devolverá a los Hermanos (los supuestos «chicos malos») al poder por la puerta trasera. Esto es también coherente con el tono general de las personalidades públicas partidarias de Sisi, que a menudo postulan que Sisi es la persona adecuada para el trabajo porque Sabahi es «suave con el terrorismo» y cuenta con supuestos partidarios entre los afiliados de los Hermanos Musulmanes. Pero el propio Sabahi ha sido de todo menos cordial con los Hermanos Musulmanes en sus declaraciones públicas, y ha asegurado que el grupo seguiría estando prohibido si él alcanzaba el poder.

No sólo no he encontrado pruebas convincentes que apoyen esas afirmaciones, sino que me resulta extremadamente difícil creer que los dirigentes de los Hermanos Musulmanes se arriesgarían a alienarse de sus partidarios pidiéndoles que participen en unas elecciones patrocinadas por el ejército para legitimarse, después de que cientos de sus seguidores perdieran la vida resistiendo el golpe de Estado y el derrocamiento de Mursi. La afirmación me parece muy sospechosa.

-J: ¿Cuáles son sus expectativas respecto al periodo poselectoral?

-HS: Más que hacer predicciones, me gustaría destacar una pregunta abierta que creo que será extremadamente pertinente en el período poselectoral: ¿Cómo abordará el próximo presidente de Egipto los graves desafíos económicos que el Estado ha estado enfrontando durante años?

Los apoyos a Sisi parecen proceder de una coalición socialmente diversa que incluye a los defensores de la redistribución que exigen un mayor gasto estatal, así como intereses empresariales que tienen mucho interés en reducir el papel del Estado en la economía. La notoria ausencia de una plataforma electoral formal en la campaña de Sisi quizá refleje una realidad en la que es muy difícil, y políticamente costoso a la luz de esas tensiones más amplias, comprometerse con posiciones concretas en las políticas sociales y económicas. Hasta ahora, Sisi ha evitado con éxito esas difíciles cuestiones rehuyendo políticas y compromisos concretos. En cambio, ha definido su oferta presidencial como el producto de su deber para salvar a Egipto de la crisis nacional.

Es difícil ignorar el hecho de que su infame entrevista por televisión con Ibrahim Eisa y Lamis al-Hadidi, presentó casi todos los temas de política como asuntos de seguridad nacional, y sus recomendaciones (a menudo vagas) como algo necesario para evitar la desintegración y el colapso total. Si el lema de Mubarak era «O yo o los Hermanos Musulmanes», el mensaje de Sisi a los egipcios es: «O yo o la muerte». Este enfoque puede funcionar a la hora de asegurarse el apoyo electoral, pero finalmente tendrá que elaborar un presupuesto nacional y negociar todos y cada uno de las cuestiones económicas potencialmente desestabilizadoras y socialmente polémicas. En este tema en particular, es importante recordar que aunque los jóvenes activistas que sirvieron como «rostro» de la Revolución del 25 de Enero se hallen marginados o en prisión, las condiciones estructurales y desequilibrios sociales que allanaron el camino para la revuelta de masas de enero de 2011 siguen estando muy presentes. Aunque no estoy refiriéndome a la inminencia de un resurgimiento de la movilización popular similar a los de 2011, 2012 y 2013, lo cierto es que todas las elecciones habidas desde 2010 han demostrado que Egipto es un país donde los resultados electorales, ya sean democráticos o autoritarios, no son vinculantes y están expuestos a la posibilidad de reversión. No hay razón para creer que una victoria electoral de Sisi sea inmune a ese peligro

Hesham Sallam está cursando el doctorado en Ciencias Políticas en la Universidad de Georgetown (Washington DC). Es coeditor de Jadaliyya Ezine.

Fuente original: http://www.jadaliyya.com/pages/index/17786/quick-thoughts_hesham-sallam-on-the-egyptian-presi